MONOGRÁFICO DEDICADO A LA ALIMENTACIÓN EN EL SIGLO DE ORO ESPAÑOL
Carmen Navas
Garatea y Elena Pulido Romero
Junio 2007
Nutriciones colectivas y dietoterapia Dietoterapia Según Pedro Plasencia en su libro “A la mesa con Don Quijote y Sancho”, los conocimientos sobre dietética en este siglo no eran muy acertados, avanzándose muy poco desde el tiempo de Hipócrates y Galeno, ya que los temores religiosos obstruían el pensamiento científico. Alimentos tan sanos como el pescado y la fruta eran considerados dañinos. En Inglaterra pensaban que el tomate causaba toxicidad derivando en locura y ninfomanía, éste se hizo popular antes en Italia que en España. En toda la obra de Martínez Montiño “El Arte de Cocina” con más de quinientas recetas no aparece mencionado ni una sola vez, al igual que en el Quijote, reduciéndose el cultivo del mismo a los huertos familiares de Andalucía y el Levante. Si queremos tener una idea precisa sobre alimentación y medicina en el Siglo de Oro deberemos consultar el “Regimiento de Sanidad de todas las cosas que se comen y se beben”, del médico italiano Miguel Savonarola, publicado en castellano en Sevilla en el año 1541. En la corte de Felipe III, (entre los años 1603-1604), el vino se tomaba a la hora de comer con moderación y mezclado con agua, ya que así es como lo aconsejaban la mayoría de los médicos, recetando las proporciones adecuadas para ancianos, enfermos de estómago, inapetentes, convalecientes… Todo lo contrario sucedía con el pueblo llano para los que el vino no era un vicio o artículo de lujo sino una parte muy importante de su dieta. Había recetas especiales para enfermos: siendo los primeros apuntes de dietoterapia de los que tenemos constancia. Francisco Martínez Montiño en su libro “Arte de Cocina, Pastelería, Vizcochería y Conservería” nos deja algunas recetas muy curiosas: Manteca de almendras amarillas «Tomarás quatro onzas de almendras, y ponlas en una poca de agua, que esté cociendo, y en soltando ellas el pellejo, las sacarás sin echarlas en agua fría, y las mondarás , y ponías en una pieza limpia sin agua: y luego tomarás un cedacillo de cerdas, y ponlo sobre un plato; é irás tomando las almendras una á una, y estregándolas sobre las cerdas del cedacillo un poco recio, é iranse deshaciendo las almendras, y cayendo en el plato, y en deshaciendo aquella toda, tomarás otra: y de esta manera las irás gastando todas una á una, y harás un montoncillo en el plato de una manteca amarilla, y no se ha de llegar a ello con cuchillo, ni con cuchara, ni con otra cosa, porque se apelmazaría , de manera que no se pudiese hacer, como se pretende, sino tomar otra tanta cantidad de azúcar molido, y cernido, é iráslo echando sobre la manteca, rebolviendolo muy sutilmente : y quando estuviere bien mezclado, estará todo amarillo, y granujado. Esta manteca es buena para algunas personas que tienen malo el pecho: y se ha de tomar fría á cucharadillas. Y advierte, que el azúcar ha de ser otra tanta cantidad, como las almendras: y así se ha de tener respecto à lo que se desperdicia de las almendras, para quitarle del azúcar otro tanto». Un plato elaborado para personas enfermas era el “pastel de ave para enfermo” del cual nos deja la siguiente receta: Un pastel de ave para enfermo «Echarás á cocer una pechuga de ave, y quando estuviere casi cocida, sacala, y pica toda la carne muy menuda sobre un tablero blanco, porque salga muy blanca, y picarás una poca de enxundía fresca de la misma gallina, mezclada con la carne, y sazónala de sal, y muy poca especia, unas gotas de caldo. Y harás tu pastelillo, y cuécelo, y lo cebarás con dos yemas de huevo, y un poco de caldo, y agrio de limón. Algunas veces le podrás dar agrio, y dulce, y podrás otras veces echarle crestas, y turmas de pollos todo cocido, y otras veces mollejas de cabritos fritas». También Martínez Montiño, para enfermos desganados con falta de apetito recomendaba el pisto, aclarando: «De estos pistos no había para tratar porque es cosa que se usa mucho y me parece que lo saben todos». Del mismo modo, insistía en que la alimentación para los enfermos debía ser sin sal: «No hay más mala cosa para los enfermos que hallar mucha sal en las viandas porque la calentura les hace tener mucha sed y por eso sienten mucho la sal». Como se puede apreciar, aunque tenían conceptos muy equivocados como que la fruta y el pescado podían ser dañinos para la salud, en otros alimentos como la sal, si tenían claro que era perjudicial en exceso aunque no tuvieran los conocimientos médicos actuales sobre la hipertensión arterial producida por la misma. |