El pan mexicano, una delicia para el comensal.

La panadería en México en nuestros días es parte del desarrollo artesanal y empresarial de un gran número de mexicanos. Es una herencia de origen colonial, si bien es cierto que en el México prehispánico había una especie de pan hecho de harina de amaranto revuelta con miel, o panes elaborados con harina de maíz o de mezquite. Los indígenas usaban metates y morteros de piedra que les sirvieron para transformar los granos y las semillas en harina. Los españoles introdujeron, además del trigo y otros cereales, diversos instrumentos para moler los granos, particularmente los molinos de rueda de piedra cuya tracción se daba por energía hidráulica o por los animales que servían para hacer girar la mencionada rueda. Sigue leyendo

La comida de Mississippi y Luisiana: Creole, Cajun, Soul Food.

Hace unos días, al reacomodar mis álbumes de fotografías digitales me puse a disfrutar de nuevo aquéllas que tomamos con mi hija cuando fuimos de paseo en abril de 2006 a Carthage, Mississippi, en los Estados Unidos. Ocho meses habían pasado de la catástrofe por el paso del huracán Catrina y eso lo pudimos comprobar no sólo por las pérdidas materiales de las personas que aún se notaban en el entorno, sino por la cuestión ecológica, ya que varios árboles habían sido arrancados del suelo por tan tremendo fenómeno natural.

Mississippi está situado al lado oriental del estado de Luisiana y esa es una de las razones por las que se puede disfrutar de ricas comidas con un sabor conocido como el «Southern cooking», es decir, el cocinado del sureste. Esta región vecina formó parte de las posesiones francesas. Sin embargo, se debe considerar que los actuales moradores son descendientes de los indígenas nativos, de los africanos esclavos, de los franceses, de los españoles y de los estadounidenses de origen sajón, irlandés y alemán. [1] Esto ha hecho que la cocina del sureste estadounidense tenga una variedad de sabores y de presentaciones de diversa índole. Sigue leyendo

Un paseo por Los Mochis: la machaca y otras delicias

Hace unos días fui a Los Mochis, Sinaloa, para participar en un evento muy importante para el pueblo originario Yoreme Mayo de esa entidad norteña, la entrega de los resultados de la consulta que se realizó por parte de un equipo de investigación conformado por antropólogos y etnohistoriadores para saber cuáles son los problemas que enfrentan y las soluciones que piden los miembros de las diversas comunidades Yoreme para proteger y preservar sus sitios sagrados y centros ceremoniales. Todo esto fue auspiciado por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, mejor conocida como la CDI. Sigue leyendo

Algo curioso hallado en un archivo parroquial

Hace pocos años, en la segunda mitad del 2008, tuve la fortuna de poder revisar un archivo histórico religioso, específicamente el de la Parroquia de Santiago Apóstol de Tingambato, Michoacán con el permiso de su párroco, el padre Pedro Chávez, y la ayuda formidable de su entonces secretaria asistente del archivo parroquial, Verónica Cuevas de la Cruz, quien mientras atendía a los feligreses, me facilitaba el acceso a los diversos expedientes. Entonces me encontraba realizando una investigación sobre la historia del Niño Dios de esa localidad, tanto de la imagen como del culto que le profesan los vecinos del poblado y de otras provincias vecinas. Sigue leyendo

Los dulces poblanos, algo rico

Cuando era niña mi mamá me contaba de los deliciosos dulces de la provincia de Puebla en donde había nacido. Entonces vivíamos en el norte de México, y no obstante que allí comíamos rico pinole, ella solía extrañar, particularmente, los camotes poblanos. Claro, se deleitaba con los jamoncillos, los dulces de leche que se hacen en varias partes del país, pero me decía que los macarrones poblanos eran especiales, lo mismo que las cocadas o las tortitas de Santa Clara.

Para mis hermanos y para mí fue una suerte muy grande que María del Rosario, mi madre se haya criado cuando niña y jovencita en diversos ingenios azucareros como los del Estado de Puebla, en particular, el de Izúcar de Matamoros; en Apatzingán, Michoacán o en San Gabriel, Cosamaloapan, Veracruz, en donde conoció a mi padre. Digo que fue una suerte porque lo mismo sabía hacer tepache de piña, que preparar rompope, una bebida poblana muy rica que lleva un poco de alcohol, “pero del 96”, decía al prepararlo; o deleitarnos con sus chongos zamoranos, unos postres deliciosos michoacanos. Guardaba con mucho celo los recetarios escritos por mi abuela Lucha y aprendió de ella la manera de elaborar sabrosos platillos. Sigue leyendo