Aunque pueda parecernos raro el primer café que se implantó en Europa fue en Inglaterra en el año 1652, de la mano de un tal Edwar que se trajo a un griego desde Oriente que sabía prepararlo, siendo Londres el primer lugar donde se abrió una cafetería en la calle Lombardos, con una cierta buena acogida por parte del público.
El rey Carlos II, en el año 1675, ordenó cerrar todas las salas donde ofrecían café, unas 3.000, está visto que siempre tuvo algo de maldito y subversivo este preparado para las autoridades, siendo el motivo, al menos el que expuso, que eran lugares donde los parroquianos se dedicaban a conspirar y a crear disturbios entre la población, lo que hizo que se extendiera más el deseo de tomarlo, que siempre existieron personas que les gustó ir contra corriente, pero se podría decir que esa moda fue lo que se llama ‘flor de un día’, porque al tener el té como bebida nacional e identitaria se fue abandonando su consumo y también porque como comenta Rossignon: “es preciso confesar que no lo saben preparar. En efecto, es detestable el café que se sirve en los establecimientos públicos, las posadas, los vapores, etc.”. Sigue leyendo