Historia de la yuca, la mandioca y el cazabe o casabe

Una de las cosas que más sorprendieron a los españoles, en lo referente a la alimentación de los indígenas americanos, fue  el cultivo, tratamiento y elaboración de un tipo de pan que en estado puro de la planta era un potente veneno, capaz de matar a la persona que la comiera cruda, algo que los científicos de la metrópolis del momento no acertaban a comprender, me refiero al de pasar de potente veneno a alimento básico, y que por otra parte no cuestionaban los conquistadores, los hombres de armas, que ni se planteaban semejante antagonismo, ya que para ellos comer era básico y si era bueno para mantenerse ellos y sus tropas no se hacían más preguntas, como iremos viendo en el transcurso del presente trabajo.

Para bien o para mal la historia de América comenzó con la llegada de los españoles, después los portugueses y más tarde del resto de los europeos, incluidos los sajones, todo lo que se quiera decir de más sobra porque se borraron, si alguna vez existieron, los idiomas, las creencias religiosas, las relaciones sociales, las culturales y todo signo de identidad de sus pueblos en la más brutal invasión jamás conocida y donde todo pasó a ser prehistoria, de ahí que cuando se quiera tener un punto de partida documentado exista una barrera inamovible, la de 1492, lo anterior en el tiempo pertenece a la arqueología o a la tradición oral.

Pasando por escritores, investigadores y pensadores de dicho continente predominó, desde la independencia de las colonias, un pensamiento chovinista que afianzaba y afianza  la crisis de identidad de aquellas jóvenes naciones con respecto a la metrópolis y así se fue formando una especie de leyenda basada en el saqueo por aquellos que en realidad fueron sus ancestros, que es como venir de visita a España siendo hijo o nieto de españoles, ser víctima de un robo y extender por todo el orbe la idea de que todos los ibéricos son ladrones, algo simplista, burdo y mal intencionado que bien supieron implantar y aprovechar los estadounidenses desde el siglo XIX con vistas al neocolonialismo que pensaban y piensan imponer desde sus fronteras hasta el Polo Sur.

Se estará preguntado ¿a qué viene lo anteriormente dicho y que tiene que ver con la yuca o el cazabe?, a lo que cabría responder que este trabajo sólo es una parte de un todo, donde tratamos no sólo la historia de un alimento determinado, sino también de la humanidad vista desde muchas vertientes y donde, sin quererlo, vamos descubriendo que América no fue un lugar para robar todo el oro o la plata que había, sino también, y esto es lo principal, un sitio de convivencia y de propagación de unos valores y pensamientos, equivocados o no, de muchos miles de europeos de buena fe que aportaron y crearon las bases de lo que hoy es Latinoamérica en el sentido más amplio de la frase, aunque eso sí, el nativo permaneció y permanece relegado, en la mayoría de los sitios, de los lugares claves dentro de la política y la economía, siendo la clase más desfavorecida de la sociedad en términos generales, dando lugar a un tipo de contradicción entre determinados estratos sociales que lo mismo abrazan, según conveniencias, su hidalguía por ser descendientes de europeos que la de un pasado indígena que no les pertenece y de la que en realidad reniegan de ambas pero esto es consecuencia de tener una historia tan joven cómo países, de apenas siglo y medio en el mejor de los casos.

Siguiendo con el cometido del presente estudio debo de aclarar que lo que va a leer se complementa con otro trabajo, el de mi compañera de investigación Cecilia Restrepo Manrique, que lleva por título La yuca, alimento prehispánico y que si los une podrá tener la mayor información histórica sobre dicho tubérculo, estando la parte que ahora escribo relacionada con la visión que tuvieron de ella los científicos españoles de la época, aunque antes, complementando el trabajo de Cecilia, quiero hacer mención a la ‘Crónica del Perú’ del conquistador sevillano Pedro Cieza de León, que se editó, la primera parte, en el año 1553, que no incluye en su estudio y que por la descripción que hace tanto de las costumbres de los pueblos por los que pasaba también lo hace de los alimentos que consumían.

Resulta anecdótico leer el choque moral que causaba a aquellos hombres las costumbres de los nativos respectos a la moda cuando dice: «En aquella tierra no tendrán los hombres deseo de ver las piernas a las mujeres, pues que ora haga frío o sientan calor, nunca las tapan. Algunas de estas mujeres andan trasquiladas, y lo mismo sus maridos«, algo que causa una cierta sonrisa si tenemos presente que en España, hasta entrado el siglo XX, lo más que enseñaban las mujeres de sus piernas eran los tobillos, de los que había «grandes entendidos» que con solo ver tan pequeña parte de las piernas podían dar una descripción detallada del resto. Continua inmediatamente diciendo: «Las frutas y mantenimientos que tienen es maíz y yuca y otras raíces muchas y muy sabrosas, y algunas guayabas, y paltas, y palmas de los pixivaes».

En el capítulo XLVI titulado «En que se dan noticias de algunas cosas tocantes a las provincias de Puerto Viejo, y a la línea equinoccial» cuenta: «Los naturales de esta tierra son de mediano cuerpo, y tienen y poseen fertilísima tierra, porque se da gran cantidad de maíz, y yuca, y ajes o batatas, y otras muchas maneras de raíces provechosas para la sustentación de los hombres. Y también hay gran cantidad de guayabas muy buenas, de dos o tres maneras, y guabas, y aguacates, y tunas de dos suertes, las unas blancas y de tan singular sabor que se tiene por fruta gustosa, caimitos, y otra fruta que llaman cerecillas«.

También cuenta de las plantaciones de yuca en el capítulo LIV, que lleva por título «De la isla de la Puná, y de la de la Plata y de la admirable raíz que llaman zarzaparrilla, tan provechosa para las enfermedades», donde dice: «Tiene esta isla grandes florestas y arboledas, y es muy viciosa de frutas. Dase mucho maíz, y yuca, y otras raíces gustosas, y asimismo hay en ellos muchas aves de todo género, muchos papagayos y guacamayas y gaticos pintados y monos, y zorras, leones, y culebras y otros muchos animales«.

Termina haciendo mención a la yuca en el capítulo LXVI que titula «De la fertilidad de la tierra de los llanos y de las muchas frutas y raíces que hay en ellos, y la orden tan buena con que riegan los campos«, dice: «Por estos valles siembran los indios el maíz, y lo cogen en el año dos veces, y se da en abundancia. Y en algunas partes ponen raíces de yuca, que son provechosas para hacer pan y brebaje a falta de maíz, y críanse muchas batatas dulces, que el sabor de ellas es casi como el de castañas«.

Complementadas las citas de los conquistadores sobre las plantaciones de yuca en los territorios americanos paso a exponer el concepto que se tenía de la planta y su elaboración hasta conseguir el cazabe o casabe por los científicos españoles, comenzando por Nicolás de Monardes y Alfaro que en su libro ‘Historia medicinal de las cosas que se traen de las Indias’, editado en 1574, en el capítulo que llama «Del caçavi», ya desde su comienzo muestra el interés que despertaba en dicho científico la planta de que la había oído hablar tanto y comienza diciendo: «Yo tenía encomendado me trajesen de Santo Domingo la hoja de aquella planta de que se hace el caçavi, y trajeronmela. Es el Caçavi, el pan de que los indios tantos siglos a se han mantenido y se mantienen hoy muchos de los españoles. Hácese de una yerba que llaman los indios Yuca, la cual es de cinco a seis palmos de altura , lleva unas hojas abiertas tendidas como los dedos de la mano, lleva cada una siete o ocho puntas, siempre están verdes, pónese en tierra cultivada, en tierra hecha camellas, de pedazos cortados de la misma planta: el fruto es como unas mazorcas, o manera de nabos gruesos, son leonados por defuera solamente en el cuero, porque dentro son muy blancos, y móndanlos para usar de ellos, y de este fruto hacen el pan de esta forma«, algo revelador es el saber que también era alimento de los españoles desde que la conocieron y, cómo más adelante veremos eran las galletas de los marineros.

Sobre la forma de hacer pan de la yuca cuenta: «Límpianlo de la corteza y rállalo en unos rallos que tienen hechos de agujas como trillo, y echan lo rallado en una manga de palma, y encima le echan cosas de peso como piedras grandes, que hagan correr el zumo que sale de ello, y bien exprimido, queda como unas almendras majadas y exprimidas: echan esto en una cazuela llana que tienen puesta en el fuego, y allí lo cuajan y hacen como una tortilla de huevos volviendo de una parte a otra, después de bien cuajada queda hecha una torta de un grosor de un real de a ocho poco más, la cual ponen al sol para que se enjugue, y de estas tortas usan por pan, el cual es de mucha flatulencia: y están estas tortas mucho tiempo sin corromperse, y las traen en las naos que viene de aquellas parte, y llegan a España sin corrupción, y sirven por bizcocho a toda la gente: es cosa áspera su comida, y así sirve echándolo en remojo en agua, en caldo, o en cocina, que de esta manera se sirven mejor de él, porque quererlo comer seco, es menester tener en la mano la vasija de agua para poderlo pasar«.

Ahora pasa, en un apartado que llama ‘Las maravillas del zumo’, a narrar su sorpresa ante la toxicidad de la planta y la forma tan simple de anular sus efectos y de la que intenta encontrar paralelismos en la historia de occidente sin llegar a ser convincente y también sin llegar a comprender que existían dos tipos de la misma planta, ya que dice: «Es cosa maravillosa lo del zumo, como está dicho, que si un hombre, o otro cualquier animal lo bebe, o toma alguna parte de él muere, como con el más potentísimo veneno que hay en el mundo: pero si este zumo hierve y se consume la mitad, y se deja enfriar sirve por muy buen vinagre y se come y se usa de ellos como hecho de vino, y si lo cuecen hasta que se espese sirve por miel que se hace dulce: miren cuanto hace el cocimiento en las cosas, pues de veneno mortal hace manjar y bebida saludable. Y diré otra cosa que pone admiración: que toda la yuca que nace en tierra firme, que es como la de Santo Domingo de que hace caçabi, es saludable y el fruto de ella se come, y el agua que sale de ella se bebe sin que tenga virtud alguna venenosa, y la de Santo Domingo como quiera comida y su zumo sin cocer mata. Y que sea tanta parte la disposición del lugar que lo que es saludable y loable mantenimiento en tierra firme, lo mismo sea veneno mortal en todas las islas: como dice Columela del  durazno que era veneno pernicioso que mataba en Persia, y traído en Italia perdió aquella malicia y oficio que tenía de matar, y nos da salud y suaves zumos«.

Como en todos los libros de la época pasa de un tema a otro casi sin interrumpir su discurso al hablar del maíz, del que dice: «Como quiera que sea habiendo en las Indias tanto maíz y tan común en todas las partes de ella, yo no comería caçavi, pues el maíz es de tanta sustancia como nuestro trigo, y en ninguna parte tiene veneno ni ponzoña, antes es sano ya hace buen estómago: hácese pan de él como se hace del caçavi, porque lo muelen y con agua lo amasan y en una cazuela unos bollos que de ello se hacen: y ha de comer fresco acabado de hacer, porque seco es áspero y trabajoso de tragar, y ofende los dientes«.

No quiero terminar con Monardes sin antes transcribir la importancia que tenía la batata en España a mediados del siglo XVI y de la que tantos se ‘olvidan’ a la hora de hacer esos puentes históricos que más los colocan en la senda de los analfabetos por su cerrazón e influencia sajona que creen a ciegas y de la que dice: «Las batatas, que es fruta común en aquellas tierras, tengo yo por mantenimiento de mucha sustancia, y que son medias entre carnes y frutas, verdad es que son ventosas pero esto se les quita con asarlas, mayormente si se echan en vino fino: hacen de ellas conservas muy excelente, como carne de membrillos, y bocadillos y cubiertas, y ralladas, hacen potajes, cocinas, tortas de ellas muy excelente: son sujeto para hacer sobre ellas cualquier conserva y cualquier guisado: hay tantas en España, que traen de Vélez Málaga cada años aquí a Sevilla, diez y doce carabelas cargadas de ellas: siembranse de ellas mismas puestas las más chicas, o pedazos de las grandes en sus camellas de tierras labradas, y nacen muy bien, y en ocho meses están las raíces muy gordas, que se pueden comer y usar de ellas: son templadas, y guisadas o asadas ablandan el vientre, crudas no son buenas de comer porque son muy ventosas y duras de digestión«, era evidente que a Monardes le preocupaba mucho el tener que aguantarse los pedos porque en tan corto espacio repite dos veces que son ventosas.

Si ya lo comentado y trascrito es importante no lo es menos lo que decía en 1590 el antropólogo y sacerdote jesuita José de Acosta en su libro «Historia natural y moral de las Indias» porque ofrece datos esenciales para conocer la historia de la cocina y la gastronomía, como era el uso en la cocina del arroz según las distintas civilizaciones o el de la patata en América como alimento de los mineros, por poner unos ejemplos.

El capítulo 17 de su libro lo titula «De las yucas, caçavi, y papas, y chuño, y arroz» y ya en él distingue las distintas clases de yuca, las venenosas y las dulces, aunque como veremos en épocas posteriores otros no lo sabían y así comienza su exposición: «En algunas partes de Indias usan un género de pan, que llaman caçavi, el cual se hace de cierta raíz, que se llama yuca. Es la yuca raíz grande y gruesa, la cual cortan en partes menudas, y la rallan, y cómo en prensa la exprimen, y lo que queda es una cómo torta delgada y muy grande y ancha casi como una adarga. Esta así, seca es el pan que comen: es cosa sin gusto y desabrida, pero sana y de sustento, por eso decíamos estando en La Española, que era propia comida para contra la gula, porque se podría comer, sin escrúpulo de que el apetito causase exceso«, comentario muy natural para una persona acostumbrada a comer pan de trigo.

 Una vez hecho el pan decía que era necesario humedecerlo para poder comerlo porque era áspero y raspaba, continuando así: «humedécese con agua, o caldo fácilmente, y para sopas es bueno, porque empapa mucho, y así hacen capirotadas de ello. En leche, y con miel de cañas, ni aún en vino apenas se humedece: ni pasa, cómo hace el pan de trigo«. Tras esto dice que había un cazabe más delicado que era hecho de la flor que los indios llamaban xauxau, algo extraño porque entonces no sería el cazabe tal y como lo entendemos y pese a todo sigue afirmando que «yo preciaría más un pedazo de pan, por duro y moreno que fuese«.

Sobre la toxicidad que tanto sorprendía dice: «Es cosa de maravilla, que el zumo, o agua que exprimen de aquella raíz de que hacen el caçavi, es mortal veneno, y si se bebe mata, y la sustancia que queda es pan sano, cómo está dicho«, para seguir diciendo, esto es ya una revelación hasta entonces porque Acosta ya sabía que había yucas no venenosas que «Hay género de yuca que llaman dulce, que no tiene en su zumo este veneno, y esta yuca se come así en raíz cocida, o asada, y es buena comida«.

En lo referente a la conservación del cazabe, así como el motivo por el que los españoles lo comían en lugar del trigo, queda meridianamente claro en la explicación que da al respecto y que nos aproxima mucho al origen de la aceptación de los alimentos americanos por los colonizadores, que no me cansaré de decir que jamás fue un maridaje, que significa casamiento o unión real y consentida de las cosas, porque ese trocamiento por ellos fue algo forzado y no aceptado de buena gana por la mayoría, ya que los alimentos europeos del momento eran mucho más delicados al gusto, consecuencia de miles de años de manipulaciones genéticas, y así cuenta: «Dura el caçavi mucho tiempo, y así lo llevan en lugar de bizcocho para navegantes. Donde más se usa esta comida, mas en las islas que llaman de Barlovento, que son como arriba está dicho, Santo Domingo, Cuba, Puerto Rico, Jamaica, y algunas otras de aquel paraje: la causa es, no darse trigo, ni aún maíz sino mal. El trigo en sembrándolo luego nace con gran frescura, pero tan desigualmente que no se puede coger, porque de una misma sementera al mismo tiempo uno está en berça, otro en espiga, otro brota: uno está alto, otro bajo: uno es todo hierba, otro grana. Y aunque se han llevado labradores, para ver si podían hacer agricultura de trigo, no tiene remedio la calidad de la tierra. Tráese harina de Nueva España, o llévase de España, o de las islas Canarias, y está tan húmeda, que el pan es apenas de gusto, ni provecho. Las hostias cuando decíamos misa, se nos doblaban como si fuera papel mojado: esto causa el extremo de humedad y calor juntamente que hay en aquella tierra. Otro extremo contrario es, el que en otras partes de Indias quita el pan de trigo y de maíz, cómo es lo alto de la tierra de Perú, y las provincias que llaman del Collao, que es la mayor parte de aquel reino: donde el tempero es tan frío y tan seco, que no da lugar a criarse trigo, ni maíz, en cuyo lugar usan los indios otro género de raíces que llaman papas, que son a modo de turmas de tierra, y echan arriba una poquilla hoja. Estas papas cogen, y dejánla secar al sol, y quebrantándolas hacen, lo que llaman chuño, que se conserva así muchos días, y les sirve de pan, y es en aquel reino gran contratación la de este chuño para las minas de Potosí«.

Ya entrando en la alternativa al básico pan que se comía en occidente hace unas muy interesantes observaciones sobre el chuño cuando dice: «Cómense también las papas así secas cocidas, o asadas, y de un género de ellas más apacible que se da también en lugares calientes, hacen cierto guisado, o cazuela que llaman locro. En fin estas raíces son todo el pan de aquella tierra, y cuando el año es bueno de estas, están contentos, porque hartos años se le ha nublado y hielan en la misma tierra: tanto es el frío y el destemple de aquella región«

Termina haciendo una magnífica exposición, ya a  nivel mundial, sobre el consumo del alimento básico en las mesas, que en occidente era el trigo, en América el maíz y las raíces y en oriente el arroz, que arroja mucha luz para comprender, aunque sea de forma somera, la diferenciación y señas de identidad de los pueblos cuando dice: «Traen el maíz de los valles, y de la costa del mar, y los españoles regalados de las mismas partes y de otras harinas y trigo, que cómo la sierra es fresca, se conserva bien, y se hace buen pan. En otras partes de Indias como son las islas Filipinas usan por pan el arroz, el cual en toda aquella tierra, y en la China se da escogido, y es de mucho y buen sustento: cuécenlo en unas porcelanas, o salseríllas, así caliente en su agua lo van mezclando con la vianda. Hacen también su vino en muchas partes del grano de arroz humedeciéndolo, y después cociéndolo al modo que la cerveza de Flandes, o la agua de Perú. Es el arroz poco menos universal en el mundo que el trigo, y el maíz, y por ventura lo es más, porque ultra de la China, y Japón, y Filipinas, y gran parte de la India Oriental, es en la África, y Etiopía el grano más ordinario. Quiere el arroz mucha humedad, y casi la tierra empapada de agua, y empantanada. En Europa, y en Perú, y México donde hay trigo, cómese el arroz por guisado, o vianda, y no por pan, cociéndose en leche, o con el graso de la olla, y en otras maneras. El más escogido grano es, el que viene de Filipinas, y China, como está dicho. Y esto baste así en común, para entender lo que en Indias se come por pan«.

Tras toda la exposición de José de Acosta y haciendo una ficción, deberíamos preguntarnos que si aquellas tierras conquistadas hubieran sido productivas para el trigo, aunque no lo fueran por completo, es posible que hoy todo sería distinto en la alimentación en el continente americano y a nivel mundial, porque al igual que se arrasó con la cultura, las religiones y las lenguas, lo mismo habría ocurrido de no estar forzados a comer los colonos ciertos alimentos y hoy no se conocería la papa, el maíz o el cazabe entre otros y lo que se interpreta como elemento diferenciador e identitario, me refiero en la cocina, sería por contra integrador con variantes únicamente locales, ya que la papa al gusto occidental, tal y como se cocinaba, era insulsa, el maíz basto al sabor comparado con los cereales europeos y así un largo etcétera, y donde únicamente el chocolate, el tomate y el pimiento a duras penas habrían triunfado.

En un libro, de los que llamo raros y poco conocidos, que creo de vital importancia para conocer todas las plantas y sus cualidades medicinales que se criaban en México, publicado en castellano en 1615, siendo ésta una traducción del latín cuyo autor fue el doctor Francisco Hernández , encontré en la tercera parte del libro primero, que trata de las matas y de sus frutos, capítulo 37, que titula «De la llamada yuca de que hace el pan que los de la isla de La Española llaman çaçave, y los mexicanos quauhcamotli» que difiere poco con las opiniones vertidas por Monardes y que al igual que él comienza a describirlo así: «La planta se llama yuca, es una raíz parda leñosa y no muy gruesa, cuya mata se levanta de tierra lo que es la estatura de un hombre, tiene la hoja semejante a la del cáñamo. Nace esta raíz, o siémbrase en todas las islas de Santo Domingo Ocoa, y Santiago de Cuba, y así mismo en muchas partes de tierra firme a donde se hallan diversas especies de la misma planta, el fin para que esta raíz se siembra y cultiva con mucho cuidado en tantas partes de la Indias, es para hacer cierto género de pan, llamado comúnmente caçavi«.

Sobre la forma de hacerlo dice: «hácelo de esta manera, toman la dicha raíz, y ráyanla muy bien, y después de rallada exprímenla muy bien el zumo que es la parte venenosa, y de aquella raedura molida menuda la forman en tortas, y tuéstanla en unos comales, o cazuelas que todo es uno al fuego, y quedan formadas unas tortas blancas duras y delgadas, que en alguna manera  tienen similitud de rebanadas de pan algo delgadas,  que comer de ellas es comer unas aserraduras de palo, y a esto llaman pan de caçavi«. Es evidente que este hombre no le gustaba para nada el cazabe ya que le sabía a aserrín,

Para terminar comenta la toxicidad de la planta y su explicación, nada acertada pese a que se apoya en la opinión de otro, de la razón por la que deja de ser nociva para la salud una vez hervida: «el zumo de esta planta que vamos tratando es tan venenoso, y tiene tal propiedad que bebido crudo despacha con gran brevedad al que lo toma, y si a este zumo  se le da un simple hervor, o cocimiento, no sólo mata pero es de sano y sabroso mantenimiento, por cuya causa a dado harto que dudar a los hombres doctos, que profesan el arte de la medicina, fundándose en que todo veneno cálido como este lo es, y aunque el veneno frío cobra con el calor agilidad y presteza, para más presto pasar al corazón, y matar en más breve espacio, luego según esto que vamos diciendo este zumo, que de la yuca se exprime, antes se la había  de doblar su malicia con el fuego que no convertirse en mantenimiento saludable, y así piden algunos la causa de esta dificultad. A la cual se responde el Doctor Cárdenas, que la causa de esto consiste en que este zumo tiene dos partes, o sustancias diferentes, la una es muy sutil delgada y vaporosa que es aquella en quien consiste, y está depositado el veneno, la otra es dulce, gruesa y viscosa que es amiga y familiar a nuestra naturaleza cuando el tal zumo de yuca se cuece, se ha de presumir que con la fuerza y el calor se consume en el fuego y exhala y evapora aquella parte sutil y evapora en quien el dicho veneno estaba depositado, la cual gastada queda libre y desembarazada, la parte dulce para dar sustento como de hecho sustenta sin poder hacer daño, pero si dicho zumo no se cuece como falta calor del fuego que consuma la parte sutil y venenosa, quédase el tal veneno mezclado, y encorpado con la parte buena y dulce, y así es fuerza despache tomándolo crudo, otro y otras muchos declaraciones pudiéramos tratar para en prueba de esto que habemos dicho. De esta raíz hácese famosísimo almidón molida y colada, lo que queda en el paño sirve para muy sabrosos buñuelos«.

Creo que entre el trabajo de mi compañera Cecilia Restrepo y lo aquí expuesto hemos conseguido hacer el mayor monográfico sobre la historia de la yuca y el cazabe hasta ahora elaborado, al menos desde su perspectiva histórica, que es lo nuestro, y donde sólo resta decir, para aquellos que no lo sepan, que tanto la yuca, nombre taíno, como la mandioca, guaraní,  son raíces y no tubérculos como las patatas o la batatas porque son arbustos.

Bibliografía:

Cuatro libros de la naturaleza, y virtudes de las plantas, y animales que está recibidos en el uso de la medicina en la Nueva España, y la método, y corrección, y preparación, que para administrarlas se requiere con lo que el Doctor Francisco Hernández escribió en lengua latina. Traducido y aumentados muchos simples y compuestos y otros muchos secretos curativos, por Fray Francisco Jiménez, hijo del convento de Santo Domingo de Méjico, natural de la villa de Luna del reino de Aragón‘. Editado en México, en casa de la viuda de Diego López Dávalos. 1615. Véndese en la tienda de Diego Garrido, en la esquina de la calle de Tacuba, y en la portería de Santo Domingo.

Historia Natural y Moral de las Indias‘. Joseph de Acosta, religioso de la Compañía de Jesús. Dirigida a la Infante Doña Isabela Clara Eugenia de Austria. Año 1608. Impreso en Madrid en casa de Alonso Martín.

Primera y Segunda y Tercera partes de la Historia Medicinal de las cosas que se traen de las Indias Occidentales, que sirve para el uso de la medicina‘. Nicolás Monardes Alfaro, médico de Sevilla. Imprenta de Alonso Escrivano. 1574

Crónica del Perú‘ por Pedro Cieza de León, año de publicación 1553, libro primero.

3 comentarios en “Historia de la yuca, la mandioca y el cazabe o casabe

  1. Me encanta la mandioca, y no entiendo porque muchos españoles hoy en día ni conocen la y sus ancestros se han alimentado con la mandioca desde que invadieron América.

  2. Excelente extracto que define históricamente muy bien a nuestra latinísima yuca; con versiones encontradas que complementan muy bien su carácter autóctono. Felicitaciones

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