Hambre y enojo en el motín de 1692 (México)

«¡Señor, tumulto!» Abrí las ventanas a toda prisa y, viendo que corría hacia la plaza infinita gente, a medio vestir y casi corriendo, entre los que iban gritando. «¡Muera el virrey y el corregidor, que tienen atravesado el maíz y nos matan de hambre! (Don Carlos de Sigüenza y Góngora)

Introducción

Para comenzar este escrito vale preguntarse qué relación se da entre una crisis agrícola y un movimiento armado, entonces, recuerdo mis clases de historia económica y la explicación dada por mis profesores sobre cómo los precios del maíz en México, el hambre del pueblo y la especulación de los comerciantes se conectaban para dar como resultado un alzamiento popular en contra de la mala política gubernamental. Específicamente en la guerra de independencia de 1810 o en la revolucionaria de 1910 había habido previas crisis agrícolas.

Cuando dicto la cátedra de rebeliones indígenas, particularmente las campesinas del siglo XIX mexicano, me encuentro con el problema de definir el término rebelión puesto que viene acompañado de otras voces como motín, sublevación, tumulto, alzamiento, insurrección, revuelta, por nombrar algunas de ellas. Durante el comienzo del curso, al revisar los movimientos de resistencia indígena y de otros grupos étnicos del período colonial como antecedentes inmediatos, es frecuente hallar la referencia a diversas luchas indígenas en regiones del occidente de la Nueva España como La Nueva Galicia, el actual Estado de Jalisco, o del sur, como Oaxaca. En el caso particular de la ciudad de México, la antigua Tenochtitlan, los tumultos se dieron particularmente en el siglo XVII como, por ejemplo, el de 1624 y el de 1692. De este último es del que trataré de escribir para explicar la crisis agrícola, qué la ocasionó y sus consecuencias sociales.

En el motín de 1692 participaron principalmente los indígenas inconformes, particularmente los de Tlatelolco, que lanzaron piedras y prendieron fuego a las casas del cabildo, el palacio virreinal y los cajones de telas que había en la Plaza de Armas. Don Carlos de Sigüenza y Góngora, un criollo intelectual, coordinó las labores de rescate y salvó de la quemazón a los documentos de los archivos de esos sitios que se incendiaban. El daño provocado al palacio virreinal, que entonces era de dos pisos, se puede observar en un óleo de Cristóbal de Villalpando que realizó en 1695, tres años después del siniestro, en el que se ve que falta un costado del lado izquierdo del palacio. En el fondo se observan los volcanes Popocatépetl e Iztaccihuatl, cubiertos de nieve, cosa que ahora el cambio climático impide desafortunadamente. En nuestros días, esa pintura forma parte de la colección de Lord Methuen en Corsham Court, Inglaterra.

Plaza Mayor de la Ciudad de México en 1695c [1]

Plaza Mayor de la Ciudad de México en 1695c [1]

Seguramente el virrey Gaspar de la Cerda Sandoval Silva y Mendoza, conde de Galve, le encargó a Villalpando esta obra. Este gobernante tenía 35 años cuando inició su mandato en noviembre de 1688 que duró hasta febrero de 1696. Entonces, el conde de Galve era el virrey durante el referido motín que tuvo, además, orígenes supersticiosos, puesto que aparte de una larga sequía en el norte de la Nueva España, apareció un cometa y en la capital del virreinato escasearon los alimentos provocando el hambre de los vecinos más menesterosos, según informa Fernando Orozco Linares.[2]

Gaspar de la Cerda Sandoval Silva y Mendoza, conde de Galve, 28º virrey [3]

Gaspar de la Cerda Sandoval Silva y Mendoza, conde de Galve, 28º virrey [3]

En la pintura se aprecian los puestos del mercado al aire libre, es decir, el tianguis; también el Baratillo, donde se vendían artículos usados o robados, así como el Parián y la Acequia Real por donde circulaban las canoas con la mercadería y las flores que se traían desde otros poblados cercanos a la ciudad de México.[4] Sobre el Parián, voz filipina que significa mercado, Rafael Dobado comenta que:

Se trataba de un conjunto de establecimientos comerciales –unos 180 a comienzos del siglo XIX – dentro de un recinto cerrado de una magnitud considerable –casi 13.000 varas cuadradas- al que se accedía a través de ocho puertas. Todavía a comienzos de la década de 1820, cuando el Galeón de Manila había dejado de existir, el Parían constituía la más valiosa propiedad inmueble municipal de la Ciudad de México.
La crónica de Viera (Breve compendiosa narración de la ciudad de México, de 1777) califica al Parián de “teatro de las maravillas”, pues en él se mostraban “los más variados objetos del Oriente, libros, ropa fina, biombos, camas, espejos, joyas, abanicos, cristalería, cerámica y otros lujos.” Esta idea de abundancia, basada en el acceso a una plétora de productos europeos y asiáticos, se encuentra ya presente en las Mémoires du Mexique del viajero francés Monségur, que vieron la luz en 1709. [5]

I. Don Carlos de Sigüenza y Góngora, un personaje interesante

Antes de escribir sobre la crisis agrícola e intentar explicar qué la provocó, me permito incluir parte de la información que brindan los testigos de los hechos acerca de cómo se dio el motín y qué resultados tuvo. En este sentido, más allá de tratar de enfatizar una razón, es decir, una interpretación, como pueden ser, entre otras, que si fue el miedo de los vecinos españoles ricos y poderosos de la ciudad de México a la chusma (la gentualla, la infame plebe, los vagos y ociosos de todos colores) o la embriaguez por el pulque de los levantados, según Gonzalbo, o el apoyo del virrey a los cabildantes criollos, en opinión de Pazos, si se trató de un levantamiento planeado por los indígenas contra los españoles, según el propio Sigüenza y Góngora, ya que las indias conseguían el maíz en la alhóndiga y lo usaban para hacer tortillas comprando en exceso para hacer creer a los demás que el grano escaseaba. [6]

En La Carta de un Religioso leemos: ‹‹Preguntándoles [a los indios] si este tumulto era motivado por la falta de maíz o de otro mantenimiento, dijeron que no, que antes tenían mucho escondido en sus casas. Y diciéndoles que por qué escondido, respondieron: mira, señor, que nosotros queríamos levantarnos con el reino, discurrimos que sería bien tener mucho de nuestra parte, y como la cosecha del maíz se había perdido, y había poco y por eso caro, nos mandaron los caciques que comprásemos mucho más de lo que habíamos menester y que lo enterrásemos, para que faltase a la gente pobre, y éstos, viendo que valía la comida tan cara, serían de nuestra parte cuando nos levantásemos… De aquí nace el haber habido mayor gasto en la Alhóndiga.›› [7]

O si fue la superstición provocada por el cometa que pasó y el eclipse en esos días previos al tumulto como refieren autores como el ya citado Orozco Linares, de cualquier forma, lo interesante es narrar el acontecimiento usando las voces de estas personas que lo presenciaron y que se hallan en los documentos del Archivo General de Indias o del Archivo General de la Nación mexicano. En este último hallamos noticias sobre la lista de implicados en los tumultos que tuvieron lugar en la ciudad de México durante el mes de junio de 1692 (expediente 18, Ramo Criminal, Real Audiencia 4808). Hay otro volumen con el Libro de Acuerdo de la Real Audiencia del Crimen, que se hizo por haberse quemado el que había el día 8 de junio de 1692 “en la sublevación de los indios y quema del real palacio” (Real Acuerdo 94, Contenedor 2, Volumen 3 (2-A). Hay otro expediente que contiene documentos que tratan sobre la reedificación del palacio real y las casas de cabildo después de los tumultos de 1692; éstos contienen las disposiciones de medios y arbitrios para costear las obras. El propio virrey conde de Galve, en 1695, ordenó que don Juan de la Reguera fuera el encargado de la obra, el agustino fray Diego de Valverde fungiera como pagador superintendente, y Felipe de Roa sirviera como maestro mayor de arquitectura. Ellos ejecutaron un reconocimiento y describieron con detalle el estado material de los inmuebles. Entre 1696 y 1705 se dio la prosecución y reconocimientos a las obras de reedificación del palacio (Ramo Ayuntamiento, Obras Públicas 77, Contenedor 10, volumen 22, expediente 5).

Don Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700) fue, según sus biógrafos como Irving A. Leonard, José Juan Arrom o Jacques Lafaye, el polígrafo novohispano más eminente del siglo XVII. Este personaje resaltó como matemático, cosmógrafo, astrónomo, astrólogo, cartógrafo real, consejero oculto de virreyes, corrector de libros del Santo Oficio de la Suprema Inquisición, filósofo, poeta, investigador de las culturas amerindias y coleccionista de sus antigüedades, capellán y limosnero del arzobispo, historiador, mitólogo, novelista, además de teólogo. Hacia 1668, a sus 22 años, fue expulsado del Colegio jesuita del Espíritu Santo en la ciudad de Puebla; no obstante, se ordenaría sacerdote en 1673. Sigüenza y Góngora fue readmitido en la Compañía de Jesús in articulo mortis. Pero la razón por la que lo incluyo en este texto es porque: “Cuando, en la ciudad de México, el incendio provocado por el motín de 1692 amenazó destruir los manuscritos históricos de los archivos municipales, Sigüenza y Góngora, con peligro de su vida, dirigió el salvamento de ellos.” [8]

II. El tumulto de 1692, algunas consideraciones

El motín se dio el domingo 8 de junio, era la Fiesta de Corpus. Varias indias se habían acercado a pedir maíz y no se les dio con el pretexto de que ya no había en la alhóndiga, pero la verdad era que, si bien en el pósito ya no se encontraba el grano, en sus negocios los comerciantes lo habían estado escondiendo para especular con su precio y eso había intensificado la carestía. Las mujeres se enfadaron y reclamaron, pero fueron maltratadas físicamente. Esto provocó el levantamiento que estuvo conformado por indígenas, particularmente de Tlatelolco, poblado vecino a la ciudad de México, y por gente de la chusma, como se le llamaba a las personas de diversos grupos étnicos mezclados, las castas que lo mismo tenían nombres como mulatos, saltatrás, lobos, moriscos o tente en el aire, entre otros. Entre los amotinados también había españoles pobres, los vagamundos, que aprovecharon la ocasión para asaltar los puestos del mercado y los cajones del Parián. Además, los manifestantes prendieron fuego a las casas del cabildo y al palacio virreinal.

Calidades de las personas que habitan en la ciudad de México [9]

Calidades de las personas que habitan en la ciudad de México [9]

Sigüenza y Góngora narra los hechos de asombrosa manera. Irving A. Leonard, en su tesis de doctorado en Berkeley, California, investigó la vida de ese personaje rescatando el documento en el que narra este episodio del que ahora cito unos fragmentos para ilustrar lo acontecido en el motín. En estas líneas puede apreciarse cómo narra la quemazón de las puertas y ventanas del palacio virreinal, cosa interesante porque en noviembre de 2014 miembros de la policía capitalina disfrazados de “anarquistas” intentaron quemar una de las puertas del palacio de gobierno para distraer la atención pública sobre el cúmulo de sinsabores que la actual presidencia mexicana provoca a los ciudadanos. También, en el escrito de Sigüenza y Góngora se ve la referencia a los gritos que lanzaban los amotinados contra los gobernantes y en pro del pulque. Asimismo, los manifestantes eran de diversos grupos étnicos aunque todos iguales en lo social, es decir, pobres que se manifestaban contra los dirigentes y comerciantes poderosos que, al parecer, los hostigaban con el hambre por la falta de granos para comer.

Como eran tantos los que en esto andaban y la materia tan bien dispuesta, entrando los Oficios de los escribanos de provincia que también ardían, no hubo puerta ni ventana baja en todo palacio, así por la fachada principal que cae a la plaza como por la otra que corresponde a la Plazuela del Volador, donde está el patio del Tribunal de Cuentas y en ellos, Oficios de Gobierno, Juzgado General de los indios y la Capilla Real, en que no hubiese fuego.

[…] No fue el tiempo que gastaron en esto ni un cuarto de hora, porque al excesivo número de los que en ello andaban, correspondía la diligencia y empeño con que lo hacían; y es muy notable que, desde las seis de la tarde que empezó el ruido hasta este punto, que serían las siete y media, trabajaron con las manos y con la boca con igual tesón. Con aquéllas, ya se ha visto lo mucho que consiguieron, y no fue menos lo execrable y descompuesto que con ésta hallaron. No se oía otra cosa en toda la plaza sino ― ¡Viva el Santísimo Sacramento! ¡Viva la Virgen del Rosario! ¡Viva el Rey! ¡Vivan los santiagueños! ¡Viva el pulque! Pero a cada una fiestas aclamaciones (así acaso no eran contraseñas para conocerse) añadían ― ¡Muera el virrey! ¡Muera la virreina! ¡Muera el corregidor!

[…] No les pareció a los indios que verían esto el que quedaban bien, si no entraban a la parte en tan considerable despojo; y mancomunándose con aquéllos y con unos y otros cuantos mulatos, negros, chinos, mestizos, lobos y vilísimos españoles, así gachupines como criollos, allí se hallaban, cayeron de golpe sobre los cajones donde había hierro y lo que de él se hace, así para tener hachas y barretas con qué romper los restantes, como para armarse de machetes y cuchillos que no tenían. No se acordaron éstos desde este punto de las desvergüenzas que hablaban, ni los indios y indias de atizar el fuego de las casas de ayuntamiento y de palacio y de pedir maíz, porque les faltaban manos para robar. Quedaba vacío un cajón en un momento de cuanto en él había, y en otro momento se ardía todo, porque los mismos que llevaban lo que tenían y le daban fuego; y como a éste se añadía el de todos los puestos y jarales de toda la plaza que también ardían, no viendo sino incendios y bochornos por todas partes, entre la pesadumbre que me angustiaba la alma, se me ofreció el que algo sería como lo de Troya cuando la abrasaron los griegos.
[…] A los que se habían salido de la ciudad la misma noche del domingo, aunque les sobraba la ropa y dinero, no les acompañaba el sustento, y acometiendo a algunas canoas que venían navegando desde Chalco [10] con provisión de maíz, las dejaron sin grano; pero con la actividad con que don Juan de Aguirre y don Francisco de Sigüenza, mi hermano, introdujeron, aquél en otras canoas y éste en las recuas que halló muy cerca, no sólo suficiente sino sobrado maíz, pudo abundar aquel día y sobrar para otros en la ciudad, si su excelencia sin más consejeros que su caridad y misericordia no hubiera mandado que a todos, y con especialidad a la ingrata, traidora chusma de las insolentes indias, se les repartiese graciosamente y sin paga alguna cuanto hubiese entrado. [11]

III. ¿Qué tuvo que ver el pulque?

Es interesante observar cómo se llegó a manifestar que la embriaguez por el consumo exagerado del pulque por los indígenas y la chusma es lo que había intensificado el conflicto. De hecho, se pensó en prohibir el consumo de esta bebida, algo difícil de concretarse puesto que el pulque dejaba bastantes dividendos a los españoles y criollos, y obviamente a la Corona con los impuestos que devengaba.

Carlos de Sigüenza y Góngora escribe acerca del consumo del “detestable”, “maldito” y “pernicioso” pulque que provocaba la sodomía, el incesto, los robos, muertes, sacrilegios “y otras abominaciones mucho mayores” entre los indígenas. Nótese la manera en que critica el exceso con el que al parecer lo hacían desde siempre los naturales y las referencias a la época prehispánica, aunque aquí vale la pena aclarar que en ese entonces estaba controlado y se castigaba la embriaguez, pero luego de la conquista, el consumo del pulque fue una manera de escapar de la realidad que tenían los indios. [12]

Es verdaderamente digna de elogio esta acción tan cristiana, pero merece por otro este excelente príncipe cuantos en todos tiempos les formó la elocuencia a los mayores héroes. Como nunca (entrando el tiempo de su gentilidad) llegó la borrachera de los indios a mayor exceso y disolución que en estos tiempos en que, con pretexto de lo que contribuyen al Rey Nuestro Señor los que conducen, abunda más el pulque en México sólo en un día que en un año entero cuando la gobernaban idólatras. Al respecto de su abundancia no había rincón, muy mal he dicho, no había calles ni plaza pública en toda ella donde, con descaro y con desvergüenza, no se le sacrificasen al demonio muchas más almas con este vicio que cuerpos se le ofrecieron en sus templos gentílicos en los pasados tiempos; las muertes, los robos, los sacrilegios, los estupros, las bestialidades, las supersticiones, las idolatrías contra que tantas veces se declamó en los púlpitos y se escribió en los libros, ¿quién duda que tenían ya (si así se puede decir) enfadado a Dios; y quién duda que, tomando por instrumento a los consentidos, quiso hacer un pequeño amago para castigar a un lugar donde tánto se le había ofendido en esta línea? Si falta enmienda, perfeccionará su justicia. [13]

Cuando narra la manera como realizaron el amotinamiento, Sigüenza y Góngora expresa que la embriaguez fue devastadora para calentar los ánimos y el virrey tomó la decisión de prohibir el consumo del pulque:

Desde el instante mismo que se principió el tumulto, inspirados quizás del cielo, levantaron todos el grito ― ¡Este es el pulque! ―, Y ofreciósele lo propio al mismo tiempo al señor virrey (quien mucho antes, detestando las consecuencias que de su abuso se siguen, había escrito al Rey Nuestro Señor dilatadamente) y, pareciéndole que obsequiaría a su majestad obsequiando a Dios, mandó el lunes mismo por la mañana, nueve de junio, el que ni una sola carga de pulque le entrase en México; y con parecer del Real Acuerdo, después cooperando a ella el ilustrísimo señor arzobispo, algunos de sus sufragáneos, los cabildos eclesiástico y secular, la Real Universidad, los colegios, las Religiones, los hombres doctos y aun de los propios indios los pocos que conservaban algo de nobleza antigua hasta dar cuenta de ello al Rey Nuestro Señor, lo prohibió en México absolutamente. [14]

Francisco R. Calderón en su libro Historia económica de la Nueva España en tiempo de los Austrias cuando narra lo acontecido luego del motín de 1692 expresa lo siguiente con respecto a la prohibición del consumo del pulque:

Aunque el tumulto fue originado por la escasez de alimentos y atizado por las discordias políticas, el virrey conde de Galve lo atribuyó a la embriaguez de los amotinados y publicó bandos prohibiendo la venta del pulque en la capital. Aprobó la Corona la prohibición a pesar de que le significaba un fuerte sacrificio fiscal y de que indudablemente la venta proseguiría.
El virrey obispo Juan de Ortega Montañés, sucesor del conde de Galve, sostuvo la prohibición pero la Corona siempre escasa de fondos, se apresuró a levantar en 1698 la prohibición apenas el virrey conde de Moctezuma y Tula informó que el protomedicato mexicano había encontrado que con sólo echar al aguamiel el corazón o raspaduras de maguey se podía conservar el pulque cuatro días sin tener que recurrir a las nocivas raíces que provocaban motines de la plebe contra los virreyes. La venta fue permitida de nuevo. [15]

Prohibición de la venida de pulque hecha por el virrey conde de Galve el 28 de junio de 1693 [16]Prohibición de la venida de pulque hecha por el virrey conde de Galve el 28 de junio de 1693 [16]

IV. El castigo a los supuestos culpables

Carlos de Sigüenza y Góngora proporciona información sobre la suerte que corrieron las personas insurrectas que fueron capturadas luego del motín, en este sentido menciona que:

Habiéndose cogido cuatro indios en los mismos cuarteles de palacio al ponerles fuego y confesado, sin tormento alguno, haber sido cómplices en el tumulto y cooperado al incendio, menos a uno que con veneno la noche antes se mató a sí mismo; ahorcaron a cinco o seis, quemaron a uno y azotaron a muchos en diferentes días, y juzgo que se va procediendo contra otros que se hallan presos. [17]

Gonzalbo comenta que hubo españoles y mulatos entre los sentenciados a muerte y a prestar servicio en los obrajes, aunque la mayor parte fueron indígenas que habían sido los que más se destacaron en las protestas por sentirse los más agraviados. En las cárceles se encerraron a los mulatos y a los mestizos que participaron en el motín. De los indios, cuatro fueron arcabuceados, tres ahorcados, aunque también, como consecuencia de las heridas, fallecieron varios indios y mestizos además de un español. Sus cuerpos fueron expuestos bajo la horca y un hombre que había sido condenado a garrote vil fue quemado después de muerto. Otros 30 detenidos fueron azotados públicamente y se les condenó a servir en los obrajes durante dos años. [18]

y me dijo me pusiese en cuerpo y montaje a caballo y fuese a reconocer el barrio de Santiago Tlatilulco por decirse haber sido la más parte del tumulto de los indios de ella y discurrirse estarían con prevención de guerra para segundo asalto… [19)

V. Y les cayó el chahuixtle

Ya para terminar este escrito me permito incluir algo acerca de la voz chahuixtle, que por cierto es de origen náhuatl, chiauitl, “oruga que se come las plantas” [20]. En México se emplea la voz chahuixtle no sólo para referirse a una plaga de las plantas en el campo, sino para algunas metáforas que implican algo desafortunado generalmente. Esta cita ilustra muy bien a lo que me refiero y me sirve para explicar al lector qué es el chahuixtle en la cuestión agrícola:

Tulancingo, Hidalgo.- Cuando algo sale mal, utilizamos comúnmente de manera coloquial el dicho: «Ya nos cayó el chahuixtle». De acuerdo con los mexicanismos o diferentes formas de aplicar el lenguaje en forma de metáforas, son cuatro los aspectos en los que esta palabra de origen náhuatl suele ser muy recurrente.
Por ejemplo, los delincuentes la aplican para decir en sentido figurado: «Ya nos cayó la policía»; los pecadores: «Ya nos llevó el diablo»; los marineros: «Ya nos agarró la tromba», y los agricultores: «Ya nos cayó la plaga».
En realidad, el chahuixtle es una enfermedad que afecta principalmente a plantas gramíneas como el maíz y el trigo.
Ataca en forma letal a tubérculos como papa, tomate, camote, entre otros.
Se presenta los 365 días, causando mayor daño durante la floración.
El eje y en su caso las vainas, se distorsionan, tuercen e hinchan, durante la madurez.
El cultivo adquiere un color blanco.
Este hongo, que se desarrolla con temperaturas que oscilan entre 10 y 30 grados centígrados, puede arruinar los cultivos, generando pérdidas cuantiosas para los productores.
En algunos lugares también se le conoce como roya del maíz o del trigo.
En varios lugares de la zona rural región Tulancingo, como Santiago Tulantepec, Singuilucan, Acatlán, Acaxochitlán, Santa Ana Hueytlalpan, Metepec y Agua Blanca, el sector agrícola basa su economía en el maíz, trigo, cebada, entre otras especies susceptibles al chahuixtle.
Para controlar el mal, se recomienda una siembra uniforme, además de la aplicación adecuada de fungicidas e insecticidas.
También se recomienda que los productores se asesoren al respecto en las presidencias municipales, en el área de Desarrollo Rural. [21]

Roya o chahuixtle. Puccinia polysora

Roya o chahuixtle. Puccinia polysora

1692-5El virrey de la Nueva España da cuenta a vuestra majestad de la calamidad y penuria de trigos y maíces que ha padecido aquel reino, en el año pasado y presente, providencias dadas para el remedio en la parte posible, alborotos y tumultos populares que procedieron de este principio en las ciudades de México y Tlaxcala, sus estragos, diligencias y prevenciones para su castigo y reparo en lo de adelante de mayores daños
Por demasiadas aguas y enfermedad o corrupción en los valles de este Arzobispado, y Obispado de la Puebla, se perdieron los trigos de temporal y riego el año pasado de 1691, de que resultó por septiembre en esta ciudad la escasez y demasiada carestía de este bastimento que me obligó a diferentes diligencias en orden a su abasto, sin que con otra pudiere asegurarse más que con la del disimulo y libertad de postura y precios con que subieron dichos granos del regular de seis o siete pesos por carga al de veinte y cuatro poco más o menos, y a su correspondencia los del pan creciendo consecuentemente con desproporción el gasto de los maíces por de común sustento de los indios y haberse extendido con dicha carestía a toda suerte de gente pobre y de servicio [23]

Con esta breve selección del escrito de don Carlos de Sigüenza y Góngora que se refiere al chahuixtle concluyo este escrito que ojalá les haya interesado. Quién mejor que este ilustre personaje criollo para narrarnos acerca del chahuixtle y las consecuencias no sólo dañinas en las plantas sino para la sociedad mexicana de aquel entonces que derivó en un motín tan terrible ese 8 de junio de 1692 en la ciudad de México, capital de la Nueva España:

Si hasta este día había corrido el año con presunciones de malo, desde hoy en adelante se declaró malísimo, porque el trigo, que ya por el color se juzgaba hecho, se le hallaron vanas las espigas y sin grano alguno; reconocióse sin mucho examen ser el chiahuixtle la causa de ello; y si es lo que allá los labradores españoles llaman pulgón lo que, según el vocabulario mexicano, le corresponde a esta voz, bien puede discurrir vuestra merced lo que será chiahuixtle. Yo, que en el rollo de los labradores tenía también mi piedra, aunque no muy grande, no pude ver las cañas y espigas de una macolla sino manchas prietas y pequeñísimas como las que dejan las moscas hasta que, valiéndome de un microscopio, descubrí un enjambre de animalillos de color musgo sin más corpulencia que la de una punta de aguja y que sea sutil; tiraba su forma y la de sus pies a la de una pulga, pero con alas cubiertas, como los gorgojos, y ya fuese con estas alas o con aquellos pies saltaban de una parte a otra con ligereza extraña.
Extendióse esta peste de los trigos con la misma actividad con que el fuego lo abrasaba todo; y si no fue el rubigo de los latinos, tuvo por lo menos con él un común principio, porque si éste se causa de detenerse el rocío en las plantas por mucho tiempo sin que en él sople viento alguno que consuma, ¿quién duda haberse originado nuestro chiahuixtle así de las muchas aguas del mes de julio como de las nubes y neblinas casi continuas y de la calma que siempre hubo? Y sobreviniendo a este mal aparato en que los sembrados se hallaban al eclipsarse el sol, se siguió el que así, por razón de resfriarse la tierra por esta causa, mucho más sin comparación de lo que ya lo estaba, como por suceder aquél en el signo de Virgo, donde estará la Espiga (razón según Messahalac [24] para que se pierdan los trigos), llegase la fatalidad del año a su complemento.
[…] Como con esto llegó el maíz a tener valor, comenzaron a levantar sus cosechas los labradores, y estando aún todavía tiernos y llorosos por el mal logro del trigo a que (aunque hasta aquí no lo he dicho, acompañó la cebada y, por comprenderlo todo en una palabra, todas las semillas) no haciendo caso de las cañas que, por haberse aguachinado con la mucha humedad, les faltó mazorca. Al echar mano de las que parecían muy bien granadas, hallando en ellas casi ningún maíz entre muchas hojas, maldiciendo al año, a las aguas, a las nubes, a las neblinas, a la calma, al chiahuixtle, al eclipse del sol y a su desgraciada fortuna, levantaron una voz tan dolorosa y desentonada que llegó a México, y al instante que entró por su alhóndiga, se levantó el maíz.
Aunque hasta aquí no pasaba de una cuartilla lo más que se daba a los compradores, ya se gastaban en ella por este tiempo (que era al mediar noviembre) de mil a mil trescientas fanegas de sólo este grupo todos los días. Si era la penuria del trigo la que lo causaba, sólo fue la providencia del señor virrey la que hasta aquí lo pudo tener tan de sobra en esta ciudad aun con tanto gasto, porque acudiendo primero a Dios (valiéndose para ello de cuantas comunidades eclesiásticas, así seculares como religiosas, se hallan en México, a cuyos superiores les pidió oraciones y rogativas secretas por no contristar a la ciudad con clamores públicos) y despachando al alcalde mayor de Chalco y a otros ministros y personas particulares apretadísimas órdenes para que remitiesen a México y sin dilación cuanto maíz pudiesen, consiguió por este medio lo que tengo dicho. [25]


[1] Rafael Dobado (Universidad Complutense de Madrid), “El mundo hispánico y la revolución del consumo», 24 de octubre de 2014,

https://pasadoypresenteblog.wordpress.com/category/gran-divergencia/

(Consultado el 19 de diciembre de 2014).

[2] Fernando Orozco Linares, Gobernantes de México. Desde la época prehispánica hasta nuestros días, México, Panorama Editorial, 2005, p. 112.

[3] http://mr.travelbymexico.com/1415-gaspar-de-la-cerda-sandoval-silva-y-mendoza/ (Consultado el 20 de diciembre de 2014).

[4] Sobre las características de los mercados en la Plaza de Armas véase mi escrito sobre los tianguis en:

http://www.historiacocina.com/paises/articulos/mexico/tianguis.htm

[5] Rafael Dobado (Universidad Complutense de Madrid), “El mundo hispánico y la revolución del consumo», 24 de octubre de 2014,

https://pasadoypresenteblog.wordpress.com/category/gran-divergencia/

(Consultado el 19 de diciembre de 2014).

[6] Cfr. Pilar Gonzalbo Aizpuru, Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México, “El nacimiento del miedo, 1692. Indios y españoles en la ciudad de México”, en Revista de Indias, 2008, vol. LXVIII, nº 244, pp. 9-34.

Mª Luisa Pazos Pazos, “Una ciudad en crisis: el Ayuntamiento de México antes y después del motín de 1692”, en Antonio Gutiérrez Escudero, Mª Luisa Laviana Cuetos, coordinadores, Estudios sobre América: siglo XVI-XX, Sevilla, AEA, 2005, pp. 767- 774.

Alboroto y motín de los indios de México. Copia de carta de don Carlos de Sigüenza y Góngora, cosmógrafo del Rey en la Nueva España, catedrático de matemáticas en la Real Universidad y capellán mayor del Hospital Real del Amor de Dios de la ciudad, con que le da razón al almirante don Andrés de Pez del tumulto, en Carlos de Sigüenza y Góngora, Seis obras, Irving A. Leonard, prólogo. William G. Bryant, edición, notas y cronología. Caracas, Venezuela (impreso en España), Biblioteca Ayacucho, 1984.

[7] Documentos para la historia de México, Segunda Serie, III, p. 335, en Alboroto y motín de los indios de México. Copia de carta de don Carlos de Sigüenza y Góngora…, Ibid., p. 139

[8] Antonio Castro Leal, estudio preliminar, Infortunios de Alonso Ramírez de Carlos de Sigüenza y Góngora, La Novela del México colonial, México, Aguilar, 1977, p. 47.

[9] Rafael Dobado (Universidad Complutense de Madrid), “El mundo hispánico y la revolución del consumo», 24 de octubre de 2014,

https://pasadoypresenteblog.wordpress.com/category/gran-divergencia/

(Consultado el 19 de diciembre de 2014).

[10] Francisco R. Calderón nos dice que : “Preocupado el gobierno porque los precios del trigo saltaron de 24 a 48 reales la carga (de tres a seis pesos los 138 Kg.) mandó traer maíz a gran costo de Celaya, Chalco y Toluca, pero aún esta medida fue insuficiente porque las heladas mataron mucho ganado, sobre todo mulas, indispensables para el transporte. Una segunda consecuencia fue que también faltó la carne y subieron sus precios.”, Historia económica de la Nueva España en tiempo de los Austrias, México, FCE, 1995p. 446.

[11] Alboroto y motín de los indios de México. Copia de carta de don Carlos de Sigüenza y Góngora…, op. cit., pp. 126-127 y pp. 133-134.

[12] Véase mi escrito sobre el pulque en esta revista: http://www.historiacocina.com/es/el-pulque-en-tacubaya-durante-la-epoca-colonial

[13] Alboroto y motín de los indios de México. Copia de carta de don Carlos de Sigüenza y Góngora…, op. cit., p. 134.

[14] Idem.

[15] Francisco R. Calderón, op. cit., p. 428.

[16] Prohibición del pulque y otras bebidas : motín de México,

ES.41091.AGI/29.6.22.25//PATRONATO,226,N.1,R.27, http://pares.mcu.es/ParesBusquedas/servlets/Control_servlet (Consultado el 24 de diciembre de 2014).

[17] Alboroto y motín de los indios de México. Copia de carta de don Carlos de Sigüenza y Góngora…, op. cit., p. 134.

[18] Pilar Gonzalbo Aizpuru, Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México, “El nacimiento del miedo, 1692. Indios y españoles en la ciudad de México”, op. cit., p. 20.

[19] Conde de Galve, virrey de México: motín de la ciudad, 1692, ES.41091.AGI/29.6.22.25//PATRONATO,226,N.1,R.19 http://pares.mcu.es/ParesBusquedas/servlets/Control_servlet?accion=3&txt_id_desc_ud=126061&fromagenda=N (Consultado el 24 de diciembre de 2014).

[20] Rêmi Simêon, Diccionario de la Lengua Nahuatl o Mexicana, México, Siglo XXI, 1984, p. 94.

[21] http://www.oem.com.mx/elsoldemexico/notas/n2164814.htm (Consultado el 23 de diciembre de 2014).

[22]http://es.slideshare.net/jcesarqcervantes84/35-criterios-para-el-control-de-plagas-y-enfermedades

(Consultado el 23 de diciembre de 2014).

[23] Conde de Galve, virrey de Nueva España: motín de México 1692. Transcripción paleográfica hecha por la autora de este artículo empleando la ortografía actual.

ES.41091.AGI/29.6.22.25//PATRONATO,226,N.1,R.1, http://pares.mcu.es/ParesBusquedas/servlets/Control_servlet (Consultado el 24 de diciembre de 2014).

[24] MĀSHĀʾALLAH (Heb. Manasseh) B. ATHAŇ (754–813), astronomer. Mashāʾallah was probably born in Egypt, which is possibly the reason why he was also called al-Miṣrī, the Egyptian, but part of his life was spent at the court of the caliphs al-Manṣūr and al-Maʾmūn in Damascus. His name appears in many different versions, such as Macha Allah al Mesri, Mashallah, Messahalla, Messahalac, Messalahach, Masalla, Mescallath, Macelama, Macelarama – mainly due to distortions in Latin manuscripts.

Mashāʾallah was one of the earliest independent and original scientific thinkers and scholars. His main efforts led to the transfer of astronomical knowledge from the East to the West by means of later translation; he also adapted Arabic data for the Cordoba astronomical tables. Unfortunately, none of his writings appears to have survived in the original texts and the main source is Latin translations, some of which give rise to confusion, since they list the same works under different titles. Mashāʾallah may also have written an interesting astrological treatise in Hebrew She’elot, which was translated about 1146–48 by Abraham *Ibn Ezra. In 1493 and again 1519 there appeared in Venice a smaller treatise on lunar and solar eclipses, Epistola de rebus eclipsium et de conjunctionibus planetarum in revolutionibus annorum mundi… translated by Johannes Hispalensis from a Hebrew text. Some of the available manuscripts list 12 short chapters, all beginning with the words «Mashāʾallah says…» His treatise on the astrolabe was translated into Latin and English (R.T. Gunther, Chavuv and Messahalla on the Astrolabe (1929). A crater on the moon is named after him.

BIBLIOGRAPHY:

Steinschneider, Arab Lit, 15–23; Steinschneider, Uebersetzungen, nos. 378–9; G. Sarton, Introduction to the History of Science, 1 (1927), 531; Brockelmann, Arab Lit, supplement, 1 (1937), 391; F.J. Carmoly, Arabic Astronomical and Astrological Sciences in Latin Translation (1956), 23–38.

[Arthur Beer]

Source: Encyclopaedia Judaica. © 2008 The Gale Group. All Rights Reserved.

http://dev.jewishvirtuallibrary.org/cgi-bin/itemPrintMode.pl?Id=15570 (Consultado el 25 de diciembre de 2014).

[25] Alboroto y motín de los indios de México. Copia de carta de don Carlos de Sigüenza y Góngora…, op. cit., p. 109-111.

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