José Celestino Mutis y los alimentos

Cecilia Restrepo ManriqueLeyendo sobre José Celestino Mutis y su empresa, me pareció interesante investigar sobre las plantas comestibles que él clasificó en la Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada.

Empiezo presentando al naturalista y medico Don José Celestino Bruno Mutis y Bosio: nació en 1732 en Cádiz, Andalucía, sus padres fueron Julián Mutis y Gregoria Bosio. No se conocen datos de su niñez, aunque parece que su familia era acomodada y pudo procurarle una buena educación, ya que tuvo la oportunidad, pocos la tenían en su época, de estudiar Gramática y Filosofía en Cádiz y luego Medicina en Sevilla, no obstante le gustaba la botánica, la geografía, las matemáticas y todo lo relacionado con la ciencia, por eso le apodaban, el ‘Sabio’ Mutis. Desde muy joven era destacado en el medio naturista y se relacionaba con reconocidos investigadores.

1760 fue un año crucial en su vida, tenía 28 años, y fue invitado por Don Pedro Messia de la Cerda, nuevo virrey en las tierras americanas, para servirle de médico en el Nuevo Reino de Granada. Su deseo fue siempre viajar algún día a estudiar las plantas de lugares lejanos y esta fue la ocasión para hacerlo, por lo cual, aceptó inmediatamente el honor ofrecido, esperando encontrar allí materiales que le permitiesen profundizar en los estudios naturistas y sobre todo del ecosistema Neogranadino.

El virreinato del Nuevo Reino de Granada se había conformado en 1739 con la integración de los territorios de Nueva Granada, Venezuela y Quito, eran tiempos de crisis tanto económica como social, ya que la Corona dedicaba mucho dinero para combatir a los piratas, había nuevos impuestos, se descontrolaba el contrabando y la sociedad estaba estratificada pues las diferencias sociales eran muy marcadas, situación ésta difícil de manejar. Sigue leyendo

Historia del Tabasco o malagueta

A Ingenio Triana

Carlos AzcoytiaNunca me cansaré de denunciar el robo histórico por parte sajona de, entre otras cosas, la historia de la gastronomía, algo alentado por los ‘copistas’ latinos que mal traducen dichas ‘historietas’, un expolio vergonzoso y vergonzante tanto para los que sirven de forma bastarda a dichos propósitos como de aquellos que las difunden sin molestarse en comprobarlas, porque aún los hay que creen que por repetir mucho una mentira, con el tiempo, se puede convertir en una verdad, hasta ese punto tan miserable puede llegar el ser humano, se anula de la mente colectiva a un país que cambió el mundo en provecho propio de forma sistemática, claro está que en lugar de defender nuestro patrimonio histórico los hay, académicos, que casi piden disculpas.

Releyendo un ejemplar del Semanario de Agricultura del año 1801 encontré el extracto de un libro que me puso en la pista para hacer el presente trabajo y del que muy poco o casi nada existe en Internet, tan sólo un subproducto de dicho vegetal en forma de salsa, y claro está, un invento norteamericano, que casualidad, donde se dice lo siguiente (ver Wikipedia que de ahí los copistas han sacado todos la misma información): “La salsa Tabasco fue inventada en 1868 por Edmund McIlhenny, un ex banquero de Maryland que se había mudado a Luisiana hacia1840. En un principio, McIlhenny usaba botellas de colonia para distribuir su salsa entre sus familiares y amigos, pero cuando comenzó a venderla al público en 1868 ordenó la compra de «botellas de colonia» nuevas a una vidriera de Nueva Orleans, conservándose su forma en los frascos empleados en la actualidad.1 La empresa fundada por McIlhenny se ha mantenido en la propiedad de sus descendientes desde su muerte en 1890 hasta el presente, siendo Paul McIlhenny su actual director ejecutivo, el cuarto de la compañía.1

  1. The Economist «Some like it Avery hot» 24 de marzo de 2011. Consultado en abril de 2011”.

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Un invento revolucionario en plena Era Industrial: el esmaltado de los recipientes de cocina

Carlos AzcoytiaUno de los grandes problemas para la salud que tuvo la humanidad estuvo directamente relacionado  con el uso de los utensilios de cocina, tanto es así que en todos los tratados de los galenos se hacía referencia a ello y como prueba cito un trabajo que hice en el año 2006 titulado ‘Utensilios de cocina, la cocción y el hogar de los nazaríes’ y que pienso ampliar con nuevos datos.

En dicho trabajo, basado en una traducción del ya fallecido catedrático de Lengua Árabe de la Universidad de Granada, Amador Díaz García, de un tratado de bromatología árabe conocido por al-Kalam’ Ala, escrito a comienzos del siglo XV por un tal al-Arbuli, del que tengo hecho varios estudios, nos podemos hacer una idea de la problemática, sacada de la experiencia, qué se tenía con los recipientes a la hora de la cocción y sus resultados, algo no puntual sino que comenzó entre los primeros homo sapiens y que llegó hasta comienzos del siglo XIX, en los albores de la llamada Era Industrial.

En dicho tratado se decía lo siguiente: “En cuanto a los recipientes en los que deben de guisarse los alimentos se aconseja que sean de oro en primer lugar y de plata en el segundo si no existe un imperativo legal, observación esta que concuerda con el Corán, IX, 34 y 35 que dice: «¡Oh los que creéis! Multitud de doctores y de monjes comen las riquezas de los hombres con la futilidad y se apartan de la senda de Dios. Albricias un tormento doloroso a quienes atesoran el oro y la plata y no lo gastan en la senda de Dios». <El día que los calienten en el fuego del Infierno se abrasarán con ellos sus frentes, sus costados y sus dorsos. Se les dirá: `Esto es lo que atesorasteis para vosotros: ¡Paladead lo que atesorabais’>. Sigue leyendo

Historia de la Guerra Coleóptera y Fría entre capitalistas y socialistas

Carlos AzcoytiaComo aportación a la historia de la patata quiero hacer mención a un hecho acaecido en plena Guerra Fría, qué más puede parecernos casi un chiste si no fuera por las consecuencias negativas que acarrearon entre la población de la República Democrática Alemana en unos momentos críticos, tras la Segunda Guerra Mundial, cuando la agricultura alemana, y de todo el Este de Europa, intentaba desesperadamente renacer tras el abandono de los campos y que atenazaba los estómagos de todos los contendientes europeos que tenían que partir de cero, sin semillas, y con el temor de los gobiernos a levantamientos populares sobre todo entre las poblaciones ocupadas.

Hay historias de los Servicios Secretos que bien merecerían un libro de humor porque lo que se denomina Inteligencia hubo veces, y las hay en la actualidad, que más parecen los ‘Inventos del Profesor Calabacete’, personaje del cómic español del TBO de los años 50 y 60 del pasado siglo y donde salen mal parados o nos hace preguntarnos qué significado tiene para ciertos gobiernos esa palabra, la de Inteligencia, y así nos va a todos.

Entre los inventos de dichos Servicios estuvo el de operar a un gato para poner dentro de su cuerpo un emisor con el que poder oír las conversaciones de los demoniacos comunistas en un parque y que murió atropellado por un coche el pobre animal antes de cumplir la misión asignada o ésta que les voy a narrar entre otras muchas y donde llegará a la conclusión que estamos en manos de lerdos faltos de imaginación. Sigue leyendo

Historia del pan en tiempos de hambre, hechos sin semillas de cereales

Carlos AzcoytiaTras escribir varios trabajos dedicados a la historia del pan he pensado en hacer uno sobre el pan de aquellos que morían de hambre en las epidemias, los desastres naturales y las guerras, algo que muy pocos se han atrevido a abordar por la complejidad de su temática.

Hablar de esos panes de los desesperados es escapar de lo que conocemos, incluso debemos plantearnos salir de los conceptos que de una forma inconsciente tenemos tanto de los materiales empleados como de su manufacturación, aquí no se hablará de trigo, ni de centeno, ni de avena, ni tampoco del maíz o del arroz, porque partiremos como base para su elaboración de todo lo que la naturaleza podía ofrecer a aquellos pobres desgraciados que morían de inanición y que pudieron salvar sus vidas gracias al ingenio y que transmitieron sus experiencias a otros, quizá sus hijos o nietos, con la intención de salvarlos, aunque fuera de forma miserable, del terror a morir lentamente de hambre.

Cuando escribo o hago una investigación me gusta sentir la historia, involucrarme e intentar ser parte de lo que cuento, de ahí que muchos me achaquen que hago comentarios personales mezclados con datos rigurosos e indiscutibles, quizá porque creo que la historia debe de ser contada sin mentiras y sin tomar el papel de notario que describe algo con frías palabras que deshumanizan y que toma al ser humano como un número, sin alma y sin sentimientos, o escribiendo para ser un buen tema para dormir y no para soñar. Sigue leyendo