El Camino de Santiago y la
escudilla del caminante
Nota
aclaratoria: Este
artículo fue publicado el sábado
7 de
marzo de 1998
en el programa de radio CAMPAMENTO
LITORAL, emitido por Radio Universidad, ciclo en el que la escritora
colaboraba con un micro semanal
Para ver el curriculum de
Graciela Pacheco mire aquí
Para este
sábado tenía pensado contarles otra de las famosas fábulas del
Panchatantra que seguramente usted conoce en la versión de Samaniego,
pero me tropecé con un articulito de La Nación que despertó mi gula y mis
recuerdos.
Creo que
ya les he confesado que la buena cocina me pierde. No sólo comer, también
cocinar y trajinar con ingredientes ricos y raros es algo más que un
entretenimiento para mí. Y cuando viajo no sólo visito museos y
bibliotecas... curioseo lugares. También ando hurgando concienzudamente
las ferias y los mercados. Amigos y parientes que conocen mi manía suelen
traerme condimentos exóticos y regalarme libros raros de lejanas cocinas.
Tengo uno particularmente valioso que me regaló el Dr. Juan Cruz Cruz,
profesor de la Universidad de Navarra. El libro está editado por el Grupo
Cultural de las Cenas Medievales de Sangüesa, cenas de las que ya les
conté algo. El libro éste del Dr. Cruz Cruz es también parte de su
hobbie, ya que él es filósofo, pero la curiosidad, la filosofía y la
literatura se ve que van de la mano con las ollas. Juan Cruz Cruz
recogió, ordenó y apuntó El Libre del Coch o sea El Libro de Guisados, de
Ruperto de Nola, publicado en edición catalana de 1520. Y cuando
estuve visitándolos en su casa de Pamplona, él y su adorable esposa (con
alguno de sus nueve hijos) me hicieron recorrer, conocer y admirar
Navarra toda. Y viajando muy al norte, cayéndonos casi en Francia,
hicimos buena parte de la ruta compostelana, de ese largo camino por el
que la cristiandad se desplazó, y se desplaza desde la Europa toda hacia
Santiago de Compostela. Hacer ese recorrido con ellos era ver las cosas
con ojos bien aguzados. No les faltan historias, anécdotas y viejos
versos heroicos que la buena memoria de Juan Cruz Cruz desgrana mientras
maneja.
Bueno, y a todo esto,
¿cuándo esta buena señora une todo lo que empezó a contar?, se
preguntarán ustedes. El disparador fue el artículo que les mencioné. Lo
encontré en la sección Cocina, Vinos y Sabores, de La Nación y se titula
“La vieira del apóstol y el ostracismo griego” y entonces recordé lo
visto y oído.
La vieira
es un molusco comestible, es palabra gallega derivada del latín, es un
marisco muy común y buscado, de la zona marítima de Galicia. La concha
de este molusco, la venera, es la insignia de los peregrinos de Santiago.
Se la asocia con Venus, con Afrodita. Dice la mitología que la diosa
nació de la espuma del mar, cobijada en una concha de madreperla. No sé a
ciencia cierta si fue una ostra o una vieira la que hizo de matriz a la
diosa. Lo cierto es que el genial pintor Botticelli inmortalizó en el
Siglo XV la belleza de la rubia Simonetta en el Nacimiento de Venus
emergiendo de una vieira, cuadro admirable que retiene en Florencia la
Galería Ufizzi.
Si no me
equivoco, es una vieira la insignia de una conocida marca de combustibles
y es este molusco uno de los tres símbolos que se asocian al Patrono
Santiago, los otros dos son el bastón del pastor andante y la cruz de
Santiago. Esa concha fue plato y escudilla para recibir el alimento que
en los monasterios y paradores de la ruta a Santiago se le entregaba a
los peregrinos. Las valvas de los moluscos fueron cuchara y plato, y la
escudilla que también utilizó San Francisco de Asís fue una concha
marina que en muchos libros de cocina aparece como “coquilla” de San
Francisco.
Esta ruta
de peregrinación hasta la catedral de Compostela fue de una importancia
capital para la poesía española. Fue en buena parte la vía de penetración
de la poesía galaicoportuguesa.
La poesía
castellana recibió aires de una nueva lírica a través de la poesía de
gallegos y portugueses, que la cultivaron en su lengua desde fines del
Siglo XII, teniendo por modelos a los trovadores provenzales.
Y retomo
el artículo: “se sabe que los devotos que ya suman más de un milenio de
peregrinaciones, en los primeros tiempos alzaron (en esas cercanías a las
rías gallegas) la carcasa del alimento común, más fácil de cosechar y más
a mano: es decir las ostras y las vieiras. Desde entonces los mariscos de
las Finis Terrae fueron considerados los mejores del planeta.” “Dicen que
los mariscos fueron codiciados desde el paleolítico superior.” Más
adelante el autor hace una interesante reflexión en torno del término
“ostracismo”. En la antigua Grecia se podía emitir un voto público contra
los funcionarios o autoridades indeseables. Para ello los ciudadanos
debían escribir en una ostra el nombre del personaje repudiado para
enviarlo al ostracismo. Años después el nombre del condenado se escribía
en trozos de arcilla, pero ésta es otro historia.
Ya
entonces comenzaba la versión afrodisíaca de los mariscos, en ese puerto
(el del Pireo) donde las muchachas díscolas caminaban las polvorientas
calles en sandalias de suela repujada con la palabra
“sígueme”.
La que
podría seguir y seguir es esta historia de comidas, símbolos y relatos,
pero es hora de darle reposo a los viajeros de la palabra y de la buena
mesa.
Un abrazo
y hasta el sábado.
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