Pequeña historia del Vol-au-vent

Carlos Azcoytia
Febrero 2007

Poniendo un pequeño granito de arena al magnífico artículo de mi compañero Jaime Ariansen dedicado a la vida de Antonin Carême, me permito escribir sobre el origen del hojaldre relleno que fue bautizado con el nombre de vol-au-vent.

Sin llegar a profundizar en la vida de este insigne cocinero del Primer Imperio francés y de la Restauración, y sólo con la intención de hacer su semblanza, me permito contar de forma extractada la historia de Carême, más con la idea de rellenar este artículo y servir de divertimento que con la intención de hacerle la competencia biográfica a mi amigo Jaime Ariansen y también con la ilusión de que el lector lea la vida de este personaje en nuestra revista haciendo un salto si aprieta aquí.

Carême, de extracción plebeya, fue un hombre que ostentó siempre con orgullo su profesión de cocinero, dejando a su muerte una infinidad de recetas e innumerables anécdotas, aparte de una vida profesional llena e intensa.

Inició su vida profesional en las cocinas del príncipe Condé, luego estuvo en el restaurante 'Bailly', más tarde ofició, por once años, de cocinero con Talleyrand, uno de los más alquitarados gastrónomos que ha dado la humanidad, quien le hizo pieza fundamental de sus intrigas en el Congreso de Viena (historia que podrá leer si compra mi libro Historia de la Gastronomía Occidental). Más tarde fue cocinero del Zar de Rusia en San Petersburgo, el emperador de Austria Viena, del príncipe regente de Londres. Y terminó sus días de chef en París en casa del barón de Rothschild, falleciendo en 1832.

Una de sus anécdotas que siempre me gustó leer es la concerniente a la visita del zar de Rusia a las grandes cocinas del palacio de Talleyrand, sólo un personaje continuó con su gorro blanco encasquetado. "¿Quien es este insolente?", preguntó el zar. "La Cocina, Majestad", respondió Talleyrand solemne. Al cabo de unos meses Carême partía hacia San Petersburgo, como buena muestra de que el zar se había rendido a la fascinación de Talleyrand y a la autoridad de Câreme.

Y como la historia que tengo que contar es tan corta que casi ni merece ser un artículo, me dispongo a narrarla a continuación.

Nuestro maestro cocinero objeto de este artículo un día imaginó el hojaldre relleno y se puso manos a la obra. La ligereza de la pasta hizo que tomara en el horno las proporciones de una pequeña torre, al verlo el panadero gritó alarmado: "Antonin, elle vole au vent", este grito de sorpresa le hizo tanta gracia a Câreme, de 'volar o ser llevada por el viento' que le aplicó este nombre al nuevo plato. Con el tiempo la 'e' de la forma verbal se suprimió quedando tal y como hoy lo conocemos.

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