Artículo y fotos gentileza de fotoAleph, para ir a su web presionar en el logotipo

 

5. El mercado y la gastronomía de la carne

 

   Por lo general, la carne en los países musulmanes es un artículo de lujo, que está fuera del alcance de la mayoría de las familias, por razones de índole meramente económica. 
   Si bien la economía y finanzas de estos estados se basan hoy en modelos de tipo capitalista, no hay que olvidar que el telón de fondo sobre el que se aplican es un sistema de producción asentado en los recursos primarios de sus respectivos territorios: agricultura, ganadería, pastoreo, pesca, minería (incluyendo el petróleo), y cuya explotación, sobre todo a pequeña escala, responde a estructuras más bien de tipo feudal o procedentes de la antigüedad. El mercado y las actividades comerciales están muy desarrolladas, como lo estaban antaño, pero la industrialización sigue siendo escasa. Y el reparto de los recursos naturales es tremendamente desigual, concentrándose su propiedad y derechos de usufructo en muy pocas manos, y bajo un fuerte control de los gobiernos. 
   El fenómeno de la emigración a los países industrializados contribuye a paliar en parte estos déficit, mediante el envío de divisas a las familias que esperan en los países de origen, creándose desequilibrios por la dependencia de recursos ajenos en detrimento de la productividad real in situ. 
   Aunque este estado de cosas tiende a cambiar, y pese a que es imposible generalizar (el arco de países comprendidos por el heteróclito mundo musulmán abarca desde Mauritania a Indonesia) lo cierto es que apenas crecen las clases medias y persiste una fuerte polarización entre pudientes y desheredados, aumentando año tras año el número de miembros de los estratos desfavorecidos de los distintos países, paralelo al galopante incremento demográfico de sus poblaciones. Aparecen grandes bolsas de desempleo, sobre todo entre los jóvenes, que pasan directa y masivamente de los estudios (aunque sean universitarios) al paro. Y la media de edad de cada país es muy joven: la inmensa mayoría de sus habitantes tiene menos de treinta años, mientras que la tasa de crecimiento poblacional no tiene visos de frenarse. 

   Las desigualdades sociales que la comunidad islámica ha tenido a lo largo de su historia, ya en tiempos de Mahoma, pero también en sus periodos de expansión y esplendor, y luego bajo las colonizaciones europeas, se van acentuando en el siglo XXI en un mundo cada vez más globalizado y neocolonizado; por no hablar de los países árabes a los que les ha tocado la (¿buena o mala?) suerte de poseer yacimientos de petróleo, pues es de dominio público que lo tienen cada día más negro y más crudo. 
   Pero dejemos de divagar por terrenos pantanosos, que nos llevarían muy fuera de los límites de nuestro asunto, y volvamos a las creencias básicas que subyacen en la cultura y en la historia de las sociedades mahometanas, y que condicionan sus normas de alimentación. Cambian las dinastías, cambian los gobiernos, cambian los sistemas políticos, pero ese sustrato ideológico no cambia: se transforma y adapta a cada época y sociedad. Y pervive como grabado muy dentro del corazón de sus gentes, y es obedecido con una fe inconmovible. 
    El Corán, como la Biblia, dan por sentadas las desigualdades sociales de la época en que fueron escritos (hablan por ejemplo de esclavos y sirvientes), y no pretenden revolucionarlas. Su mensaje es más bien de tipo ideológico, filosófico y sobre todo religioso. Así el Evangelio --de todos es sabido-- exalta la pobreza y desdeña los bienes materiales. El Corán había propuesto, sin embargo, una renovación significativa con respecto a las religiones mayores anteriores: el principio de la hermandad de todos los fieles; lo que es contaminador y prohibido, o lo que es obligatorio para una persona de la Ummah, la comunidad musulmana, afecta por igual a todas las personas, de todas las razas y capas sociales (
"En verdad que los creyentes son hermanos", XLIX, 10). Tan obligatorio es para el humilde como para el poderoso ayunar por Ramadán, y esto propicia cierta pizca de concienciación social, pues los ricos experimentarán por unos días en sus propias carnes el hambre que los pobres sienten todo el año. Unos con otros rezarán en la misma fila y hombro con hombro en la mezquita, como hermanos. Y el pudiente tendrá como deber pagar el azaque para socorro de los menesterosos. Aunque muera rico, ello no le eximirá de ser juzgado junto a los demás seres humanos en la Hora del Juicio, y será premiado o castigado por sus actos en esta efímera e ilusoria vida terrena. 
 
   Pero a lo que íbamos: que la superpoblación acelerada y la miseria suelen ir unidas, y que a consecuencia de ello gruesos segmentos de población de muchos países musulmanes actuales subsisten por debajo del umbral mínimo de pobreza. Para millones de personas, la supervivencia es una lucha diaria, y el poder consumir carne, algo que está muy lejos de sus posibilidades, a no ser en ocasiones excepcionales. Para celebrar la fiesta anual del Sacrificio, muchas familias tiran la casa por la ventana para comprar un cordero, y poder darse un festín a base de carne constituirá un acontecimiento. El resto del año lo pasarán con legumbres y verduras, que será todo lo que su maltrecha economía se lo pueda permitir. 
   En Egipto, el menú básico diario será un cuenco de ful (potaje de habas); en Tunicia, Argelia y Marruecos será un cuscús; en los países orientales, un plato de arroz con verduras, etc. El precio de la carne les será prohibitivo a la mayoría de sus habitantes, y sólo asumible por las clases más acomodadas. Ello no impide que la demanda sea elevada. Y la elaboración y comercialización de productos cárnicos, un mercado boyante. 
   Los pequeños pueblos agrarios tienden al autoabastecimiento en este sentido. Las familias campesinas crían y sacrifican sus propias cabezas de ganado para consumo propio, destinando los escasos excedentes al comercio en pequeños zocos rurales. En los pueblos grandes y en las ciudades, por el contrario, el proceso está más desarrollado, y encomendado en sus distintos sectores a mano de obra especializada. Se establece el ciclo de compra de ganado al por mayor - matadero - distribución - venta al por menor, ésta última en carnicerías y pollerías de cara al público, por lo general concentradas por gremios en zonas concretas de los mercados urbanos. 
   A los mercados rurales, que a menudo reciben el nombre del día de la semana en que se celebran (ej: Suq el-Tleta  = 'Zoco del Martes', Suq el-Jemis = 'Zoco del Jueves', etc.), acuden esos días pastores y ganaderos de toda la comarca para exhibir y vender sus rebaños. La compra-venta de reses vivas, de ganado bovino, ovino o caballar, se efectúa en recintos separados, especialmente destinados a ese fin en los zocos. Las transacciones se hacen muchas veces por el sistema de subasta. Con frecuencia hay adyacente al mercado otro reducto que sirve de matadero, consistente en un simple edificio cuadrangular con patio porticado, donde se instalan unos ganchos para colgar las reses. 
   En el matadero, las reses vacunas, ovinas y caprinas son sacrificadas conforme a los preceptos del Corán, garantizando que su carne será halal; o sea, lícita para el consumo de los fieles. 

   Os está permitida la carne de las reses, con excepción de la que os ha sido indicada (...). 
   Le hemos establecido a cada puebo ritos de sacrificio para exaltar el nombre de Dios, en agradecimiento por las reses de ganado que les concedió (...). 
   Pronuncia, por tanto, el nombre de Dios sobre ellas, cuando aún se sostienen en pie, y cuando hayan sido abatidas; alimentaos de ellas, y dad de comer al satisfecho y al mendigo (...). 
   Ni su carne ni su sangre satisfacen a Dios, sino, más bien, vuestra piedad (...). 
   (Sura XXII, de Alhayyi o de la Peregrinación, 30-37) 

   Las reses son colocadas con la testa orientada en dirección a la Meca, y una vez abatidas, son completamente desangradas, si es necesario aplastándolas contra el pavimento con los pies, hasta que toda la sangre derramada tiñe el suelo del pavimento y no queda una gota en los tejidos del cuerpo. Recordemos la prohibición estricta de ingerir sangre, que el Corán reitera en varios suras. Hay, por otra parte, registrado un hadith que recomienda ahorrar dolor y agonía al animal en el momento de su sacrificio: 

   En verdad que Dios ha ordenado destreza en todas las cosas. Así, si matáis, matad bien; si sacrificáis, sacrificad bien. Que cada uno de vosotros afile su cuchillo y evite sufrimiento al animal que sacrifica. 
   (Hadith 17 relatado por Muslim, recopilado por An-Nawawi, en 'Cuarenta Hadith'). 
 
   Posteriormente, las reses son desolladas y descuartizadas con potentes cuchillos, marcadas con tintas especiales para su identificación y transportadas por lotes a las carnicerías de las poblaciones. Siendo las tiendas y puntos de venta en general de muy pequeñas dimensiones, y carentes de adelantos como las cámaras frigoríficas, las partidas de carne no son suministradas en grandes cantidades. Bastarán uno o dos cuartos traseros de vaca para abastecer el stock diario de un pequeño comercio. Esta carne por lo general se vende en el mismo día, lo que genera una rápida rotación de las existencias, que garantiza que la carne sea casi siempre fresca y de buena calidad. 
   Si el cliente desea la carne picada para cocinar un plato de kofta (o albóndigas a la brasa), el carnicero le tritura el trozo de carne elegido allí mismo y al momento, utilizando una máquina picadora destinada al efecto. En el proceso le añade perejil, comino u otros condimentos. La charcutería está también desarrollada, y se prepara con diversos derivados de la carne de los animales lícitos (nunca de cerdo), embutiéndolos en sus propios pellejos, para obtener productos como el merguez, especie de salchichas de carne de cordero. 
 
   Los pollos, gallinas y aves de corral llegan a la tienda vivos y son custodiados en jaulas hasta su venta. El cliente escogerá un pollo vivo, y vivo será pesado en la balanza para determinar su precio. Una vez adquirido, podrá optar por llevárselo tal cual a su casa, acompañado de un incesante cacareo por el camino, o bien por que se lo maten y limpien en la misma tienda, para lo cual el tendero degollará el ave de una certera cuchillada, la desangrará, recogiendo su sangre en un bidón, y la desplumará a mano, o a veces utilizando una especie de máquina centrifugadora. Este proceso lo llevará a cabo a la vista del comprador. En las pollerías se venden también huevos frescos, recién puestos. 
   Aunque escasas, se pueden ver algunas carnicerías especializadas en expender carne de camello (o más exactamente, de dromedario). 
   Vacas, terneras, corderos, cabras y pollos habrán sido criados en pequeñas granjas y en terrenos de exiguos pastos, dadas las duras condiciones geográficas y climáticas de sus respectivos países. Pero no habrán sido engordados con piensos compuestos ni productos artificiales. Y su carne conservará las proteínas y el sabor propio de la carne auténtica, la de los animales alimentados y crecidos en un entorno natural. 
   Como se ve, poco que se parezca a la industria masificada de la carne tal como se entiende hoy en Occidente, a base de grandes plantas de cría y engorde de animales, de elaboración, envasado y suministro a gran escala a supermercados y macro-superficies de toda clase de productos cárnicos y derivados. Atenta también contra los esquemas occidentales sobre la competencia comercial el hecho de que las carnicerías y pollerías se agrupen preferentemente en unas mismas calles del zoco de cada ciudad, pared contra pared, al igual que hacen los demás gremios y oficios. El comprador sabrá siempre a qué zona de la medina dirigirse para adquirir sus filetes de vaca o sus costillas de cordero, como sabe dónde caen los zocos de las especias, de las joyas o de los carpinteros. Podrá comparar calidades y precios entre unos y otros establecimientos, y regatear si es necesario, aunque la tónica será la aplicación de precios fijos por el kilo de carne de cada especie. La honestidad en el comercio es algo a lo que exhorta el Corán, y por lo general el carnicero no engaña. Pesará la carne en su justa medida y cobrará por ella el precio justo. 

   Colmad la medida y no os contéis entre los defraudadores. 
   Y pesad con balanza exacta. 
   (Sura XXVI, de Axxuaara o de los Poetas, 181, 182) 

   Y elevó el firmamento, e instauró la balanza de la justicia. 
   Para que no defraudéis en el peso. 
   ¡Pesad, por la tanto, escrupulosamente, y no merméis en la balanza! 
   (Sura LV, de Arrahman o del Clemente, 7-9) 

   En muchos países, sobre todo en los del Magreb, es corriente que en las cercanías o en la misma entrada de algunos restaurantes haya instaladas dos o tres carnicerías con sus mostradores cara al público. Los comensales, antes de sentarse a la mesa, eligen y compran a peso la carne que van a consumir en el interior del local. Una vez abonada la compra al carnicero, los kilos de viandas adquiridos son entregados al encargado del comedor, que asará la carne a gusto del cliente, y sólo le cobrará una cantidad por este menester, y por las ensaladas y platos de acompañamiento. El comensal sabe así exactamente qué pide y cuánta cantidad pide cuando encarga un plato de carne. 
   La gastronomía en las sociedades musulmanas es de una variedad apabullante, tan variopinta como lo son sus distintos países, y la carne es una de sus materias primas principales y más apreciadas, que es cocinada (sobre todo en el seno de las familias) con imaginación y refinamiento, creando un sinnúmero de platos excelentes. Mencionaremos unos cuantos ejemplos, sin el menor ánimo de ser exhaustivos: 
   En Marruecos no todo son brochetas o 'pinchos morunos' (de carne entera, picada o de hígados), sino que destacan con sabor propio los distintos tipos de tayín (guiso de carne, pollo o pescado con abundantes verduras, cocinado en una característica cazuela de barro con tapa cónica). Cada vez se ve menos la pastila, especie de empanada rellena de verdura y carne de paloma. El kofta o albóndigas de carne picada asadas a la brasa, común a muchos otros países, es preparado con maestría por las amas de casa magrebíes. Y es que la verdadera gastronomía arábiga no está en los restaurantes, sino en el interior de los hogares particulares: cualquier oriundo de estos países afirmará con orgullo que en ningún establecimiento hostelero se pueden comer platos tan exquisitos como los que cocina su madre en casa. 
   En Egipto son muy aficionados al pichón asado relleno de arroz, además de los consabidos asados a la parrilla de carne de cordero y pollo, que suelen ser acompañados de hummus, tahina o baba ganuj, distintos tipos de cremas a base de garbanzos, sésamo y berenjenas. 

   En Turquía, cuya gastronomía nacional tiene justa fama, aparte del omnipresente doner kebab (bloque de filetes superpuestos de cordero que se asan girando ensartados en un espetón vertical, también muy popular en Oriente Próximo bajo el nombre de shawarma), se pueden degustar otros muchos manjares a base de carne, bien sea asada a la brasa (kebab), o guisada junto con otros ingredientes. El shish kebab (brochetas) es también muy apreciado, así como el kofta, sobre todo los preparados a la manera de las regiones orientales de Adana y Urfa (Adana kebab, Urfa kebab). Otro plato de merecido prestigio es el iskender kebab, a base de lonchas de cordero asado bañadas en yogur, que hace honor a su nombre: el del recordado rey macedonio que conquistó Asia Menor (Iskender = Alejandro). 
   En Siria, además del archipopular pollo asado (faruj), las brochetas de kebab se preparan ensartando en el pincho los trozos de carne alternados con berenjenas o tomates, y asado el conjunto a fuego de leña. En Jordania hay una especialidad de los beduinos llamada mensaf: se sirve sólo en ocasiones especiales y se compone de un asado de cordero (incluyendo la cabeza), acompañado de arroz con piñones. 
   En Yemen, además de la carne asada o kebab, cabe resaltar el salta, guisado de cordero o pollo con lentejas, guisantes, alubias, coriandro y otras especias, servido sobre una cama de arroz. Se consume también shorba wasabi, un caldo de cordero, que se acompaña con pan. 
   En Irán es ubicuo el chelo kebab, pincho de cordero a la brasa sobre una base de arroz, y la endémica crisis económica que aflige al país apenas da lugar a sus habitantes para permitirse más lujos culinarios. Más raro será por ello poder probar el jujeh kebab (pincho de trozos de pollo marinado) o el fesunjun (pollo o pato en zumo de granadas con nueces molidas). 
   En Pakistán, la comida en general acusa una fuerte influencia de la cocina india, sobre todo la que proviene de la época de los mogoles, con el sobrenombre de tanduri (pollo o carne cocidos en hornos tandur), que aquí son especialidad. En Peshawar y toda la zona occidental, en cambio, la comida recuerda más a la de Afganistán o Iraq (a base de kebab y demás platos típicos de Oriente Medio). 
   Podríamos proseguir así indefinidamente, pero basten estos ejemplos para ilustrar la variedad de tratamientos culinarios que recibe un alimento tan valorado como la carne en la cultura gastronómica de los distintos pueblos del universo musulmán. Cada día se editan más libros de recetas de cocina árabe y oriental, que va siendo progresivamente descubierta y apreciada por el resto del mundo, y a ellos nos remitimos. 

 

 

 

 

 

 

 

 


Taza (Marruecos). Carnicería

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Uxda (Marruecos). Carnicería

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Estambul (Turquía). Puesto callejero de doner kebab

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Uxda (Marruecos). Carnicería de carne de dromedario

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Xauen (Marruecos). Carnicería en el mercado central

Fin del artículo

Ir a la portada de Historia de la Cocina