El patay de los huarpes mendocinos, un pueblo originario agricultor
de la parte sur del Tawantinsuyu (Argentina)
Martha Delfín Guillaumin
30 de junio de 2007
Hace algunos años viví en Mendoza, Argentina y cierta vez, estando de visita con mi esposo y mi hija en casa de unos amigos, Lucho y Perla, a la hora del café nos agasajaron con una especie de pan dulce tradicional, allí me enteré que lo hacían de la harina obtenida de las vainas molidas del algarrobo. Un sabor nuevo para mí, pero con una historia de muchos siglos. De eso se va a tratar este artículo, del patay y de los otros alimentos que tenían los huarpes de Mendoza. Para comenzar, debo decir que Mendoza es una provincia del centro oeste argentino, queda al lado de la Cordillera de los Andes y entre sus atractivos cuenta con el pico más alto de América, el Aconcagua. Pero para los simples mortales que no escalamos las alturas, tiene otras ofertas: buen vino, empanadas (horneadas) y pasteles (empanadas fritas) rellenas de carne picada, de choclo o de espinaca; humitas (maíz tierno preparado de una manera que recuerda a los uchepos, tamales de Michoacán en México); la ruta del libertador San Martín; el Puente del Inca (un puente natural de piedra en la montaña); paseos por las bodegas de vino; conservas de durazno, de manzana, de membrillo; valles llenos de viñedos o de jugosos tomates; en fin, que hay de todo para deleitar el alma y el cuerpo porque además hay muchos y muy buenos músicos, bailarines de cueca y gato, cantantes de tonadas, pintores y actores. Cada año se celebra la Fiesta Nacional de la Vendimia y toda la provincia se pone de fiesta para agradecer los frutos de la tierra a la Virgen de la Carrodilla, patrona de los viñedos, y para alabar la belleza de la reina y sus princesas. Bueno, pero regreso al patay y a los huarpes. ¿Quiénes fueron los huarpes? En este artículo pretendo ofrecer a nuestros lectores una breve reseña histórica y etnográfica, pero, sobre todo, brindar información acerca de sus comidas. Los huarpes es el nombre de un pueblo originario sudamericano que ocupó la parte central del territorio que actualmente comprende las provincias de San Juan, Mendoza y San Luis, lo que se conoce como región de Cuyo. Este pueblo estaba dividido a su vez en tres sub-grupos o parcialidades: a) huarpes allentiac, provincia de San Juan b) huarpes millcayac,provincia de Mendoza c) huarpes puntanos, provincia de San Luis, que como en la época colonial se llamaba San Luis de la Punta de los Venados por eso se les decía puntanos. Los huarpes millcayac fueron los que ocuparon el centro y parte norte del actual territorio mendocino. Tenían por vecinos al sur a los grupos cazadores recolectores, conocidos con el nombre genérico de puelches (gente del este) los que usualmente los visitaban en los tiempos de cosecha para proveerse de sus productos cultivados, algo así como los apaches y navajos hacían con los indios pueblo que eran agricultores en Nuevo México. La cultura de los huarpes está dividida para su estudio en dos fases, la cultura prehuarpe de Agrelo y la Cultura huarpe de Viluco, esta última es la que fue dominada por los incas, por eso el centro oeste argentino fue la parte más austral del Tawantinsuyu.
Al inicio de la colonización española en Mendoza, a mediados del siglo XVI, se calcula que había de 15,000 a 20,000 huarpes en Cuyo. De esta cifra, aproximadamente unos 10,000 en los tres valles situados al pie y a lo largo de la cordillera: Güentata, Uco y la depresión del Diamante, aunque en este último la densidad de población era menor en relación a los otros dos. En la zona lacunar correspondiente a Mendoza (este y noreste), se estiman unos 3,000 individuos de este mismo grupo étnico que se encontraban diseminados en distintos puntos separados entre sí por una distancia aproximada de tres a cuatro kilómetros. En cada sitio se reunían en cantidad de 80 personas, es decir, una densidad aproximada de 2.19 hombres por kilómetro cuadrado. He mencionado la influencia incaica en la región cuyana a partir de la segunda mitad del siglo XV. Algunos historiadores calculan que para la fecha de la fundación española de la ciudad de Mendoza en el año de 1561, varias parcialidades huarpes habían sido dominadas por los incas desde hacía más de sesenta años. Al parecer esta influencia o dominación había llegado a partir de la expansión del imperio incaico hacia Chile. Existen versiones de que cuando el Inca Tupac Yupanqui invadió Cuyo en tiempos del jefe huarpe Cochagual, los huarpes allentiac se replegaron hacia la laguna de Guanacache para huir de la sujeción a los invasores del norte. Actualmente existen descendientes de huarpes en esa región mendocina. Resulta claro que el dominio del Inca sobre los huarpes de Cuyo se vio interrumpido al caer su imperio ante Pizarro en 1533, de tal forma que cuando llegaron los españoles por primera vez a Cuyo en 1552, sólo pudieron observar los resultados de dicho contacto huarpe-inca: domesticación de la llama, mejoras en los sistemas de regadío, uso de prendas de origen andino como la camiseta que el varón se ponía al llegar a la pubertad, el dominio de la lengua quechua de cierto sector de la población huarpe (probablemente los encargados de tratar el tributo con el representante del Inca), etc. Rusconi señala que algunas diferencias en la “cultura material y artística” de los huarpes allentiac y millcayac, aclarando que la de estos últimos era “poco más adelantada” que la de los primeros, lo cual significa que quizás la influencia del arte incaico haya sido mayor entre los huarpes millcayac de Mendoza. En las instrucciones giradas para escribir las Relaciones geográficas que se habían de mandar al rey de España en el siglo XVI se pedía que: en los pueblos de los Españoles se diga, el nombre de la comarca, o provincia en que están, y que quiere dezir el dicho nombre en lengua de Indios, y porque se llama assi…/si es tierra de/ muchos o pocos indios, y si ha tenido mas o menos en otro tiempo que ahora… y el talle y suerte de sus entendimientos, inclinaciones y manera de vivir, y si hay diferentes lenguas en toda la provincia, o tienen alguna general en que hablen todos… Item, lo que quiere decir en lengua de indios el nombre de dicho pueblo de indios, y porque se llama assi… y como se llama la lengua que los indios de dicho pueblo hablan… Cuyos eran en tiempos de su gentilidad, y el Señorío que sobre ellos tenían sus señores, y lo que tributaban, y las adoraciones, ritos, y costumbres buenas, o malas que tenían… Como se gobernaban, y con quien traian guerra, y como peleaban, y el habito y traje que traian… y los mantenimientos de que antes usaban y ahora usan, y si han vivido mas o menos sanos antiguamente que ahora, y la causa que dello se entendiere. Canals Frau, por medio de la documentación histórica y arqueológica revisada por él, dice que los huarpes eran delgados, enjutos, altos como varales; mal proporcionados y desvaídos los varones, no así las mujeres que eran de mejor proporción. Criaban poca carne distinguiéndose de sus vecinos chilenos, los araucanos, que eran más rollizos. Estos huarpes de Cuyo, según Canals Frau, tal como los vieron lo españoles, “hacían vida más o menos sedentaria, cultivaban el suelo, vestían la clásica camiseta andina y poseían cerámica policroma de carácter ceremonial”. Esta “clásica” camiseta andina estaba hecha de lana, lo mismo que las mantas que también usaban. La lana la obtenían de las ovejas de la tierra (llamas y vicuñas). La mencionada camiseta era una prenda de vestir, que consistía “en una especie de camisa larga, sin mangas o con mangas cortas”, quizás su uso se debió a la influencia inca en Cuyo. Resulta interesante destacar el hecho de que al llegar a la pubertad “se ponían la camiseta”, lo que probablemente formaba parte de un rito de iniciación de los varones. Practicaban la agricultura, cultivando principalmente maíz, frijoles y quínoa (variedad de amaranto), calabazas y zapallos (calabacitas). A pesar de que el padre Ovalle escribió en su Histórica relación del Reyno de Chile, que los indios huarpes no eran tan “curiosos y aplicados al labrar la tierra, y así no tienen la abundancia de comida y regalo que los chilenos” es muy factible que haya existido un intercambio de productos agrícolas con comunidades próximas e incluso, extendiéndose más allá de los límites de su territorio habían llegado a practicarlo con los araucanos de Chile, de acuerdo con lo que afirma Rusconi, cruzando la cordillera a través de lo boquetes o pasos naturales como el de la Quebrada del Toro o el Viejo paso de Potrerillos. Otro componente de su dieta era la algarroba de cuyo fruto preparaban el patai, que, como ya dije, se trata de un manjar dulce, el “pan de los indios”; también hacían la chicha o aloja al mezclar los frutos del algarrobo y del chañar, bebida alcohólica fermentada, fuerte, utilizada comúnmente en sus ceremonias mágico-religiosas. Posiblemente tendría algún efecto alucinógeno ya que el shaman o xapmana “adquiría” la forma de zorra o perro, especie de nahual en los ritos de iniciación. También tomaban otra bebida llamada cunuc y que estaba hecha a base de maíz. Morales Guiñazú aclara que los indios huarpes no sólo eran agricultores sino que también se dedicaban “al cuidado de sus ganados y vivían de la caza y de la pesca” que practicaban en las lagunas. Para pescar utilizaban una balsa alargada provista de rebordes que hacían al unir varios haces de tallos de juncos o totora atados fuertemente. Se impulsaban por medio de una larga pértiga que manejaba un hombre puesto de pie en la parte posterior de la embarcación. También en las lagunas practicaban la caza de patos y otras aves acuáticas valiéndose de un curioso ardid que consistía en arrojar calabazas al agua para que flotaran y las aves se acostumbraran a su presencia y a posarse en ellas. Entonces, el o los cazadores entraban al agua, protegiendo sus cabezas con otras calabazas para que en el momento en que los patos se posaran pudieran atraparlos sin dificultad y sin ahuyentar a los demás. La caza de los venados o de los guanacos se hacía a pie: los animales eran perseguidos a un medio trote con lo cual se podía ir tras ellos sin perderlos nunca de vista. Los perseguían durante uno o dos días sin dejarlos parar ni para comer ni para beber hasta que lograban agotarlos por completo, lo que hacía más fácil su captura. También los huarpes practicaron el pastoreo de las llamadas ovejas de la tierra, es decir, las llamas. Más adelante, con la introducción de otros animales por los españoles, los huarpes también se dedicaron al pastoreo de cabras y borregos. Se sabe que construían sus viviendas de piedra en la montaña y de quincha (especie de carrizo fino, más resistente que la paja) en la llanura. Para el primer caso, construían muros de piedra llamados pircas en los abrigos naturales de la precordillera, que les servían de refugio cuando iban de casería. Las habitaciones de las llanuras (ranchos, lo que en México sería el equivalente de jacal) estaban hechas de varas, paja y carrizo. Según los primeros españoles que las vieron, éstas les parecieron muy miserables, pero superiores a los toldos de los indios pampas, grupo étnico situado al este, en la llanura o pampa ubicada en el camino a Buenos Aires. Segú Morales Guiñazú, los huarpes de las lagunas vivían en cuartos subterráneos, “socabones en la arena, donde se entran como fieras”, que los protegían mejor de los mosquitos y de otros insectos y alimañas. Los instrumentos utilizados para las distintas actividades a las que se dedicaban eran, además de las balsas de totora ya mencionadas: redes para la pesca; arco, flecha, boleadoras de piedra “que manejaban a la perfección” para la caza de guanacos, ñandúes (avestruces) y venado; cestos de junquillo y totora (esparto) para la recolección de frutos como el algarrobo Usaron cuchillos, raspadores y raederas en limpiar las pieles. Los cestos y canastillas eran de varios modos y figuras, todos de paja, pero su tejido era “tan fuerte y apretado” que los líquidos que contenían no se salían. Del mismo material hacían sus vasos y tazas que aunque cayeran al suelo, no se quebraban; esa resistencia permitía que duraran mucho. Los vasos se llamaban yole y los cucharones de madera, pacuchas, servían para beber el néctar de la algarroba fermentado, “para gustar o embriagarse de una sentada” dice Morales Guiñazú. Las mujeres se dedicaban a la cestería. Utilizaban para ello el junquillo y ornamentaban los cestos con lana teñida de diversos colores, elaborados con pigmentos de origen vegetal, animal y mineral. Estos canastillos se utilizaban en las tareas diarias y religiosas. Además tenían una hermosa cerámica pero también usaban las calabazas como recipientes para uso cotidiano. A la llegada de los españoles a Cuyo, los huarpes habitaban en “pequeñas aldeas o caseríos, gobernados por un jefe que era a su vez, dueño de la tierra cultivable y de los algarrobales” -según la historiadora mendocina Rosario Prieto- y probablemente de las acequias cuya agua provenía del canal principal (curso natural derivado del río Mendoza, situado a 15 Km al sur del valle de Güentota). Como ya dije, los indígenas sedentarios del valle de Mendoza construyeron acequias y canales para aprovechar el agua de los ríos en sus diversos cultivos, luego, seguramente, estos sistemas de regadío fueron mejorados por los incas. Sin embargo, la aplicación de dichos sistemas de regadío fue perfeccionada y legislada durante la época colonial[1] y, en consecuencia, muchas zonas desérticas pasaron a ser fértiles. Actualmente la ciudad está cruzada por acequias en las que corre el agua que riega los árboles, además, hay un canal que lleva el nombre del cacique huarpe Guaymallén. Los huarpes fueron diezmados por las enfermedades, los trabajos forzados, es decir, cumpliendo su mita en las minas de Chile; ahora queda su recuerdo, alguna gente mestiza que presume su ascendencia y el rico patay mendocino.
Lecturas recomendadas: Canals Frau, Salvador, Poblaciones Indígenas de la Argentina (su origen, su pasado, su presente), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1953. Rusconi, Carlos, Poblaciones pre y post hispánicas de Mendoza, Mendoza, Imprenta Oficial, T. I y IV, 1962. Martínez Sarasola, Carlos, Nuestros paisanos los indios. Vida, historia y destino de las comunidades indígenas en la Argentina, Argentina, Colección Memoria Argentina, Emecé Editores, 2005. Morales Guiñazú, Fernando, Primitivos habitantes de Mendoza (huarpes, puelches, pehuenches y aucas, su lucha su desaparición), Mendoza, Best Hermanos, 1938. Prieto, Maria del Rosario, Formación y consolidación de una sociedad en un área marginal del Reino de Chile: La provincia de Cuyo en el S. XVII, tesis doctoral, Sevilla, España, Departamento de Antropología y Etnología de América de la Universidad de Sevilla, 1983. Schobinger, Juan, Prehistoria y protohistoria de la región cuyana, Mendoza, Imprenta Oficial, 1975. [1] Un ejemplo de ello sería la disposición de la Junta del Cabildo de Mendoza del 18 de octubre de 1681 en que se prohibía la tala de los sauces de la acequia del Tajamar de la ciudad. Archivo Histórico de Mendoza, Argentina, Sección Colonial, carpeta 11, documento 2. |
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