Los pastes, una tradición culinaria de Real del Monte, un pueblo mágico de México
Martha
Delfín Guillaumin Cuando hace años visité por vez primera a Real del Monte, en el estado de Hidalgo, aparte de hallarme en una de las poblaciones más elevadas de la República Mexicana, a unos 2,760 metros sobre el nivel del mar, según el dato obtenido del libro Mina de Acosta. Museo de Sitio del Archivo Histórico y Museo de Minería de Hidalgo, me dio la impresión de viajar por el tiempo, de entrar a un mundo mágico; me pareció sumamente especial su arquitectura y el paisaje con sus montañas, el azul del cielo tan nítido y sus calles sinuosas y empinadas, todo esto aunado a la oportunidad de conocer a los antiguos centros mineros hidalguenses de esa región. En fin, cuantas veces he regresado a ese hermoso lugar igual me inunda dicha sensación. Hidalgo es una provincia de México muy llena de historia, lo mismo se hallan las ruinas del centro arqueológico de la antigua Tula de los toltecas, artífices extraordinarios del período prehispánico, que la presencia misionera española en forma de hermosos conjuntos conventuales como el de San Francisco en la Ciudad de Pachuca y que, a su vez, custodia la fototeca del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Cuenta Miguel Othón de Mendizábal, en su obra La minería y la metalurgia mexicana (1520-1943), que en esta ciudad, hacia 1555, el sevillano Bartolomé de Medina inventó el llamado “beneficio de patio”, una verdadera revolución tecnológica para la obtención de plata por amalgamación a base de mercurio; eso conectaría todavía más al entonces virreinato de la Nueva España con los eslabones del sistema mundo ya que el azogue era conseguido y enviado a este reino desde Huancavelica, Perú, desde Idria en la antigua Yugoslavia, y desde Almadén de la Plata, España. Real del Monte es el nombre de un pueblo hidalguense, pero también de una comarca minera (a la cual pertenece el Distrito Minero de Pachuca y Real del Monte); forma parte del conjunto de reales de minas que fueron explotados desde la época colonial. Entre lo propietarios de estas minas tenemos al Conde de Regla, don Pedro Romero de Terreros, el Creso de la Nueva España, fundador del Monte Pío que hasta la fecha funciona en el centro histórico de la ciudad de México. Sobre la arquitectura del pueblo de Real del Monte y sus alrededores se puede hablar mucho porque es muy hermosa y particular: construcciones angulosas de dos pisos hechas de piedra o ladrillo con techos de dos aguas de color rojo y, en los centros mineros, unas altas chimeneas de ladrillo, todo un espectáculo. El origen de estas construcciones debe atribuirse a los mineros cornish que arribaron a Real del Monte en el siglo XIX. Gracias a ellos tenemos en México el juego de fútbol, la iglesia metodista, un cementerio cornish, ese tipo de construcciones y los pastes. En el Museo de sitio Mina de Acosta, en la casa del administrador de la mina, se conserva una estufa (cocina) de hierro de origen inglés, ese tipo de estufas que trabajaban con carbón eran la prueba del ideal de progreso decimonónico que llegó con ellos.
En la primera mitad de esa centuria, vinieron a México las compañías mineras de los ingleses junto con sus máquinas de vapor. México era un país independiente desde 1821 y necesitaba la presencia de capitales extranjeros para reactivar su economía; la minería había formado parte de las actividades económicas en el período virreinal, de hecho fue la más importante, y es por ello que el gobierno mexicano posibilitó su entrada, así es como llegaron los mineros cornish hacia 1824. Según Víctor Miguel Licona Duarte, en su magnífico trabajo titulado “Los mineros cornish en el distrito minero de Pachuca y Real del Monte. Una minoría étnica en México (1849-1906)”, éstos son de origen celta, habitan el extremo suroeste de Inglaterra, la península de los Cornualles, y fueron traídos como obreros por los empresarios británicos a México en el período citado. Así, estos hombres y las mujeres que los acompañaron trajeron a estas tierras sus tradiciones y la receta de la empanada, de la pasty, cuya particularidad estriba en que su relleno es de carne de res picada con papa, que incluye cebolla y nabo, que se cocina junto con la masa de harina de trigo. El relleno también puede incluir fruta, según se indica en El paste cornish: La historia del paste, documento obtenido en una visita la Mina de Acosta-Museo de Sitio, en el Distrito Minero de Pachuca y Real del Monte. Así que por eso hay pastes en el Distrito Minero de Pachuca y Real del Monte. No sólo se le cambió el nombre de pasty en inglés al de paste en español sino que también su relleno ha sufrido modificaciones, de esta forma, lo mismo puede disfrutarse un sabroso paste horneado relleno de carne con papa, que uno de mole o de fríjol, o a los que prefieren lo dulce pueden deleitarse con un rico paste de piña. Originalmente el cornish pasty servía como alimento a la hora del almuerzo de los mineros, tenía la ventaja de que era fácil de transportar y llevar al interior de la mina, según refiere el actual guía del Museo de sitio de la Mina de Acosta, el señor Leonardo Martínez Escudero, un antiguo y muy sabio minero de la región. Para terminar, quisiera decir que cuando coman una rica empanada boliviana salteña o una empanada cuyana argentina, o de alguna otra región de nuestra hermosa Latinoamérica, recuerden que en Hidalgo, México, también tenemos nuestras empanadas, los pastes. El trabajo duro de los mineros y sus sacrificios al interior de las minas pueden ser recordados al saborear estas ricas empanadas, ahora las consumimos con placer a la hora de la comida en nuestra casa o en un restaurante, pero su origen tiene que ver con una de las tareas más peligrosas y cansadas a la que se enfrenta el hombre, la minería. En México se canta en las posadas navideñas: “No quiero oro ni quiero plata, yo lo que quiero es romper la piñata”, en este caso, yo no pido oro ni plata, sino un rico paste cuando vaya de nuevo por Real del Monte. |