A Nuria Coll Gelabert de Cataluña Radio
Para un provinciano como yo el visitar por primera vez el mercado de abastos de la Boquería de Barcelona fue como entrar en un museo consagrado a la alimentación, un lugar donde cada tienda es un altar dedicado a productos exquisitamente seleccionados y presentados, no existe en ese lugar la lujuria colorista de los mercados sudamericanos con frutas ni imaginadas, allí todo es correcto, sin defecto, ordenado y sabiamente colocado para incitar al comprador; es lugar de cita, de visita y de comercio, es museo y es popular en el sentido más profano de la palabra.
La primera vez que lo visité fue a finales de los años sesenta del pasado siglo, he de aclarar que pertenezco a la generación de aquellos iluminados que pensábamos en el 68 que con imaginación el mundo podía cambiar, se gritaba en Francia ‘debajo de los adoquines estaba la playa’, en definitiva éramos los hijos del desengaño que se preguntaban qué sentido había tenido una Guerra Mundial si nada había cambiado; pertenezco a la generación de aquellos que traicionamos nuestros propios ideales y que despertamos del sueño para entrar en la pesadilla que hoy se vive, donde cada día somos menos libres y títeres de unas élites sin escrúpulos que nos manejan a su antojo.
Eran mis primeros pasos en la investigación gastronómica, no vista como una necesidad de alimentar el cuerpo sino de encontrar las conexiones que existían entre el nutrirse, la historia y la antropología de los pueblos, algo que por entonces poco importaba a la mayoría en una España que todavía se sacudía el hambre o su recuerdo cada mañana. Sigue leyendo