Hace unos días en Tzintzuntzan, el 25 de julio, estando mi esposo y yo de visita en ese bello poblado, tuvimos la suerte de hablar con dos señoras que comerciaban con plantas y dulces cada una. La señora Reina Molinero Carrillo vendía plantas, como la ruda que le compramos; ésta es para protección y buena suerte, según la creencia, aparte de que huele muy bonito. La señora Ana María Rendón Cornelio ofrecía dulces de frutas y le compré uno muy rico de chilacayote. Estábamos en la explanada frente al exconvento franciscano de Santa Ana, construido en el siglo XVI. Allí, además, se comercian artesanías de palma, cerámica y ollas de barro destinadas a los turistas.
Tzintzuntzan, “lugar de colibríes”, es un pueblo que queda en las inmediaciones del Lago de Pátzcuaro; alguna vez fue la capital del imperio p’urhépecha, pero, luego de la conquista española, los poderes políticos fueron llevados a Pátzcuaro, también una población comarcana lacustre, hacia 1539-1540. En Tzintzuntzan están las ruinas de las yácatas, es decir, las pirámides, de los p’urhépechas, que conservan su majestuosidad. En la construcción del templo y del edificio conventual fueron utilizadas piedras labradas de este centro ceremonial prehispánico. Sigue leyendo