Historia de la venta y consumo de pescado en la Sevilla de la Edad Media

Carlos AzcoytiaDe sol se llena el fondo de este río / que guarda entre sus ondas el remedio del amor; / el viento arruga el manto de las aguas / y el sol le lanza una bruñida espada; / siente el río la pena de que se ausente el sol / y por miedo al adiós oculta la llama de su pasión.[1]

No se me ocurría otra forma de comenzar este estudio que no fuera con una poesía de un sevillano casi desconocido en Occidente, Ben Sahl[2], y del que se recoge, entre otros muchos sitios, una copla en el cuento de ‘Las mil y una noches’, porque el Guadalquivir es un río de amor y de vida, de actividad y de paz.

Hoy el río a su paso por Sevilla es como un león domado, ya no inunda la ciudad, que está en la cota siete sobre el nivel del mar, porque se construyó un canal, el de Alfonso XIII, a los pies de los cerraos del Aljarafe, sus hijos, el Tagarete, el Guadaira y el Tamarguillo se han entubado. Ya no se pesca a su paso por la ciudad porque aguas abajo se construyó una exclusa, no hay barcos de gran calado como antes porque los puentes de cálibo fijo no permiten su paso y ya no se draga su fondo, hoy es en definitiva un elemento decorativo más de la ciudad, que por cierto hasta el año 1992 la ciudad le daba la espalda, como si le avergonzara su pasado y su existencia[3].

Como veremos más adelante en el Guadalquivir abundaba la pesca y era de los principales productores de caviar del mundo, teniendo una medalla de oro en la Exposición Universal de París, allá por los años veinte del pasado siglo, algo que desapareció como consecuencia de la construcción de una presa en el pueblo de Alcalá del Río, aconsejo ver el plano adjunto para situarse y comprender mejor lo que cuento, lugar de desove de los esturiones, toda una barbaridad ecológica si tenemos presente que en la actualidad está en desuso; en el año 1992 se pescaron los últimos esturiones, tres, que fueron a parar a la estación biológica de Doñana donde se conservaron en formol, lo que hizo que de destruyeran sus ADN y hoy no sepamos qué tipo de esturiones eran.

Su excepcional geomorfología: a cien kilómetros del mar, navegable hasta más allá de la ciudad de Sevilla, adonde llegaban las mareas hasta Coria del Río, a unos ocho kilómetros de distancia al sur, con un laberinto de canales y cauces por las marismas, la convirtieron en el puerto más seguro de España, una ciudad del interior con vocación marinera y fue allí donde se fundó el centro del mundo con respecto al comercio con el Nuevo Continente, América; pero antes, mucho antes de eso, Sevilla era un emporio marinero y pesquero como iremos comprobando en este trabajo. Sigue leyendo

Nurite, una planta medicinal michoacana

Martha Delfin GuillauminHace un tiempo me encontraba en una visita a un pueblo p’urhépecha y se estaba tratando el tema de las plantas medicinales con unas señoras del poblado ubicado en la meseta. Justo cuando estábamos escuchando su charla sobre medicina tradicional, pasaron dos muchachitos y llevaban un manojo grande de planta de nurite. Las señoras les preguntaron que qué hacían con éste y ellos respondieron que lo llevaban para la celebración de una boda, porque también lo usan como adorno. Lo que me llamó la atención fue que les reclamaron que se estaban llevando el nurite y ellos no eran vecinos del lugar. [1]

Las comunidades indígenas p’urhépechas, a pesar de las crisis económicas que afectan a México, han podido subsistir aprovechando el fuerte vínculo con la naturaleza. Una manera de apoyar su dieta y sus recursos medicinales ha sido el empleo del nurite.

Antes de pasar a hacer un breve comentario sobre el problema que enfrenta el nurite por la deforestación de los bosques michoacanos, me gustaría incluir esta definición que viene en el Diccionario de mejicanismos:

Nurite (voz tarasca/Calamintha macrostema) m. Planta de la familia de las Labiadas, llamada también poleo, té de monte o té de Michoacán, una especie de orozús. “El nombre de esta yerba es nurite y según ellos, en Castilla se llama ténurite (té nurite).” (Anales de Antropología, p. 218) [2] Sigue leyendo

La historia de la ecuación espacio/tiempo en la gastronomía del pescado

Carlos AzcoytiaSolemos ser parte y el todo de los problemas, miramos egocéntricamente la historia y a los ‘otros’, medimos con una única regla, la de nuestra experiencia y desde nuestro presente, como si el tiempo fuera intemporal cuando queremos comprender ciertas cosas, generalizamos a los otros cuando deseamos ser únicos y distintos, uniformamos, clasificamos o minimizamos otras vidas, otros momentos, lo comprimimos y deformamos hasta lo imposible, lo de ayer es viejo y ser viejo es como estar enfermo en esta sociedad, sin darnos cuenta que en el camino, a cada paso, nos vamos alejando cada vez más de la idolatrada juventud.

Quizá es excesivo este prólogo, tanto en el fondo como en la forma, pero no se me ocurría nada mejor para hacer comprender la generalización que se hace en la historia, se escribe y se cuentan las cosas como si fueran de una única pincelada y eso no hace un cuadro, he concedido muchas entrevistas a los distintos medios de comunicación como para saber de la simpleza en el razonamiento de muchos profesionales o aficionados y donde no voy a dar nombres por ser algunos de ellos importantes, de todas formas no los daría aunque fueran de personas ignoradas.

Preguntas que dejan sorprendido por su simpleza a un investigador gastronómico, cómo qué se comía en la Edad Media en España o, aún peor, que comían, por ejemplo, los romanos, toda una debacle mental porque se esperan encontrar respuestas de hoy a problemas del pasado, sin tener en cuenta la ecuación espacio/tiempo y me explico:

Hasta casi el siglo XX la humanidad, en su explosión demográfica, estuvo constreñida por una serie de factores que inexorablemente la iban frenando, siendo la primera de ellas la libertad del pensamiento y donde poderes fácticos anulaban el desarrollo de las ideas, llegando a la aberración de cometer crímenes de estado institucionalizados en nombre de una religión o de ciertas familias que se perpetuaban en el poder, una oligarquía hereditaria donde unos pocos, muy pocos, anulaban el pensamiento de todos. Sigue leyendo

Un expediente municipal que fue la leche en el Madrid de 1904

Carlos AzcoytiaOjeando la revista ‘Anales de la Real Academia de Medicina’ de fecha 30 de marzo de 1905[1], encontré una noticia, que llevaba por título ‘De la Sección de Higiene, respecto a una leche condensada y reconstruida’ que dice más por lo que no cuenta que por toda la polémica que suscitó. Esta noticia, que puede pasar desapercibida, me pareció lo suficientemente interesante como para darle cabida en la historia de los alimentos casi como una anécdota y que intentaré resumir lo más posible.

Todo comenzó por una denuncia del gremio de lecheros de la capital en donde se cuestionaba la legalidad y la sanidad de vender leche condensada y después reconstruida por un tal Sr. Ceñal, el cual ante la orden de inmediato cierre de su negocio hizo las alegaciones pertinentes y pleiteó hasta el punto de proponer un estudio químico bacteriológico en los Laboratorios Municipales y donde intervinieron los profesores de dicho establecimiento Srs. Madrid Moreno y Gómez Salas, así como Francisco Castro como perito por parte del denunciado.

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En el nombre del plátano (2): Avistamientos europeos

ainartEn episodios anteriores… descubrimos la inexplicable confusión nominal que rodea a la palabra <plátano>. Por un lado, designa desde la antigüedad a un árbol de sombra (Platanus sp); por otro, en algún momento del s. XVI, en castellano esta palabra se agarra también a otro vegetal muy distinto: el plátano de comer (Musa, conocido también como banana según qué lengua y dialecto hables).

Hasta aquí, el planteamiento del misterio.

Ahora, adentrémonos en los entresijos históricos de lo que pasaba por las mentes y plumas que escribieron sobre esta megahierba en tiempos remotos…

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Si lo pensamos bien, darle nombre a un vegetal novedoso y desconocido es algo que nos ha tocado hacer con frecuencia a lo largo de la historia. En el caso concreto que nos ocupa, veremos que el plátano de comer, Musa, parece haberse prestado a ser comparado-confundido con otros árboles.

Ello no es nada excepcional en el lenguaje común. Las taxonomías (sistemas de clasificación) populares funcionan dividiendo la realidad en categorías, y las entidades nuevas que uno va descubriendo son asignadas a alguna de las categorías preexistentes, en la que nos parezca que encaja mejor.

Así, el maíz (Zea mays) a menudo es llamado “trigo”: en inglés, la palabra corn, que hoy ya suele usarse sólo para el maíz, en su origen designaba al trigo; en italiano viene llamado “trigo turco”, grano turco; blat de moro en catalán (trigo moruno)… Sigue leyendo