LOS SARAOS DE LOS VIRREYES EN EL NUEVO REINO DE GRANADA (COLOMBIA)

Cecilia Restrepo M. 

La época  colonial significó  la administración por parte de la Corona española de los territorios americanos conquistados, de esta manera la Metrópoli se ideó una serie de instituciones, con sus respectivos funcionarios, destinadas a regir y gobernar estas provincias, entre éstas se destacaban la Real Audiencia, los Cabildos, la Gobernación y una nueva unidad política denominada el Virreinato. 

El virreinato constituyó la máxima expresión territorial y político-administrativa que existió en la América española y estuvo destinado a garantizar el dominio y la autoridad de la monarquía peninsular sobre las tierras recientemente descubiertas.”[1]  

El virreinato  estuvo encabezado por la figura  del Virrey, representante personal del Monarca  en las colonias,  tenía como función, básicamente, administrarlas a nombre del Soberano. Esta dignidad se concedía por cuatro años o lo que dispusiera su Majestad, dado el caso de una buena administración, se le otorgaba otro virreinato en una colonia diferente. A este empleo se le conferían todos los poderes, el virrey podía gobernar, desempeñarse como Capitán General en el campo militar, ocupar la presidencia de la Real Audiencia y se le nombraba vicepatrono de la iglesia, de esta manera intervenía en todos los ámbitos sociales en especial sobre el control de los criollos quienes representaban un peligro para la monarquía en caso de sublevarse. 

El origen de esta personalidad generalmente era de la clase alta de nobles la cual garantizaba su fidelidad a la corona, su alto poder económico, su experiencia en gobernar y su incorruptibilidad aunque algunas veces esto no se aseguraba. Su presencia siempre fue respetada y sus actividades eran un motivo de grandes agasajos y festejos.  

Se instituyeron varios virreinatos debido a las grandes distancias de la metrópoli con sus súbditos, por esta razón existieron virreyes en América como el Virreinato de Nueva España (1535-1821) hoy México, el Virreinato del Perú (1544-1824), mucho más tarde el  Virreinato de Nueva Granada (1717-1723; 1739-1810) hoy Colombia, y el Virreinato del Río de la Plata (1776-1811) actual Argentina, así como, en otras posesiones incluso dentro de España.[2] 

Plan geográfico del Virreinato y de Santafé de Bogotá, formado por Francisco Moreno y Escandón y delineado por José Aparicio Morata, 1772. Archivo Nacional de Colombia, Bogotá[3] 

NUEVO REINO DE GRANADA 

El virreinato del Nuevo Reino de Granada se dividió en dos etapas, la primera desde 1717 hasta 1723 y luego de 1739 a 1810, siendo sus representantes los siguientes señores: 

Antonio de la Pedrosa y Guerrero  1717-1719 (Ejerció como virrey en funciones)
Jorge de Villalonga  1719-1723 (En 1723 el virreinato fue disuelto. Sus territorios pasaron a depender de la presidencia del Nuevo Reino hasta su restauración en 1739)
Sebastián de Eslava  1739-1749 
José Alonso Pizarro  1749-1753 
José Solís y Folch de Cardona  1753-1761 
Pedro Messía de la Cerda  1761-1772 
Manuel de Guirior  1772-1776 
Manuel Antonio Flórez y Angulo  1776-1782 
Juan de Torrezar Díaz Pimienta  1782 
Antonio Caballero y Góngora  1782-1789 
Francisco Gil de Taboada y Lemos  1789 
José de Ezpeleta  1789-1797 
Pedro Mendinueta  1797-1803 
Antonio Amar y Borbón  1803-1810   

Durante la época colonial se pusieron de moda los refrescos: consistían en una reunión que se organizaba en las casas de familia, en fechas particulares, con el motivo de brindar a los invitados  un delicioso chocolate con colaciones para luego terminar en baile. 

El sarao igualmente se realizaba en las casas, pero los invitados eran del ramo oficial; se efectuaba en ocasiones especiales como la llegada de los virreyes a Santafé de Bogotá; se trataba de un gran acto en el que se realizaban diferentes actividades y duraba hasta tres días, según la importancia del personaje. Generalmente, se empezaba con un desfile por la calle larga de las Nieves, que era la entrada a la ciudad y por donde llegaba el virrey en su coche. La calle se decoraba con gran esmero, las ventanas se adornaban con arcos y se enarbolaba la bandera de España. El punto de encuentro del carruaje con el pueblo se conocía como la Plazuela de San Diego; allí, previamente, había preparada una tienda de campaña, muy bien amueblada, en donde se acostumbraba hacer el juramento ante el alcalde, en compañía de la familia del virrey, el alférez real y otras autoridades. Una vez terminada la ceremonia, el virrey salía montado en un corcel ricamente ataviado. Después venían las viandas y todo el pueblo disfrutaba del gran banquete. Estas celebraciones se preparaban bajo el estricto protocolo español. 

La llegada de  estos ilustres señores a la ciudad era causa de las ya mencionadas celebraciones y saraos, eventos en los cuales, dependiendo de la época y el lugar,  se gastaban grandes sumas de dinero en comida y otras diversiones, sobre esto existía la ley que lo justificaba:

“Ley 19 titulo tres del libro tercero en que permite su magestad y da facultad para que en los recibimientos de los señores virreyes se gasten en el Perú, hasta la cantidad de 12.000 pesos y en la Nueva España (México) hasta 8.000 pesos…” 

A raíz de este documento el Cabildo de Santafe solicitó al rey “librar los ocho mil pesos que se permiten en la ciudad de México” para el recibimiento del excelentísimo señor virrey José Solís y Folch de Cardona, en la capital del reino. Sin embargo la respuesta a esta petición se da en 1753 diciendo: “NO HA LUGAR a lo que se pide por parte del cabildo de esta ciudad…”[4] Sobra decir que el agasajo al Virrey Solís no fue tan fastuoso como se esperaba. 

José María Caballero se dio a la tarea de escribir un diario y en él registró muchos de los agasajos y fiestas que se llevaron a cabo en la ciudad de Santafé. Durante más de dos décadas anotó todo aquello que consideraba relevante y de esta manera pone de relieve acontecimientos de todo tipo, dentro de los que se seleccionaron algunas de las festividades de la Bogotá de los siglos XVIII y XIX. Muchas de estas se acompañaban con pólvora, música, baile, canto y vítores. 

Sobre estos actos, algunos pocos se registraron en los documentos, tal vez por su importancia o su influencia en la ciudad gobernada, de todos los virreyes se destacaran dos casos de quienes, según los comentarios, recibieron los más mencionados recibimientos, y que quedaron consignados, estos escritos hacen referencia a las pompas y describen los alimentos que se brindaron para cada ocasión. 

EL CASO DEL VIRREY JOSÉ DE EZPELETA 

En 1789 empezaron los preparativos para el programa de recepción del virrey Joseph de Ezpeleta quien entró al palacio virreynal como reemplazo de Gil y Lemos. Los criollos José María Lozano, hijo del Marqués de San Jorge y Antonio Nariño, futuro prócer de la independencia, fueron los encargados de recibir a este funcionario real, en esta celebración entre cena, despensa y otras entretenciones se gastaron: “tres tercios de cacao, 10 arrobas de garbanzos, 20 docenas de chorizos, 32 libras de salchicha, 50 jamones, 72 lenguas saladas y curadas, un porrón de pasas, 7 botijas de vino blanco, 6 botijuelas de aceite, 6 botijas de vino tinto, 4 arrobas de queso, 12 quesos de Flandes, 1 y media arrobas de avellanas, 2 arrobas de almendras, 10 tocinos, dos terneras, 30 millares de cacao, 24 pollas engordadas con leche, talcos finos y felpillas con que se guarnecieron y adornaron los platos montados que se pusieron en la mesa, más gastos de cocineros, matadores, pólvora y otros detalles que sumaron 4.466 pesos”[5] esta suma fue escandalosa a los ojos del rey quien sólo autorizó, en adelante, dos mil pesos para este tipo de recepciones. A su vez el virrey correspondía, bajo su propio gasto, con almuerzos,  paseos, bailes y todo tipo de atenciones para los españoles y criollos ricos. 

Este mismo virrey fue objeto en 1790 de especiales agasajos en su visita a Tunja, donde, previa su llegada, engalanaron la ciudad y la hospedería donde debía reposar el señor Ezpeleta, el documento que nos proporciona la información se titula: “Razón del gasto que hubo en la recepción del Señor Virrey”[6] en general se rehizo la hospedería, algunos de los arreglos materiales del edificio fueron: “para este fin se remendó el suelo y las paredes de la hospedería vieja, se compusieron algunas cajas, puertas y otros remienditos de carpintería y se blanqueó que todo ello vino a costar veinte y siete pesos”, además se hizo silla y cojín de terciopelo dorado con botones de seda, tafetán y lienzo con un costo de cuarenta y un pesos, detalle que seguramente agradó al virrey. 

En cuanto a la comida “se envió a un peón a la Villa a buscar aceitunas porque en Santa Fe no las  había, trajo 4 botijuelas de a cuatro reales…y otro a Tunja para que trajera a costillas unos dulces delicados y se le dieron ocho reales”.  El resto de las viandas las podemos clasificar  en:

Carnes: un marrano para labrarlo y otro para poner carne fresca; jamones prensados, pollos y gallinas, tres piscos, una vaca de diez pesos y una novilla, cuatro carneros, dos corderos y pescado

Granos; garbanzos, habas, alverjas, alverjones frescos y lentejas

Condimentos: 2 limetas de vinagre, una libra de canela, azafrán, almendras, pasas,  comino, pimienta, alcaparras  y azúcar.

Dulces:”se hicieron varios dulces cubiertos y bocadillos de todas especies, alfeñiques, arequipe, caspiroletas, confites y dátiles”.

Pan: “biscochuelos, pan, biscochos, torticas y roquetes y se hicieron mantecadas”, el repostero lo trajeron de Santafe y a la señora que hizo las colaciones, amasó el pan, molió los chocolates, organizó las conservas de almíbar, preparó varias aguas para los dos refrescos y otras cosas que se ofrecieron se le pagaron diez pesos. 

Otros comestibles como verduras y frutas, cacao, arroz, fideos y tallarines estaban incluidos en el menú. 

Es interesante observar la cantidad de comida que se ofrecía en estos ágapes, como sabemos, lo que sobraba se repartía entre la gente del pueblo. 

EL CASO DEL VIRREY ANTONIO AMAR Y BORBÓN 

Se inician los planes para la llegada del señor Antonio Amar y Borbón y su esposa Doña Francisca Villanova, a quienes  les  tocó, más tarde, la revolución de la Independencia. Este personaje entró  con sus títulos de nobleza y militares y un pliego de recomendaciones entregado por el anterior representante. 

Un libro dedicado a su virreinato nos cuenta la situación:

A 16 de septiembre, a las cinco y media de la tarde entró el Señor Virrey D. Antonio y Borbón y su esposa Doña Francisca Villanova; le hicieron el recibimiento el señor  San Miguel y don Juan Gómez, alcalde de este año, el uno en  Facatativa y el otro en  Fontibón, donde se hizo una ramada que no se ha visto otra semejante en recibimiento de virreyes. La casa estaba de primor alhajada y abastecida; se gastaron más de $5.000 en sólo la comida y refresco. Soy testigo porqué ayudé a servir la mesa. No hubo Virrey a quien se le hicieren más obsequios de grandeza y aparato que a éste. El día 22 se fue el Virrey Don Pedro Mendinueta para España, a las siete y media de la mañana.”[7] 

Los nativos estaban emocionados con las fiestas donde se ofrecían las pasas, los pollos alimentados con leche y botijas de vino para todos. En esta ocasión, y a pesar de la orden del rey, se gastaron mil pesos más que la fiesta de Ezpeleta. “Toros, iluminación – faroles de papel de seda con su velita de sebo- fuegos artificiales, y baile de máscaras en el Coliseo…se permitieron aquella noche minué, paspié, bretaña, contradanza, fandango, torbellino, manta, punto y jota”[8], que no son los platos ofrecidos sino los ritmos que se danzaron.  

El 9 de diciembre, se le ofreció otro  recibimiento público al señor Amar, en San Diego, con todas las ceremonias. Unos días después el 20 de enero de 1804 se empezaron los preparativos para las fiestas reales del señor Amar; el 29 comenzó la fiesta, el 30 toros del rejón; a la noche iluminación y globo, el 31 igual. 1 y 2 de febrero el baile de máscaras, el 6 concluyen las fiestas reales. 

A propósito del baile de máscaras, este se inauguró precisamente con el virrey Amar a principios del siglo XIX, ya que su bella y joven esposa Doña Francisca Villanova los disfrutaba especialmente. Para la misma época entró el disfraz en el vestuario bogotano. El primer baile se celebró el 2 de febrero de 1804 en el Coliseo como ya se anunció. 


                  ANTONIO JOSE AMAR Y BORBÓN 

De esta manera se desarrollaban las costumbres virreinales del momento, todo era alegría y jolgorio, pero esto no duró mucho, todo se debía terminar el 20 de Julio de 1810 cuando se dio el primer grito de la Independencia del Nuevo Reino de Granada.


[1] www.puc.cl/sw_educ/historia/america/html
[2] www.artehistoria.com/historia/contextos/1558.htm
 
[3] es.encarta.msn.com/encyclopedia
[4] Archivo General de la Nación. Fondo Cabildos. Sección Colonia. fol 227.
[5] Abella, Arturo. El florero de Llorente. Editorial Bedout S.A. 1980. Medellín. Colombia pp: 49
[6] Archivo Universidad del Rosario. San Antonio Convento de Chiquinquira. Caja 1 Fol 29
[7] Baquero, Mario Hernán. El Virrey Don Antonio Amar y Borbón. Banco de la República. 1988. Bogotá pp: 37
[8] Abella, 1980, : pp 73

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