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El Cairo (Egipto). Carnicería

 

 

 


El Cairo (Egipto). Calle comercial con carnicería

 

1. El arduo camino de aproximación al Corán

 

   Alif, Lam, Ra. He aquí las aleyas del Libro lúcido. 
   Que ha sido revelado en lengua arábiga para que lo comprendáis. 
   (Sura XII, de Yusuf o de José, 1, 2) 

   La palabra Qur'an (castellanizada como Corán) significa 'recitación', y sugiere que su contenido era recitado o leído ante determinadas audiencias. No se refiere a un libro en su conjunto, sino a una revelación, por partes o en su totalidad, y también a la revelación divina en general. El Corán sería así una recopilación por escrito de una serie de revelaciones parciales, ocurridas en el transcurso de unos veinte años de la vida de Mahoma (Muhammad), en escenarios como la Meca o Medina, ciudades santas enclavadas en la actual Arabia Saudí. 
   Mahoma arremetió contra el politeísmo y la idolatría de las tribus árabes de su época, proponiendo como alternativa una religión estrictamente monoteísta. No se trataba de una nueva ideología para su tiempo, sino que suponía una ratificación y continuidad del monoteísmo hebreo/cristiano (a cuyos miembros se refería como a 'los adeptos del Libro'), a los que únicamente reprochaba haberse desviado en parte de su esencia original, y les preconizaba la necesidad de un regreso a su pureza primigenia. 

   Los adeptos del Libro (la Biblia) no se dividieron hasta después de haberles llegado la Evidencia. 
   Siendo así que lo único que se les prescribía era que adorasen a Dios sinceramente, fuesen monoteístas, observaran la oración y pagaran el azaque (tributo); ésa es la verdadera religión. 
   (Sura XCVIII, de Albaina o de la Evidencia, 4, 5) 

   Mahoma se consideraba a sí mismo como un simple Mensajero o vehículo transmisor de la palabra de Dios, un predicador que se limitaba a recordar a sus gentes los preceptos divinos, los mensajes (tanto albriciadores como amonestadores) que el Señor enviaba a la Humanidad para guiar a los seres humanos por el recto camino, que contienen promesas de recompensa paradisíaca para los fieles y de castigo infernal para los incrédulos. Sus principales ataques no iban dirigidos, pues, a los creyentes en el judaísmo o el cristianismo, sino a los no-creyentes, los idólatras o los ateos. 
  
   El Profeta experimentaba en distintas ocasiones trances o éxtasis místicos, en los que escuchaba los mensajes divinos por boca del arcángel Gabriel, y más tarde los repetía ante sus gentes de forma oral, y no escrita, pues era iletrado. 

   Y reveló al siervo de Dios lo que Él reveló a Gabriel. 
   (Sura LIII, de Annayim o de la Estrella, 10) 

   (...) 'Con mi castigo azoto a quien quiero; mi clemencia lo abarca todo, y la otorgaré a los temerosos (...) que sigan al Apóstol, el Profeta iletrado que es mencionado en su propia Biblia y en el Evangelio, que les llamará a hacer el bien y les vedará lo ilícito, les prescribirá lo bueno y les prohibirá lo inmundo, les aliviará de su carga y romperá las cadenas que les atenazan.' (...) 
   '¡Humanos! (...) No hay más dios que Él! ¡Él es quien da la vida y la muerte! ¡Creed en Dios y en el Profeta iletrado, que cree en Dios y en sus palabras, y seguidle para que os encaminéis!' 
   (Sura VII, de Al-Aaraf o de las Azoteas, 157, 158) 

   Ten claro que este Corán es revelación del Creador del universo; 
   El arcángel Gabriel, fiel Espíritu, lo trajo del Cielo. 
   Y lo transmitió a tu mente, para que seas uno de los exhortadores 
   En lengua arábiga castiza. 
   Y en verdad que aparece mencionado en los Libros sagrados de los antepasados. 
   (Sura XXVI, de Axxuaara o de los Poetas, 192-196) 

   Es inconcebible que Dios hable directamente al hombre, si no es por revelación, o de forma velada o mediante el envío de un Mensajero, gracias al cual transmita, con su consentimiento, lo que Él quiere; porque es altísimo y prudente. 
   (Sura XLII, de Axxura o del Concilio, 51) 

   (...) el Corán no es sino un mensaje para la Humanidad. 
   ¡Y cuántas maravillas hay en el Cielo y en la Tierra que son miradas desdeñosamente! 
   (Sura XII, de Yusuf o de José, 104, 105) 


El Cairo (Egipto). Vendedora ambulante de pollos y huevos

 

 

 

 

 


Rashid o Rossetta (Egipto). Pollería en el mercado


Rashid o Rossetta (Egipto). Carniceros

 

 

 

 


Rashid o Rossetta (Egipto). Carniceros descuartizando costillares de vaca

   Las recitaciones del Profeta producían gran impacto y controversia entre las gentes que las escuchaban, por su elocuencia argumental y la belleza poética de su estilo, y la tradición musulmana afirma que sus versos eran aprendidos de memoria y posteriormente transcritos por diversas personas y en distintas ocasiones, utilizando para ello toda clase de soportes que hallaban a mano: trozos de papel o de piel, piedras, hojas de palmera, y hasta costillas y omóplatos de dromedario.  Tras la muerte de Mahoma en el 632 d C, sus seguidores se encontraron con un corpus doctrinal sumamente fragmentario y disperso, y dado que muchos de los que lo habían memorizado iban falleciendo también, se temió que la revelación terminara por desaparecer, por lo que se planteó la necesidad de hacer una recopilación de todos los fragmentos procedentes de las distintas fuentes escritas, y de los conservados en 'el corazón' (la memoria) de las gentes, hasta reunirlos en un solo libro, que es el Corán tal como lo conocemos hoy. Estos textos fueron presentados oficialmente al califa Omar, y, más tarde, el califa Othman (644-656 d C) los mandó ordenar, unificar y contrastar, hasta establecer una recopilación definitiva que sería el texto-autoridad. 
   Dada la dispersión de las fuentes escritas, los compiladores habían tenido problemas para ordenar el material. Se optó al fin por un criterio basado, no en el orden cronológico de las revelaciones, sino en la mayor o menor longitud de los distintos textos, que fueron ordenados grosso modo de forma decreciente, y por ello los suras más largos aparecen al comienzo del libro (el II, de la Vaca, es el más extenso, con 286 aleyas), y los suras más cortos hacia el final. Sucede que los suras más breves son precisamente los más antiguos, es decir, los que recogen las primeras revelaciones del Profeta, mientras que los más extensos provienen de la etapa última y preeminente de la vida de Mahoma, y son mucho más elaborados de forma y contenido. Los estudiosos aprecian un cambio progresivo de estilo. Los suras antiguos, de métrica basada en versos muy breves y ritmados, tienen una cadencia más rápida de lectura, son más alegóricos, y están nutridos de imágenes y metáforas fulgurantes; los suras recientes, algunos de cuyos versos son tan largos que cuesta captar sus rimas, tienen un ritmo más parsimonioso, sus contenidos son más explícitos y tratan de temas más cotidianos. 
  
 

   No ha de deducirse de estos datos que el Corán es un libro de poesía o el texto de un poeta. El mismo Libro lo advierte: 

   Que este Corán es la palabra del honorable Apóstol; 
   Y no la palabra de un poeta. (...) 
   (Sura LXIX, de Alhaqqa o de la Infalible, 40, 41) 

   Y, sin embargo, todos los conocedores de la lengua árabe clásica coinciden en que se trata de un texto de una belleza insuperable. Es corriente oír a los musulmanes afirmar que a quien lo escucha con verdadera devoción y entendimiento, se le pone la carne de gallina o se le saltan las lágrimas, o que siente emociones semejantes a las que puede suscitar la más alta poesía. 

   Dios reveló el más bello Mensaje: un Libro homogéneo, en estilo y elocuencia, cuyas aleyas son reiterativas. Al escucharlo, se les eriza el vello a quienes temen al Señor; (...) 
   (Sura XXXIX, de Azzumar o de los Tropeles, 23) 

   Y que cuando escuchan lo que fue revelado al Apóstol (Mahoma), comprobarás que las lágrimas brotan de sus ojos; porque reconocen la verdad (...) 
   (Sura V, de Almaida o de la Mesa Servida, 83) 

   (...) y cuando se les recita las aleyas del Graciabilísimo, se postran llorando. 
   (Sura XIX, de Mariam o de María, 49-58) 

   Y cuando se les recita (el Corán), exclaman: 'Creemos en él, porque es la verdad de nuestro Señor. En verdad que ya éramos musulmanes antes de su revelación.' 
   (Sura XXVII, de Annaml o de las Hormigas, 53) 

   (...) pero la mayoría de los humanos lo desdeña sin escucharlo. 
   (Sura XLI, de Fuççilat o de las Detalladas, 4) 

   Es de lamentar que la mayoría de los humanos no conozcamos el idioma árabe clásico, que es la clave para aprehender la verdadera sustancia del Corán, ya que ésta se resiente inexorablemente al pasar a cualquier traducción, al igual que merma la belleza de un poema al ser trasladado a otra lengua, perdiéndose por el camino su rima, su ritmo y su multiplicidad de sentidos y matices. Si toda traducción es traición, tanto más lo será todo intento de volcar a otro lenguaje una escritura que en sí misma es considerada perfecta, inalterable e infalible, por ser la palabra de Dios. 
  

   En verdad que quienes desprecian el Mensaje cuando les llega, serán castigados. ¡A pesar de ser el Libro por excelencia! 
   Inalterable e irrefutable; por ser la revelación del prudente y digno de alabanza. 
   (Sura XLI, de Fuççilat o de las Detalladas, 41, 42) 

   (...) 'Dado que el Corán procede de Dios, y lo rechazáis, ¿habrá alguien más desencaminado que quien cae en ese error profundo?' 
   (Sura XLI, de Fuççilat o de las Detalladas, 52) 

   No sólo inalterable: también inalterado. Así lo ha sido a lo largo de la historia, en que el Corán ha sido copiado y editado innumerables veces sin variar un ápice del texto árabe original, según se asegura, por contraste con lo que ocurre con otros textos sagrados, como pueden ser los del Nuevo Testamento cristiano, que históricamente han sufrido cambios, mutilaciones y cribas, y que resultan por ello menos fiables como registros epigráficos (ahí tenemos, por ejemplo, la existencia de evangelios canónicos y apócrifos). 
   Siendo intraducible per se, cualquier intento de traducción será considerado por los mahometanos como una versión desfigurada, una paráfrasis, una mera aproximación. Siendo por definición una obra perfecta, al ser su origen divino, un texto en el que cada párrafo, cada palabra y cada letra ocupan su sitio exacto y tienen su precisa función, no cabe separar en él el fondo de la forma; cualquier alteración de la forma afectará también al fondo, y ello condicionará su interpretación. Ni siquiera su escritura puede ser remedada por otros textos árabes, pues sobrepasa a todo lo que pueda ser escrito en ese idioma: el Corán es un milagro, y como tal constituye el más alto ideal de escritura, un ideal inalcanzable, imposible de ser imitado por el hombre. El mismo intento de imitación podría suponer un sacrilegio. Las aleyas traducidas tampoco sirven para la oración, ni tienen validez a efectos rituales. En países musulmanes con idiomas diferentes al árabe (como Turquía, Irán, Pakistán, Bangladesh, etc.) el Corán es también recitado en el árabe original. 
  
   Los versículos del Corán fueron declamados por Mahoma a sus contemporáneos en lengua árabe para su plena comprensión por parte de los beduinos y los miembros de las tribus establecidas en torno a la Meca y Medina en el siglo VII d C, porque
"a cada época corresponde su código".  

   Por cierto que lo revelamos en tu habla, para que reflexionen. 
   (Sura XLIV, de Addujan o de la Humareda, 58) 

   (...) te lo hemos revelado en lengua arábiga para que sea un código.  
   (...) A cada época corresponde su código. 
   Dios anula y permite lo que le place; porque el Libro matriz está en su poder. 
   (Sura XIII, de Arra'ad o del Trueno, 37-39) 

   Y si hubiéramos revelado un Corán en lengua extranjera, habrían dicho: '¿Por qué no fueron detalladas sus aleyas? ¿Cómo puede ser un libro extranjero y un Mensajero árabe?' Respóndeles: 'Es guía y bálsamo para los creyentes; pero quienes no creen están sordos y les resulta incomprensible, como si les llamaran desde un lugar lejano.' 
   (Sura XLI, de Fuççilat o de las Detalladas, 44) 

   Y así te revelamos un Corán arábigo para que exhortes a la ciudad y sus alrededores, y les recuerdes el día inexorable de la comparecencia, en que una parte de la humanidad irá al Paraíso, y la otra al averno. 
   (Sura XLII, de Axxura o del Concilio, 7) 

 

 

 


Rashid o Rossetta (Egipto). Carnicería

 

 

 

 

 


Alejandría (Egipto). Carnicería

 

 

 

 

 


Alejandría (Egipto). Carnicerías en un mercado cubierto

 

 

 

 

 


Rashid o Rossetta (Egipto). Carniceros descuartizando costillares de vaca


Oasis de Siwa (Egipto). Retrato de carnicero

 

 

 

 

 


Oasis de Siwa (Egipto). Siluetas en una carnicería

 

 

 

 

 


Oasis de Siwa (Egipto). Carnicería de carne de dromedario

   La escritura coránica se convirtió en el canon de la lengua árabe clásica. Reconocida su procedencia divina, admirada por su pureza y belleza estilística, y su riqueza de inflexiones, se tomó como referente para fijar la gramática y la lexicografía del idioma. Numerosos sabios y estudiosos de los primeros siglos del Islam analizaron a fondo sus peculiaridades gramaticales para establecer una normativa que sirviera de guía en el uso del idioma. En ciudades como Basora y Kufa (en el actual Iraq; en aquel entonces bajo la dinastía abbasí) se fundaron escuelas de lengua árabe y se potenciaron los estudios coránicos, que contribuyeron a unificar la morfología y la sintaxis, instaurando así los cánones que aún hoy rigen para el árabe clásico. Cuando existían dudas en la pronunciación de alguna palabra (lo que ocurre con frecuencia en la lengua árabe debido a que las vocales cortas no se escriben), se acudía como fuente de referencia al dialecto de los Quraysh, la tribu del mismo Profeta. 
  
   En base a la plasmación de los textos coránicos, se comenzó paralelamente a desarrollar la caligrafía, una de las artes mayores del Islam. De la ciudad de Kufa surgió la caligrafía 'cúfica', de rasgos rectilíneos y angulares, que fue utilizada con mano maestra en la decoración de monumentos, como podemos ver en un sinfín de ejemplos en las fachadas y muros de mezquitas, madrasas y mausoleos, siendo la caligrafía desde entonces un elemento decorativo preferente en la arquitectura monumental islámica. A la infalibilidad de sus contenidos y a la armonía de su estilo, había que añadir la belleza visual de las mismas letras, palabras y frases del Corán, cinceladas en finos bajorrelieves, que juegan con los propios rasgos tipográficos del alfabeto árabe (que se escribe, como el hebreo, de derecha a izquierda) entrelazándolos en mil filigranas, y se conjugan e interactúan con otros diseños florales y geométricos hasta alcanzar un nivel de complejidad asombroso. Son las mismas letras las que diseñan, decoran y embellecen los espacios arquitectónicos. Los edificios se convierten así en soportes del Mensaje. 
   El Islam da gran importancia a la palabra escrita, como signo transmisor de la revelación. La escritura es simbolizada metonímicamente por el cálamo (qalam), especie de junquillo que empapado en tinta servía para escribir, término que hoy en día designa al lápiz, la pluma o el bolígrafo. 

   ¡Lee! En el nombre del Señor que todo lo creó. (...) Que os enseñó el uso del cálamo. 
   (Sura XCVI, de Al-Alaq o del Crúor, 1-4) 

   Aunque todos los árboles de la Tierra se transformaran en cálamos, y el océano en tinta, y se le añadiesen otros siete océanos, no sería todo ello suficiente para escribir las palabras inagotables de Dios; porque Dios es poderoso y prudente. 
   (Sura XXXI, de Luqman, el prudente, 27) 

   En verdad que el Corán es un mensaje instructivo. 
   Quien quiera, pues, que lo recuerde. 
   Está registrado en Libros honorables, 
   Sublimes, inmaculados, 
   Por manos de escribas 
   Honrados y piadosos. 
   (Sura LXXX, de Abasa o de 'Frunció el ceño', 11-16) 

   ¡Que no lo toquen sino los impolutos! 
   (Sura LVI, de Aluaqiía o del Inevitable Evento, 79) 

   
   El Corán es un libro que habla de sí mismo y se defiende a sí mismo de las críticas de los ignorantes y los incrédulos. Recoge las objeciones que hacían los oyentes, al sentir que el mensaje coránico cuestionaba sus creencias tradicionales y las enseñanzas de sus antepasados, y las refuta. 

   Es inconcebible que el Corán sea un libro inventado, ya que es la corroboración de los libros anteriores a él, la dilucidación de todas las cosas, y guía y consuelo para los creyentes. 
   (Sura XII, de Yusuf o de José, 111) 

   Y cuando se les recita nuestras lúcidas aleyas, dicen: 'Este no es más que un hombre que quiere apartarnos de lo que adoraban nuestros padres'. Y también dicen: 'Este Corán no es más que una mentira inventada'. Y cuando se les anuncia la verdad, los incrédulos dicen: 'Esto no es más que pura magia.' 
   (Sura XXXIV, de Saba o de la ciudad de Saba, 43) 

   En breve serán evidentes nuestros milagros en todas las regiones de la Tierra, y en sus propias personas, hasta que les quede claro que el Corán es la verdad. (...) 
   (Sura XLI, de Fuççilat o de las Detalladas, 52, 53) 

   (...) Diles: '¡Creo en todos los Libros que Dios reveló!' (...) 
   (Sura XLII, de Axxura o del Concilio, 15) 

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