A Nuria Coll Gelabert de Cataluña Radio
Para un provinciano como yo el visitar por primera vez el mercado de abastos de la Boquería de Barcelona fue como entrar en un museo consagrado a la alimentación, un lugar donde cada tienda es un altar dedicado a productos exquisitamente seleccionados y presentados, no existe en ese lugar la lujuria colorista de los mercados sudamericanos con frutas ni imaginadas, allí todo es correcto, sin defecto, ordenado y sabiamente colocado para incitar al comprador; es lugar de cita, de visita y de comercio, es museo y es popular en el sentido más profano de la palabra.
La primera vez que lo visité fue a finales de los años sesenta del pasado siglo, he de aclarar que pertenezco a la generación de aquellos iluminados que pensábamos en el 68 que con imaginación el mundo podía cambiar, se gritaba en Francia ‘debajo de los adoquines estaba la playa’, en definitiva éramos los hijos del desengaño que se preguntaban qué sentido había tenido una Guerra Mundial si nada había cambiado; pertenezco a la generación de aquellos que traicionamos nuestros propios ideales y que despertamos del sueño para entrar en la pesadilla que hoy se vive, donde cada día somos menos libres y títeres de unas élites sin escrúpulos que nos manejan a su antojo.
Eran mis primeros pasos en la investigación gastronómica, no vista como una necesidad de alimentar el cuerpo sino de encontrar las conexiones que existían entre el nutrirse, la historia y la antropología de los pueblos, algo que por entonces poco importaba a la mayoría en una España que todavía se sacudía el hambre o su recuerdo cada mañana.
El mercado de La Boquería fue y es un acicate en mi peregrinar por una Barcelona que cada vez que la visito me sorprende más, es siempre, indefectiblemente, el final de mi recorrido por la ciudad, de ahí que le deba un trabajo contando su historia.
El solar que ocupa dicho mercado fue parte del extenso convento perteneciente a los Carmelitas Descalzos de San José, edificio fundado en 1586 y abierto al culto en el año 1593, que se componía de iglesia, claustro, dependencias secundarias y un gran huerto.
Es compleja la historia del solar hasta la construcción del mercado porque encontré dos interesantes informaciones en lo referente al lugar y que narro de forma resumida.
El cercano Nuevo Palacio Fiveller, residencia de la familia del mismo apellido desde 1571, llegó a ser también la residencia del marqués de Vilell, conde de Darnius, Presidente del ayuntamiento barcelonés, Grande de España y Gentil Hombre de Carlos IV y donde se alojó en dicho inmueble, me refiero al rey Carlos IV, con motivo de la visita a Barcelona que realizó en 1802 por el casamiento del cretino de su hijo Fernando VII con María Antonia de Nápoles y como en este país, supongo que en otros también, a lameculos no nos gana nadie propuso erigir un obelisco en el Pla de la Boquería recordando la visita, acto en el que puso la primera piedra el todavía no reivindicado históricamente Manuel Godoy. Una vez que se fue la comitiva regia, y con la que estaba cayendo, todos miraron para otra parte y de dicho obelisco nunca más se volvió a hablar, pero sí es importante dicho acto que ya apuntaba al crecimiento de la ciudad en esa dirección.
Años más tarde, en plena Guerra Carlista, el pueblo barcelonés cansado de tanto abuso de los absolutistas y de los que los apoyaban, iglesia incluida, aprovechó para quemar el convento tras una corrida de toros, una pésima corrida por lo que interpreto, que se celebró el 25 de julio de 1835, comenzando así ‘la fiesta’, según se relata en el libro ‘La ciudadela inquisitorial de Barcelona’, ver bibliografía: “los toros que se lidiaron en aquella corrida no fueron de la satisfacción del público: los espectadores se alborotan, comienzan a tirar abanicos, siguen a estos los bancos y las sillas, una inmensa turba baja a la plaza, rompe la maroma y ata al último toro que es arrastrado por un indecible número de muchachos por las calles y plazas de la ciudad. A estos preludios de alarma sigue el tumulto: comienzan a reunirse grupos en diversos puntos, que discurren después en varias direcciones: y de repente se ve entregado a las llamas el convento de los carmelitas descalzos: corre la tea abrasadora por todas las calles, y arde también los Carmelitas Descalzos (SIC), Dominicos, Trinitarios Descalzos y Agustinos Calzados, con las puertas de los Mínimos y otros.
Cuanto existía dentro de estos conventos fue devorado por las llamas, o se encontró en el mismo sitio: porque sólo animaba a los que resolvieron dar este paso el completo triunfo de la libertad, y no la esperanza del pillaje”, lo que no deja duda es que ya era solar cuando fue expropiado en la Desamortización de Mendizabal y que pese a la resistencia de la iglesia en perder sus posesiones, porque amenazaba con excomunión a todo aquel que vendiera o comprara sus propiedades, hizo que la picaresca burda naciera haciendo las compras por medio de terceros, los hay que por enriquecerse engañan hasta a Dios, que la avaricia no tiene límites, cuando debieron pensar que el que roba a un ladrón, en esta caso la iglesia de entonces, tiene 100 años de perdón y todos tan contentos.
Como consecuencia de la desamortización de Mendizabal se comienzan las obras de construcción de la plaza de San Josep, entre 1836 y 1840, donde se aprovecharon para su edificación materiales del derribo del convento, de hecho en el pavimento de entrada del mercado se encontró un fragmento de una inscripción hebrea, seguramente procedente de la construcción del convento y que a su vez fue aprovechado del antiguo Castell Nou Vescomtal, dado que el Consell autorizó el uso de los materiales de dicho castillo a la indicada Orden.
Hay quien dice que el lugar fue mercado desde el año 1200, creo que es una apreciación errónea a medias y me explico: Todas las puertas de las ciudades medievales eran lugar de venta de los productos agrícolas y ganaderos del entorno y este no iba a ser menos, ver plano de las antiguas murallas, aunque debió de estar más al sur, como una manzana del mercado actual para estar enfrentado con la puerta de la Boquería, querer encontrarle más parecidos es ya rizar el rizo pese al empecinamiento de algunos, las cosas no son mejores o tienen más importancia si son más antiguas, cada cosa en su lugar histórico está bien.
Hay una anécdota curiosa y que hoy nos puede hacer sonreír y es la que narra J. Fontana en la que un cabo francés, en plena invasión napoleónica, que estaba alojado en el convento del Carmen, se apropió de parte de sus archivos, en total dos sacos con documentación de censos y censales que vendió a los dueños de los puestos que estaban instalados en la puerta de la Boquería, eran tocineros y jaboneros (en 1777 se derribó la puerta de la muralla), que los usaron para envolver las mercancías que vendían, lo que provocó el pánico en el convento, ya que corrían el peligro, sin los títulos jurídicos de sus rentas, de perder legitimidades sobre ellas, algo que la iglesia se cuidó muy mucho en conservar siempre, que su reino no es terrenal pero tampoco tontos, sólo baste recordar, en plan de broma, como un Papa reciente cada vez que bajaba de un avión besaba la tierra, ellos creen en el cielo pero la Tierra les da seguridad.
Siguiendo con la religión he de resaltar que era en la Boquería, en las puertas de la muralla, donde se reunieron los componentes de la Compañía de los Tejedores de Algodón de la ciudad, según se desprende de un bando de la alcaldía de fecha 16 de enero de 1843, con el fin de asistir a las fiestas de su tercer aniversario, dirigiéndose desde este lugar a la iglesia de Santa María del Mar para oír una misa con Te Deum oficiada por el padre Antoni Vila.
Como ya he esbozado, desde comienzos del siglo XIX esta parte de la ciudad estaba destinada a la ampliación, de ahí los tímidos intentos de ir despejando el camino, primero con la visita de Carlos IV y posteriormente con la quema de las iglesias para terminar con la desamortización, era necesario desarrollar urbanísticamente el ensanche de Barcelona ya fuera de los cánones de aprovechamiento del suelo de la Edad Media, la capital se expandía con vocación de urbe moderna pero con concepciones históricas, de ahí el mantener el mercado en su lugar tradicional, eje y centro de toda la actividad comercial en los abastecimientos, casando lo viejo con lo nuevo.
No se entendería nada si no acudiéramos a otro trabajo mío en el que desbrozo las Ordenanzas Municipales de la ciudad de Barcelona que se aprobaron en el año 1856, digo esto porque la historia de una plaza de abastos en sí no nos puede decir nada si no sabemos de los reglamentos establecidos por los ayuntamientos, pieza clave para terminar de montar el puzle de toda la historia de una urbe.
Consultando a Pascual Madoz encontré esta curiosa descripción de los mercados barceloneses y por ende lo que fue el comienzo de La Boquería: “En el Borne situado detrás de la parroquia de Santa María del Mar se halla además toda clase de provisiones, carnes, aves, caza mayor y menor, verduras, granos, frutas, etc. y traspasando la calle de Caldes, se llega a la pescadería que da frente a la aduana, donde se vende toda clase de pescado fresco, y alrededor están los almacenes y tiendas de la pesca salada. El ayuntamiento ha vendido el terreno que ocupa esta pescadería para construir casas, y se está formando otra nueva al frente de la antigua que será más grandiosa que esta. Del Borne se surten los habitantes de la Barceloneta, y los marineros de los buques surtos en el puerto, la guarnición de la Ciudadela y toda la parte vieja de la calle. En la Boquería, situada en la plaza que ocupaba el convento de San José o Carmelitas Descalzos, donde se está construyendo una magnífica plaza de mercado, se hallan los mismos comestibles que en el Borne, pero con mayor abundancia. Se surte la guarnición de Atarazanas, cuerpo de artillería y toda la parte nueva y arrabales de la c.: tiene una pescadería frente de Belén. En otras plazas hay una especie de mercados secundarios para comodidad del público, como en la Nueva, del Ángel y del Prado. En la plaza de Santa Catalina hay también pescadería, además del mercado”.
Mucho le debe Cataluña al Capitán General Marqués del Campo Sagrado que fue el impulsor de todas las grandes obras de Barcelona a mediados del siglo XIX en una política de combatir el paro y las miserias que se pasaban haciendo que la administración invirtiera en obras públicas, dando con esto trabajo y dignidad a las persona, qué más quisiéramos que los cabrones que nos gobiernan hicieran esto y no recortes sociales de todo tipo tras el saqueo al que sistemáticamente se han dedicado durante años y donde piensan que la administración es un negocio que debe de dar dividendos en lugar de producir gastos, los mismos que pagamos con nuestros elevados impuestos. Entre las obras públicas que fomentó estuvo las del mercado de la Boquería, cuyas obras, como anteriormente he dicho, comenzaron en el año 1840, reformando el anterior proyecto en el que había una plaza con soportales, algunos de los cuales siguen existiendo dentro del mercado.
Es digno de destacar el escrito de José Mas y Vila de enero de 1840 que dice así: “Excmo. Sr. La nueva plaza proyectada en el terreno de la Rambla…, debe de formar frente a ficho paseo… guardar línea de los nuevos edificios siguiendo en la parte de la calle de la Petxina la línea donde actualmente están situadas la antiguas mesas de cortar carne siguiendo dicha línea las de las calles Jerusalem en la que ha de terminar dicha plaza y por la parte de Cierzo se ha de aproximar a la casa del Virrey, de modo que desde la esquina de la parte de la Rambla hasta la fachada de la plaza sólo quedara una calle intermedia de 24 palmos de ancho, que seguirá en línea recta desde el paseo hasta la calle Jerusalem resultando quedar la plaza totalmente aislada. El terreno libre para plaza contendrá 405 palmos de longitud por 360 palmos de latitud. En la facha exterior del mercado que mirará a la Rambla y a las dos calles laterales podrán construirse tiendas independientes de todo de la plaza que además de la utilidad que reportarán, proporcionarán mayor realce a la parte exterior de aquel edificio, y se vitará que de noche se cometan indecencias e insultos en dicho recinto…”.
También es importante trascribir el acuerdo de la alcaldía de Barcelona en la que autoriza las obras de reforma del mercado de la Boquería dictadas el 22 de diciembre de 1873: “El Ayuntamiento popular en vista de la proposición suscrita por varios ciudadanos concejales para que sean examinados cuantos antecedentes radican en las oficinas municipales, se lleven a cabo las obras de reforma de la plaza mercado de San José al objeto de que esta reúna todas las condiciones que se requieren a una ciudad tan populosa como Barcelona…, el arquitecto municipal que obra en las oficinas de este Municipio proyecto completamente estudiado para dicha plaza, debido al ingeniero ciudadano Miguel de Bergué, que fue aprobado por el Ayuntamiento el 24 de noviembre de 1865, el cual amoldándose a los laudables deseos de los proponentes podría utilizarse, por ser el mismo por más de un concepto proposición y de forma facultativa…”, lo expuesto obra en el expediente 3726/1873 y en el qué se incluía Plano geométrico de la planta del Mercado de Mas i Vila de fechas 1840-45; Proyecto de conclusión del Mercado de San José; Proyecto de una cubierta del arquitecto Miguel de Bergué de fecha 1865.
En marzo, día 22 de 1836, expediente 63/1836 encontramos este curioso informe: “Excmo. Sr. Deseosa esta comisión de promover todas las ventajas posibles al ornato de esta ciudad dando como da exclusiva preferencia a los negociados de esta clase ha llamado particularmente su atención el gran desarreglo que se nota en el mercado de la Boquería y la inmensa basura que en ella se fomenta en tiempos lluviosos en notable perjuicio de la pública salubridad y ha puesto en la precisión INTE RIN que se lleve a efecto el proyecto de la construcción de la plaza de San José, presentan a VE. Las medidas que podrían adoptarse…”, firmando dicha petición el arquitecto Josep Mas y Vila.
Como una anécdota he de decir, para que quede en la historia, no sé si existe placa en la fachada, que el arquitecto José Mas y Vila vivió en la calle Asalto 22, según se desprende de la relación obrante en la ‘Manual Histórico-Topográfico, Estadístico y Administrativo’ o ‘Guía General de Barcelona’ de fecha 1849.
Hasta aquí quizá lo menos conocido del mercado de la Boquería, seguro que se me pasan cosas, porque es algo que me extrañó al buscar que había escrito sobre él y encontrar tan raquíticos trabajos, sobre todo teniendo en cuenta que es una de las muchas enseñas de la ciudad y que atrae a tantos turistas, quizá más que, por poner un ejemplo, la Casa Amatller, de la que también tengo hecho un trabajo.
Existe una web o blog, que yo no sé cómo llamarlos, que se puede decir que es el referente actual sobre el histórico de la Boquería, me refiero a la que parece ser la oficial de dicho mercado, ver bibliografía, que adolece, como casi todo lo que se escribe en este país, de una bibliografía y donde el que escribe parece que lo hace como un dogma de fe, en un ‘porque lo digo yo y mira lo listo que soy’, lo que hace que se invalide todo el trabajo al no tener puntos de referencia donde contrastar lo que dice, mal vicio ese que los latinos no nos acostumbramos a corregirlo y así nos va con las falsificaciones históricas que tanto denuncio.
Como no me gusta escribir sobre lo escrito, ni interpretar lo interpretado por otro coetáneo, y ante tanta falta de información veraz, daré por bueno lo que en ella se dice que ya es mucho por mi parte.
En 1914 se inauguró la cubierta metálica del mercado, al estilo de otros, como el de San Miguel en Madrid o el del Barranco en Sevilla por poner unos ejemplos.
Lo cierto es que el mercado de la Boquería, desde su inauguración, ha vivido una vida plácida y feliz, con muy pocos sobresaltos, incluidos los tiempos difíciles de la Guerra Civil y las épocas de escasez, que ya es mucho, exceptuando las curiosidades expuestas o las epidemias que padeció la ciudad, cuyo casco histórico, mal proyectado, propiciaba.
Todavía me falta escribir la biografía de un hombre estrechamente relacionado o ligado con este mercado, me refiero a Ramón Cabau, insigne restaurador primero y proveedor de dicho mercado que se suicidó dentro de él envenenado y cuyo nombre está en el gran mercado de la Boquería.
Espero haber puesto un pequeño granito de arena en su historia al recuperar y reunir en este sitio documentos que han pasado por alto otros.
Bibliografía:
– Arbeloa, Víctor Manuel: ‘Clericalismo y anticlericalismo en España (1767-1930)’. Ediciones Encuentro. Madrid, 2009. ISBN 978-84-9920-011-8
– Archivo histórico de la Boquería. Documento en línea
– Casasayas, F.: ‘El desapargut convent de Sant Josep dels Carmelites Descalços a Barcelona. Obres i transformacions arquitectòniques’.
– Castillo del, Joaquín: ‘La ciudadela inquisitorial de Barcelona o Las víctimas inmoladas en aras del atroz despotismo del conde de España’. Barcelona 1840. Imprenta de Manuel Sauri.
– Cerdá, Ildefonso: ‘Teoría general de la urbanización, y aplicación de sus principios y doctrinas a la reforma y ensanche de Barcelona’, Tomo II. Imprenta Española. Madrid 1887.
– Duran y Sanpere, A.: ‘Tornant-bi a pensar’. Barcelona 1961
– Fontana i Lázaro, Josep: ‘La quiebra de la monarquía absoluta’. Barcelona 2002.
– Madoz, Pascual: ‘Diccionario geográfico-estadíatico-histórico de España y sus posesiones de ultramar’, tomo III. Madrid, 1850.
– Real Academia de la Historia, Gabinete de Antigüedades: ‘Epigrafía hebrea’. Madrid. ISBN 84-95983-56-7
– Rubert de Ventós, María: ‘Places porxasea a Catalunya’. Ediciones UPC, Barcelona 2006. ISBN: 84-8301-852-7
– Saurí, Manuel y Matas, José: ‘Manual Histórico-Topográfico, Estadístico y Administrativo’ o ‘Guía General de Barcelona’. Librería e imprenta de Manuel Saurí. Barcelona 1849.
– Vallejo Mercé y Escamilla, David: ‘La Barcelona del viento’. Barcelona 2007. Ediciones Robinbook, ISBN 978-84-96924-26-0