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Si queremos conocer la primera guía turística de la Edad Media debemos de
acudir sin dudarlo al Códice Calixtino, en él se puede recorrer toda la
España gastronómica que va desde la frontera pirenaica hasta la ciudad de
Santiago de Compostela, es ahí donde unas veces de forma sesgada, y otras
con gran realidad, podremos saber del mundo hostelero del momento y el
germen de toda la industria, así como las costumbres gastronómicas, de unas
de las mayores potencias turísticas de la actualidad.
El referido Códice Calixtino, llamado así por estar auspiciado por el Papa
Calixto II, nombrado Santo Padre en 1119, es una obra recopilada por
el monje
francés Aymerico Picaud, escrita en el siglo XII, creyéndose en la
actualidad que son varios los autores los que intervinieron en su redacción,
estando compuesto por cinco libros, siendo el número cinco el que nos
interesa por ser la parte dedicada a la guía del peregrino, todo un reflejo
de la vida en el siglo XII.
El llamado Camino Francés, el que va desde Roncesvalles, en la frontera
francesa, hasta Santiago de Compostela, es el tomado por todos los
peregrinos europeos. Como ya hemos dicho comienza en Roncesvalles, lugar
donde Carlomagno libró la mayor batalla contra los moros y de donde nace el
romance más importante de la literatura francesa, ‘La canción de Rolando’,
el equivalente al ‘Cantar del Mío Cid’ en la literatura española y que me
tuve que leer cuando fui alumno de la escuela Francesa de Sevilla. Hace
muchos años cuando visité el monasterio de Roncesvalles pude ver en su museo
las armas que quedaron de la batalla, las cuales me fueron mostradas, en una
visita privada, por un monje, hombre robusto que blandía la maza de forma
magistral, y donde las pude tocar. En este monasterio en el año 1660 se
sirvieron a los necesitados, peregrinos y caminantes un total de 25.000
raciones de comida, consistentes en media pinta de vino, caldo, pan y carne
si no era cuaresma y abadejo y huevos en lugar de la carne cuando era esta
época. En el año 1791 se sirvieron más de 20.000 raciones de comida. Aparte
se dispensaban cuidados médicos, peluquería y cobijo de una forma totalmente
altruista. Del siglo XIII en un poema se dice de Roncesvalles lo siguiente:
“La puerta se abre a todos, enfermos y sanos / no sólo católicos, sino aún
a paganos / a judíos, herejes, ociosos y vanos
/ y más brevemente a buenos y
profanos”. Como puede verse todo un ejemplo de buena cristiandad, no
siempre estaré criticando a la iglesia católica.
Al principio la infraestructura del camino estaba jalonada de etapas con
descanso en los conventos, más adelante las órdenes militares y las primeras
hospederías fueron ofreciendo más comodidad a los caminantes de mayor poder
adquisitivo, así como haciendo el camino más fácil al construir puentes y
mejorar los caminos.
En él podemos leer que Estella “es fértil en buen pan, óptimo vino, carne y
pescado, y llena de toda suerte de felicidades” y para colmo el agua del río
que la recorre, el Ega, “es dulce, sana y muy buena”, todo esto es cierto en
la actualidad, salvo los peces y el agua de su río, el cual está contaminado
por las industrias papeleras de la zona y que cuando lo conocí por primera
vez sobre su superficie nadaba una espuma mal oliente, de no menos de un
metro de espesor, producto de las industrias circundantes, hoy con las
depuradoras el problema no existe.
También nos habla de Carrión, de la cual nos dice que “es
villa industriosa y muy buena y rica en pan, vino, carne y en toda clase de
productos”. En general considera a Navarra “feliz en pan, vino, la leche y
los ganados”. Hoy Navarra es famosa por sus vinos, por sus truchas,
por su cordero o por sus judías o alubias, las cuales se toman en Estella
con codornices y están riquísimas. Pasando el río Ebro los sabores se
transforman ya en la región del vino de la Rioja, allí las chuletas asadas
al sarmiento, los pimientos, los espárragos blancos y los embutidos alegran
el alma del caminante y donde el vino, criado en barricas de roble, amaina
el calor que deja en el estómago las llamadas ‘alegrías’ que no son otra
cosa que las guindillas.
Al pasar a Castilla, y volviendo al citado Códice Calixtino,
nos habla de la Tierra de Campos como un lugar donde “es fértil en pan,
vino, carne, pescado, leche y miel”, he de añadir a lo dicho hace ya nueve
siglos que sus hornos de asar son maravillosos, haciendo especial hincapié
en su rico cochinillo que debe de ser asado a sus veinte días de edad y que
se les llama tostón, los cuales, por lo tiernos, se parten con el borde de
un plato; sin olvidar su cordero lechal o su cabrito, productos difíciles de
olvidar si se han degustado. Pero no acaba todo ahí, si descansa en Santo
Domingo de la Calzada no se le olvide degustar su gallina en pepitoria, ya
famosa en tiempos del citado códice y que según la tradición resucitó en el
plato del gobernador, se cubrió de nuevo con sus plumas y cantó cuando una
madre de un ajusticiado por error de la justicia fue a decirle que su hijo
ahorcada estaba vivo, a lo que le contestó la citada autoridad que estaba
tan muerto como la gallina que se estaba comiendo.
El Códice Calixtino previene de los robos y los fraudes en
las hospederías, haciendo un inciso en el libro de ‘Los Milagros’ en donde
cuenta que un mesonero fue ahorcado por fraude de robo a un alemán y a su
hijo en Santo Domingo de la Calzada.
Si hace el camino en la actualidad puede degustar unos
preciados cangrejos del río Ebro y no se le olvide pedir el famoso ajo
arriero porque se llevará la sorpresa de no encontrar dos platos iguales en
todo el recorrido, tantas son las recetas o variantes como se hacen.
Famoso debió ser el gran hospital real de Burgos ya que un
peregrino italiano llamado Domenico Laffi cuenta que tenía capacidad para
2.000 personas.
Llegados a León degustar los embutidos, entre los que destaca
la cecina, jamón hecho con la pata de vaca, y del que por hartazgo guardo
mal recuerdo en un viaje que hice a Astorga (León), donde visité su
maravillosa catedral y el palacio arzobispal que es obra del inmortal Gaudí.
También en León en el año 1084 el obispo Pelayo funda una casa de
hospitalidad para, según rezaba, “pobres, cojos, ciegos, mudos y
peregrinos”.
Llegando al final del camino, ya en Galicia, leemos en el
Códice que su tierra es “agradable por sus ríos, sus prados y riquísimos
pomares, sus buenas frutas y sus clarísimas fuentes” donde “escasea el pan
de trigo y vino, abunda el pan de centeno y sidra, en ganados y caballerías,
en leche y miel y en grandísimos y pequeños pescados de mar”. Hablar de la
gastronomía gallega es un no parar por su variedad y calidad, es el paraíso
de los caldos, los potes, caldeiradas y los lacones, así mismo sus mariscos,
moluscos y pescados nos hacen transportarnos a los sueños del buen gourmet.
Como final del camino, una vez en Santiago de Compostela, es imprescindible
el tomar unas vieiras, cuyas conchas se coserán o colgarán los peregrinos a
su pecho y después a degustar las sabrosas empanadas y a regar el estómago
con el vino blanco de Albariño o el riquísimo tinto de Ribeiro, que se toma
en taza y que deja el blanco inmaculado de su esmaltado manchado de púrpura.
Todo un deleite, incluso para un agnóstico como yo, un camino
cultural de días visitando paisajes de ensueño, viviendo en hospederías y en
monasterios y sobre todo comiendo en un viaje gastronómico inolvidable, que
más se puede pedir?, la peregrinación sólo sería el pretexto.
Pero, siempre hay un pero, en el Códice Calixtino también se
habla mal de la gastronomía en España, una contradicción a lo anteriormente
expuesto en el libro pero que no me resigno a copiar por lo que puede
aportar al conocimiento gastronómico de la Edad Media, en concreto dice: “Si
alguna vez comes en España y en Galicia el pescado que vulgarmente se llama
barbo, o el que los del Poitou llaman alosa y los italianos clipia, o
anguilas o tencas, seguro que enfermas o mueres inmediatamente. Y si por
casualidad hubo quien los comió y no enfermó, es porque o fue más sano que
los otros o permaneció largo tiempo en aquella tierra. Todos los pescados y
carnes de vaca y cerdo de España y Galicia producen enfermedades a los
extranjeros”. Delicioso párrafo este para estudiar porque más parece que el
autor tuvo que padecer una gastroenteritis o una salmonelosis, algo muy
corriente en verano sobre todo en una época donde no existían los
frigoríficos; lo cierto es que después de reponerse, seguramente a la vuelta
de su viaje pudo degustar las delicias gastronómicas que más tarde alaba.
Para aquellos que quieran saber los nombres de
las villas y ciudades que forman parte del Camino de Santiago copio aquí el
Capítulo III del libro quinto:
"De Somport
a Puente la Reina, éstas son las localidades que se encuentran en la ruta
jacobea: la primera es Borce, al pie del monte, en la vertiente de Gascuña;
viene luego, cruzada la cima del monte, el Hospital de Santa Cristina,
después Canfranc, a continuación Jaca, luego Osturit, después Tiermas con
sus baños reales, que fluyen calientes constantemente. Luego Monreal y
finalmente se encuentra Puente la Reina.
En cambio, en el Camino de Santiago que desde Port de Cize conduce a la
basílica del santo en Galicia, se encuentran las siguientes localidades más
importantes: en primer lugar, al pie del mismo nombre de Cize y en la
vertiente de Gascuña, está la villa de Saint-Michel, luego, pasada la cima
del monte, se encuentra el Hospital de Roldán, luego la villa de
Roncesvalles, luego se encuentra Viscarret, después Larrasoaña, luego la
ciudad de Pamplona, a continuación Puente la Reina, después Estella, fértil
en buen pan y excelente vino, así como en carne y pescado, y abastecida de
todo tipo de bienes.
Vienen luego Los Arcos, Logroño, Villarroya, la ciudad de Nájera, Santo
Domingo, Redecilla, Belorado, Villafranca-Montes de Oca, Atapuerca, la
ciudad de Burgos, Tardajos, Hornillos, Castrojeriz, el puente de Itero,
Frómista y Carrión, que es una villa próspera y excelente, abundante en pan,
vino, carne y todo tipo de productos. Viene luego Sahagún, pródigo en todo
tipo de bienes, donde se encuentra el prado donde, se dice, que antaño
reverdecieron las astas fulgurantes que los guerreros victoriosos habían
hincado en tierra, para gloria del Señor.
Viene luego Mansilla, después León, ciudad sede de la corte real, llena de
todo tipo de bienes, luego está Orbigo, la ciudad de Astorga, Rabanal, por
sobrenombre "Cativo", luego el puerto del monte Irago, Molinaseca,
Ponferrada, Cacabelos, después, Villafranca, en la embocadura del valle del
río Valcarce, y Castrosarracín, luego Villaus, después el puerto del monte
Cebrero y en su cima el hospital, luego Linares de Rey y Triacastela, en la
falda del mismo monte, ya en Galicia, lugar donde los peregrinos cogen una
piedra y la llevan hasta Castañeda, para obtener cal destinada a las obras
de la basílica del Apóstol. Vienen luego San Miguel, Barbadelo, Puertomarín,
Sala de la Reina, Palas de Rey, Lebureiro, Santiago de Boente, Castañeda,
Vilanova, Ferreiros y a continuación Compostela, la excelsa ciudad del
Apóstol, repleta de todo tipo de encantos, la ciudad que custodia los restos
mortales de Santiago, motivo por el que está considerada como la más dichosa
y excelsa de las ciudades de España.
El motivo de la rápida enumeración de las localidades y etapas que
preceden, ha sido para que los peregrinos, con esta información, se
preocupen de proveer a los gastos de viaje, cuando partan para Santiago".
Para terminar esta primera parte también
copio el capítulo VII donde se describen los nombres de las regiones y
características de las gentes del Camino de Santiago porque no tiene
desperdicio y puede situar al lector dentro del siglo XII de una Europa que
vivía en la pobreza más absoluta.
"En el
Camino de Santiago, por la ruta de Tolosa, la primera tierra que se
encuentra, pasado el río Garona, es la de Gascuña, a partir de allí,
superado el Somport, la tierra de Aragón y luego el territorio de los
navarros hasta el puente de Arga y más allá. Por la ruta de Port de Cize,
después de la Turena, está el territorio de los pictavenses, tierra fértil,
excelente y llena de todo género de bienes. Los pictavenses son gente
valiente y aguerrida, muy hábiles en el manejo del arco, de las flechas y de
la lanza en la guerra, animosos en el combate, rapidísimos en la carrera,
atildados en el vestido, de facciones distinguidas, astutos en su expresión,
muy generosos en las recompensas y pródigos en la hospitalidad.
Viene luego el territorio de Saintes, a continuación, pasado el estuario
del Garona, viene el territorio de Burdeos, de excelente vino y rico en
peces, pero de un lenguaje rústico. A los de Saintes se les considera de
lenguaje rústico, pero a los de Burdeos todavía más. Hay que atravesar,
luego, en tres agotadoras hornadas las landas bordelesas. Es ésta una región
falta de cualquier recurso, falta de pan, de vino, de carne, de pescado, de
aguas y de fuentes; de escasa población, llana y arenosa, si bien abundante
en miel, en mijo, en panizo y en cerdos. Si por casualidad atraviesa esta
región en verano, protege cuidadosamente tu rostro de las enormes moscas,
vulgarmente llamadas
avispas
o
tábanos,
que allí abundan sobremanera. Y si no miras con atención dónde pisas, te
hundirás rápidamente hasta las rodillas, en la arena de mar que allí todo lo
llena. Atravesado este territorio viene la tierra de Gascuña, abundante en
blanco pan y excelente vino tinto, llena de bosques, prados, ríos y
saludables fuentes. Los gascones son ligeros de palabra, parlanchines,
burlones, libidinosos, borrachines, comilones, desastrados en su
indumentaria, faltos de joyas, pero hechos a la guerra y significados por su
hospitalidad con los necesitados. Tienen la costumbre de comer sin mesa,
sentados alrededor del fuego y beber todos por el mismo vaso. Comen y beben
mucho, visten mal, y se acuestan vergonzosamente todos juntos, los
sirvientes con el amo y el ama, sobre un poco de paja entre la suciedad.
A la salida de este territorio, en el Camino de Santiago, pasan dos ríos
junto a la villa de San Juan de Sorde, uno por la parte derecha y el otro
por la izquierda: uno se llama
gave
y el otro río, y no pueden cruzarse más que en barca. Los barqueros merecen
la más absoluta condena, pues aunque son ríos muy estrechos, por cada
persona que pasan, sea rico o pobre, cobran de tarifa una moneda, y cuatro,
que reclaman violenta y abusivamente, por la caballería. Además tienen una
barca pequeña, construída de un tronco de árbol, en la que apenas caben los
caballos; una vez montados, hay que andar con cuidado para no caerse al
agua.
En consecuencia, será mejor que lleves el caballo fuera de la barca, por
la corriente del río, arrastrándole por el freno. Por eso, monta en la barca
con pocos, pues si se cargan en exceso, pronto zozobrará. Además, muchas
veces los barqueros suben tal masa de peregrinos, tras cobrarles el billete,
que la nave vuelca, y los peregrinos se ahogan en las aguas, de lo que se
alegran macabramente, porque así se apoderan de los despojos de los
naufrágos.
Viene luego, cerca de Port de Cize, el territorio de los Vascos, con la
ciudad de Bayona en la costa, hacia el Norte. Es ésta una región de lengua
bárbara, poblada de bosques, montañosa, falta de pan y vino y de todo género
de alimentos excepto el alivio que representan las manzanas, la sidra y la
leche.
En este territorio, es decir, en las proximidades de Port de Cize, en las
localidades de Ostabat, Saint-Jean y Saint-Michel -Pied-de Port, los
recaudadores de portazgo son tan malvados que merecen la más absoluta
condena, porque armados con dos o tres garrotes, salen al paso de los
peregrinos arrancándoles por la fuerza injustos tributos. Y si algún
caminante se niega a pagar el dinero que le piden, le golpean con los
garrotes y en medio de amenazas le registran hasta las calzas y le quitan el
censo.
Las gentes de esta tierra son feroces como es feroz, montaraz y bárbara la
misma tierra que habitan. Sus rostros feroces, así como la propia ferocidad
de su bárbaro idioma, ponen terror en el alma de quien los contempla. Como
legalmente sólo pueden cobrar impuestos a los mercaderes, el que cobran a
los peregrinos y viajeros es ilegal. Cuando la tarifa sobre algo es de
cuatro o de seis monedas, ellos cobran ocho o doce, es decir, el doble.
Por lo cual, exigimos y rogamos ardientemente que estos recaudadores,
juntamente con el Rey de Aragón y demás personas acaudaladas que de ellos
reciben el dinero de los tributos, así como aquellos que lo consienten, como
son Raimundo de Soule, Viviano de Agramonte y el Vizconde de San Miguel con
toda su descendencia, a la par que los referidos barqueros y Arnaldo de
Guinia con toda su descendencia y con los restantes señores de los referidos
ríos, que reciben injustamente de los mismos barqueros el dinero del pasaje,
junto con los sacerdotes que a sabiendas les administran la penitencia y la
eucaristía, o les celebran el oficio divino o les admiten en sus iglesias,
que sean diligentemente excomulgados, no sólo en sus sedes episcopales, sino
también en la basílica de Santiago, en presencia de los peregrinos, mientras
no se arrepientan con prolongada y pública penitencia, y moderen sus
tributos. Y cualquier prelado que, por afecto o por lucro, pretenda
perdonarlos, reciba el golpe de la espada del anatema.
Es preciso saber que los recaudadores del portazgo no deben cobrar tributo
alguno a los peregrinos, y que los referidos barqueros no pueden cobrar,
como tarifa por la travesía, más que un óbolo por dos personas, si son
ricas, y uno sólo por el caballo; y si son pobres, nada. Y que están
obligados a tener barcas grandes, en las que quepan cómodamente las personas
con sus caballerías.
En territorio todavía de los Vascos, el Camino de Santiago pasa por un
monte muy alto, denominado Port de Cize, bien por ser la puerta de España, o
porque por ese monte se transportan las mercancías de un país a otro. Tiene
ocho millas de subida y otras ocho de bajada; su altura, en efecto, es tanta
que parece que toca el cielo. A quien lo sube le parece que puede palpar el
cielo con su propia mano. Desde su cumbre puede verse el mar británico y
occidental, así como los confines de tres regiones: Castilla, Aragón y
Francia. En la cima de este monte hay un lugar llamado la Cruz de
Carlomagno, porque en él, en tiempos pasados, Carlomagno se abrió camino con
hachas, piquetas, azadas y otras herramientas, cuando, al frente de sus
ejércitos, se dirigía a España. A continuación alzó figuradamente en alto la
cruz del Señor, y doblando las rodillas en dirección a Galicia, elevó sus
preces a Dios y a Santiago. Por este motivo, los peregrinos tienen por
costumbre hincarse allí de rodillas y orar vueltos hacia la patria de
Santiago, y cada uno deja clavada una cruz, estandarte del Señor. Hasta mil
se pueden encontrar allí. De ahí que se tenga a éste por el primer lugar de
oración a Santiago en el camino.
En ese monte, antes de que el cristianismo se extendiese por todo el
territorio español, los impíos de los navarros y de los vascos, tenían por
costumbre, a los peregrinos que se dirigían a Santiago, no sólo asaltarlos,
sino montarlos como asnos y matarlos. Junto a este monte, en dirección
norte, está el valle llamado Valcarlos, en el que acampó el mismo Carlomagno
con sus ejércitos, cuando sus guerreros murieron en Roncesvalles. Por él
pasan también muchos peregrinos camino de Santiago cuando no quieren escalar
el monte. A continuación, en la bajada, están el hospital y la iglesia en la
que se encuentra el peñasco que el poderosísimo héroe Roldán, con su espada
partió por medio de arriba a abajo, de tres golpes. Viene luego
Roncesvalles, el lugar donde tuvo lugar el gran combate en el que perecieron
el rey Marsilio, Roldán y Oliveros con otros cuarenta mil combatientes
cristianos y sarracenos.
Pasado este valle, viene la tierra de los navarros, rica en pan, vino,
leche y ganados. Navarros y vascos tienen características semejantes en las
comidas, el vestido y la lengua, pero los vascos son de rostro más blanco
que los navarros. Los navarros se visten con ropas negras y cortas hasta las
rodillas como los escoceses y usan un tipo de calzado que llaman
abarcas,
hechas de cuero con el pelo sin curtir, atadas al pie con correas y que sólo
envuelven las plantas de los pies, dejando al descubierto el resto. Gastan,
en cambio, unos mantos negros de lana que les llegan hasta los codos, con
orla, parecidos a un capote, y a los que llaman
sayas.
Como se ve, visten mal, lo mismo que comen y beben también mal, pues en casa
de un navarro se tiene la costumbre de comer toda la familia, lo mismo el
criado que el amo, la sirvienta que la señora, mezclando todos los platos en
una sola cazuela, y nada de cucharas, sino con las propias manos, y beben
todos del mismo jarro. Y oyéndoles hablar, te recuerdan los ladridos de los
perros, por lo bárbaro de su lengua. A Dios le llaman
urcia;
a la Madre de Dios,
andrea Maria; al pan,
orgui;
al vino,
ardum;
a la carne,
aragui;
al pescado,
araign;
a la casa,
echea;
al dueño de la casa,
iaona; a la señora,
andrea;
a la iglesia,
elicera;
al sacerdote,
belaterra,
que significa bella tierra; al trigo,
gari;
al agua,
uric;
al rey,
ereguia;
y a Santiago,
iaona domne
iacue.
Son un pueblo bárbaro, diferente de todos los demás en sus costumbres y
naturaleza, colmado de maldades, de color negro, de aspecto innoble,
malvados, perversos, pérfidos, desleales, lujuriosos, borrachos, agresivos,
feroces y salvajes, desalmados y réprobos, impíos y rudos, crueles y
pendencieros, desprovistos de cualquier virtud y enseñados a todos los
vicios e iniquidades, parejos en maldad a los Getas y a los sarracenos y
enemigos frontales de nuestra nación gala. Por una miserable moneda, un
navarro o un vasco liquida, como pueda, a un francés. En alguna de sus
comarcas, en Vizcaya o Alava por ejemplo, los navarros, mientras se
calientan, se enseñan sus partes, el hombre a la mujer y la mujer al hombre.
Además, los navarros fornican incestuosamente al ganado. Y cuentan también
que el navarro coloca en las ancas de su mula o de su yegua una protección,
para que no las pueda acceder más que él. Además, da lujuriosos besos a la
vulva de su mujer y de su mula. Por todo ello, las personas con formación no
pueden por menos de reprobar a los navarros.
Sin embargo, se les considera valientes en el campo de batalla, esforzados
en el asalto, cumplidores en el pago de los diezmos, perseverantes en sus
ofrendas al altar. El navarro, cada vez que va a la iglesia, ofrece a Dios
pan, vino, trigo, o cualquier otra ofrenda. Dondequiera que vaya un navarro
o un vasco se cuelga del cuello un cuerno como un cazador, y acostumbra a
llevar dos o tres jabalinas, que ellos llaman auconas. Y cuando entra o
vuelve a casa silva como un milano. Y cuando emboscado para asaltar una
presa, quiere llamar sigilosamente a sus compañeros, canta como el buho o
aúlla como un lobo.
Se suele decir que descienden del linaje de los escoceses, por lo
semejante que son ellos en sus costumbres y aspecto. Es tradición que Julio
César envió a tres pueblos: los nubios, los escoceses y los cornubianos
"caudados", para someter a los pueblos de España que no querían pagarle
tributo, con la orden de pasar por la espada a todos los varones respetando
la vida sólo a las mujeres. Entraron por mar en aquel territorio y,
destruidas las naves, lo desvastaron a hierro y fuego desde Barcelona a
Zaragoza y desde Bayona a Montes de Oca. No les fue posible rebasar estas
fronteras, porque los castellanos unidos rechazaron el ataque fuera de sus
confines. En su retirada huyeron a los montes de la costa situados entre
Nájera, Pamplona y Bayona, es decir, en dirección al mar, en tierras de
Vizcaya y Alava, donde se establecieron, levantando numerosas
fortificaciones y dieron muerte a todos los varones para arrebatarles las
esposas, de las que tuvieron hijos, a los que la posteridad denominó
navarros. Por lo que navarro se traduce non verus, no verdadero, es decir
nacido de estirpe no auténtica o de prosapia no legítima. Dícese también que
los navarros tomaron su nombre primeramente de una ciudad llamada Naddaver,
situada en la región de la que procedían, ciudad convertida al Señor en los
primeros tiempos, por la predicación de San Mateo, apóstol y evangelista.
Después de su tierra, pasados los Montes de Oca, en dirección a Burgos
continúa el territorio español con Castilla y Campos. Es una tierra llena de
tesoros, de oro, plata, rica en paños y vigorosos caballos, abundante en
pan, vino, carne, pescado, leche y miel. Sin embargo, carece de arbolado y
está llena de hombres malos y viciosos.
Viene luego la tierra de los gallegos, pasados los confines de León y los
puertos de los montes Irago y Cebrero. Es una tierra frondosa, con ríos,
prados, de extraordinarios vergeles, buenos frutos y clarísimas fuentes;
pero escasa en ciudades, villas y tierras de labor. Es escasa en pan, trigo
y vino, pero abundante en pan de centeno y sidra, bien abastecida en ganados
y caballerías, en leche y miel, y en pescados de mar grandes y pequeños;
rica en oro, plata, telas, en pieles salvajes y otras riquezas, y hasta muy
abundante en valiosas mercancías sarracénicas. Los gallegos son el pueblo
que, entre los demás pueblos incultos de España, más se asemejan a nuestra
nación gala, si no fuera porque son muy iracundos y litigiosos".
Mi compañero Sergio Fernández será el
encargado de hacer el recorrido gastronómico por esta ruta de peregrinación,
buen provecho a todos.
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