HISTORIA DE LA GASTRONOMÍA GALLEGA
1896. A Coruña: Un militar que fue escritor o viceversa. Ricardo Caruncho Crosa
Estudio de
Mercedes Fernández-Couto Tella y Carlos Azcoytia
Julio 2009
Nota:
Este trabajo fue publicado por la revista, perteneciente al
Museo do Pobo Galego,
'ADRA'
en su número 4 en el año 2009, estando el
original en gallego. La traducción que aquí ofrecemos es de Mercedes
Fernández-Couto Tella. |
2.1.- Una capital de provincias que eclosiona llamada A Coruña A Coruña, con casi 45.000 habitantes, era la capital gallega más poblada en el año 1896. Una pequeña ciudad provinciana de la periferia estatal con vocación de progreso y modernización que intenta industrializarse para no perder el tren del futuro. Se afianza ahora -además de las funciones clásicas urbanas: militar y administrativa- las actividades vinculadas al tráfico portuario, pesca y comercio, y una tímida industrialización: fábrica de cerillas, de vidrio, de tabaco... La ciudad está bien comunicada, tiene estación de ferrocarril y dos líneas de tranvías. Una ciudad en plena transformación que se consolida como centro de decisiones y actividades económicas y culturales. 2.2.- Algunas efemérides dignas de mención Es importante este año de 1896 para Galicia, pero sobre todo para A Coruña. Como consecuencia de los levantamientos a favor de la independencia de Cuba y Filipinas se va llenando la ciudad de repatriados, que son la avanzadilla de otros miles de desplazados que llegarán tras la perdida de las últimas colonias americanas y que muestran el horror y la miseria de esta y de todas las guerras. Regresa ese año a A Coruña, escapando da convulsa Cuba, el insigne galleguista, miembro fundador de la Real Academia Galega, escritor y redactor del primer Estatuto de Autonomía: Manuel Lugrís Freire. Se inaugura el faro Vilán el 16 de enero de 1896, siendo el primero en España totalmente eléctrico. Se estrena en la Habana –posiblemente- el himno gallego del maestro Pascual Veiga, diez años antes de lo que se pensaba. Llega el cine a A Coruña de la mano del fotógrafo José Sellier. 2.3.- Un atípico militar y un típico escritor Pocas referencias quedaron de este polifacético hombre, incluso fue imposible saber la fecha de su nacimiento -algo que dejamos para los investigadores que quieran ampliar este trabajo- pero sí el lugar: era coruñés. Por referencias castrenses se sabe que por lo menos tuvo dos hermanos, Adolfo y Aquilino, los dos militares, el primero de ellos mencionado en el ano 1866 en un expediente militar por un acto de guerra y el segundo ingresó en el ejército, en concreto en el arma de caballería, en el año 1875. Entre las obras civiles que se hacen a mediados de siglo en A Coruña estuvo el aterramiento de lo que hoy ocupan los Jardines de Méndez Núñez, terrenos que se ganan al mar y son todavía conocidos como “el relleno”. Puede preguntarse que tiene que ver todo esto con Caruncho, ya que estamos en el apartado de su biografía, pues bien, el y Narciso Oblanza, fueron los artífices del Obelisco –que hoy da nombre a la zona- en una epopeya de locos. Por noticias en la prensa de la época sabemos que Caruncho vivía en esta parte de la ciudad y se le ocurrió la idea de hacer un monumento en memoria de Aureliano Linares Rivas, que había sido diputado por la Coruña, senador, dos veces ministro y que había hecho mucho por la ciudad de tal manera que, aún siendo de Santiago, había sido nombrado hijo adoptivo. Solicitaron los terrenos al ayuntamiento y se hizo una suscripción popular para llevar a buen puerto tan magna empresa. Comenzaron las obras el 3 de mayo de 1894 y después de muchas dificultades, principalmente por problemas con la maquinaria de los relojes –que fueron ya para siempre objeto de bromas y chistes por su mal funcionamiento y por los desajustes: tanto entre ellos mismos como en relación a la hora-, acabaron el 12 de diciembre del mismo año. Una vez concluidas, y como consecuencia del mal tiempo, se fue posponiendo su inauguración hasta que ya hartos de esperar una mejora se tomó la decisión, inamovible, de inaugurar el día 10 de febrero de 1895, fatídico día en que el temporal cobró nueva fuerza y arruinó la fiesta como bien cuenta La Voz de Galicia del día 12 de febrero de 1895. Como periodista, Ricardo Caruncho llega a ser director de los periódicos Liceo Brigantino, Diario de Avisos y La Semana Literaria; como escritor su primera obra fue Contos da miña terra (1864) pero lo más fructífero fue su producción teatral: Maruxiña (1897), La vuelta de Farruco (1888), Recuerdos de gloria (1888), La mejor nobleza (1889), Ir por lana (1892), Justicia del cielo (1892). También escribió una novela titulada Drama en Cambre y algunos estudios militares. Murió en febrero de 1902. 2.4.- Una comida de camaradería Si nos atenemos fielmente a la misiva de esta comida, observamos que cumple una doble función, es una invitación pero también muestra un menú escrito para un grupo muy determinado de amigos: compañeros de la milicia a los que agradece su ascenso a coronel; salto que obligatoriamente tiene que hacerse tras un curso especial que capacita al militar para tal cargo y que debe ser sancionado por sus superiores. La tarjeta especifica el día exacto en que fue ascendido al puesto en el que permaneció hasta su muerte, pues el ascenso a general es elección exclusiva del gobierno, a no ser que concurran méritos de guerra. La invitación está impresa en un papel satinado de 18x12 cm.; pulcra, sin decoración ni colores excepto dos cucarachas de color marrón troqueladas y estampadas en la parte superior y que subrayan el tono festivo del convite. Centrándonos en el menú encontramos como plato fuerte uno que a finales del siglo XIX era ‘casi’ una novedad: la hoy famosa paella. Tiene un nacimiento impreciso, sobre el siglo XVIII aproximadamente, como alimento de los hombres del campo en el reino de Valencia, y nombrada en sus principios como arroz a la valenciana, posteriormente toma el nombre del recipiente en que se cocina, paella, con que se le conoce hoy en día. Por el lugar donde se toma, A Coruña, posiblemente fuese el “bareyo” asturiano, que no es otra cosa que una paella marinera hecha con arroz, almejas, calamares, mejillones, gambas, langostinos, guisantes, salsa de tomate, azafrán, ajo, perejil, aceite y sal. Un aprovechamiento de todo tipo de animales marinos en un guiso hecho en una cazuela metálica o de barro. El segundo plato es, bajo nuestro punto de vista, el más representativo de la cocina gallega, la magnífica y suculenta empanada, ya conocida en el siglo XII como se puede apreciar en las esculturas del palacio de Xelmírez en Santiago. El origen de este plato es el de poder transportar alimentos elaborados –de una forma limpia y con un aceptable grado de conservación- a las labores campestres o a los viajes, ejemplo que siguieron los reyes de España en sus días de caza o paseos por los campos de La Granja de San Ildefonso, El Escorial o en otros lugares. Sobre los postres no se aclara de qué tipo son, por lo que puede interpretarse que sería fruta de temporada. El vino es el de la tierra, para los brindis el inevitable champaña y en los postres, después del café, licores entre los que se encontraría el curaçao, que no es otra cosa que un licor hecho con aguardiente, monda de naranja y azúcar. Como vemos, una comida gallega, sin rebuscamientos, sencilla y familiar, como corresponde al espíritu castrense. El lugar de la cita fue el por aquel entonces muy moderno y famoso Sporting Club, fundado en 1890, pero desconocemos donde se celebró la comida, ya que “la mansión de Heliogábalo” a la que se refiere es más bien una metáfora.
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