Una curiosa ley para los taberneros y mesoneros en España en el siglo XVI

Carlos AzcoytiaSiguiendo con el gran monográfico dedicado a la alimentación en Sevilla, justo en el momento de la llegada a América y su conquista, y estudiando las Ordenanzas de la ciudad dictadas por los Reyes Católicos en 1512, encontré una serie de leyes que regulaban el gremio de los taberneros y mesoneros que pueden ser de gran ayuda para comprender el funcionamiento de aquellas primeras industrias de hostelería, pioneras en España, y de segura aplicación en todo el territorio nacional.

No se entendería en su totalidad lo que cuento si a la par no se leyeran otros trabajos relacionados y concatenados con este y que obran al pie del presente trabajo.

La regulación por medio de ordenanzas, la mayoría de ellas dictadas en Santa Fe (Granada) en plena reconquista de la ciudad, dan idea del gran proyecto de estado que tuvieron dichos reyes y consecuentemente podremos comprender mejor su proyección hacia el Nuevo Continente y que todas juntas ofrecen una visión completa de la sociedad de entonces. Es cierto que muchos de dichos capítulos de las ordenanzas fueron recopilados de otras más antiguas, adaptándolas a una ciudad que se expandía al ser el centro de la Conquista, hay que recordar que desde Sevilla partían todas las expediciones no sólo a América, sino también, por ejemplo, para dar la vuelta al mundo y era en ella donde estaba el final de trayecto de todas las aventuras y comercio marítimo con las nuevas tierras. Sigue leyendo

Historia de la caza en la Sevilla del siglo XV

Carlos AzcoytiaHabiendo comenzado el estudio del consumo de carne en Sevilla, justo en el siglo del descubrimiento de América, de pronta publicación en nuestro sitio, me topé con unas Ordenanzas, de dicha ciudad dictadas por los Reyes Católicos, que contienen tanta información que merece un estudio pormenorizado para saber, entre otras cuestiones, el motivo de escoger Sevilla como centro y receptor único de todos los productos que iban y venían entre ambos continentes, así como las costumbres, modo de vida, leyes, producción, abastos de alimentos o distribución de ellos, antes y en el momento de la gran aventura, una de las mayores emprendida por la humanidad, de la conquista de tierras que suponían más de cincuenta veces el reino de donde procedían los españoles.

Sin llegar a comprender y conocer que ocurría en el punto de origen de las expediciones, con sus infraestructuras y abastos, se tendría una muy pobre idea de todo, como ha sido hasta ahora, que más se han primado las gestas y los personalismos, sin tener presente que nada de todo eso se habría conseguido sin una base estable donde apoyarse.

Por otra parte, si nos detenemos en las leyes que regían la caza nos llevaremos una sorpresa, porque, por el contrario a lo que muchos creían, no era privativo de los nobles, aunque es cierto que en algunos lugares tuvieran exclusividad al ser propietarios de las tierras. Sigue leyendo

En el nombre del plátano (3): desde África y más allá

ainartFinalicemos esta trepidante trilogía de términos platanísticos (qué pena… si llega a empezar con T, sería una aliteración perfecta, sniff).

En episodios anteriores (que se recomienda vivamente leer, porque de lo contrario uno se arriesga a naufragar entre líneas)… Nos fijamos en la curiosa confusión nominal que rodea a la palabra <plátano>: en su origen, un frondoso árbol de sombra desde la antigüedad grecorromana; desde el s. XVI, también una megahierba cuyos frutos alargados son comestibles, Musa sp.

Y luego, recorrimos los entresijos de la historia salida de plumas europeas, para intentar descubrir de dónde salen las palabras que usamos hoy para referirnos a nuestra musácea preferida. No llegamos a muchas conclusiones, pero al parecer se atisbaba un origen africano para la palabra banana

(Si no sientes verdadera pasión por los plátanos y las lenguas, yo me abstendría de este artículo, porque es un poco lioso. Quien avisa no es traidor) Sigue leyendo

Historia de la venta y consumo de pescado en la Sevilla de la Edad Media

Carlos AzcoytiaDe sol se llena el fondo de este río / que guarda entre sus ondas el remedio del amor; / el viento arruga el manto de las aguas / y el sol le lanza una bruñida espada; / siente el río la pena de que se ausente el sol / y por miedo al adiós oculta la llama de su pasión.[1]

No se me ocurría otra forma de comenzar este estudio que no fuera con una poesía de un sevillano casi desconocido en Occidente, Ben Sahl[2], y del que se recoge, entre otros muchos sitios, una copla en el cuento de ‘Las mil y una noches’, porque el Guadalquivir es un río de amor y de vida, de actividad y de paz.

Hoy el río a su paso por Sevilla es como un león domado, ya no inunda la ciudad, que está en la cota siete sobre el nivel del mar, porque se construyó un canal, el de Alfonso XIII, a los pies de los cerraos del Aljarafe, sus hijos, el Tagarete, el Guadaira y el Tamarguillo se han entubado. Ya no se pesca a su paso por la ciudad porque aguas abajo se construyó una exclusa, no hay barcos de gran calado como antes porque los puentes de cálibo fijo no permiten su paso y ya no se draga su fondo, hoy es en definitiva un elemento decorativo más de la ciudad, que por cierto hasta el año 1992 la ciudad le daba la espalda, como si le avergonzara su pasado y su existencia[3].

Como veremos más adelante en el Guadalquivir abundaba la pesca y era de los principales productores de caviar del mundo, teniendo una medalla de oro en la Exposición Universal de París, allá por los años veinte del pasado siglo, algo que desapareció como consecuencia de la construcción de una presa en el pueblo de Alcalá del Río, aconsejo ver el plano adjunto para situarse y comprender mejor lo que cuento, lugar de desove de los esturiones, toda una barbaridad ecológica si tenemos presente que en la actualidad está en desuso; en el año 1992 se pescaron los últimos esturiones, tres, que fueron a parar a la estación biológica de Doñana donde se conservaron en formol, lo que hizo que de destruyeran sus ADN y hoy no sepamos qué tipo de esturiones eran.

Su excepcional geomorfología: a cien kilómetros del mar, navegable hasta más allá de la ciudad de Sevilla, adonde llegaban las mareas hasta Coria del Río, a unos ocho kilómetros de distancia al sur, con un laberinto de canales y cauces por las marismas, la convirtieron en el puerto más seguro de España, una ciudad del interior con vocación marinera y fue allí donde se fundó el centro del mundo con respecto al comercio con el Nuevo Continente, América; pero antes, mucho antes de eso, Sevilla era un emporio marinero y pesquero como iremos comprobando en este trabajo. Sigue leyendo

Nurite, una planta medicinal michoacana

Martha Delfin GuillauminHace un tiempo me encontraba en una visita a un pueblo p’urhépecha y se estaba tratando el tema de las plantas medicinales con unas señoras del poblado ubicado en la meseta. Justo cuando estábamos escuchando su charla sobre medicina tradicional, pasaron dos muchachitos y llevaban un manojo grande de planta de nurite. Las señoras les preguntaron que qué hacían con éste y ellos respondieron que lo llevaban para la celebración de una boda, porque también lo usan como adorno. Lo que me llamó la atención fue que les reclamaron que se estaban llevando el nurite y ellos no eran vecinos del lugar. [1]

Las comunidades indígenas p’urhépechas, a pesar de las crisis económicas que afectan a México, han podido subsistir aprovechando el fuerte vínculo con la naturaleza. Una manera de apoyar su dieta y sus recursos medicinales ha sido el empleo del nurite.

Antes de pasar a hacer un breve comentario sobre el problema que enfrenta el nurite por la deforestación de los bosques michoacanos, me gustaría incluir esta definición que viene en el Diccionario de mejicanismos:

Nurite (voz tarasca/Calamintha macrostema) m. Planta de la familia de las Labiadas, llamada también poleo, té de monte o té de Michoacán, una especie de orozús. “El nombre de esta yerba es nurite y según ellos, en Castilla se llama ténurite (té nurite).” (Anales de Antropología, p. 218) [2] Sigue leyendo