Como pasa el tiempo, ¡volando!, ¡vertiginoso!, ¡raudo!... Recuerdo claramente ese sábado a las 9 de la mañana, cuando comenzó esta historia, me encontraba parado en la entrada del colegio Santa Rosa, con un impecable uniforme de pantalón de paño gris, saco azul marino, camisa blanca y corbata roja, peinado engominado a la moda, esperando que me recojan. Mi abuela Mercedes me había avisado por teléfono que enviaría al chofer, teníamos que ir a recibir en el aeropuerto de Lima a mis padres que regresaban de un largo viaje por Europa. Apareció bordeando el Parque Central, el impecable Packard verde militar, enorme, brillante, parecía un buque mas que un automóvil. Un acartonado Alfredo ensayo un breve saludo y recogió mi pequeña maleta. El viaje de 40 minutos desde Chosica fue veloz y silencioso, me preguntaba si mis padres habrían comprado el tren Marklíng mencionado como posible presente, no alentaba muchas ilusiones, por que comprendía lo fastidioso de ir trotando por el viejo continente con una enorme caja bajo el brazo. También tuve la oportunidad de meditar sobre un hecho que me estaba fastidiando: estudiar interno era como estar prisionero, claro en una cárcel cinco estrellas, pero igual preso. Hice un recuento de los muchos momentos agradables en el colegio, especialmente los eventos deportivos, el coro con las alumnas del Beata Imelda, los paseos por los cerros cercanos y las tareas de experimentación en el laboratorio con el excéntrico profesor Huasoti. El rigor religioso de los sacerdotes españoles era notable, teníamos programada una misa diaria a las 7 de la mañana con comunión obligatoria, el rosario a las 6 de la tarde, adicionalmente la confesión y bendición los viernes, matizábamos el día con algunos rezos cortos durante las comidas y en las noches en las puertas de nuestras camarillas individuales. Ninguno de mis amigos del barrio de San Isidro estudiaba interno, creo que había llegado el momento de ser enérgico y reclamar, insistir, argumentar... que los últimos tres años de la secundaria los debería estudiar en Lima. Tendría que diseñar una estrategia en los próximos meses para lograr la anuencia de mis queridos parientes. Tenia otro asunto por resolver, mis padres y sobre todo mis piadosos abuelos estaban encantados con la posibilidad de que el “joven maravilla” sea sacerdote. Alentaba esa absurda idea el director Santillán, que decía que yo tenia mucha vocación, es decir pasta religiosa... “por lo bueno y acomedido que era”... mi madre y abuela recibían esos comentarios como piropos, mis hermanas con escepticismo, solo la joven y hermosa tía Inés ponía en duda mi vocación, se había dado cuenta que cada vez que me engreía con un apretado abrazo yo le respondía muy entusiasmado y lo disfrutaba mas de lo que decía el reglamento. Tendría que eliminar esa nueva opción sobre mi futuro profesional, ya que en vez de curar cuerpos como estaba establecido, creían ahora que mejor sería remendar almas. Al parecer nadie me tomaba en cuenta cuando mencionaba mi vocación por la arqueología, claro, al mejor estilo de Indiana Jones, hay que recordar que en esos tiempos en mi conservadora familia importaba poco la opinión de un chico de trece años. Cuando estuvimos frente a nuestra cochera, me sorprendió ver un camión de mudanza en la casa estilo Tudor de la esquina, había estado desocupada desde que tenia memoria y solo de vez en cuando se aparecía un jardinero cojo para arreglar superficialmente el jardín. <Sabes quienes son nuestros nuevos vecinos>, pregunte al paso, <se trata de una familia española, parece que el señor es un funcionario del Banco de Santander>, respondió lacónicamente Alfredo, <creo que tienen dos hijos, un chico como tu y una señorita ya mayor>. El resto del día fue de emotivo trajín, viaje al aeropuerto, llantos de bienvenida de las mujeres, abrir los regalos, la cena con la familia en pleno, larga y bulliciosa sobremesa, una detallada descripción de Notre-Dame, la Gioconda, San Pedro, el Moisés, la Capilla Sixtina, el rapto de Proserpina, la fuente de las Cibeles, las Lanzas de Velázquez, el pensador de Rodin, la Acrópolis, después cada uno se fue a dormir con un revoltijo cultural en la cabeza, una estampa de la Virgen de Atocha y un rosario papal con piadosa fragancia. Al día siguiente, como de costumbre, se realizaría el partido de fútbol dominical entre los muchachos del barrio, la “romperíamos” en la cancha del olivar cercano, noté a un nuevo jugador, mas alto que la mayoría, desgarbado y un penacho de pelo sobre la frente. El gordo Alfonso, hizo las presentaciones: < este es Manolo, tu nuevo vecino, y dice que es un buen defensa >. Resulto ser un bruto de campeonato, repartía patadas a discreción, le pegaba a cualquier bulto que se movía y pasaba cerca. Después del evento curso una invitación para tomar un “entremés” en su casa, tuvimos que explicarle que debería ser después de la misa de 12, la del padre Antonio, “la ceremonia” que era obligatoria, ineludible, impostergable. El párroco Antonio era una institución en el barrio, tenia una “pinta” a decir de las mujeres de artista de cine, durante la homilía desplegaba los brazos y en trance, lo oía claramente exclamar < las amo a todas > - estoy absolutamente seguro - que tiempo después Julio Iglesias copiaría su estilo, incluyendo los destellos de luz en sus dientes. El entorno del padre Antonio tenia otras peculiaridades, por ejemplo la fila que se formaba delante de su confesionario, que era un fantástico desfile de linduras, olorosas, elegantes, glamorosas, Gucci ni Balenciaga jamás tuvieron una pasarela tan distinguida. Después de esa inmersión en santidad fashion, nos dirigimos a la casa de los Mazan, éramos tres los elegidos, Manolo nos recibió en el vestíbulo, grande y vació, al parecer todavía no habían tenido el tiempo necesario para las decoraciones de estilo. Nos instalamos en una sala contigua con muebles en tonos oscuros, que en cierta forma alentaban la leyenda urbana que decía que en aquella vieja casa penaban, es decir que se habían instalado desde hacia mucho tiempo toda una gavilla de fantasmas. Claro, todos nosotros estábamos dispuestos a tomar el pelo al chaval con Gasparin y compañía, pero no tuvimos tiempo por que ..... de repente sucedió un terremoto, un cataclismo, un tsunami, un vendaval. ..... Se encendieron las luces de la tramoya, sonaron las trompetas, cayeros flores del techo y se inundo el ambiente de un aroma de jazmín y rosas. Nos quedamos petrificados y con la boca abierta cuando escuchamos un delicioso... < hola chicos, soy Angelina, la hermana de Manolo >. La respuesta de silencio y admiración fue total, solo se escuchaban tres corazones latiendo a cien kilómetros por hora, haciendo un ruido ensordecedor y por una natural reacción química hormonal todos teníamos los cachetes encarnados y afiebrados. Angelina, era una chef profesional, se había graduado en la Escuela Hotelera de Madrid, y era un hermoso felino con los ojos más brillantes de la historia, tenia puesta una falda diminuta y su escotada blusa aprisionaba a unos duraznos aterciopelados y jugosos que pugnaban por escapar de su prisión gritando aquí estamos para conquistar el mundo. <Me encanta conocerlos>, dijo lentamente mientas nos abanicaba con sus pestañotas y estampaba un delicioso beso en forma de corazón en nuestras sonrosadas mejillas.< Les voy a preparar algo especial para celebrar la ocasión de conocer a mis nuevos hermanitos >, ¡Cómo que hermanitos!, acaso esta chica no se había dado cuenta que éramos unos galanazos de cine, en mi caso el mismísimo Antonio Banderas peruano, protestamos en susurros mientras nos conducía a la cocina. Ponerse un vistoso delantal a cuadritos y un coqueto pañuelo en la cabeza fue todo un espectáculo que disfrutamos y comenzó señalando con sus manos cada uno de los ingredientes del mise en place, < les voy a preparar un plato sevillano, un delicioso arroz con almejas >. < En esta olla de barro redondita, pongo un poco de aceite de oliva virgen, voy a hacer un sofrito con esta picara cebolla y la voy a refrescar con tomates, también picaditos. Para aumentar el sabor andaluz, ajos gitanos, y ahora un intimo secreto, una mezcla de pimientos rojos y verdes, pasión y esperanza en bastoncitos > y comenzó a mover el contenido de la cazuela cadenciosamente con una cuchara de palo mientras recitaba..... < España tiene dorados mantos de mieses, sabrosa leche y todas las cosas que de ella se hacen, esta cubierta de ganados, lozana de caballos, alegre por sus buenos vinos, holgada de pan, dulce de miel y perfumada de azafrán. Esto lo dijo hace muchos años un rey de Castilla, Alfonso el Sabio, en su Primera Crónica General.... me enseño a interpretar este verso, igual que muchas otras cosas, mi querido maestro, el famoso chef Sergio...> <Ahora el sabor y el poder del mar, incorporamos las almejas y para maquillarlas media cucharadita de pimentón dulce, luego dos vueltas, lentas, completas y listo...a bañar estas conchitas con un suculento caldo hasta cubrirlas con doble holgura y por ultimo la ceremonia...>, Angelina se dirigió hacia un blanco mortero y puso con devoción una pizca de azafrán, luego otra, un poco de caldo y comenzó a “majarlo”, con todo su cuerpo, con compás, con dulzura, con entrega... <Uno de los espectáculos más bellos que puede ofrecer España es el día del “manto”, a principios de noviembre, cuando ocurre la eclosión de la flor del azafrán y como por encanto los campos se tiñen de un hermoso azul>, ¡Por supuesto, como tus ojos mamacita! pensamos todos en voz alta. Se acercó al fogón, fue echando poco a poco el azafrán y luego con ambas manos tomaba puñados de arroz y los dejaba escurrir, grano a grano, en cámara lenta y en una especia de fascinación visual seguíamos la trayectoria de cada arroz mientras caía y luego volvíamos, nos deteníamos hipnotizados en Angelina, la disfrutábamos un instante y a seguir la caída del próximo arroz hasta terminar. Nunca me había complacido tanto con una comida, cada arroz sabia a gloria, la energía de las almejas se desbordaba a raudales hasta constituir un volcán en ebullición dentro de mi y en el centro brillaba la pequeña musa, nuestra princesa encantada, apretadita, crocantita, jugosita, lista para ser devorada en el próximo mordisco. La siguiente semana, no existió, se borro, desapareció, dedique todas mis fuerzas para sacudir el reloj, para que caminara, ¡no!.. que corriera, ... necesitaba que pasaran las horas lo más rápido posible para que llegara el domingo y volverla a ver...... tenia una nueva invitación de Angelina.... ahora... solo recuerdo estar engalanándome con mi mejor camisa y sazonándome con perfume de hombre. El sensual y furtivo abrazo a la tía Inés, esta vez fue ligero, fugaz, intrascendente, creo que ella lo notó y se extraño, pero, había que ir a misa de inmediato, <espero que el Padre Antonio las ame a todas rápidamente> pensé y <haga una síntesis para la lista de amenazas si nos portamos mal> también tenia la esperanza que el cura no sea clarividente y adivine mis pensamientos, me daría mil padrenuestros de penitencia, ¡no! a lo mejor serian un millón y pasaría el resto de mi vida arrodillado y dándome golpes en el pecho. Terminada la misa corrí como el viento rumbo a la casa de los Mazan, estaba seguro de llegar antes que los demás, necesitaba intimidad para ser expresivo y afectuoso, tenia el discurso de saludo muy bien aprendido, lo había ensayado hasta el cansancio... Pero,... ¿que había sucedido?... con sorpresa encontré ya muy bien instalados, empotrados en sus butacas, a Pedro y Alfonso.... ¿Cómo habían llegado tan rápido? ....este par de desvergonzados, ¿en patines?, ¿en jet?, ¡se habían teletransportado!... estaban con sus caras redondotas y en completa complacencia escuchándola canturrear en el iluminado y florido escenario, mientras Angelina ordenaba los ingredientes.... al parecer no notaron mi presencia, no les importaba, nada podía distraerlos del embrujo de esa melodía. Guitarras, Mandolinas, Violines.......
Toda la sal, Todo lo que
escribo
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