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Nuestro singular personaje nació en el Cusco el 12 de abril de 1539. Su padre fue el capitán español don Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas, natural de Badajoz de Extremadura y miembro de una ilustre familia de escritores, emparentado con Iñigo López de Mendoza, el muy famoso Marqués de Santillana, con el fino poeta toledano Garcilaso, con el bardo enamorado Garci Sánchez de Badajoz y del insigne Jorge Manrique. Su madre fue la Palla Chimpu Ocllo, una princesa real, hija del Infante Huallpa Túpac, nieta de Túpac Yupanqui y sobrina del Emperador Huayna Cápac.Comienza esta historia en 1536, cuando el Capitán Garcilaso y sus tropas en orden de combate ingresaron a la ciudad del Cusco. Los conquistadores, con los hermanos de Pizarro al frente, reciben alborozados el refuerzo. Habían podido vencer el cerco de Manco Inca y ahora tienen medios para igualar a los del insolente Almagro que reclama poder. Los soldados de Sebastián Garcilaso de la Vega desfilan por las estrechas y quebradas callejuelas del Cusco y llegan hasta el convento de Santo Domingo, en donde los aguardan cruces de oro y ramos de flores. Cerca de la puerta se congregan un grupo de indios nobles, descendientes de Huascar, salvados de la represión de 1531, son enemigos jurados de Atahualpa y sus generales. Están en las cercanías del Convento de Santo Domingo, donde los españoles han construido muros de mampostería sobre la majestad pétrea del antiguo templo del Coricancha, la Casa del Sol. El capitán mira al multicolor grupo, aún ataviado con lujo. Un dulce rostro juvenil, de ardientes ojos y largas trenzas, impresiona al gallardo capitán. Ella también se siente impactada y sonríe. El capitán la saluda desde su silla de guerra. Ella baja los ojos, palpitante el seno. - ¡Que linda mujer! - ¡Es una princesa real, Capitán! Su padre fue el noble Huallpa Tupac y su abuelo el poderoso Emperador Tupac Yupanqui. Es pariente directa de Huascar y Atahualpa. Garcilaso se acuerda y se nutre de la relación de Francisco Pizarro y la Ñusta Quispe Sisa. Después se suceden los hechos naturalmente, el rubio y rizado capitán visita en su retiro a la hermosa princesa de hoyos en las mejillas. El español la adula galantemente, ronda a los nobles parientes, enciende el corazón de la doncella, la bautiza con el nombre de Isabel, la seduce, la goza, la hace su mujer y tiempo después, la soleada mañana del 12 de abril de 1539, nació el primer fruto de ese amor. Lo inscribe con los nombres de algunos de sus antepasados: Gómez Suárez de Figueroa y luego será conocido en la historia como Garcilaso Inca de la Vega. El siguiente año, llegará al mundo una preciosa indiecita, otra Isabelita color capuli. Los primeros años del Inca Garcilaso y su hermana se estremecen por la cruenta guerra civil entre los conquistadores, Pizarristas y Almagristas se desangran en luchas sin cuartel, más puede la ambición y el desencuentro por el poder, que la razón por la lógica de las circunstancias. Se impone el caos absoluto y la ley está junto al más fuerte y con la espada desenvainada. Durante esas turbulentas épocas murieron los principales: Francisco Pizarro, su hermano Juan, su medio hermano Martín de Alcántara, Diego de Almagro, su hijo Diego de Almagro el Mozo, Juan de Rada, Francisco Chávez, Gómez de Tordoya... y decenas de fieles seguidores de ambas causas. De los jefes supervivientes, Hernando Pizarro está preso en España, cumple condena de 20 años por la muerte de Almagro y Gonzalo Pizarro está perdido en el Amazonas. El Perú reclama un líder gobernante. Carlos V, rey de España, decide que el Perú necesita orden y un especial representante de la corona, nombra como primer Virrey, a Blasco Núñez de Vela, que llega a Lima el 17 de Mayo de 1544, también trae el título de Presidente de la Real Audiencia, es decir, tiene todo el poder. Gonzalo Pizarro surge de las sombras verdes y lluviosas del Amazonas, viene a reclamar lo que es suyo, le ha costado sangre, sudor y lágrimas. La luz de la selva lo ha iluminado y su propio resplandor le impide aceptar el poder real de la metrópoli. Le dicen: “Ha llegado un Virrey y reclama las tierras dejadas por los conquistadores muertos...” y él, convencido que tiene la razón, contestó: “Hermano, soy de Francisco, de Hernando y de Juan Pizarro y también de Francisco Martín de Alcántara. Conquistador del Marañón por mi esfuerzo; dueño de una hacienda propia; por lo tanto, la Gobernación del Perú es mía, mientras viva, y la defenderé para mí y luego, cuando yo muera, para el Rey, él verá lo que se hace con tanta tierra. Y que este hidalguillo o virreyzuelo se marche o se someta”. Las disputas entre el virrey Blasco Nuñez de Vela y Gonzalo Pizarro duran casi tres años, muy difíciles, llenos de desencuentros con pólvora y afilados aceros, la sangre corre a raudales. Llega a su fin el 18 de Enero de 1546, en la Batalla de Iñaquito, donde termina este episodio de la Historia del Perú. El virrey Blasco Nuñez de Vela es derrotado y muerto en la contienda. El “Muy Magnífico” Gonzalo Pizarro gobierna en el Perú. Pero esta situación no quedará así mucho tiempo, el Rey de España nombra a un “Pacificador” que de eso solo tiene el título, el Comisionado Real Pedro de la Gasca, viene con instrucciones precisas de someter a sangre y fuego a Gonzalo Pizarro y su temible lugarteniente Francisco de Carbajal, el Demonio de los Andes. El 9 de Abril de 1548 se encuentran en un último combate, en la batalla de Xaquixaguana, donde Gonzalo Pizarro y Francisco de Carbajal son derrotados por las tropas reales al mando de Diego Centeno. Pedro de la Gasca celebra su victoria en el balcón de la casa de Garcilaso en el Cusco. Al día siguiente, a las diez de la mañana, el verdugo Juan Enríquez ajusticia a los rebeldes, El Magnífico y El Demonio de los Andes, fueron decapitados y descuartizados y sus restos son enviados a diversas ciudades del Virreinato, como ejemplo de escarmiento para el que intente quebrar la obediencia que se debe tener al gobierno de su augusta majestad Carlos V. En todos estos años de guerra interna entre los conquistadores, el Capitán Sebastián Garcilaso de la Vega se ha ganado un sobrenombre cruel, pero preciso: “El leal de las tres horas”, porque decían que no podía ser fiel a una causa por más de ese lapso.. Repasemos los hechos. Comienza esta historia como diligente oficial de Francisco Pizarro. Luego corre para incorporarse a las fuerzas del licenciado Diego Vaca de Castro, quien ha llegado para investigar sobre la muerte de Almagro el Viejo, al que se ofrece como “colaborador eficaz”. Oportunamente, se alista en el bando de Diego de Almagro el Mozo. Después, ofrece su espada al Virrey Blasco Nuñez de Vela. Pasado un tiempo y de acuerdo a las circunstancias regresa al bando del rebelde Gonzalo Pizarro y en plena batalla de Xaquixaguana, se pasa a las tropas reales de Diego Centeno. Es para no creer este periplo, sino sería por las extraordinarias dotes de persuasión y mimetismo del increíble ajedrecista de la intriga, Don Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas. Muchas veces su cuello ha pendido de un hilo, ha generado iras tormentosas y amargos reproches, especialmente de Gonzalo Pizarro, que en 1545 ordena a su fiero capitán Hernando de Bachicao le imponga ejemplar castigo por su traición. Garcilaso escapa a tiempo, su mujer Isabel Chimpu Ocllo y sus dos hijos se esconden en el campo, familiares y amigos los protegen. La casona del barrio de Cusipata queda abandonada. Bachicao emplaza la artillería y ordena fuego, deja en escombros parte de la mansión y ordena que nadie ingrese a este “monumento de la infidelidad”. Luego en 1548, sin Gonzalo, sin Carbajal, sin Bachicao, cambia la suerte para el “leal de las tres horas”, en Huaynarima. El Pacificador La Gasca ordena un nuevo repartimiento de tierras del Perú. El Capitán Garcilaso queda convertido en muy rico terrateniente, le devuelven con creces riquezas perdidas, pero no puede recuperar el honor. La juventud de su hijo Gómez Suárez transcurre mayormente en el Cusco, el joven Inca cabalga con su padre por verdes y extensas propiedades, al regreso siempre encuentra diligente a su bella madre, la princesa Isabel Chimpu Ocllo y adorable y bulliciosa a su querida hermanita. El fiel Juan de Alcobaza es su sabio maestro y consejero. El canónigo Juan de Cuéllar, oriundo de Medina del Campo le enseña artes y latinidad. Sus parientes maternos le hablan de las grandezas de los Incas, le cuentan las historias de la fortaleza de Sacsahuamán y las hazañas del héroe Cahuide. Sus principales amigos son el príncipe Paullu, Juan Pechuta y Titu Auqui, indios como su madre. Juntos aprenden en el campo historias sobre los fundadores del imperio del Tawantinsuyo, Manco Cápac y Mama Ocllo. En el mismo cerro Huanacaure, meditan sobre como comenzó la historia de sus antepasados, los Incas. El joven Garcilaso se expresa mejor en quechua que en castellano, en sus pupilas brilla el resplandor del Tawantinsuyo, en su corazón late la gallardía de Manco Inca y de los suyos. Entonces el Capitán resuelve terminar con esa situación, es imprescindible rodear a su hijo de un entorno de españoles. Comienza dándole un padrino noble, el Conde de Cifuentes. Ahora, sus principales compañeros impuestos son: Diego de Silva, Gómez de Tordoya, Gonzalo Mejías de Figueroa, Pedro del Barco, Pedro de Candia y Mancio Sierra de Leguísamo, hijos de los conquistadores de los mismos nombres. Por aquellos días sucede algo especial, un ilustre español, cercano a los Garcilaso de la Vega, el cronista Juan de Betanzos se ha casado, ha oficializado su unión ante las leyes divinas y humanas con Huaylas Ñusta, quien después de su bautizo católico recibe el nombre de Angelina Yupanqui. Cada año han venido aumentando los matrimonios entre indias y españoles. Al gallardo Sebastián, no le gusta el tema, lo elude, tiene otros planes para su vida. Su hijo no comprende el significado de esta situación, pero algo le dice en su interior que la amarga traición, esta vez, está más cerca que de costumbre. Mientras tanto, los viejos conquistadores discuten sobre la veracidad y contenido del libro “Historia General de las Indias” escrito por Fernández de Oviedo. Algunos dicen es veraz y honesto, otros es pícaro e ignorante. Al mozuelo Inca Garcilaso todavía le retumban los recuerdos cuando lee las historias sobre los cañones de Bachicao demoliendo su casa de Cusipata. En los meses siguientes, todavía habrá algunas insurrecciones contra la corona, que son rigurosamente sometidas, como la de Francisco Hernández Girón. El Inca Garcilaso recordará siempre el ajusticiamiento de algunos de sus conocidos, del entorno social de su padre, como: Francisco de Miranda, Alonso Hernández Melgarejo, Alfonso de Barrionuevo y Diego de Henríquez. En 1549, Sucede un cataclismo en la familia del Inca Garcilaso de la Vega. Su padre decide que debe tener una esposa española. Ha encontrado la perfecta opción, se llama Luisa Martel de los Ríos y para completar su nueva estratagema, fuerza con dinero y poder un matrimonio entre Isabel Chimpu Ocllo y Juan del Pedroche, de un tajo saca de su vida y de su casa a la princesa Inca y su hija. Retiene a su hijo que tiene diez años, pero con el corazón destrozado. En los próximos años el Capitán Garcilaso de la Vega es nombrado Alcalde, después Corregidor y Justicia Mayor del Cusco. En 1557, mientras Gómez Suárez juega cañas en el Cusco por la jura de Felipe II, nace Blanca de Sotomayor hija del Capitán Garcilaso y de Luisa Martel. En 1558, sucede un hecho trascendente en la vida del joven Gómez Suárez, conoce a Sayri Túpac. El Inca ha salido de su refugio en las selvas del Vilcabamba, se incorpora a la sociedad española, se bautiza en el Cusco y viaja a Lima para el reconocimiento de su linaje. Gómez Suárez recordará en sus escritos, como el Inca en su paso por el Cusco, ofrecía su mano con majestad para que sea besada por las autoridades españolas. En 1559, el Capitán Garcilaso enfermo, otorga testamento, deja 4000 pesos de oro a su hijo Gómez Suárez para que vaya estudiar a España. Luego recibe a Francisca de Mendoza, su segunda hija con Luisa Martel y solo unos días después, el 18 de Mayo, fallece en el Cusco, en su casa de Cusipata. En 1560, Gómez Suárez de Figueroa, de 21 años, decide viajar a España para conocer a sus ilustres familiares y para hacer gestiones que le permitieran conseguir una pensión, por los servicios que su padre había prestado a la corona. Poco antes de su partida, el Corregidor Polo de Ondegardo, haciendo una concesión especial, le muestra las momias de los Emperadores Incas, es el depositario oficial, las tiene a buen recaudo. Aquí se inicia uno de los misterios de la historia del Perú, poco después, las sagradas reliquias y sus tesoros desaparecen, sin dejar rastro alguno, nada se sabe en concreto sobre su paradero hasta nuestros días. A través de los años han circulado diversas teorías y pistas sobre su destino. En mi juventud, lleno de ilusiones patrioteras y deseos de aventura, traté de organizar una expedición para buscar tan preciado tesoro histórico, pero circunstancias de la vida real me lo impidieron, pero allí esté intacto el desafío de esta gran misión. El viaje a España de Gómez Suárez de Figueroa es largo, interesante, lo describe minuciosamente. Parte del Cusco el 20 de Enero de 1560, luego pasa por Anta, Apurímac, Pachacamac, Lima, el puerto del Callao, Panamá, Cartagena, las Azores, Lisboa, Sevilla, Extremadura y finalmente se instala en la casa de su tío, el Capitán Alonso de Vargas en Montilla. En 1561, en sus frecuentes viajes a Madrid, se encuentra con Hernando Pizarro, con Vaca de Castro, con el Padre Las Casas y otras personalidades, los temas de conversación son nutridos y variados: la Conquista, el imperio del Tawantinsuyo, el Cusco, las guerras y sus personajes. Los trámites de probanza ante el Consejo de Indias fueron largos, engorrosos, inútiles y no pudo conseguir renta alguna. En una curiosa sentencia el tribunal resuelve que no le corresponde una pensión, porque: “el Capitán Garcilaso de la Vega, actuando contra la corona, en plena batalla, entregó su caballo “Salinillas” a Gonzalo Pizarro, lo que le permite huir”. Tiempo después, en Montilla, las comarcas andaluzas se alistan para la guerra contra los moriscos, se arman mesnadas señoriales, entre ellas la del Marqués de Priego. Se presenta al servicio de su causa don Gómez Suárez de Figueroa, quien llega a recibir el despacho de Capitán. Combatirá en forma destacada durante tres años de la guerra de Granada. A la muerte de Alonso de Vargas, su sobrino Gómez Suárez es uno de los herederos de sus bienes en Montilla, nuestro personaje vivirá allí en los próximos años y desarrollará sus actividades como escritor. En 1571 muere en el Cusco su madre Isabel Chimpu Ocllo, en su testamento firma con su nombre cristiano Isabel Suárez. En 1586 Garcilaso termina la traducción de “Diálogos de Amor” de León Hebreo y planea su historia de “La Florida” y de los “Comentarios de los Incas”. Ese año muere en Córdoba Luisa Ponce de León, viuda de Alonso de Vargas y le deja la mitad de su fortuna. En 1587, es nombrado Procurador del Cabildo de Montilla, porque “de su persona, crédito, suficiente se tiene y la satisfacción que conviene”. En 1588, nace Diego de Vargas, hijo de Garcilaso y su ama de llaves Beatriz de Vega, quien había entrado a su servicio para poner orden en su casa, y al parecer también para cuidarlo a él, claro, muy especialmente. En 1591, Garcilaso vende su hermosa casa en Montilla y se traslada a Córdoba, mientras el éxito literario de sus “Diálogos de Amor” amerita una nueva edición en Madrid. En esta época le llegan del Perú semillas de quinua, está convencido de la importancia de su difusión, es el “Grano de Oro de los Incas”, el más nutritivo alimento que existe en el mundo. En 1594, por influencia y pedido del Padre Pineda, Garcilaso trabaja en las “Lamentaciones de Job”, de Garcí Sánchez de Badajoz, proyecta “devolverle su verdadero sentido espiritual”. El 11 de agosto de 1597, se oficializa su creciente religiosidad, aparece por primera vez como “clérigo” en una escritura. En 1598, Muere en Málaga el escritor peruano Padre Blas Valera. Los Jesuitas, cumpliendo un encargo expreso, entregan a Garcilaso valiosos documentos, son sus “papeles rotos” en el saco de Cádiz de 1596. En 1603, los Incas de sangre real del Cusco le remiten un poder a Garcilaso para que sea su representante en los trámites legales ante la Corona. El Padre Alcobaza le envía una novedad literaria, “El Confesionario”, impreso en Lima por Antonio Ricardo, un italiano muy especial, pionero de la imprenta en el Perú. El arzobispo de Lima había solicitado al Rey tecnología, pues era evidente, lo dificultoso que era hacer catecismo a mano. Con el apoyo de la Real Audiencia y el Superior de la Orden de los Jesuitas, en 1580, en el navío Santa Lucía, llegaron al Callao una prensa, muchos tipos, papel, barriles de tinta, marcos de madera y metal y el impresor piamontés Antonio Ricardo. De este modo, Lima fue la primera ciudad sudamericana en contar con una imprenta. “El Confesionario” fue uno de sus primeros frutos. En 1604, Garcilaso recibe la autorización real para imprimir la historia de “La Florida” en Lisboa y termina de escribir los “Comentarios Reales de los Incas”. Este mismo año Juan Martínez publica su “Vocabulario” en la lengua quechua, Lope de Vega “El Peregrino en su Patria” y Shakespeare su “Otelo”. En 1609, en casa de Pedro Craasbeck, en Lisboa, se presentan los “Comentarios Reales”, aparece impreso por primera vez el escudo de armas del Inca Garcilaso de la Vega. En 1612, Garcilaso publica en Córdova el piadoso “Sermón del Padre Alonso Bernardino”, termina la Segunda Parte de los “Comentarios Reales de los Incas” y compra una capilla para su enterramiento en la Mezquita-Catedral. Viejo y enfermo, nuestro personaje se nutre solo con la idea de ver publicada la segunda parte de sus “Comentarios Reales”, espera impaciente, tiene tiempo para reflexionar sobre su vida, están más cerca que nunca los recuerdos en el Cusco de su madre y hermana fallecidas, le cuesta dibujar en su memoria sus queridos rostros, siente remordimiento por la distancia, por las caricias nunca compartidas, por los diálogos jamás realizados y siente en su corazón un vacío intenso. Desfilan en las penumbras de su alcoba, sin orden ni razón alguna, las siluetas etéreas de muchos personajes, los Pizarro, los Almagro, el Padre de las Casas, Juan de Betanzos, su ayo Alcobaza, el príncipe Paullu, Angelina Yupanqui, Cristóbal de Molina, son tantos que algunos no los reconoce, los confunde. En el fondo brumoso, está el Capitán Garcilaso de la Vega, su padre. Trata de recordarlo imponente encima de “Salinillas”, recuerda su humilde petitorio al Sumo Pontífice Romano para que le permita traerlo a tierras españolas, atesora la alegría que le dio recibir la Bula correspondiente, sabe que debe reunir fuerzas para visitarlo en la iglesia de San Isidro de Sevilla, tiene que hablar con él, hay muchas cosas que quiere decirle. Pero tiene otra cita impostergable que cumplir. Falleció en Córdoba, España, la noche del 22 de abril de 1616, sobre su tumba fue inscrito el epitafio que él mismo redactara para su losa sepulcral: “El Inca Garcilaso de la Vega, varón insigne, digno de perpetua memoria, ilustre de sangre, perito en letras, valiente en armas, hijo de Garcilaso de la Vega, de las casas ducales de Feria e Infantado, y de Elizabeth Palla, sobrina de Huayna Cápac, último Emperador de Indias. Comentó “La Florida”, tradujo a León Hebreo y compuso los “Comentarios Reales”. “Vivió en Córdoba con mucha religión, murió ejemplar; dotó esta capilla; enterróse en ella; vinculó sus bienes al sufragio de las ánimas del Purgatorio: son patronos perpetuos el Deán y Cabildo de esta Santa Iglesia” En 1617, su impresor publica la Segunda Parte de los “Comentarios Reales”. Muy tarde para el Inca Garcilaso de la Vega, a tiempo para los hombres que aprecian la cultura universal. El 25 de noviembre del año 1978, los restos de Garcilaso Inca llegaron al Cusco, después de un exilio cuatricentenario, de un descanso obligado en una fría capilla secundaria de la morisca Catedral de Córdova. Viene a encontrarse con su familia, los Incas, en el ombligo del mundo, la ciudad de piedra, de cielo azul intenso, de perpetuo aroma a eternidad, está nuevamente en su casa. Doblé lentamente las hojas de esta crónica, después de leerlas, las guardé en un sobre y me detuve en silencio ante su tumba, no hay nadie cerca de mí, de pronto llegaron vertiginosos los siglos de la eternidad, me envuelven, siento un profundo estremecimiento interno, es la fuerza de las cosas importantes.
Algunos “Reales Comentarios” Sobre la Comida de los Incas- Es de saber generalmente que los indios de aquella costa, en casi quinientas leguas desde Trujillo a Tarapacá que es lo último del Perú, de norte a sur, adoraban en común a la mar, sin los ídolos que en particular cada provincia tenía, adorábanla por el beneficio que con su pescado les hacía para comer y para estercolar sus tierras, así la llamaban Mamacocha que quiere decir madre mar, como que hacía oficio de madre en darles de comer. Adoraban también comúnmente a la ballena por su grandeza y monstruosidad y en particular unas provincias adoraban a unos peces y otras a otros, según que les eran más provechosos. Esta era en suma la idolatría de los yungas en aquella costa antes del Imperio de los Incas. - Los Incas, tenían una intensa vida religiosa, que prolongaba la vida en forma indefinida, esta condición se notaba especialmente en las clases más elevadas, donde el difunto conservaba por siempre, en teoría, la mayoría de sus bienes personales, títulos, tierras, joyas, vestidos, servidumbre, etc. Las momias embalsamadas de algún modo participaban en las ceremonias y fiestas, se les daba de “comer” y “beber” y eran el centro de veneración y culto. En las huacas, es decir templos, lugares o cosas sagradas, se dejaban ofrendas de alimentos, para convidar y agasajar a los dioses y poderosos seres del mundo mágico. - Durante todas las fases del imperio, se realizó un intenso flujo migratorio, de muchos personajes de diferentes naciones, en calidad de funcionarios, familiares residentes, trabajadores, soldados o peregrinos, cada una de las etnias habitaba un determinado barrio de las ciudades y conservaban sus costumbres, las que eran respetadas oficialmente. Se les podía distinguir fácilmente por sus vestidos, sombreros, adornos y peinado peculiares. Lo más importante para el desarrollo de la gastronomía, es que debido a las migraciones masivas se produce el primer proceso de aculturación, porque se logra un completo intercambio de insumos, técnicas y potajes, dando la posibilidad de que se crearan nuevas expresiones culinarias resultado de la fusión. - La migración más ordenada e importante la constituían Los Mitimaes, grupos de pobladores de una misma etnia que eran trasladados a una determinada región con un propósito específico, que podía ser de carácter militar, laboral, religioso o político, conducidos por la razón o la fuerza, pero siempre podían mantener sus usos y costumbres y se les distinguía por una típica vestimenta o especie de cintas de colores que obligatoriamente tenían que llevar en un determinado lugar de su vestimenta. - Los antiguos peruanos tenían establecidas dos comidas principales en el día, la primera se servía entre las siete y las nueve de la mañana y la segunda entre las cuatro y las seis de la tarde. Antes de iniciar la faena agrícola y luego al regreso del campo. Recordemos que tratamos de explicar la rutina alimenticia de una comunidad eminentemente rural y ligada casi exclusivamente a las actividades del campo. - En los días festivos se organizaban almuerzos comunales que comenzaban después del medio día y duraban hasta que terminaba la tarde. Generalmente, esos días se organizaban asambleas desde muy temprano para discutir asuntos comunales, militares, sociales, religiosos o de mercado. Al término de las cuales se cerraban las actividades programadas con grandes almuerzos. - Los peruanos del Imperio Incaico consumían pescado cocido directamente al fuego que llamaban “Kanka”. Asado envuelto en hojas aromáticas, colocándolo sobre brasas, piedras o arena caliente. También hervido con agua y hierbas aromáticas llamado “Challwachupe” o “Chillona” y en ajíaco con papas llamado “Lokro” y Crudo. - Es pertinente resaltar lo de “pescado crudo”, como lo confirman después otros cronistas como Francisco de Jerez, Pedro Cieza de León, Agustín de Zárate y Bernabé Cobo, que cuentan que preparaban el pescado trozado y marinado en una chicha de alto contenido alcohólico. Salomón Melchor escribe sobre un plato preparado con pescado crudo y macerado en jugo de tumbo. Estos serían los ancestros de nuestro famoso Cebiche o Seviche. Aunque no existen recetas, es de suponer que contenían también ajíes, porque según el Inca Garcilaso de la Vega “El ají lo usaban con todo”. - El Inca Garcilaso de la Vega se sentía orgulloso del aporte peruano a la culinaria mundial, la lista de insumos es larga e importante: Papas, Camotes, Yucas, Maíz, Tomates, Quinua, Palta, Frejoles, Calabazas, Ají, Maní, Pallares, Vainilla, Chirimoya, Lúcuma, Papaya, Piña, Huacatay, Muña, Cacao, Coca y otros cientos de alimentos trascendentes. |
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