Historia de la primera leche artificial para niños en España

 Estudio de Carlos Azcoytia
Abril 2011
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Niños abandonados siempre los hubo, 'hijos del pecado', como decían y creo que siguen diciendo, los fanáticos religiosos donde sólo ven dicha maldad en la entrepierna y no en el robo político institucionalizado, la soberbia y la crueldad del ser humano y de los gobiernos; también lo eran, me refiero a los expósitos, hijos de la desesperación y de la injusticia en un mundo donde pocos, con sus grandes fortunas, tenían hijos como conejos mientras otros muchos morían de hambre y veían como se desgarraba la familia ante las injusticias sociales.

La sociedad occidental, que siempre se tuvo como ejemplo de cultura y de humanidad, almacenaba dichos pequeños en centros donde la mayoría morían de hambre o de enfermedades ante la hipocresía de todos que, salvo excepciones, se arrimaban al sol que más les calentaba y que favorecía esas diferencias sociales intentando calmar la crispación de los desheredados con promesas de eternidades en cielos o paraísos imposibles de creer, actuando totalmente al contrario de lo que le dictaba su base cultural y religiosa.

Puede parecer agresivo  el comienzo de este estudio, pero iremos conociendo, poco a poco, la razón de dichas opiniones, sobre todo porque la historia pasó de puntillas sobre esos inocentes desgraciados y silenció su existencia como si fueran algo vergonzoso que ocultar.

Investigando en el 'Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los párrocos', revista que se fundó gracias a las órdenes del 'odiado' político, sin razón,  Manuel Godoy y Álvarez de Faria, cuyo único delito fue el intentar modernizar el país, algo que no gustó al clero ni a los nobles y que desembocó en el motín de Esquilache, encontré en su número 14, de fecha 6 de abril de 1797, un informe de un anónimo eclesiástico, por deseo propio, que trabajaba en el establecimiento de niños expósitos de Barcelona y donde expone la experiencia había adquirido en Francia.

En una nota de la redacción del semanario dice: "Aunque por modestia no lo dice este digno Eclesiástico, sabemos que habiendo pasado a Francia no perdió el tiempo en vanidades, como suelen hacer los viajeros: examinó atentamente en París el método de criar a los niños con leche artificial, con el loable fin de establecerle en la casa de Expósitos de Barcelona, en la que perecían la mayor parte, acaso por falta de alimento adecuado; y efectivamente luego que volvió a aquella ciudad, hizo ver las ventajas del nuevo método; contribuyó con sus luces y limosnas a ponerle en ejecución; y supo excitar la caridad de muchos vecinos, que acudieron generosamente con donativos al auxilio de aquellos desgraciados inocentes: en poco tiempo tuvo la satisfacción de ver la casa de Expósitos en el mejor orden; los niños bien nutridos y cuidados, y que conservaban la vida muchos que antes hubieran perecido. Este es un verdadero servicio hecho a la nación; y sentimos no poder expresar el nombre del bienhechor por habérnoslo prohibido por modestia".

Si leemos esa nota de redacción es evidente entrever la dejadez con la que se trataban a los niños internados no sólo en Barcelona, sino en todo el país, y donde estaban a modo de almacén fuera de la vista de aquellos honrados y decentes ciudadanos que evidentemente, si pecaban, lo hacía con ciertas precauciones o habían tenido suerte en sus coitos extramatrimoniales.

Termina dicha nota de redacción con un dramático llamamiento, que no me resigno a citar: "Si en muchas casas de Expósitos del reino se adoptase la reforma que se hizo en Barcelona, se arrancarían de los brazos de la muerte muchos millares de víctimas del descuido con que en algunas partes son tratados estos inocentes", huelga ampliar el comentario.

Curiosamente este digno y honorable eclesiástico escribió al Semanario en contestación a una anotación que había aparecido anteriormente sobre el cuidado de los niños en general y donde, de pasada, decía que en Barcelona se alimentaba a los indefensos internados con leche de vaca o de cabra hasta el año 1790, momento en la que se empezó a utilizar la leche artificial.

La fórmula que ofrece dicho gran hombre se componía, según cuenta, de: "cuatro meitadella (1) de leche de cabra y una cucharada de flor de harina de la mejor, que se ponía a cocer al fuego, batiendo siempre la harina, hasta que por el olor se conocía que estaba suficientemente cocida; después se echaba azúcar clarificado y dos yemas de huevo, y bien removido todo se dejaba un rato al fresco.

Este experimento tuvo sus fallos, ya que explica: "Pero observando que, tal vez por no ser leche de vaca de que usan en otras partes tan gruesa como aquí la de cabra, atendiendo al clima; y que con la harina engordaban demasiado las criaturas, llegando algunas a tal punto de replecion que se ahogaban; y que al mismo tiempo las estreñia mucho el azúcar, se varió la composición con suceso feliz en esta forma".

La nueva y definitiva leche artificial que se dio por primera vez en España, con bastante éxito, se componía de lo siguiente: Se cocía la leche sola, después se le añadía miel destilada y se batían las yemas de los huevos como ya se ha explicado.

Esa composición se hacía una vez al día, pero si el tiempo era caluroso se hacía dos veces al día. Al tiempo de usarla se ponía sobre la boca de una olla de agua hirviendo, o al baño  María, para que se disolviera con el vaho dentro de un cacharro de hojalata con su mango para manejarla con facilidad.

Se suministraba en una ampolletas de estaño, que se procuraba tener muy limpias, con un trocito de esponja en la boquilla como un tapón (no existían las tetillas de goma) y por allí chupaban los niños "como si fuese del pecho de mujer".

Termina este gran hombre y héroe anónimo, que tanto le debe la humanidad, y que pasó al olvido (los golfos y sinvergüenzas se promocionan solos o tienen quienes lo hagan, llenando los libros de sus hazañas), contando: "De este modo se acostumbra a alimentarles cuatro veces en las veinticuatro horas del día, dándoles también a mamar con interpolación las didas o amas de criar, según el número que hay de éstas, y de niños; pero en caso de necesidad podrían pasar con el auxilio de dicha leche artificial".

Un pequeño, pero significativo, trocito de la historia de la gastronomía que incomprensiblemente pasa inadvertido por todos.

(1). Meitadella es posiblemente una acepción catalana que creo sea al equivalente a media azumbre o lo que es lo mismo a un litro.

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