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   La tierra prometida de Cirene y el fantástico tesoro que guardaba, el silphium, tienen una historia oficial y otra mitológica que difieren entre sí, pero que nos lleva al estudio de la planta más importante que la humanidad tuvo en la antigüedad.

   Cuenta la mitología griega que en Tesalia había una bella mujer que se dedicaba al pastoreo, su nombre era la Cirene, hija del rey de los lapitas, célebres estos por luchar contra los centauros. Apolo la observó un día en el bosque y se enamoró de ella cuando la vio luchar contra un león, al cual derrotó con sus propias manos. Suponemos que eso debió erotizarlo mucho y siguiendo el consejo de un centauro decidió raptarla y llevársela en su carro de oro. Huyó con ella al norte de África, a una región de Libia, cuyas tierras le regaló y que desde entonces se llamaron la región de Cirene.
 


Cirene coronada por Libia

   Producto de ese amor nació un hijo al que llamaron Aristeo, el cual, sus padres, se lo confiaron a las Musas. Estas le enseñaron el arte de la predicción, la adivinación, el poder curativo de las plantas y todo lo relativo a la medicina basada en la herboristería. También le enseñaron la apicultura, las diferentes formas de cultivar el olivo y el arte cinegético. En su madurez llegó a ser un hombre sabio y piadoso, se cuenta que en cierta ocasión libró a los habitantes de las islas Cíclades de una terrible peste que los azotaba y, no precisamente con su sabiduría con las plantas, todos los días hacía un ritual al dios Zeus, este, en agradecimiento y conmovido, envió un viento suave y fresco que alejó para siempre la enfermedad.
 

   La realidad fue otra y muy distinta, en el año 630 a.C. la isla de Thera, como todas las Cíclades, padecía una terrible sequía, eso unido a una superpoblación y consecuentemente a la superexplotación de las tierras, hizo que la miseria llevara a sus habitantes a pasar hambre. Consultado el Oráculo de Delfos se interpretó que varios de sus ciudadanos deberían irse de la isla en dirección al norte de África; sabia decisión ésta, ya que al bajar la población sería mejor el reparto de los recursos. Las autoridades buscaron voluntarios, pero nadie quería marcharse así que se seleccionó a un grupo de personas que tuvieron qué exilarse forzosamente. Una tormenta los hizo regresar y los habitantes los expulsaron a pedradas, así que no tuvieron más remedio que hacer de nuevo el viaje. El lugar elegido fueron las costas de Libia, donde fundaron la ciudad de Cirene, que significaba etimológicamente, en lengua griega, suspiro, suponemos que por la añoranza de su tierra de la que habían sido expulsados.

   Pronto los nuevos colonos se mezclaron con los habitantes de aquellas tierras y se aclimataron al terreno. Entre las plantas autóctonas había una parecida a un hinojo gigante que llamaron Silphium y de la que pronto supieron sacar provecho.
 


Dracma de oro de Cirene

   El Silphium es una planta extinguida, se piensa que era de la familia de las férula; de ella tenemos noticias por Plinio y en su época de apogeo llegó a ser muy valorada , se llegó a decir que su valor era su peso en denarios. Las monedas, en su envés, llevaban esta planta como signo de poder. De ella se hacían sazonadores de alimentos, de sus flores se hacían perfumes y se obtenían fórmulas magistrales para la farmacopea. Se utilizaba como medicamento contra la tos, los dolores de garganta, como antipirético, contra la indigestión, contra la retención de líquidos y contra todo tipo de dolores, se puede decir que era la Aspirina de su época. Su savia se utilizaba para quitar las verrugas. Según Plinio se utilizaba también para combatir la lepra, como crecepelo y como antídoto contra los venenos.

   Su verdadero uso, el que le dio todo su valor, era como anticonceptivo. Su fórmula constaba de su savia mezclada con vino de la cual se hacían unas píldoras del tamaño de un guisante que se introducían en la vagina produciendo el aborto. En la Edad Media, y hasta entrado el siglo XX, se utilizaba el perejil como abortivo, ya que éste produce irritación en las paredes vaginales y provoca la expulsión del feto.
 


Dracma de Cirene con la imagen del silphium

   El problema que tenía esta planta era que sólo se criaba en forma salvaje en la meseta costera de Cirene, haciendo imposible su cultivo o transplante a otros lugares. Su explotación se convirtió en  un monopolio real, con reglas muy estrictas para su recolección y comercialización, pero los cartagineses la robaban y hacían contrabando con ella. La sobreexplotación y la demanda de la planta hizo que se extinguiera en el siglo I d.C.

   Plinio el Viejo ( 23 – 79 d.C.) describió la última que se encontró y que fue enviada a Nerón. La codicia de los hombres hizo desaparecer para siempre esta planta que fue la panacea de toda al Edad Antigua y de la que, según el ya citado Plinio, era “el regalo más preciado que podía dar la naturaleza al hombre”.

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