Historia de la dietética o alimentación en los hospitales españoles en el siglo XIX

 Estudio de Carlos Azcoytia
Abril 2011

                                     .

Releyendo e investigando sobre la alimentación en los Boletines Oficiales Españoles del siglo XIX encontré una orden muy 'especial', la Real orden de fecha 29 de mayo de 1861, en la que en su encabezado titula 'Prohibiendo las comidas extraordinarias que se suelen servir en los hospitales, y en las recepciones ó entradas públicas en los mismos'.

Dicha Real Orden estaba emanada a petición del Ministerio de la Gobernación, Beneficencia y Sanidad, Negociado 2º en la que, pese a la herencia de tratar los alimentos como curativo de enfermedades desde la invasión romana, en ciertas ocasiones se obviaba dicho precepto en beneficio de festejos, fiestas y recepción de benefactores en los hospitales españoles o, siendo más pragmático, como el personal sanitario del siglo XIX derrochaban los escasos recursos de los hospitales en saraos y fiestas donde el sufrimiento de los enfermos era algo que estaba en segundo plano, algo parecido a lo que hoy hace la clase política con el pueblo.

La orden no tiene desperdicio porque en sus considerandos podemos leer: "El contrasentido que resulta de dar de comer con profusión manjares extraños á enfermos de todas dolencias, sujetos á un plan dietético facultativo", por lo que se deduce que, en ciertas festividades, había 'barra libre' sin importar la enfermedad del interno, lo que hacía, en según que ocasión, dejar camas libres en los hospitales por defunciones de sus internos.

Continúa la Orden así: "Considerando que aún cuando se verifique con intervención de los profesores Médicos, nunca puede evitarse el abuso, como lo prueban los datos estadísticos, de los cuales resulta que al día siguiente de estas solemnidades se agrava la situación de dichos enfermos", lo que constata mi opinión sobre la clase médica cuando en otros trabajo he dicho que la medicina ha progresado gracias los muertos que fue dejando en el camino y, ahondando aún más en el tema, gracias a los aciertos y errores en sus experimentaciones y que llegan hasta el día de hoy, algo que se agrava cuando el sentido humano hipocrático se desvanece tras ver como se mueren muchos enfermos y ciertos facultativos ven al paciente, nunca mejor dicho, más como una fuente de ingresos que enriquecen sus cuentas bancarias, de ahí que no todos se salvan de una misma enfermedad, todo depende del dinero que el pobre desgraciado tenga, lo mismo ocurre con los abogados, especie de carroñeros que viven de las desgracias ajenas en casi todo el planeta.

El tercer considerando ahonda más en el tema al decir: "La acumulación de gentes en los hospitales por vía de curiosidad, profana hasta cierto punto la santidad del lecho del dolor, y pone en triste evidencia á individuos que por circunstancias particulares desearían a las miradas de la multitud", lo que nos hace ver los hospitales del XIX como una especie de circo donde la falta de respeto a los seres humanos, con la anuencia del personal sanitario, era algo corriente y vergonzoso.

Aclara en su cuarto considerando lo siguiente, haciendo historia de tan salvaje comportamiento: "Que prácticas como las que se trata viene de los tiempos en que los hospitales se sostenían á expensas de las limosnas públicas, y tanto las comidas como las recepciones tenían por objeto satisfacer una necesidad física de que se consideraba privados á los pobres, y estimular una necesidad moral que se suponía amortiguada periódicamente en los ricos", hecho este herencia de una de las religiones más hipócritas que existen, la católica.

Termina la Real Orden con una recomendación ejemplar: "Que el loable propósito de algunas Hermandades y cofradías se proponen al costear y servir por sí mimas las comidas extraordinarias, puede ejercerse con mayor provecho en los establecimientos de caridad ó penitenciarios, como hospicios, cárceles, etc., donde se acogen pobres no enfermos", o lo que es lo mismo que decirles que se fueran con sus fiestas y miserias a otra parte.

La resolución de dicha petición se concretó en lo siguiente: "Oído el dictamen de la Junta general de Beneficiencia y el de la Dirección del ramo, ambos contestes, la Reina (Q.D.G.) se ha servido resolver:

1º Que se prohíban las comidas extraordinarias que sé suelen servir en los hospitales de enfermos, sean cualesquiere los orígenes, permisos y privilegios, en que su costumbre se apoye:

2º Que se prohíban asímismo las recepciones públicas en estos establecimientos, autorizando á las Juntas de Beneficencia de que dependan para expedir, en días determinados, permisos especiales de entrada á aquellas personas á quienes deba guiar en su visita móvil mas legítimo y humanitario que el de la curiosidad:

y 3º Que lejos de reprobar el caritativo celo con el que las Cofradías y hermandades se prestan á cumplir públicamente sus humildes votos, se excite al ánimo de las mismas para que ejerzan la piadosa costumbre de obsequiar y servir á los pobres en los establecimientos donde son acogidos los que gozan de buena salud".    

  Como hemos podido comprobar una singular Real Orden que finaliza elegantemente sin enfrentarse a otros poderes fácticos y que como notarios de la historia hemos rescatado.       

Salir de esta página