Etnia de los Uros, los dueños del lago Titicaca

Carlos Azcoytia
Noviembre 2006

Tan sólo a seis kilómetros de Puno, en la zona más contaminada del lago Titicaca, cerca de la península de Chucuito y a 3.810 metros sobre el nivel del mar emergen unas islas artificiales, hechas con eneas llamadas totoras, que se anclan con palos en el cieno del fondo del lago y en la que habitan los descendientes de los Uros, digo bien al hablar de descendientes porque estos habitantes lacustres con el tiempo se fueron mezclando con las poblaciones de su entorno, quechuas y aymaras.

Quizá he sido testigo, en parte, de la desaparición de este pueblo en su estado puro, ya que la industria del turismo, un bien para ellos, está haciendo que salgan de la marginación y la pobreza en la que secularmente vivió este pueblo y cuya cuna lo remontan algunos a la Polinesia, formando un conjunto étnico y cultural distinto a los habitantes de las tierras que les circundan.


Totora de los Uros, al fondo la ciudad de Puno

Los Uros son un pueblo que se autoexilió en primer lugar a las aguas del lago Uro-Uro (en lo que hoy es territorio boliviano), para más tarde asentarse en esta zona del lago Titicaca. El motivo de este exilio fue forzado por la invasión inca al mando de Pachacutec, pueblo al que añoran los peruanos (me refiero a los incas) dentro de su tremenda crisis de identidad y que cuando llegaron los españoles estaban en un grado de desarrollo equivalente al de los babilónicos o los egipcios hace 5.000 años, apreciación del que escribe este estudio, consciente de la polémica que puede suscitar, pero 'casi' irrefutable y motivo de otro estudio más en profundidad fuera del foro en el que escribo en estos momentos.

Ciñéndome al estudio sobre la alimentación de los Uros lo primero que choca a un hombre de tierra adentro es saber la lucha por la subsistencia de los isleños, sin tierra firme donde poder sembrar y pacentar el ganado, duda que pronto se disipa sólo con ojear los utensilios y la forma de vida de sus habitantes. En primer lugar la totora es mucho más que el maná del pueblo hebreo cuando atravesaron el desierto del Sinaí, ya que con ella se hacen las casas, los barcos con los que se desplazan y también se come, como pude comprobar, siendo su sabor lejanamente parecido al de la caña de azúcar.

La pesca es el sustento principal, la cual hacen de forma artesanal, y cuyas piezas secan al sol una vez quitadas las entrañas, siendo su excedente moneda de cambio con la que se adquieren otros alimentos o bienes, como pueden ser la patata, la coca o la sal; es curioso observar las peceras que tienen en medio de las islas, lo que les supone un aporte de alimento fresco y también para los días de mal tiempo en los que las barcas no pueden salir a pescar. Las especies que se capturan, como en todo el lago Titicaca, son el pejerrey, la trucha y el carachi.

También la caza de aves del lago son otra fuente de alimento, aunque están siendo desplazadas por las gallinas, más fáciles de criar.

Esta economía de subsistencia se complementa con los ingresos que reportan el turismo en la actualidad y la confección de tejidos por parte de las mujeres de las islas.

Dedicado a la indígena que me regaló y colgó de mi cuello una pequeña balsa de totora en señal de agradecimiento por hacer la visita a su isla.

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