El conocimiento del hombre sobre la miel se remonta a la Edad de Piedra, encontrando el máximo exponente en España en la cueva de la Araña en Bicorp en Valencia (España) donde se representa  a un hombre colgado de unas cuerdas con una cesta a la espalda introduciendo la mano en una colmena mientras las abejas revolotean en su derredor (ver dibujo).

Hacer una relación sobre todas las citas o la historia de este producto, que fue durante siglos el sustituto del azúcar, cuya historia puede ver en nuestro artículo titulado 'Una dulce historia, la del azúcar', sería larga y no entra en el cometido de este artículo, dejando la posibilidad de hacer un monográfico sobre este tema.

La finalidad de este estudio es hablar de los aspectos históricos desconocidos y centrados aproximadamente hace dos mil años, relacionados con la apicultura y el conocimiento que tenía el hombre sobre las abejas y la naturaleza, estando seguro que se sorprenderá de los conceptos que se tenían en aquella época.

Sobre las abejas he encontrados un texto de Dídimo de Alejandría, (autor de las Geórgicas Suda, en 15 libros. Vivió a finales del siglo IV o comienzos del V. Posiblemente fue también médico ya que se le cita en el siglo VI por los médicos Alejandro de Tralles y Aecio, los que le atribuyen la autoría de otra obra llamada Octátomo o Libro de los ocho tomos). que las describe en un decálogo de la siguiente forma:

"1.- La abeja es el más sabio e industrioso de todos los animales, muy cercano al hombre por su entendimiento; y lo elaborado por ella es en verdad divino y sumamente útil para los hombres.

2.- Incluso la organización política de este animal se asemeja a las ciudades regidas por las mejores leyes.

3.- Pues lleva a cabo sus salidas bajo la dirección de un jefe y siguiendo un orden; y acarreando de las flores y los árboles las savias más viscosas, embadurnan con ellas como con ungüento el suelo y las entradas, dedicándose unas a la miel y otras colaborando en cualquier otra tarea.

4.- El animal es también limpio hasta la exageración y no se acerca a ninguna sustancia maloliente ni sucia; no es glotón y no acude a la carne ni a a la sangre ni a materia grasa alguna, sino solamente a lo que tiene un jugo dulce.

5.- Tampoco estropea el trabajo de otros, rechazando no obstante con energía a los que se aplican a estropear el suyo.

6.- Consciente de su debilidad, construye los accesos a su casa angostos y con un trazado tortuoso. Así pues, a los que entran para hacer daño los rodean entre varias y los matan con facilidad.

7.- A este animal le fascina también la bella música, por lo cual los músicos, tocando el címbalo o batiendo rítmicamente las palmas, las congregan aunque estén dispersas.

8.- Este animal es el único que busca un jefe que cuide de la comunidad, razón por la que siempre honra a su rey, lo obedece con celo en lo que ordene, lo sostiene cuando está enfermo y cuando no puede volar carga con él y lo defiende.

9.- Aborrece sobremanera a los perezosos, por eso matan entre todas a las que prefieren el ocio y gastan el producto de su trabajo.

10.- Pero su habilidad y proximidad a la inteligencia racional se ve sobre todo en que hace sus celdas hexagonales.

También este autor da consejos de apicultura interesantes de saber y relacionados con el cuidado de la colmena, así que para que las abejas no huyan nos dice:

1.- Las abejas no huirán si untas con excremento de vaca primípara los orificios de los alvéolos.

2.- Un vez construido e instalado en la colmena el enjambre, coge con cuidado el rey y quiébrale el extremo de las alas, pues si él permanece dentro no se alejarán.

3.- No huirán las abejas si trituras conjuntamente hojas de olivo silvestres y cultivado y untas con ello cada tarde las colmenas, o bien untando con melikraton las paredes y celdillas.

4.- A las que nacen primero hay que ponerles de comer en cubetas vinomiel con hojas de ajedrea muy floridas para que no se ahoguen.

5.- Otros trituran pasas, agregan una pequeña cantidad de ajedrea y les ponen las galletas, con las que alimentan perfectamente los enjambres cuando a causa del invierno o del calor ardiente del verano no salen y pasan hambre.

6.- Cuando hayan transcurrido diez días de la primavera las harás salir a sus lugares de pasto con humo de boñigas secas y barrerás y limpiarás los cajones.

7.- Pues el mal olor del estiércol les da miedo y previene las telarañas.

8.-Si en los cajones hay muchos pegotes de cera hay que coger la de peor calidad, para que no enfermen por la angostura.

9.- De un solo cajón no se debe sacar más de dos enjambres, porque estarán desnutridas y débiles.

También este autor, Dídimo, aconseja la cosecha de la miel de la siguiente forma:

1.- El mejor momento para cosechar la miel y la cera es a la salida de las Pléyades; pero entre los romanos, a principios de mes de mayo. La segunda cosecha al comenzar el otoño, y la tercera al ocultarse las Pléyades, sobre el mes de octubre.

2.- Pero no en días prefijados, sino cuando terminen de hacerse los panales, pues si se recoge antes de que tejan los panales, se molestan y dejan de trabajar.

3.- También actúan igual si les quitas insaciablemente todo su fruto y vacías las celdillas,

4.- Pues en primavera y verano debes dejarles la décima parte, mientras que en invierno debes tomar uno y dejarles dos tercios, ya que así no se desanimarán y tendrán alimento.

5.- Pero antes hay que hacerles salir con humo de boñiga.

6.- O embadurnar al que la recoge con jugo de malvavisco masculino (que llaman malva arbórea) por las picaduras; pero sirve también untar miel y flor de lentisco.

Sobre el tema de las picaduras, lógica preocupación, otros autores dan soluciones, como es el caso de Pájamo, autor egipcio del siglo I a.C. que escribió un tratado de cocina por orden alfabético y dos libros de agricultura y que es citado por el gaditano Columela, el cual aconseja tener las siguientes precauciones:

1.- Mezcla harina de fenogreco tostado y jugo de malvavisco con aceite, dale una consistencia de miel y úntate la cara y las partes desnudas del cuerpo abundantemente, y reteniéndolo en la boca espurréalo en la abejera tres o cuatro veces.

2.- También, prende fuego a una boñiga en una ollita, acércala a la ventana y deja que penetre el humo durante una media hora, saca al exterior la ollita para que el humo salga fuera y recoge así la miel.

3.- Del mismo modo disponte a eliminar también así los nidos de avispas, mezclando además harina de lentejas”.

Este autor, Pájamo, da otro consejo, esta vez más parco y consistente en untarse con jugo de malvavisco.

Diófanes de Bitinia, que es citado por Varrón, Columela y Plinio el cual resumió en el año 64 a.C. a seis libros las obras de Casio Dionisio, habla sobre los poderes y propiedades curativas de la miel, así como las mejores mieles con las siguientes palabras:

1.- La mejor miel es la ática, y de la ática, la de Himeto; es buena también la que se produce en las islas. De la siciliana, la hiblea, de la cretense la acramanmoria, de la chipriota la quitria y la de Cos la calimnia.

2.- Tiene que tener un aspecto transparente y amarillento, suave al tacto, ha de permanecer muy homogénea cuando se tira de ella y al levantarla en alto caer con fluidez, ir adelgazándose y separar, se lentamente para volver a quedarse espesa y además tiene que oler bien.

3.- Toda miel solidifica si pasa mucho tiempo, pero la miel ática se conserva líquida, aunque su color se oscurece.

4.- Cuece la miel de peor calidad ya que así mejorará, pero la buena cómela cruda, pues no sólo resulta agradable para los que la consumen sino que además los hace longevos.

5.- En efecto, los que en su vejez se alimentan sólo de pan con miel viven muchísimo y se le conservan sanos todos los sentidos.

6.- Demócrito, siendo interrogado sobre cómo podrían vivir los hombres prolongadamente y sin enfermedades, respondió que untándole el cuerpo por fuera con aceite y por dentro con miel.

7.- Si la miel nos está adulterada, al sumergir (una mecha) la encenderás; pues no teniendo adulteración prenderá limpiamente.

Entre todos las investigaciones sobre las abejas y la miel que he efectuado para este trabajo el más sorprendente de todos es el narrado por Florentino, primera mitad del siglo III d.C. posible autor del Tratado Agronómico de los Quintilios, que mezcla la práctica de la apicultura con la superstición y la magia cuando habla sobre la forma de obtener abejas del cadáver de un buey y que denomina bougoné.

En su tratado sobre la apicultura cuenta lo siguiente:

En el lugar en el que van a estar las abejas ha de estar orientado hacia la salida del sol en invierno o primavera, para que en invierno tengan calor y en verano el aire sople en dirección a ellas y las refresque”.

Con relación al agua para dar de beber a las abejas debe de cumplir estos requisitos:

Un agua excelente para las colmenas es la que corre por guijarros irregulares, caudalosa y limpia, pues es generadora de miel saludable y pura”,  para después seguir diciendo: “Es preciso disponer piedras a modo de escollos y palos que sobresalgan un tanto del agua para que se posen y beban descansadamente. Pero si no hay agua que mane de la tierra, habrá que echar agua de pozo en lagares limpios o en pilones; han de estar éstos cerca de las abejas, para que no se cansen al acarrear el agua”.

Con relación a la alimentación de las abejas recomienda: “Gustan sobremanera de alimentarse de tomillo y si lo comen sin tasa producen muchísima miel y forman enjambres. La salvia, la ajedrea y la mielga real son alimentos muy agradables para las abejas, y los nuevos enjambres se asientan preferentemente cerca de la mielga real, libando de ella sin esfuerzo.

En lo referente a las colmenas o lugares donde deben de estar estas es interesante lo que cuenta: “Los cerramientos (es decir, los receptáculos) perfectos para albergarlas son los de tablones de haya o de higuera; igualmente también los de pino piñonero o roble de escamas grandes; han de tener un codo de ancho (equivalente a 523 milímetros) y dos de largo. Han de ser calafateados por fuera con un amasijo de jabón y boñiga, pues así se pudren menos; se les debe practicar orificios a los lados para que los vientos, penetrando suavemente, sequen y ventilen las telarañas y las zonas enmohecidas”.

En lo referente a  las costumbres de estos animales y sus gustos dice: “El animal gusta especialmente de la soledad y se molesta con la vista de la gente, por eso el colmenero debe construir alrededor una cerca de piedras sueltas para que cuando revoloteen entre los jugos puedan ellas escapar de los pájaros que las acechan y del rocío. Aman los lugares de pasto habituales y no van voluntariamente a otros extraños. Pero si forzosamente hubiera que trasladarlas, porque alguien las compre o por alguna otra causa, han de ser sacadas antes del amanecer, de noche y con delicadeza, envolviendo los receptáculos con pieles, pues si lo haces con sigilo no agitarás los panales ni perturbarás a los animales”.

De las enfermedades y remedios de las abejas cuenta: “Si comen lechetrezna y prueban su látex enferman de diarrea, por eso se debe hacer desaparecer y arrancar la que brote en las cercanías y curarlas a ellas triturando la corteza, o sea la cáscara, del fruto del  granado y tamizándola por una criba fina (aquí existe una laguna en el texto original) amasándola con miel y vino seco. Si sufren pediculosis las curarás quemando y sahumando ramas de fresno y de cabrahigo; y si enferman de ambliopía, las curarás con un sahumerio de hojas de orégano”.

Sobre la abeja reina a cual denomina rey y sobre su selección y cuidado dice: “Los reyes se encuentran en la parte más alta de los paneles; pero hay que dejar a uno solo en cada colmena y suprimir los demás, pues las abejas se alían y toman partido por cada uno de ellos y abandonan sus tareas. De los reyes, los mejores son los de color amarillo y de tamaño medio cuerpo más grandes que una abeja; en segundo lugar los multicolores, algo negruzcos, de tamaño doble”.

El cuidado del entorno y la defensa de los panales los describe así: “Es preciso eliminar de la zona la lechetrezna, el eléboro, la tapsia, el ajenjo y la higuera silvestre, así como todo lo que perjudique a la abeja, pues ciertamente fabrican mala miel si liban de estas plantas. Eliminarás también, así, los animales que atenten contra ellas, son éstos las avispas, paros, abejarrucos, golondrinas, cocodrilos, lagartos y todos los animales que dañan a la abeja, espantándolos y matándolos”.

Más adelante hace observaciones que por lo menos se pueden denominar de curiosas: “Aunque soportan mal a todas las personas que se les aproximan, lanzándose sobre ellas, son aún más irascibles contra las que huelen a vino o perfume; también atacan a las mujeres, sobre todo a las que han tenido contacto sexual”. Curiosa observación que debería estudiarse, si es veraz, porque es posible que las hormonas que se exudan tras el acto sexual entre los humanos pueden servir como olor que fomente la agresividad de estos animales.

Ahora viene lo más sorprendente y que tras leer toda la sapiencia en la cría y cuidado de estos animales deja al lector moderno perplejo. Florentino explica la forma de obtener abejas de un buey, quizá por la ignorancia de los hombres que, observadores de la naturaleza, veían como un gusano se transformaba en mariposa y pensaban que las metamorfosis se podían producir también entre otros animales. No deje de leer este curioso documento que puede dar idea de la superchería de los hombres de hace dos mil años y su desconocimiento de la biología.

Iobas, el rey de los libios, afirma que hizo apresar las abejas en un arcón de madera; y Demócrito y Varrón, en lengua romana, dicen que hay que hacerlo en una habitación alta, de diez codos por todas sus aristas; hay que construirle un único acceso y cuatro ventanas, una en cada pared. Lleva a ella un buey de treinta meses, carnoso y muy gordo, y pon a su alrededor varios muchachos que lo maten golpeándolo con garrotes, haciendo papilla sus huesos y su carne. Que tengan cuidado de que del buey no mane sangre alguna, ya que de la sangre no puede nacer la abeja, sino que asesten los primeros golpes sin violencia. Todos los orificios del buey han de ser obstruidos con pañuelos limpios y finos impregnados en pez, como ojos, nariz, boca y los que han sido creados por la naturaleza para la necesaria evacuación. A continuación, y después de esparcir por el suelo abundante tomillo y poner sobre él al buey de espaldas, que salgan enseguida de la habitación y calafateen la puerta y las ventanas con un barro aislante para que no haya ventilación ninguna ni entrada de aire ni viento. A la tercera semana ábrase por todas partes y déjese entrar luz y aire limpio, salvo por donde eventualmente sople un aire fuerte, pues si fuera así habría que dejar cerrada la entrada de ese lado. Cuando parezca que la sustancia ha recibido aire suficiente y se ha refresca, hay de nuevo que cerrar con barro como el primer calafateo. Once días después abrirás y lo hallarás cubierto de abejas agolpadas unas sobre otras a modo de racimo, quedando del buey los cuernos, los huesos y los pelos, pero nada más. Dicen que los reyes nacen del cerebro y las demás abejas de la carne; pero también nacen reyes de la médula espinal; sin embargo, los del cerebro superan a los otros en tamaño, belleza y fuerza. Observarás a partir de aquí la primera transformación y metamorfosis de la carne en animales, y como una gestación y nacimiento. Pues una vez abierta la habitación, las verás multiplicarse sobre el becerro, pequeñas y blancas de aspecto, semejantes entre sí, sin desarrollar del todo, y aún no completamente animales; inmóviles todas y creciendo poco a poco. Puedes ver también ya articulado el nacimiento de las alas y que han adquirido su coloración propia y se han colocado alrededor del rey, desplegándose, aunque corto trecho, y con las alas temblorosas por la falta de experiencia en el vuelo y al atonía de sus miembros. Se mantienen junto a las ventanas zumbando, empujándose y rechazándose violentamente unas a otras por el deseo de luz. Es mejor abrir y sellar las ventanas tal como queda dicho un día sí y otro no. Pues se teme que al metamorfosearse ya la naturaleza de las abejas y al no renovarse oportunamente el aire debido al excesivo aislamiento, mueran como por asfixia. La abeja debe de estar próxima a la habitación, y cuando se dispersen, sahuma en sus ventanas abiertas tomillo y torvisco. Pues con el olor las atraerás hacia la abejera, una vez curadas con el olor de las flores; y con el sahumerio las impelerás no contra su gusto; pues las abejas gozan con el perfume y las flores, como es natural que sea en unas artesanas de la miel”.

Después de estas sorprendentes creencias, y para terminar esta artículo, volvemos a la realidad de la observación de los hombres de hace dos milenios con los consejos de Demócrito para matar los zánganos de los panales, (citado en el libro Geopónica o extractos de agricultura de Casiano Baso, y que posiblemente se trate de Bolo Demócrito de Mendes que vivió en el siglo III a.C. del cual dice Columela que escribió una obra llamada Georgikón y otra Peri antipathón, siendo la primera un tratado sobre agronomía), el cual hace las siguientes recomendaciones: "Si quieres matar los zánganos, rocía al empezar la tarde las tapaderas de los receptáculos por dentro con agua, al amanecer destápalas y encontrarás los zánganos posados en las gotas de las tapaderas. Pues como se hallan hartos de miel siempre tienen sed, y al estar ávidos de agua nos e apartan de la humedad de las tapaderas. Por tanto es posible matarlos todos y que ninguno de ellos escape. Son grandes, carecen de aguijón y son perezosos. Dice Aristóteles que la miel que se tiene del boj tiene un olor denso, y que los que comen de ella estando sanos se trastornan, mientras que los epilépticos se restablecen enseguida".

Esta artículo sólo pretende a ser una primera aproximación a un estudio que aborde en profundidad la historia de la miel y la relación del hombre con la naturaleza, siendo unas veces, estos hombres, veraces en sus apreciaciones y otras desconocedores absolutos de un medio que les daba todo lo relacionado con su alimentación.

Biografía base consultada: Geopónica o Extractos de Agricultura de Casiano Baso, traducción al castellano de nuestra colaboradora y amiga María José Meana.

 
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