HISTORIA DEL RACIONAMIENTO EN ESPAÑA TRAS LA GUERRA CIVIL I

 Estudio de Carlos Azcoytia
Agosto 2009
  

Historia reciente de la cocina económica o de subsistencia en España

“El alimento se ofrece al hombre, en efecto, en tres estados principales: puede estar crudo, cocido o podrido. En relación con la cocina, el estado crudo constituye el polo no marcado, en tanto que los otros dos lo están mucho, pero en direcciones opuestas: lo cocido como transformación cultural de lo crudo, y lo podrido como su transformación natural…se discierne así una doble oposición entre elaborado/no elaborado por una parte, y cultura/naturaleza por otra.
Tomadas en sí mismas, estas categorías se reducen a formas vacías, que nada nos enseñan acerca de la cocina de tal o cual sociedad. Sólo la observación etnográfica puede precisar lo que cada uno entiende por “crudo”, “cocido” o “podrido”, y no hay razón de que sea lo mismo para todas”.

 Levi-Strauss

Los antecedentes

La gran cantidad de publicaciones y de libros dedicados a la gastronomía, a imitación de la moda europea, en especial la francesa, y la proliferación de restaurantes de todas las categorías y tipos, sobre todo en Barcelona y Madrid, desde principios del siglo XX hasta la Guerra Civil, creó uno de los fenómenos más interesantes de estudio en lo referente al deseo de no querer renunciar al placer de la comida, no me refiero evidentemente al de la ingesta, ya que es obligada si se quiere vivir, y sí al refinamiento en la elaboración de los alimentos con un mucho de imaginación, buscando el placer de las papilas gustativas pese a la carencia de lo más esencial.

Hasta entonces, en un desesperado intento de supervivencia, la humanidad, en épocas de escasez, había comido de todo, incluidos perros, gatos, ratas y todo aquello que sirviera para llenar sus estómagos, de ahí el dicho de ‘que todo lo que no mata engorda’ o 'todo lo que se menea a la cazuela', y a lo más que se podía llegar, ante la carencia de determinados componentes, era buscar un sustituto que cumpliera la función deseada para hacer digerible aquello que iban a deglutir, sin llegar a más refinamientos.

Para muchos, en aquellos terribles años comprendidos entre casi el comienzo de la Guerra Civil y los años cuarenta del siglo XX, fueron un martirio para sus estómagos, me refiero a los que tuvieron suerte, porque otra gran mayoría lo tuvo peor, ya que terminaron sus días de la forma más cruel e indigna que pueden tener los seres humanos, dejaron esta vida sufriendo hambre y enfermedades derivadas de la carencia de alimentos, independientemente de los fusilados sin juicios justos o los torturados de forma salvaje que, por el simple hecho de haber defendido la democracia y la legalidad vigente en el momento del movimiento sedicioso fueron tratados o ignorados de la forma más miserable por unos vencedores llenos de odio y rencor con la aquiescencia de la Santa Madre Iglesia.

Todos aquellos criminales de guerra, que se complacían con el dolor ajeno, han ido y van muriendo plácidamente en sus camas con dosel de puro ancianos sin que una justicia internacional los juzgue por los crímenes cometidos, que no prescriben nunca, mientras nuestros jueces se implican en otros casos internacionales en un alarde democrático, que como mínimo nos pueden dejar perplejos, así es el protagonismo de los seres humanos y su mirar hacia otro lado haciendo de sus vidas un paralelismo con la frase bíblica de que ven la paja en ojo ajeno y no la viga el propio. España es un país de extremos donde hemos pasado de encarcelar a los homosexuales a aplaudirlos, donde un matrimonio era hasta que la muerte los separara, algunas veces trágicamente, a un si te he visto no me acuerdo, damos lecciones de democracia cuando nunca la hemos tenido hasta épocas muy recientes, un país injusto donde unos pocos se imponen valiéndose de una justicia que se inventan y que a veces es injusta.

No quiero desviarme del motivo de este trabajo, aunque es difícil en ciertos momentos poder resistirse, y seguiré, en primer lugar, intentando desentrañar el fenómeno que condujo a la llamada cocina económica.

Como ya se contó en el capítulo I de este estudio, en la España prebélica había dos grandes, y casi únicos, grupos de población trabajadora, las masas de obreros agrícolas y los industriales. Dentro de ésta última, al ir especializándose, fue naciendo una emergente clase social, llamada clase media, con dinero suficiente como para poder disfrutar de los placeres de la vida, entre los que estaban el comer de forma asidua en restaurantes.

El mundo de los sabores, a nivel social e íntimo, es tan importante, si hay alimentos, como la misma comida y buena prueba de ello lo tenemos hasta en la Biblia, cuando el pueblo israelí vagaba por el desierto y Dios le envió el maná para alimentarlos, ver nuestro trabajo sobre la alimentación en las religiones, y donde todos se quejaban de la monotonía del por cierto asqueroso maná que sabía a cilantro, echando de menos las cebollas, los melones, los ajos y un largo etcétera de los alimentos que crecían en el Nilo, para más información leer ‘El libro de los números’ capítulo XI de la citada Biblia.

La gran proliferación de restaurantes, unido a la falta de materias primas, habían dejado en el paro a muchos profesionales de la hostelería y los que quedaban se las tenían que ingeniar para poder ofrecer unos menús, más o menos imaginativos, con los que poder atraer a una escuálida clientela, con muy contados elementos racionados o recurriendo al mercado negro, como veremos más adelante.

Los fogones, con la entrada del siglo XX, se habían convertido en España en verdaderos laboratorios donde se comenzaba a experimentar con materias y texturas hasta ese momento inimaginables, se había entrado en la socialización de las cocinas de donde es difícil escapar, porque a todos nos gusta comer bien, herencia de la cocina francesa de comienzos del siglo XIX.

Desde el principio de la Guerra Civil se pasaron penurias alimenticias, sobre todo en la zona republicana, ya que las tropas rebeldes se hicieron rápidamente con el control de casi toda la España agrícola y ganadera, como fueron la cuenca del Guadalquivir, Galicia y toda la zona cerealística de Castilla, permaneciendo leal a la república el entramado industrial del país y casi toda la costa del Mediterráneo.

Con el sur de España y el norte de África en poder de los nacionalistas se cerraba el acceso del Atlántico al Mediterráneo en el Estrecho de Gibraltar y con el poder en las islas Baleares se amenazaba de forma contundente todo tipo de abastecimientos por mar, por lo que la España republicana estaba, por decirlo de alguna forma, seriamente sitiada militarmente.

Cuando no hay alimentos de lo único que se habla es de la comida

El ser humano cuando tiene carencias de algo esencial para su vida, en este caso los alimentos, suele convertir su sufrimiento en una obsesión, como ocurría en los años del hambre, y donde el tema recurrente en las calles no era otro que el de hablar de la comida, lo que de seguro hacía tener más hambre, convirtiéndose la penuria en un círculo cerrado del que era difícil escapar.

También es cierto que en momentos difíciles, como fueron esos, afloraron en la sociedad, y sobre todo en las personas, los instintos más bajos y también los más altruistas, independientemente de sus convicciones religiosas o culturales.

Si existe una imaginación desbordante ante las adversidades, una rebeldía ante la miseria, fue la del gran cocinero Ignacio Doménech, que llegó a encontrar la fórmula para hacer una tortilla de patatas sin huevo y sin papas, algo digno del mejor laboratorio del mundo, aunque también es cierto que hace años una muy famosa marca de mayonesa española, en una inspección de sanidad, se le descubrió que hacía este componente sin huevo, es más, no encontraron en toda su fábrica ni uno, por lo que fue sancionada.

La composición del 'no-huevo' para la tortilla de Ignacio Doménech es toda una obra de arte de la gastronomía y que hacía frotando un ajo en el fondo de un plato sopero, al que añadía tres o cuatro gotas de aceite, sal, cuatro cucharadas soperas de harina, una cucharadita de bicarbonato, un poco de pimienta blanca en polvo, entre ocho y diez cucharadas soperas de agua. Esta pasta se batía hasta que quedaba sin grumos, se dejaba reposar unos diez minutos y se obtenía el equivalente a cinco huevos.

Para las patatas, otra maravilla gastronómica, tomaba la corteza gruesa de tres naranjas, rayaba toda la parte color naranja hasta que quedara sólo la blanca, después se cortaba en trocitos muy menudos y aplanados, como se hace con las patatas.

Estas cortezas de naranja las ponía a hervir durante dos o tres horas para quitarles el gusto, después las escurría bien, las sazonaba de sal y las ponía a freír como si fueran auténticas patatas, añadiéndoles un poco de cebolla.

Una vez terminada esta operación se mezclaba con el 'no-huevo' y se hacía la tortilla que daba para tres personas.

Este ejemplo nos puede dar una triste idea del hambre que podía pasarse y la carencia que había de alimentos esenciales para la supervivencia entre los pobres, que eran la mayoría de los españoles, más de la mitad de ellos al menos, los derrotados. Este estado de cosas perduraron entre cinco y diez años, dependiendo del lugar, no fue algo puntual en la historia de España.

En los últimos meses de la Guerra Civil, en la zona republicana, el caos se fue apoderando del abastecimiento de los suministros, así como en los tres o cuatro años siguientes al final de la contienda, donde las mujeres hacían colas agotadoras de hasta 12 horas para conseguir un litro de leche, que sólo daban con receta médica, o lo que esa semana estaba estipulado para las cartillas de racionamiento, que no necesariamente cubría las más mínimas necesidades alimenticias del pueblo, como muy bien comentaba el maestro Néstor Luján en su artículo titulado 'Si no existiera el estraperlo': En estas dos últimas semanas la Comisaría de Abastecimientos ha repartido lo siguiente: en la semana penúltima repartió un racionamiento compuesto de aceite refinado de ignoramos que producto y desde entonces nuestra imaginación está intentando representarse cómo puede  ser el aceite en bruto, a razón de un octavo de litro por persona, café a razón de cincuenta gramos y alubias, éstas de excelente calidad, a razón de doscientos gramos. La última semana nos vimos favorecidos por azúcar blanco, bacalao, pasta para sopa y manteca vegetal. Ahora bien, considerando los precios de la carne, de los huevos, de la leche y demás comestibles inasequibles a la mayoría de los bolsillos modestos, desearíamos que estos racionamientos fueran acompañados de un folletito explicativo de qué platos pueden cocinarse con bacalao, pasta de sopa y azúcar blanco que es lo que pueden comprar las clases humildes o bien que menús pueden construirse en una larga semana con aceite, café y alubias.


Si hubo, en y tras la contienda, un fotógrafo que supo captar las miserias de una España deshecha fue Agustín Centelles, un maestro que se jugó la vida muchas veces por mostrar la miseria y la desesperación de todo un pueblo.

Una cola de personas frente a una tienda era como un rayo de esperanza para los desheredados, si tenían algo de dinero, porque nada se regalaba,  y, también, un lugar de charlas y corrillos donde todo giraba en torno a la comida y la forma de prepararla economizando hasta lo máximo permitido. El soñar con tiempos pasados era otra forma de consolarse entre aquellas desgraciadas y heroicas mujeres que tenían que, como magas, hacer, muchas veces de la nada, el milagro de alimentar a su familia y donde la inventiva y la fantasía, en el mejor de los casos, eran las claves de la supervivencia.

Si en las ciudades la alimentación se convertía en un problema angustioso, en el medio rural la situación tomaba tintes dramáticos, donde la opresión, la falta de higiene (esta era general en todo el territorio) causaba muertes con la aparición de infecciones de todo tipo y la propagación del llamado 'piojo verde' y la desnutrición por el distanciamiento en el reparto de los suministros, sobre todo en las zonas serranas, que se prolongó en muchos lugares hasta los años 50.

Un estado autárquico sin una buena política alimenticia que cobijaba a ladrones sin escrúpulos

Fueron muchos los errores del estado que prolongaron la agonía del pueblo, siendo el primero de ellos el no haber promulgado una ley de amnistía general que vaciara las cárceles franquistas, como bien decía Clara Núñez en 2003: “La negativa del régimen a declarar una amnistía general, pese a los problemas logísticos que el elevado volumen de población reclusa le planteaba, es tan sólo un indicador del ánimo represivo y de aniquilación de la oposición que caracterizó a la dictadura franquista durante sus primeras décadas. Esta negativa explica que, entre 1947 y 1949, transcurrida una década desde que se tomaran las primeras medidas, todavía se viviera en nuestro país un “trienio de terror” coincidiendo con los años de máximo aislamiento e intervencionismo económicos del régimen tras el fin de la Segunda Guerra Mundial”.

Con la falsa creencia, por parte del estado, de que España era autosuficiente en la producción de cereales, especialmente de trigo, (aconsejo leer el primer capítulo de este monográfico), se crea el Servicio Nacional del Trigo en 1937, cuya misión consistiría la recogida del cereal por parte del Estado, el cual fijaba precios muy bajos ante el temor de que los excedentes ocasionaran una crisis de superproducción. Esta política sólo consiguió que se favoreciera el mercado negro, ya que los grandes terratenientes, que disfrutaban de una infraestructura para el almacenamiento, molinos propios y sistemas de transportes, desviaron gran parte de las cosechas; por otra parte, los pequeños agricultores, desincentivados, cambiaron sus cultivos por otros más rentables, lo que ocasionó un desabastecimiento del alimento básico secular de todo un pueblo, el pan.

El 9 de marzo de 1938 se aprueba el 'Fuero del trabajo', carta magna que difícilmente se podía llevar a la realidad ante la carencia de todo lo indispensable para que el país pudiera desarrollarse y donde es digno de destacar su capítulo V, 4 en lo relativo a los trabajadores del campo cuando dice: "Se tenderá a dotar a cada familia campesina de una pequeña parcela, el huerto familiar, que le sirva para atender a sus necesidades elementales y ocupar su actividad en los días de paro".

Para los trabajadores del mar le dedica el capítulo VI, 1 donde les garantiza, al menos teóricamente, "El Estado atenderá con máxima solicitud a los trabajadores del mar, dotándoles de instituciones adecuadas para impedir la depreciación de la mercancía y facilitarles el acceso a la propiedad de los elementos necesarios para el desempeño de su profesión".

El resto del articulado del citado fuero era una fuerte apuesta del estado por la industrialización del país, así como una política nacional socialista al modo de Italia y Alemania de difícil puesta en práctica, al menos en muchos años, cuando ya ni hacía falta.

Hay que destacar su último artículo, el XVI, que llevó a la desesperación a muchos de los derrotados cuando la desarrollaron, ya que quitaron el título y el poder ejercer cualquier carrera a los vencidos durante años, incluso a todos los maestros nacionales que habían hecho la carrera en la república les anularon sus estudios. El motivo del citado artículo XVI decía: "El Estado se compromete a incorporar la juventud combatiente a los puestos de trabajo, honor o de mando, a los que tienen derecho como españoles y que han conquistado como héroes", la intención de este artículo no era otro que el de colocar en todos los puestos de trabajo a los afectos al régimen, dejando en la indigencia a profesionales de reconocido prestigio que no les quedó otro remedio que morir de hambre o, con suerte, tomar camino del exilio años más tarde y que en mi casa, por ejemplo, se vivió de forma humillante.


Los maestros nacionales del nuevo régimen fascista

El 6 de marzo de 1939 un Decreto del Servicio de Aduanas autoriza, ante la carencia de todo lo básico para alimentar al pueblo, la fabricación de productos sucedáneos, dejando de esta forma las puertas abiertas al mayor fraude alimenticio de nuestra historia y donde, por ejemplo, el café se podía hacer con achicoria tostada y molida, planta ya conocida desde la antigüedad en Europa y que se usaba en medicina y como sustituto del café desde el siglo XIX en Francia en las guerras napoleónicas. También sustituía al café, cuando lo había, el maíz, la cebada, las algarrobas y las bellotas torrefactas.

Un alimento de fácil acceso causaba estragos entre los más desheredados, la almorta, para lo cual aconsejo leer mi estudio sobre ella.

Importante es reseñar como el estado franquista evaluaba las necesidades alimenticias del pueblo, dependiendo del sexo y de la edad de las personas, y así encontramos que en el Boletín Oficial del Estado (desde ahora BOE), de fecha 1 de julio de 1939, la siguiente orden que me he permitido poner en forma de tabla para que se comprenda mejor:

TIPO DE INDIVIDUO

PAN

CARNE

PATATAS

CAFÉ

Hombre adulto 400 grs. 125 grs. 50 grs. 10 grs.
Mujer adulta 320 grs. 100 grs. 40 grs. 8 grs.
Niños hasta 4 años 240 grs. 75 grs. 30 grs. 6 grs.
Ancianos más de 60 320 grs. 100 grs. 40 grs. 8 grs.

Esta exigua cantidad de alimentos era una quimera para la mayoría de la población porque, como hemos visto, no existían en el mercado, al menos al alcance de las clases menos favorecidas, ni carne, ni pan, por poner unos ejemplos.

Curiosa es la carta que le envía el golpista Teniente General Juan Yagüe (apodado 'el Carnicero de Badajoz' por los asesinatos de sus tropas en la guerra) al que debía ser rey de España entonces, D. Juan de Borbón, que permanecía en el exilio, padre de nuestro rey Juan Carlos I, que fue hecha pública por la Agencia de Noticias EFE en el año 2002 y donde le contaba: “La inmoralidad más cínica y desaprensiva ha llegado a todas las esferas y a todas las profesiones: el granujilla y el señor respetable, en la plaza pública y en los despachos más altos, comercian fríamente con la pobreza de España y con la miseria de los españoles y se amasan ilícitamente fortunas que ponen en irritante contraste el lujo más desenfrenado con la más espantosa miseria. El estraperlo…, hoy todo lo invade y todo lo rige y está creando un clima irrespirable que a todos asfixia.

El Gobierno, ante este estado de cosas reacciona de una manera infantil y ridícula; promulga leyes terribles que luego no tiene fuerza moral para aplicar; impone multas que resultan un castigo ridículo, un tanto por ciento reducidísimo de las ganancias del estraperlista y la ruina para el que va a buscar lo que no le da la cartilla de racionamiento y no quieren que se mueran de hambre sus hijos o los animales con los que se gana el pan”.


¿Sabemos a quien compramos?

Una cocina creativa que nace de la necesidad

En tiempos de escasez es cuando nos damos cuenta del derroche diario que se hace de los alimentos y donde se tira a la basura entre un 20 y un 40 por ciento de lo que en teoría deberíamos consumir, ya sea porque, como ocurre con los vegetales por ejemplo, sólo aprovechamos las partes más tiernas de ellos o porque en la preparación o cocción de estos despreciamos las aguas que sirvieron para dichas operaciones y así un sin fin de cosas.

En situaciones extremas, donde falta casi de todo, el ingenio de los seres humanos se agudiza hasta límites insospechados, de hecho casi todos los inventos que hoy disfrutamos son frutos de las guerras o de épocas inmediatamente anteriores o posteriores a ellas.

En los conflictos bélico, o tras ellos, algo tan cotidiano como es dar a un interruptor para tener luz o poder usar cualquier tipo de energía para la cocción de los alimentos se puede convertir en algo técnicamente imposible, ya que lo primero que se convierten en objetivos militares son las centrales eléctricas, las plantas de producción de energía, las industrias en general y las vías de comunicación, en especial, por la dificultad de repararlos, de los puentes. De esta forma la población muy pronto comienza a padecer, de forma cruel, la falta de abastecimientos y sobre todo del combustible con los que cocinarlos.

En este trabajo recrearemos las vicisitudes por las que tuvo que pasar el pueblo español y la forma como tuvieron solucionarlas, unas veces improvisando y otras echando mano del ingenio, pero que son tan actuales que bien podrían ser tenidas en cuenta en momentos como estos de crisis económica a nivel mundial que estamos padeciendo, de la que no se vislumbra todavía el fondo, y donde muchos, seguramente los que no puedan leer este trabajo por desgracia, necesiten aprender de las experiencias de aquellos que hace setenta años tuvieron que luchar por sobrevivir por culpa de los fascistas.

Lo poco que tenían no podían cocinarlo por falta de combustible

Después de ver en televisión los destrozos de las infraestructuras que todavía padece el pueblo de Irak, causados por los bombardeos de sus 'liberadores' occidentales, o la miseria de muchos pueblos, como por ejemplo el palestino, como consecuencia del genocidio israelí, tras las cuales siempre están las potencias occidentales, y donde los únicos perjudicados son las personas anónimas como nosotros, siempre me viene a la memoria los difíciles años de hambre en España y como de prácticamente la nada se tuvo que improvisar casi todo para poder comer, porque el hambre es de las pocas cosas que no pueden esperar.

Ente la falta de combustibles, algo más normal de lo que se puede esperar o imaginar, lo primero que hizo la población, sobre todo de las ciudades, fue utilizar todo aquello que pudiera arder, como bien podrían ser marcos de puertas, muebles e incluso árboles de los escasos parques y jardines próximos a sus viviendas. Cuando se terminó, algo que fue relativamente pronto, no tuvieron más remedio que recurrir a la solidaridad y al ingenio de sus comunidades de vecinos para sobrevivir. De esta forma un fuego podía ser utilizado por varios vecinos reduciendo así los gastos, en un trasegar de ollas y sartenes escaleras arriba y abajo.

Existe un material con el que se hicieron magníficos combustibles, en sustitución del carbón, y que era de fácil obtención, consistente en hacer acopio de grandes cantidades de papel de todo tipo, lo cuales rompían en pequeños pedazos, que introducían en grandes barreños de agua, teniéndolos en remojo entre cuatro o cinco días, hasta que se transformaban en una pasta. Pasado estos días se exprimía, para que soltara toda el agua, y se amasaba con las manos para que ese tipo de engrudo fuera homogéneo; una vez conseguido este paso se hacían bolas de un tamaño aproximado al de los carbones. Conseguido esto se ponían a secar al sol, dándoles vueltas de vez en cuando para que el secado fuera uniforme, terminado este proceso se almacenaban para su uso posterior. Los más agraciados incluso mezclaban con la pasta polvos de carbón, lo que las hacía más efectivas.

Este combustible es magnífico porque arde con facilidad y puede alternarse con leña o carbón, y era, y es, muy económico.

También existía otro combustible, éste auxiliar, que daba muy buenos resultados y que no era otro que las cáscaras de las naranjas secadas al sol, las cuales eran mezcladas con la pasta anteriormente citada, lo que la hacía más duradera en la combustión, o mezclada con otros elementos clásicos como podían ser madera o carbón.

Un combustible, utilizado por una familia muy cercana a mi, consistía en aprovechar el aserrín de las serrerías o carpinterías haciendo un artilugio sumamente sofisticado y que consistía en invertir un bidón de gasolina vacío quitándole la base. Una vez invertido se introducía un palo grueso que iba desde la boca del bidón hasta la parte superior, se rellenaba del aserrín compactándolo y una vez lleno se quitaba el palo, de forma que quedaba un hueco cilíndrico vacío que lo atravesaba. Se ponía dicho barril sobre un fuego que prendía el aserrín a modo de chimenea, siendo la combustión lenta pero con gran poder calórico y de larga duración, de modo que una vez que se habían hecho las cocciones se podía tapar, para ahogar el fuego, y poder ser utilizado más adelante. Este método fue una invención del padre de nuestro compañero y catedrático emérito de la Universidad de Alcalá de Henares, el doctor en Física y también en Química Felicísimo Ramos, autor del diccionario más completo sobre los alimentos que existen en castellano y que tenemos en nuestra web. 

Un racionamiento irracional

Desde el comienzo de 'la liberación nacional', como pomposamente llamaban los fascistas a su triunfo militar, se hizo obligatorio el racionamiento de los alimentos y así nos encontramos con que las grasas y los aceites, el azúcar, patatas (liberadas por Orden del Ministerio de Agricultura desde el 4 de agosto de 1939), café, carnes frescas y congeladas (tanto si eran de vacuno, lanar, cabrío o de cerda), todo tipo de grano (centeno, cebada, maíz, mijo y trigo desde 1940), frutas (excepto las naranjas), verduras (excepto las cebollas), chocolate, café, pastas para sopas, arroz, legumbres, algarrobas, altramuces, garbanzos (excepto las almortas, que tantas muertes e inválidos dejó), guisantes, habas, judías, lentejas, remolacha, harinas (de arroz, cereal y legumbres), productos dietéticos, leche condensada, queso y las mantequillas quedaron racionadas, sólo se salvaron las castañas y las bellotas.

Pese a todo esto, el cinismo llegó a tal grado que el gobierno, como señala R. Abella citando a la Agencia Cifra, 'Nuestro racionamiento no es sólo el más justo sino también el menos restrictivo. La comparación de estadísticas y cifras no deja lugar a dudas', puedo asegurar que semejantes golfos ni se sonrojaban cuando decían esas patrañas.

Las cartillas de racionamiento se componían de una cubierta en cuya parte inferior se anotaban los datos de su titular y los establecimientos de suministro que tenían, ya que no servía en cualquier tienda. En la parte posterior las advertencias 'legales' de su uso indebido.

En su interior, dependiendo si el individuo era menor de dos años, estaban las hojas con los cupones de los alimentos diarios racionados, de modo que la uno era para el pan, la dos para las grasas, la tres para las legumbres, las patatas y el arroz, la cuatro para la carne y la quinta para el azúcar. En las de los menores de dos años la distribución de dichas hojas era la siguiente: la primera para el pan o las harinas, la dos para las grasas, la tres para el arroz o patatas, la cuatro para la leche y la quinta para el azúcar. Así mismo tenían una o más hojas con treinta y cinco cupones cada una para adquirir alimentos no considerados de diario o no alimenticios y también racionados.

Finalizaba la cartilla de racionamiento con una hoja donde estaban los boletines de inscripción para dar el alta de la cartilla en los establecimientos suministradores.  

Las cartillas de racionamiento eran de tres tipos dependiendo de la clase social de su propietarios, acorde con su nivel de ingresos (alto, medio y humilde), así que había de primera, de segunda y tercera categoría, teniendo, igualmente en cuenta el coste de vida de las poblaciones, algo que se obtenía por el número de habitantes censados.

IMPORTE TOTAL DEL INGRESO MENSUAL DE LA FAMILIA EN PESETAS

Nº de personas

Categoría 1ª. Limitación mínima

Categoría 2ª. Intermedia

Categoría 3ª. Limitación máxima

2 450   220
3 645   315
4 840   410
5 1.010   494
6 1.180   577
7 1.350   660
8 1.520   743
9 1.660   811
10 1.800   880
11 1.940   948
12 2.080   1.017
13 2.190   1.070
14 2.300   1.124
15 2.410   1.178
16 2.520   1.232
17 2.600   1.271
18 2.680   1.310

Baremo de los ingresos mensuales de las familias en ayuntamientos que no excedían de 10.000 habitantes (datos obtenidos de la memoria para obtener del Grado de Doctor de José Palomo González).

Este estado de cosas favoreció el contrabando en las zonas cercanas a las fronteras, sobre todo la portuguesa, pese al peligro de ser descubierto por la Guardia Civil y que, si era aprendido, podía confiscarle la carga hasta ser condenado el infractor a penas de tres meses a un año en un Batallón Disciplinario, pasando por multas económicas de podían ir desde 1.000 pesetas a 500.000. Ni que decir tiene la cantidad de vivencias que se pudieron pasar, desde el huir al ver a los guardias abandonando la carga sobre los burros, que astutamente los policías dejaban en libertad para seguirlos hasta sus establos, pasando por contrabando a baja escala y donde las mujeres escondían los saquitos de café entre sus enaguas.

En la tesis doctoral de José Palomo González hay una anécdota contada por un contrabandista para asegurarse que la entrega se hacía de forma fiable, estando seguros de que no existía una celada por parte de la Guardia Civil, y que por lo graciosa e ingeniosa transcribo: "Había quedado en un pueblo de los alrededores para dejar la carga acordada y la contraseña era la siguiente: el contrabandista golpeaba la puerta y la mujer en el interior contestaba pero no abría. Sacaba una escupidera y desde fuera el tenía que escuchar el sonido, que confirmaba que podía entrar sin ningún riesgo. Si no escuchaba el ruido de la orina se marchaba".


Solicitando la cartilla de racionamiento

¿Epílogo o prólogo?

Es posible que no sea éste el último capítulo dedicado al hambre en la posguerra española porque me quedo con la sensación de haber dejado mucho por contar, habría que profundizar en datos médicos, estadísticos, expedientes disciplinarios, consejos de guerra y cientos de ejemplos más.

El trabajo que ha leído se complementa con otros ya editados en nuestra revista y que se linkean a continuación para que esté lo más informado posible sobre este momento histórico tan terrible que pasó España en su época moderna, bajo las botas militares encabezadas por el ciclán Francisco Franco Bahamonde, porque olvidar el pasado es estar condenado a repetirlo.

Nuestro próximo capítulo llevará por título Unas recetas de alta cocina para no morir de hambre, donde profundizaremos en las cocinas y recetas de gastronómicas que tuvieron que inventarse los españoles para no morir de hambre o como otros, pese a la falta de casi todo, no querían dejar de ser verdaderos gourmets.

Artículos relacionados:

Historia del hambre en España entre 1900 y 1936

Historia de la almorta o el veneno que llegó con el hambre tras la Guerra Civil Española

Historia del hambre en España tras la Guerra Civil


Bibliografía utilizada: 

-     Aguirre Sorondo, Antxon: Los molinos en el tiempo del estraperlo
-      Azcoytia Bernabeu, Carlos: Diario de su estancia en los campos de concentraciones fascistas

-      Azcoytia Luque, Carlos: Varios trabajos en historiacocina.com
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      Diario 'La Vanguardia': Hemeroteca de distintas fechas.
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      Díaz Yubero, Ismael: El hambre y la gastronomía. De la Guerra Civil a la Cartilla de Racionamiento.
-      Doménech, Ignacio: Cocina de recursos (Deseo mi comida)

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      Hermida Revillas, Carlos: Coyuntura económica y movilización en Castilla la Vieja: 1914-1923.
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      Hermida Revillas, Carlos: La política triguera en España y sus repercusiones en el bloque de poder: 1890-1936
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  Moreno Lázaro, Javier: El impacto del atraso económico en el bienestar. Castilla y León, 1840-1970. Una constatación antropométrica.
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     Martorell Linares, Miguel Ángel: Gobiernos y mayorías parlamentarias en los años previos a la crisis de 1917. Historia de una paradoja.
-      Núñez, Clara: El capital humano en el primer franquismo

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      Palomo González, José: Del hambre a la abundancia: Alimentación y cultura en Almonaster la Real. ISBN 978-84-96826-90-8
-     Ramos Fernández, Felicísimo: Información verbal

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     Sánchez de Toca, J: La crisis agraria europea y sus remedios en España.
-     Yagüe, Juan: Carta enviada a D. Juan de Borbón en el exilio.
 

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