Por más que busquemos entre todas las recetas de diferentes sopas, no encontraremos otra que se coma sin cuchara y que pueda cortarse en trozos y tomarlos con la mano. Es que el nombre de “sopa” nació como muchas otras cosas: de casualidad y por accidente. Antecedentes ilustres tiene esto de que la casualidad venga en ayuda del investigador o de la cocinera en apuros. La casualidad y el tesón de Alexander Fleming nos dieron la penicilina, el susto que se llevó la habitual cebadora de mate de leche del Restaurador de las Leyes, al encontrar dormido en el camastro de Juan Manuel de Rosas a su acérrimo enemigo, Juan Galo Lavalle, transformó la “lechada”, en nuestro nunca bien ponderado dulce de leche. Otra historia con historia es la de la comida “Cariño botao”, mendocina ella, pero no sigamos por otros rumbos que nos apartan de esta sabrosa receta de la región de las antiguas Misiones Jesuíticas-Guaraníes. Sigue leyendo
Sopa paraguaya o guaranítica
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