Los dulces poblanos, algo rico

Cuando era niña mi mamá me contaba de los deliciosos dulces de la provincia de Puebla en donde había nacido. Entonces vivíamos en el norte de México, y no obstante que allí comíamos rico pinole, ella solía extrañar, particularmente, los camotes poblanos. Claro, se deleitaba con los jamoncillos, los dulces de leche que se hacen en varias partes del país, pero me decía que los macarrones poblanos eran especiales, lo mismo que las cocadas o las tortitas de Santa Clara.

Para mis hermanos y para mí fue una suerte muy grande que María del Rosario, mi madre se haya criado cuando niña y jovencita en diversos ingenios azucareros como los del Estado de Puebla, en particular, el de Izúcar de Matamoros; en Apatzingán, Michoacán o en San Gabriel, Cosamaloapan, Veracruz, en donde conoció a mi padre. Digo que fue una suerte porque lo mismo sabía hacer tepache de piña, que preparar rompope, una bebida poblana muy rica que lleva un poco de alcohol, “pero del 96”, decía al prepararlo; o deleitarnos con sus chongos zamoranos, unos postres deliciosos michoacanos. Guardaba con mucho celo los recetarios escritos por mi abuela Lucha y aprendió de ella la manera de elaborar sabrosos platillos. Sigue leyendo

Historia del tomate

Nota: El presente trabajo fue editado por primera vez en nuestra revista en febreto del año 2004, se amplió en junio de 2007 y se reunificó y actualizó en septiembre de 2012.

Si tuviéramos que hacer un ranking relativo a la historia más rara y apasionante de un alimento desde luego que el tomate se llevaría el primer puesto: es una planta que nace en un continente (América) y se hace famoso en otro (Europa) tras múltiples vicisitudes dignas de un cuento tipo Cenicienta, llegando a nuestros días como el rey de los alimentos vegetales, eso sí, con una crisis de identidad digna de estudiar y siendo el ‘conejillo de Indias‘ de todos los laboratorios que compiten por sus favores.

Pero no quiero desvelar el final de esta historia porque estoy seguro que puede pasar un rato divertido conociendo al más desconocido e indocumentado de los alimentos. Sigue leyendo

Historia del gazpacho receta a receta

Con motivo de la entrevista que me hicieron para la cadena de radio Uruguay 1050 A.M., para el programa ‘El efecto mariposa’, sobre la historia de la sopa, que dio pie para hablar brevemente sobre la más famosa sopa fría, el gazpacho, y que posteriormente hemos desarrollado ampliamente en nuestro programa de radio Gastrohistoria, donde hemos recopilado recetas, desde las más antiguas conocidas hasta las actuales, producto de una ardua y concienzuda investigación por parte de todos los componentes del Grupo Gastronautas y que cuando grabamos el programa remitíamos a nuestra web, a continuación, cumpliendo con lo prometido, podrá disfrutar de ellas, experimentar el gusto de los gazpachos, con ese nombre o no, que se han hecho a través de toda la historia y que cómo podrá comprobar todos son igual de apetitosos, a la vez que desconocidos. Sigue leyendo

Forma de hacer el queso de cabras artesanalmente

Siguiendo con la historia de los quesos encontré la fórmula más artesanal que existe de hacerlo, tal y como se elaboraban en Francia en el siglo XVIII, y que se lo dedico a aquellos seguidores que me escriben, que aman y hacen recetas artesanales.

Para hacerlo hay que ordeñar las cabras por la mañana, se deja reposar la leche dos o tres horas y se echa el cuajo; para mezclarle bien se mueve con una cuchara; se deja después reposar, y en nueve o diez horas se corta: la cuajada se echa en moldes sobre lienzo blanco y fino puestos encima de paja: en ellos se asienta, y suelta el suero se sala después toda la superficie: a las 24 horas se vuelve sobre un zarzo de paja, y se sala del otro lado quitándole el lienzo que ha servido para escurrir el suero. La sal se deshace sobre este queso, que todos los días se ha de volver y colocar sobre zarzos bien secos y limpios. Sigue leyendo

Historia del queso de Roquefort y forma de elaborarlo

Este trabajo es una ampliación de otro de fecha anterior al año 2005

Preparando un estudio sobre la alimentación de un día en la corte de Carlomagno (754-814) he descubierto como se supo por primera vez sobre el queso roquefort.

La historia comienza cuando un día el emperador tras una jornada de marcha se detiene en la casa de un obispo, este que no había podido abastecerse de pescado y ser sábado, día en el que había de abstenerse de comer carne de ningún tipo, solicitó, viendo el apuro del prelado, que le sirvieran queso, alimento este indispensable para el emperador. Servido el manjar observó que su corteza tenía un aspecto deleznable, con delicadeza quitó con el cuchillo la parte ‘podrida’ y se dispuso a comer la interior que era blanca y cremosa. El obispo que permanecía a su lado observando se le acercó y le dijo: “Por qué, señor emperador, obras de este modo?. Lo que desechas es lo mejor”. Carlomagno que era hombre confiado siguió el consejo del prelado y se introdujo en la boca el trozo de queso enmohecido, lo saboreó y debió gustarle porque le dijo: “Has dicho la verdad, mi querido anfitrión. Por tanto, no dejes de mandarme cada año, a Aquisgrán, dos cajas de quesos como este”. Sigue leyendo