A Maite Bengoechea Ojeda que embriaga y no deja resaca, como el buen vino
Desde hacía años tenía reservado un libro, que cuando lo publicaron en el año 1879 (ver bibliografía) pasó desapercibido y que siempre me llamó la atención porque creo que es de esos que yo llamo libros raros por su contenido y a la vez un testamento histórico sobre un tema determinado y que, por su originalidad, nos desvela un trozo de historia que muy bien se puede entroncar con el presente y nos hace comprensible mitos que hoy damos como axiomas aún sin saber la razón de su por qué, y lo que es más grave, sin llegar al fondo de la cuestión, como es el caso que nos ocupa.
Basta entrar en Internet y buscar un vino de los llamados míticos para quedarnos con la boca abierta al saber el precio que puede alcanzar el valor de una botella de una añada relativamente reciente (1) o leer la crítica de esos ‘sesudos’ y ‘expertos’ catadores o críticos vitivinícolas a los que la Naturaleza dotó de unas papilas gustativas más cercana a la de los dioses del Olimpo que a la de los viles humanos y que tienen un olfato que para sí lo quisieran los más expertos sabuesos y darnos cuenta que en este mundo o hay mucho cretino o esto es un negocio tan fraudulento como el de la burbuja inmobiliaria que tan amargo presente tienen muchos españolitos, y que tendrán hasta la hora de dejar este mundo, gracias a la usura de los bancos y su anuencia o reparto del botín con los sucesivos partidos políticos y sindicatos al más puro estilo bandolero de los malos, aquellos que robaban a los pobres para dárselo a los rico y no al contrario como la literatura romántica nos los dibujaban. Sigue leyendo