Coca Cola, la bebida patriótica norteamericana, sinónimo de la lucha contra los enemigos de la libertad y la democracia, símbolo del imperialismo yanqui, estuvo estrechamente vinculada con el régimen nazi antes y durante la Segunda Guerra Mundial, porque por encima de toda ideología, lo que prevaleció fue el dinero. Y Alemania, como toda Europa, era campo fértil para expandir esa bebida oscura y efervescente, que necesariamente había que beberla fría, de lo contrario se transformaba en un desagradable y empalagoso jarabe.
El director de la Coca Cola Company, Robert Woodruff, le había concedido en 1929 una franquicia como embotellador de Coca Cola en Alemania a su compatriota Ray Powers, quien a su vez puso en marcha toda la estrategia logística y publicitaria para posicionar este producto absolutamente desconocido para los alemanes, bebedores de cerveza y agua. Sigue leyendo