Uno
de los libros más valiosos de mi biblioteca en un original de El Murciélago,
cuando me lo ofreció por teléfono Jacinto Chupiquiondo, el librero y
anticuario, le dije a son de broma, no sabia que Batman ya existiera
hace doscientos años, no mi querido ingeniero replica Jacinto, se trata
nada menos que de Don Manuel
Atanasio Fuentes y en cinco minutos me hizo un vertiginoso relato de
su vida y obra, “nació en
Lima en el año 1824, estudió en el convictorio Carolino.
Inquieto y exitoso abogado, llegó a ejercer la fiscalía de la
Corte Suprema, fue un destacado catedrático en San Marcos, también fue
Decano del Colegio de Abogados; como político militó las filas
conservadoras, Manuel Atanasio
Fuentes es un periodista y escritor fecundo, de pluma ágil y satírica.
Las publicaciones de la época lo acogieron complacidos, “El Busca
Pique”, “El Heraldo”, “El Mercurio” y “La Broma”,
popularizando su seudónimo de “El
Murciélago”, publica en 1867, “Lima” apuntes históricos,
descriptivos, estadísticos y de costumbres gastronómicas”. Fallece
en Barranco en 1889. Este libro es único, y se le ofrezco bien
baratito”. Una
semana después, por supuesto que sentí una gran emoción cuando tuve
el libro entre mis manos, no lo abrí hasta estar cómodamente sentado
frente a la chimenea, me puse las gafas de leer y abrí
la pagina indicada.....
“Ocupa el primer
rango en la lista de los guisos nacionales el Puchero,
al que, según antiguas tradiciones, han debido los frailes de Lima
la redondez y lustre de sus respetables cohotes. El puchero limeño es
en verdad un plato que por la variedad y suculencia de sus principios
constituyentes, constituye por sí mismo una comida entera.” “Para
cocinar un puchero, según las reglas de buena gastronomía, se echa en
una cacerola una cantidad de carne de vaca gorda, tocino, cecina, coles,
camotes, papada de puerco, salchicha, patitas de puerco, yucas, plátanos,
membrillo, relleno, garbanzos, arroz, y por condimento se agrega achote
molido y sal; todo esto con su correspondiente agua, se hace cocer a
fuego lento por cuatro o seis horas para que se conserve, después de lo
cual se presenta ese monstruo alimenticio en la mesa.
Es fácil suponer que el que ha comido un plato regular de buen
puchero no corre riesgo de morir de debilidad durante doce horas.” El
Chupe, compónese de papas
cocidas en agua o en leche, a las cuales se agregan camarones, pescado
frito, huevos, queso, manteca y sal; el chupe necesita cierto no sé qué,
que sólo sabe darle el cocinero de Lima. La
Carapulca, el Locro,
la Quinua Atamalada, etc.,
son platos que forman el alimento diario de las personas no muy
acomodadas. Los
artículos de predilección para los almuerzos dominicales son: el Chicharrón,
que no es sino la carne de puerco frita en su propia grasa; el Tamal,
pasta de maíz molido a la cual se agrega maní, ají, carne de
puerco y manteca en abundancia y que se echa al fuego, envuelto en hojas
verdes de plátano. El pastelillo,
hecho de maza de yuca molida, y frita, a la cual se espolvorea azúcar
después de cocida. En
los grandes festines se componían de los platos más famosos de la época:
He aquí poco más o menos el detalle de una gran comida. Sopa
teóloga; - Puchero; - Pato en Queregue; Pavo Relleno; Gallinas Asadas;
Torrejitas; Carapulca; Almendrado; Pichones y ocho o diez platos más;
grande cantidad de variadas frutas y una inmensidad de postres entre los
cuales debían figurar la Leche
Asada y el Maná; el
postre final, aquel sin el cual no podía suponerse un convite, era la
clásica Empanada. Del
precio de la empanada se podía deducir la suntuosidad del banquete. Ese
postre trabajado en las pastelerías tenía regularmente una forma
cuadrilonga, y tan monstruosas eran algunas que apenas bastaban dos
hombres para colocarlas en la mesa. La empanada era recibida siempre con
aplausos y algazara. El
vino que más se consumía en la comida era el Frontiñán,
para los postres se servía el Champan,
y muchos convidados preferían el Pisco
o el Italia. Las
comidas eminentemente nacionales son los
picantes
que con tanto placer saborea la plebe, sin que su consumo se limite al círculo
de esta. Los picantes
se hacen de carne, pescado, charqui, papas, etc.; pero el picante más
picante, el que más lágrimas arranca (después de los celos) es el seviche,
consiste
en pedazos menudos de pescado o en camarones que se echan en zumo de
naranjas agrias, con mucho ají y sal; se conservan así por algunas
horas hasta que el pescado se impregna de ají y casi se cuece por la
acción cáustica de este y del agrio de la naranja. Los picantes se venden en Lima por negras que recorren las calles llevando sus ollas en una gran canasta que cargan en la cabeza, y en unos fonduchos especiales que tienen el nombre de picanterías. Gracias Murciélago por tan deliciosa conferencia. (JAC). |