Ojeando la revista ‘Anales de la Real Academia de Medicina’ de fecha 30 de marzo de 1905[1], encontré una noticia, que llevaba por título ‘De la Sección de Higiene, respecto a una leche condensada y reconstruida’ que dice más por lo que no cuenta que por toda la polémica que suscitó. Esta noticia, que puede pasar desapercibida, me pareció lo suficientemente interesante como para darle cabida en la historia de los alimentos casi como una anécdota y que intentaré resumir lo más posible.
Todo comenzó por una denuncia del gremio de lecheros de la capital en donde se cuestionaba la legalidad y la sanidad de vender leche condensada y después reconstruida por un tal Sr. Ceñal, el cual ante la orden de inmediato cierre de su negocio hizo las alegaciones pertinentes y pleiteó hasta el punto de proponer un estudio químico bacteriológico en los Laboratorios Municipales y donde intervinieron los profesores de dicho establecimiento Srs. Madrid Moreno y Gómez Salas, así como Francisco Castro como perito por parte del denunciado.