Artículo de Carlos Azcoytia
Última actualización: Agosto 2007
Antes de comenzar este capítulo he de desenmascarar una pequeña broma que hice a finales del año 2004 cuando escribí este artículo dedicado a la historia del tomate, cansado ya de tanta copia como hacen de nuestros trabajos, en la que decía una gran mentira que apoyaba en verdades, para que aquellos 'sesudos' plagiadores cayeran en la trampa inocentemente, como así fue, de hecho cuando escribí el artículo no había en Internet nada parecido, sólo dos articulitos muy escuálidos que hablaran sobre el tema, sin más pretensiones que informar, muy mal por cierto, de la historia de esta fruta, que hasta los hay por ahí que dicen que es una verdura. Como contaba he sido tan plagiado que ahora (marzo de 2007) hay SEISCIENTAS QUINCE copias documentadas según Google del 'error' que cometí, a sabiendas por mi parte, y en él que todos caerían como moscas. La gran mentira.- En mi artículo contaba lo siguiente: "... el tomate llegó a España en el siglo XVI y desembarcó en Sevilla, como planta exótica y no como alimento para el estudio en la farmacopea, y se plantó por primera vez en un pequeño huerto que tenía el médico y botánico sevillano Nicolás de Monardes Alfaro (1493 o 1508-1588) en el mismo corazón de la ciudad de Sevilla, cuyo nombre, el de éste insigne sevillano, sigue vigente en el nomenclátor de la ciudad pese a las barbaridades y olvidos de la administración para aquellos que dieron todo por engrandecer el país." Para seguir más adelante incidiendo en el tema con lo siguiente: "Siguiendo con Nicolás de Monardes diremos que era un hombre de su tiempo, con una educación científica, estudió bachiller en medicina por la Universidad de Alcalá de Henares y se doctoró en medicina en Sevilla en 1547, pese a sus aventuras y desventuras en los negocios, entre los que se encontraba el comercio de esclavos, publicó varias obras producto de sus investigaciones, entre las que se encontraba "Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales" publicado en tres tomos entre los años 1565 la primera parte, 1571 la segunda y 1574 la tercera y última parte. De este libro se llegaron a editar cuarenta y dos ediciones y fue traducido a seis idiomas en cien años, lo que puede dar idea de la importancia que tuvo dentro del mundo científico de la época y donde por primera vez se habla de tomate, todo lo que se quiera decir de más está sobrado y es especulativo, pudiendo llevar a errores históricos." Todo es cierto sobre Nicolás de Monardes Alfaro, la única mentira es la del tomate, ya que habla de cientos de plantas, incluido el tabaco, pero no dice nada de esta fruta, incomprensible pero cierto, y pese a que como cuenta el mismo: " En esta ciudad de Sevilla, que es puerto y escala de todas las Indias occidentales, sepamos de ellas (se refiere a las plantas) más que de otra parte de España por venir primero a ella, do con mejor relación y con mayor experiencia se saben". Tampoco Andrés Laguna en su libro titulado 'Acerca de la materia medicinal' publicado en Salamanca en 1555 habla del tomate, por lo tanto existe un velo de misterio sobre la llegada a Europa de esta fruta. Por contra Roberto Dodoens en 1554 si le dedica un capítulo entero considerándola muy peligroso al compararlo con la mandrágora en los Países Bajos y como consecuencia de descripción de las plantas según Dioscórides (49-90 d.C.). Pero ahí no termina todo, ya que en pleno siglo XVII, Sebastián de Covarrubias en su primer diccionario de la lengua española tampoco habla del tomate, tan sólo existe una referencia en año 1627 y en el libro titulado "Fray Pedro Simón y su vocabulario de americanismos" en el que dice sobre el tomate lo siguiente: "es una frutilla que dan unas yerbas, que se extiende como calabazas. Son buenos para guisados". Como vemos todo lo que se pueda decir de su llegada a Europa sólo puede ser producto de la especulación, hay quien dice que entró por la Coruña enviado por Hernán Cortés y como regalo a los reyes y, como yo, que defienden su entrada por Sevilla y basándome principalmente en que casi de inmediato se llevó a Italia, siendo Sevilla en aquellos tiempos la base de los comerciantes genoveses que abastecían los barcos con destino a América y que mantenían con su país información privilegiada de todo lo que del nuevo continente se traía. Lo más lógico hace pensar que fue enviado por los monjes que acompañaban a Cortés, que eran hombres cultos, para su estudio como planta medicinal y sobre todo extraña, ya que en Europa no existía ninguna que diera frutos parecidos. Tanto misterio existe sobre el pasado de esta fruta que ni existe constancia fiable de su utilización en su lugar y puerto de partida, México, como consecuencia de la destrucción de la memoria histórica en la que los conquistadores tanto empeño pusieron. Existe otra referencia al tomate del clérigo de la Casa de Campo de Madrid, nombrado por Felipe II, Gregorio de los Ríos en el año 1592 en su libro titulado 'Agricultura de jardines, que trata de la manera que se han de criar, gobernar y conservar las plantas, y todas las demás cosas que para esto se requieren, dando a cada una su punto' y editado en Alcalá de Henares en el que lo describe de la siguiente forma: "Pomates, hay dos o tres, maneras: es una planta que lleva unas pomas aquarteronadas, vuelvense coloradas, no huelen; dicen que son buenos para salsa, tienen simiente, suelen durar dos o tres años, quieren mucha agua: otros hay que llaman del Cairo". Por otra parte el tomate pasa desapercibido en los tratados culinarios del Siglo de Oro, no aparece en el 'Libro de Cozina" de Diego Granado Maldonado, el cual hace una traducción más o menos fiel de otra titulada 'Opera' de Bartolomeo Scappi, cocinero privado del Papa Pío V, editado por primera vez en Venecia en el año 1570. Tampoco aparece el tomate en el famoso libro titulado 'Libro del arte de cozina, pastelería, vizcochería y conservería' de Francisco Martínez Montiño, que se tuvo dieciséis ediciones entre 1611 y 1823. Curiosamente existen dos libros de cocina, editados casi al mismo tiempo, en los que se habla del tomate. El primero de ellos se le debe a Juan de la Mata, repostero en la Corte, el cual en el año 1747 describe en su libro “Artes de repostería en que se contiene todo género de dulces secos y en líquido, bizcochos, turrones, natas, bebidas heladas y de todos los géneros, etc, con una buena introducción para conocer las frutas y servirlas crudas” una receta muy próxima a lo que hoy se conoce como una ensalada de tomates, que dice así: “Después de asados tres o cuatro tomates, y limpios de su pellejito, se picarán encima de una mesa lo más menudo que se pueda, puestos en su salsera se les añadirá un poco de perejil, cebolla y ajo, asimismo picado, con un poco de sal, pimienta, aceite y vinagre, que todo bien mezclado, e incorporado, se podrá servir”. El otro libro que habla sobre el tomate fue escrito en el año 1758 por el fraile y cocinero del convento de San Diego, en Aragón, llamado Juan de Altamiras y que llevaba por título, me refiero el libro, “Nuevo arte de cocina, sacado de la Escuela de la Experiencia Económica”, el cual nos deleita con una receta, la primera, de cómo hacer un abadejo (tipo de la familia del bacalao) con tomates que casi en nada ha cambiado con el tiempo en su elaboración y que se hacía de la siguiente forma: “Cortarás las raciones, lávalas bien, luego las cocerás, espumándolas, ponlas a escurrir en una tabla, freirás cebolla y tomates con abundancia, compondrás las raciones en una vasija ancha, cubre la primera superficie de ella con las raciones, sobre la que echarás la cebolla, y tomate, perejil, y pimienta , ajos machacados; y de esta suerte irás prosiguiendo con las otras raciones, que de nuevo echarás, hasta llenar la vasija: echarás un poco de agua, cuanto baste a bañarlas, que den un par de hervores, lo sazonarás de sal: este no necesita de otra especia, por cuanto suple el tomate. Es así muy gustoso “ Para terminar, y abundando en la idea de su llegada a Sevilla, contar que el tomate aparece en 1608 en una lista de compras del hospital de la Sangre de esta ciudad, al igual que pasó con la patata, y de la que se compraron entre el 20 de julio y 17 de agosto la cantidad de cuatro libras, sin saber si fueron utilizados como medicina o alimento de los enfermos.
He de aclarar que no he vuelto
a cometer semejante broma en mis otros artículos, lo que pongo en
conocimiento de mis lectores, y soy consciente de las reacciones adversas
que esto puede traer consigo en cuanto a la opinión que de mi se saque, lo
cual no es algo que me quite el sueño, lo principal es desenmascarar a los
que se aprovechan del trabajo ajeno en provecho propio. |