HISTORIA DE LA GASTRONOMÍA GALLEGA

1910. Antolín López Peláez apodado “El sabio” y “soldado de la justicia” es homenajeado en su tierra adoptiva.

Estudio de Mercedes Fernández-Couto Tella y Carlos Azcoytia
Noviembre 2010

Nota: Este trabajo fue publicado por la revista, perteneciente al Museo do Pobo Galego, 'ADRA' en su número 5 en el año 2010, estando el original en gallego. La traducción que aquí ofrecemos es de Mercedes Fernández-Couto Tella.
El Depósito Legal de la obra es: C-2367-2005 y el ISSN: 1886-2292, publicándose en este sitio con la autorización del Museo do Pobo Galego.

3.1.- Biografía de un niño pobre e inteligente llamado Antolín

Nació nuestro homenajeado el 31 de agosto de 1866, en la casa cuartel de un pueblito de la provincia de León llamado Manzanal del Puerto, situado en el camino que une Galicia con el Bierzo. Era hijo de Domingo López y Mª Magdalena Peláez. Toda su familia paterna era de Noceda, donde vivió de niño algunos años y en cuya escuela estudió las primeras letras destacando ya entre sus compañeros. Tuvo dos hermanos pequeños Ramón, que llegaría a ser notario en Santander, y Estefanía.

El mismo recuerda su infancia en Noceda: “A los tres meses de mi vida salieron mis padres de Noceda y yo con ellos. Estuvimos en distintos puestos de la Guardia Civil. Con ocho o nueve años regresamos de nuevo a Noceda, donde mi padre tenía una casita y allí se disponía a pasar su retiro. Pasado algún tiempo mi padre se reenganchó y con diez años salimos del pueblo y estuvimos por otras casas cuartel y presencié los horrores de la guerra carlista.

Este pueblo de Noceda ejerció gran influencia en mi vida. En primer lugar las veladas nocturnas en las cocinas del pueblo con sus hilanderas y relatos de duendes, brujas, trasgos aparecidos y endemoniados, que me producían un horror tremendo durante la velada y pesadillas espantosas luego.

Otra influencia en mi vida fueron los libros de caballería. En Noceda los leí todos…” 

Dice pascual Madoz del Puerto del Manzanal que es de clima frío (cota de 1.230 m) y que las enfermedades más comunes son, por esa misma razón, catarros y pulmonías. Situado en el camino real contaba con hospedería y parada de postas de diligencias y correo. Esta condición de lugar de paso la trajo más de un problema, como ocurrió en la Guerra de la Independencia en la que el pueblo de Manzanal del Puerto fue completamente destruido por los franceses. La importancia que debió de tener el lugar viene dada por la situación geoestratégica en el camino real de Madrid a Coruña, lo que justifica el puesto de la Guardia Civil. El duque de Ahumada para combatir el bandolerismo colocaba los puestos en zonas que eran a la vez centro de comunicaciones y fronterizas entre provincias. En este puesto del Manzanal es donde el padre de Antolín era un número, que es así como se llaman a los guardias civiles sin graduación.

Hoy en día el pueblo tiene sesenta y ocho habitantes y está situado al pie de la autovía del Noroeste.

Al final del siglo XIX en España, con una economía rural muy pobre, era costumbre destinar los hijos menores al ejercito o a la iglesia ante la imposibilidad de poder alimentarlos de ahí que con doce años sus padres decidieron que siguiese el camino familiar de la Benemérita –que por cierto estaba muy mal pagado y era una profesión muy sacrificada en aquellos tiempos- porque por lo menos tendría para comer.

Así apenas cumplidos los doce años solicito su ingreso en el Colegio de Guardias Jóvenes. Pero en vez de dirigirse hacia Valdemoro, donde ya tenía plaza, se encamino al Seminario de Astorga en donde consiguió una beca por oposición y de esta manera dicha institución sufragó todos los gastos de sus estudios como interno hasta que se ordenase sacerdote.

Esta beca cambia la vida de Antolín y de su familia para siempre porque, dada su inteligencia y dedicación, obtuvo siempre la nota más alta: “meritissimus” en el Seminario, sobresaliente en el Bachillerato y la calificación “nemine discrepante” en todos los grados. Tal era su asiduidad al estudio, incluso en las horas libres, que entre sus compañeros era conocido como “el sabio”. Aún con este apodo dejó tan buena memoria entre ellos que con motivo de su precanonización le regalaron un valioso bastón de mando y un pergamino con una inscripción gratulatoria.

Consiguió el sacerdocio antes de cumplir la edad canónica pues con tan sólo 23 años ya era canónigo de la Catedral de Lugo, lo que le auguraba una fulgurante carrera dentro de la iglesia. Fue en esta ciudad, en la que permaneció seis años, donde comenzó a ejercer el periodismo, sus batallas periodísticas desde las páginas de El Lucense eran memorables.

Su ascensión meteórica lo llevó a ser Canónigo Doctoral, Penitenciario, Provisor y Vicario General de Burgos, para en 1904 llegar a ser Obispo de Jaca, senador en 1907 y Arzobispo de Tarragona en 1913, en donde se integró de tal manera que habló catalán desde el primer momento y instituyó una cátedra de lengua, historia y derecho catalán  en el Seminario de Tarragona. Todo un ejemplo.

Además de la veloz carrera eclesiástica, su lista de méritos se amplia con los siguientes cargos: catedrático de Oratoria Sagrada, Patrología, Arqueología, Disciplina Eclesiástica y Concilios Españoles, Vice-Director de la Asociación Catequística Diocesana Lucense y del Concilio Provincial de Burgos y, también en Burgos, Decano de la Universidad Pontificia.

En el año 1913 y gracias a su intervención, el 8 de febrero, es proclamada la Virgen del Pilar patrona de la Guardia Civil. El vínculo y el afecto del prelado por el cuerpo militar se mantienen a lo largo de su vida y será correspondido. No es casualidad que el acuartelamiento de la Comandancia de la Guardia Civil de Tarragona esté situado en la calle López Peláez, pues cuando se tuvo que dar nombre a esta vía urbana, el Ayuntamiento en sesión del 10 de junio de 1929 acuerda: 

Denominar dicha calle con el nombre del que fue Arzobispo de esta Archidiócesis Don Antolín López Peláez de grata recordación ya que con su preclaro talento e iniciativas puestas con entusiasmo al servicio de la Sede tarraconense súpola regir dignamente y conquistar para ella nuevos lauros (…) cosa que es de creer constituíra además de un motivo de satisfacción para el Benemérito Instituto por el que tanta predilección tuvo aquel insigne y malogrado Prelado”. 

En 1914 el arzobispo Antolín López Peláez fundó e inauguró el actual Museo Diocesano, instalado en unas dependencias del claustro de la catedral de Tarragona. Abrió sus puertas el museo con la colección que había iniciado el arzobispo Costa i Fonaguera y con donaciones hechas por el mismo arzobispo López Peláez, el Cabildo Catedralicio, las parroquias de la diócesis, congregaciones religiosas y particulares, así como con la adquisición de otros bienes.

En 1918 pide al ecónomo de la parroquia de Forés que realice un estudio, ordenación e inventario de los archivos parroquiales, obra que no llega a conocer al fallecer en ese mismo mes de diciembre. Recibió sepultura en la capilla de San Fructuoso de la Catedral de Tarragona.

Pese a rechazar todas las condecoraciones oficiales perteneció a las Reales Academias: Española, de la Lengua, de la Historia, de Bellas Artes de San Fernando, de la Buenas Letras de Sevilla, de Ciencias Morales y Políticas, Gallega, a la Asociación Artístico-Arqueológica de Barcelona, al Instituto de Coimbra, a la Societé Arqueologique du Limousin, a la Academia de Roma…

 

3.2.- El obispo de Jaca que llegó en tren y no en jaca.

Desde el día 10 de agosto de este año de 1910 la prensa local –y sobre todo La Voz de Galicia- dedica un espacio, que irá “in crescendo”, a la visita del obispo y al desarrollo de los actos que culminarán con el banquete motivo de este estudio.

La primera noticia que hace referencia a su llegada se produce en este mismo día 10 en un lugar no excesivamente destacado del periódico pero con más despliegue informativo que otras noticias, como por ejemplo la estancia en Vigo del ferrolano Pablo Iglesias, fundador del PSOE y de la UGT española. En esta competencia por la cobertura mediática –que durará un par de días- Pablo Iglesias pierde claramente ante López Peláez, sobran los paralelismos.

Esta primera información dos días antes de su llegada es, sobre todo, un llamamiento a la población para que se sume al homenaje que organiza la Real Academia Galega, informando que a los actos ya se han unido académicos y personalidades de las cuatro provincias gallegas, haciendo hincapié en que las invitaciones para el banquete se podían recoger desde el día siguiente en la Academia Gallega.

En la noticia del día 12 se informa sobre los protocolos previstos a su llegada pero también se insiste en el banquete que se le ofrecerá, del que futuriza que estará “concurridísimo”, y donde tienen asegurada su asistencia “la flor y nata” de la intelectualidad gallega, por lo que se intuye que todavía no tendrían vendidas todas las plazas, ya que ahora se ofrece hasta la dirección donde se pueden pagar y retirar las invitaciones: en la Real Academia Gallega, en la calle Riego de Agua, 38.

Llega pues López Peláez a Coruña el 12 de agosto en el tren correo. Viene acompañado desde Madrid por su mayordomo, Emiliano Alonso y por el comandante de Ingenieros señor Azpiazu.

En Monforte se les suman el académico y también sacerdote Marcelo Macías, que en poco mas de 15 años será nombrado hijo adoptivo de Galicia nada mas y nada menos que… ¡por las cuatro diputaciones!

En Betanzos lo recibe una comisión de la Academia formada por el presidente Manuel Murguía al que acompañaban los siguientes académicos: Francisco Tettamancy, escritor e historiador; Martínez Salazar, editor de la Biblioteca Gallega y director del Archivo Histórico de Galicia; Federico Maciñeira, arqueólogo y uno de los fundadores de la Academia y el director del Eco de Galicia señor Gómez Martínez.

Ya en la estación lo esperaba una representación del clero, frailes, escritores, académicos y otras distinguidas personalidades así como una delegación de la colonia maragata en Coruña compuesta por Domingo Nieto y Claudio San Martín.

Durante su estancia en la ciudad el obispo se hospedará en la calle Zapatería, en casa de su también ilustre paisano Andrés Martínez Salazar.

El día 13 visita la torre de Hércules, el llamado el Faro del Fin del Mundo, interesándose en la antigüedad del monumento y admirando el inmenso y hermoso panorama que el faro descubre.

Se queda en Coruña hasta el día 15, lunes, en que se traslada a las Torres de Meirás a pasar dos días con Emilia Pardo Bazán y su hija. Allí oficiará una misa de agradecimiento por el regreso del hijo de Emilia, Jaime, sano y salvo de la campaña de Melilla en la llamada Guerra de África. Pero no sólo hay misa en Meirás, hay también un gran festejo. En lo alto de la torre ondea la bandera roja y amarilla con el escudo nobiliario de la señorial familia en el centro. Misa pontifical con numeroso clero que ayuda al obispo y con música dirigida por Javier Ozores. Jaime Quiroga luce el hábito de Caballero de Santiago y el Coronel Cavalcanti el uniforme de los Húsares de Pavía con la laureada de San Fernando en el pecho. Impresionante.

A continuación de la misa se ofreció en el amplio salón de la planta baja del castillo un esplendido “lunch” en el que hacen los honores las mujeres de la familia Pardo Bazán. Después de la comida hubo paseo, baile, charlas y cotilleos y algunas fotos de recuerdo.

El día 18 se marchará a Albares, en León, donde veranea y donde podrá entonar aquello de:

Que descansada vida

la del que huye del mundanal ruido

y sigue la escondida

senda por donde han ido

los pocos sabios que en mundo han sido. 

3.3.-Unos maragatos buenos y generosos

Es la Real Academia la que ofrece este homenaje a Antolín López Peláez, obispo de Jaca. El banquete, al que asistieron 80 personas, se celebra en el comedor del hotel Ideal Room a la una del mediodía del día 14. La mesa presidencial estaba ocupada por el obispo, en el centro como es lógico ya que era el obsequiado, a su derecha los señores Folla Yordi, alcalde de la ciudad, José María Ozores, presidente de la Diputación de A Coruña y el tesorero de la Academia y catedrático José Ballesteros; a su izquierda Manuel Murguía, Marcelo Macías y el general López Morillo. El resto se fue situando conforme llegaban, sin ninguna orden de protocolo establecido, de manera que los mejores lugares fueron tomados al asalto.

Entre los comensales –abundantes en número y calidad- se encontraban las autoridades locales, escritores, artistas, periodistas y todos los académicos residentes en la ciudad; había también una nutrida representación de la colonia maragata que ofreció el champaña, todavía no era cava, y los cigarros. Precisamente al descorchar el champaña comenzaron los discursos que continuarán a lo largo de la jornada. Unas breves palabras de López Morillo abren el acto para que López Peláez tome la palabra pronunciando un discurso tripartito: primero de agradecimiento por los obsequios recibidos, después de loas a Galicia y por último sobre la buena y mala prensa.

Se acuerda en este banquete pedir a José Canalejas, presidente del Consejo de Ministros, y a Julio Burrell, ministro de Bellas Artes, la concesión de la laureada de Alfonso XII para el insigne prelado. Para conseguirlo recogieron las firmas de todos los comensales en unos pliegos traídos al efecto.

Acabado el banquete, comienza la velada en el salón de conferencias del Circo de Artesanos con numeroso público.

Abre el acto Manuel Murguía como presidente de la Academia y a continuación el secretario de ésta salmodia la interminable lista de adhesiones entre las que se encuentran la de Emilia Pardo Bazán. Empezado ya el evento Francisco Tettamancy lee unas páginas que había escrito Murguía. A continuación Narciso Correal diserta sobre el episcopado lucense, poco después García Ramos hace un panegírico del homenajeado centrándose sobre todo en su faceta de escritor, a continuación Marcelo Macías traza las similitudes entre Galicia y Astorga (pueblo de Laón), para finalizar el acto con un discurso del homenajeado que trata sobre Fray Martín Sarmiento pues, como bien dice: “nada mas propio que un obispo entonando loores a un gran fraile”.

Clausura el acto Manuel Murguía, y después de una grandísima ovación empieza a desfilar el público.

La invitación al banquete, sobria, solo detalla el menú y el nombre del homenajeado. Como toda decoración una alegoría que une los escudos de Astorga y Coruña. 

3.4.- Un menú con mucho “caldo”

En primer lugar se sirvió un plato típico del país, el famoso caldo gallego del que ya se dio noticia suficiente en el apartado dedicado a Bernardo Bermúdez Jambrina, por lo que está de más insistir en esta formula culinaria.

Como segundo se degustaron unos pasteles a la bechamel, que bien pudieron estar hechos preparando una manteca blanca bien aderezada; aparte se cocía jamón y tocino cortados en pedacitos, con zanahorias, cebolla muy picada y unos clavos para realzar el sabor. Después de dos horas de cocción se desengrasaban bien y se pasaba por un tamiz, se apartaba y se le añadía nata y se formaban unas bolas que se bañaban en harina y se freían en la manteca.

En tercer lugar se sirvió langosta con mayonesa, que no tiene ningún misterio ya que su nombre lo dice todo; una langosta hervida y cortada longitudinalmente con una salsa mayonesa por encima o como acompañante y que se haría a la antigua usanza: con yemas de huevo, que en principio se revolvería con una cuchara de madera se le añadiría un poco de mostaza en polvo y aceite, este ultimo vertido poco a poco mientras se revuelve, siempre en el mismo sentido. Se le añadían unas gotas de zumo de limón o de vinagre y se salpimentaba, pudiendo añadirse a la salsa un poco de estragón y perejil picado.

La carne se sirvió después del pescado, como corresponde, siendo bautizada con el nombre de solomillo “a la parisien”. Estos apellidos que se ponían a los platos servían para diferenciar los que tenían los mismos ingredientes, de esta manera “a la parisien” puede indicar una guarnición de verduras cortadas de una manera especial que es lo que le da nombre al plato, o bien que la carne iría acompañada de una salsa con ese nombre y cuyos ingredientes serían: leche, mantequilla, harina, jamón cocido, crema de leche, cebolla y estragón.

De postre se ofrecen flan y queso helado. El flan debió de hacerse con la formula clásica hoy en desuso a causa de los productos elaborados, menos trabajosos pero también menos sabrosos y menos sanos. Los ingredientes y las proporciones son las siguientes, ¾ litro de leche, seis yemas, dos huevos enteros, doscientos gramos de azúcar, una rama de canela, un trozo de monda de limón, agua y azúcar para hacer el caramelo.

Se pone en el fondo de la flanera, o flaneras si son individuales, un poco agua con azúcar y se deja evaporar hasta conseguir caramelo. En un recipiente o cazo se echa la leche, la canela y la piel del limón, se pone al fuego y cuando hierve se retira y se deja reposar unos minutos. Mientras se baten las yemas y el azúcar hasta que espese un poco y se van añadiendo los huevos sin dejar de batir la leche con el objeto que no cuajen los huevos. Se echa en la flanera o flaneras, se pone en el horno al baño maría dejando que cueza durante casi una hora, se retira y se deja enfriar.

El queso helado es un helado compacto hecho en bloque y que de queso tiene sólo el nombre. Se hace mezclando leche, azúcar, huevos y crema de leche, se le puede añadir clavo y canela o vainilla y la piel de limón o de naranja, al gusto del consumidor.

Los vinos, tanto en la elección como en la variedad y cantidad merecen una mención especial.

Típica elección, pero no por ello desacertada, la del Ribero y Rioja, así como la del champaña que seguramente sería catalán pues en esa época los espumosos franceses estaban gravados con un arancel entre 1,5 o 2 pesetas por botella. Siendo así es fácil deducir el lugar de procedencia ya que, según el anuario General de España de 1913, sólo operaban en el país una docena de empresas dedicadas a la elaboración de champaña todas instaladas en Cataluña excepto tres, una en Jerez de la Frontera (Cádiz) otra en Madrid, y la ultima en Barbastro (Huesca). Para hacernos una idea de la diferencia de precio  entre un champaña francés y otro nacional acudimos a las adquisiciones del Palacio Real en Madrid de ese año, donde un espumoso Pommerey costaba 9,50 pesetas la botella y uno del país costaba 2,50.

Después del café se ofreció una copa de coñac, algo muy al uso de la época y una costumbre que se conservó hasta hace relativamente poco tiempo en España. Mientras, se saboreaba un buen puro habano, regalo de los maragatos como ya comentamos. 

3.5.- El alcohol, el Obispo y Viña Albares

Este menú con tanto alcohol entra en contradicción con las ideas del obispo, que pertenecía o apoyaba “La Liga Antialcohólica Española”, llegando a emitir una pastoral a favor de la causa y colaborar en dos números de la revista El Abstemio.

El movimiento antialcohólico en España equiparaba a los bebedores con “fumadores de opio, comedores de arsénico y aficionados a la morfina y cocaína” y expresaba públicamente sus ansias prohibicionistas: Declaremos pues, guerra sin cuartel contra el alcoholismo y adoptemos por lo tanto, con todos los amantes del prójimo, y todos los verdaderos patriotas que desean el bien de España el grito de guerra anglosajón: ABSTINENCIA PARA EL INDIVIDUO; PROHIBICIÓN PARA EL ESTADO” 

Pero la relación de López Peláez con el alcohol no termina aquí pues, ironías del destino, sus posesiones terminarán convertidas en bodegas de vino. Veamos como ocurre: En Albares de la Ribera, comarca del Bierzo y tierra de peregrinos en su camino a Santiago de Compostela, el Obispo adquiere un terreno. La muerte de su hermana y un año más tarde la de su madre le llevó a construir una casa en el pueblo con el fin de reunirse con su padre y su hermano. En 1900 muere su padre y aunque su hermano acude alguna vez al pueblo el que no faltará nunca a esa cita anual, en verano, es el Obispo.

De su afición por la agricultura y jardinería surge esta huerta en la que se cultivaban bajo su orden y dirección árboles raros y arbustos exóticos que hacía traer de lejos y que junto con el riachuelo cristalino y las flores silvestres, formaban un mosaico de variados colores que nos hacen recordar los versos de fray Luís de León: 

Del monte en la ladera,

por mi mano plantado tengo un huerto

que con la primavera,

de bella flor cubierto,

Ya muestra en esperanza el fruto cierto. 

El contacto con el pueblo dispara su interés por los habitantes, de los que supo ganar el cariño y respeto como demuestra el sentido homenaje que le ofrecen a su muerte.

El terreno hoy está dedicado a los viñedos de la bodega Viña Albares –que recuperó también la casa del insigne personaje- pero conserva como testimonio de la época alguna muestra de lo plantado en aquellos años, incluidas algunas vides que, a pesar de ser centenarias siguen dando fruto.

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