4.1. Las pautas de alimentación de
las sociedades musulmanas
(...) Oh, siervos míos, todos tenéis hambre excepto los que Yo he
alimentado, así que buscad el alimento en Mí y Yo os alimentaré. (...)
(Hadith 24 citado por Muslim, recopilado por An-Nawawi, en
'Cuarenta Hadith').
Entre todos los alimentos, el Corán hace
a menudo explícita referencia a los que aportan a la humanidad los
animales de crianza y caza: la carne y la leche, sobre todo, sin dejar
de lado otras prestaciones como las pieles, la fuerza de trabajo y de
transporte. El ser humano puede disfrutar en esta vida de los
beneficios de la creación (y debe en justa correspondencia mostrar
gratitud al Creador): el agua que mana de los cielos, las plantas y
frutos que brotan de la tierra, los productos de la mar, la miel de
las abejas... Y le está permitido practicar la caza, la cetrería y la
pesca.
Fue
Dios quien os creó los ganados, unos para cabalgar y otros para
alimento vuestro.
(Sura XL, de Gafir o del
Remisorio, 79)
¡Comed y apacentad vuestros ganados!
En verdad que aquí hay maravilla para los sensatos.
(Sura XX, de Ta-Ha, 54)
En los animales tenéis un ejemplo
significativo: os damos de beber lo que contienen sus entrañas,
obtenéis múltiples ventajas de ellos, y de ellos os alimentáis.
Y sobre ellos os trasladáis, al
igual que sobre las naves.
(Sura XXIII, de Almu'minun o de
los Creyentes, 21, 22)
Dios envía agua del cielo para hacer
revivir la tierra tras épocas de aridez. En verdad que hay aquí
maravilla para los que estén atentos.
Y también hay un ejemplo en los
animales: os da a beber lo que hay en sus entrañas y surge de entre
heces y sangre: leche pura, deliciosa para quienes la beben.
Y en el fruto de la palmera y
de la vid, de las que extraéis bebida y nutritivos alimentos. En
verdad que aquí hay maravilla para los reflexivos.
El Señor inspira a las abejas:
'Construid vuestra vivienda en los montes, en los árboles y en las que
los hombres os preparen;
Alimentaos luego de todo tipo
de frutas, y errad por las sendas que os ha trazado el Señor.'
De sus abdómenes surgen
almíbares de colores que son medicina para el hombre. En verdad que
aquí hay maravilla para quienes piensen.
(Sura XVI, de Annahi o de las
Abejas, 65-69)
(...) enviamos agua en abundancia,
Y luego abrimos grietas en la
tierra,
En las que hacemos germinar el
grano,
La vid y la hierba,
Olivos y palmeras datileras;
Jardines frondosos,
Frutas y forraje,
Para alimento vuestro y el de
vuestros ganados.
(Sura LXXX, de Abasa o de
'Frunció el ceño', 25-32)
Jamás se equipararán los dos mares.
Uno es de agua dulce y de agradable bebida; el otro es sumamente
salobre. Pero tanto del uno como de otro coméis carne fresca; y del
salado, extraéis abalorios con los que os adornáis. Y puedes ver las
naves cortando las olas a la búsqueda de Su bondad; para que mostréis
vuestro agradecimiento.
(Sura XXXV, de Fatir o del
Originador, 12)
¿Acaso no son conscientes de que,
entre lo que nuestras manos hicieron, les creamos los ganados que
poseen,
Y los sometimos a su voluntad?
Los hay que sirven de cabalgadura y los hay de alimento.
Y además extraen de ellos leche
y otros productos. ¿No serán capaces de agradecérselo?
(Sura XXXVI, de Ia-Sin, 71-73)
Sin embargo, esta prodigalidad general
en el disfrute de los dones de la creación no está exenta de
restricciones. El Corán hace reiteradas advertencias sobre los
animales que no pueden ser consumidos por los fieles, debido a que son
impuros. Estos tabúes alimentarios incluyen principalmente lo
mortecino (la carne hallada muerta o en dudoso estado), la sangre, la
carne de cerdo, y lo que ha sido sacrificado al conjuro de otro nombre
distinto al de Dios. La caza está vedada durante la peregrinación.
¡Creyentes! En verdad que Dios os pondrá a prueba con la prohibición
de ciertas especies de caza que cobráis con manos y lanzas, a fin de
comprobar quién le teme verdaderamente. Quien tras ello desobedezca,
será objeto de un severo castigo.
¡Creyentes! No cacéis animales
cuando estéis de peregrinación (...)
Os está permitida la pesca, y
su producto son provisiones para vosotros y para la caravana, pero os
está vedada la caza mientras estéis de peregrinación (...)
(Sura V, de Almaida o de la
Mesa Servida, 94, 95)
¡Creyentes! Disfrutad de todo lo bueno
que os ha sido concedido y agradecédselo a Dios, el único, a quien
adoráis.
Él sólo os prohibió lo
mortecino, la sangre, la carne de cerdo y todo lo sacrificado al
conjuro de otro nombre que no sea el de Dios. No obstante, quienes sin
intención ni abuso se vean obligados a ello, no serán recriminados,
porque Dios es indulgente y misericordioso.
(Sura II, de Albaqara o de la
Vaca, 172, 173. Se repite con apenas
variantes en el Sura XVI, de Annahi o de las Abejas, 115)
¡Creyentes! Cumplid con vuestras obligaciones. Se os ha permitido
alimentaros de las reses de ganado, con excepción de las que se os
especifica; también os está prohibida la caza cuando estéis
consagrados a la peregrinación; porque Dios ordena lo que le place.
(...) Pero cuando hayáis
concluido las ceremonias, entonces cazad. (...)
Os están prohibidos: lo
mortecino, la sangre, la carne de cerdo y todo lo que haya sido
sacrificado invocando un nombre distinto al de Dios; los animales
estrangulados, los rematados a golpes, los que hayan muerto a causa de
una caída o una cornada, los atrapados por una fiera --a no ser que
los sacrifiquéis ritualmente--; lo que haya sido sacrificado a los
ídolos; y también os están vedados los animales cobrados por disparo
de flechas, porque es una profanación.
(...) Mas quien acuciado por el
hambre, y sin intención de pecar, se vea obligado a alimentarse de lo
prohibido, sepa que Dios es indulgente y misericordioso.
Te preguntarán: '¿Qué nos está
permitido?' Respóndeles: 'Os es lícito todo lo bueno y también cuanto
cobréis de los animales cazadores y de las aves de presa que hayáis
adiestrado, tal como Dios os enseñó. Comed de lo que hayan apresado,
pero, ante todo, invocad el nombre de Dios y temed a Dios; porque Dios
es diestro en el cómputo.'
Os está permitido todo lo
bueno, y asimismo os son lícitos los alimentos de quienes recibieron
el Libro (la Biblia)
antes que vosotros, al igual que vuestros alimentos son lícitos para
ellos (...).
(Sura V, de Almaida o de la
Mesa Servida, 1-5)
Y creó para vosotros animales, unos
para carga, otros para el sacrificio. ¡Disfrutad por ello de cuanto os
ha concedido Dios, y no sigáis los pasos de Satán, que es vuestro
enemigo declarado!
Él os proporcionó ocho especies
de reses: una cabaña de ovinos y otra de caprinos. (...) Una cabaña de
camélidos y otra de bovinos. (...)
Diles: 'En lo que me ha sido
revelado, no hallo nada prohibido para quien necesite alimentarse, a
excepción de lo mortecino, la sangre derramada o la carne de cerdo,
porque son inmundos; y también es una profanación comer animales que
hayan sido sacrificados invocando otro nombre que no sea el de Dios.
Pero quien sin intención ni abuso se vea obligado a ello, no será
recriminado; porque tu Señor es indulgente y misericordioso.'
(Sura VI, de Al-Anaam o del
Ganado, 142-145. Esta última aleya
se repite con apenas variantes en II, 172, 173, y XVI, 115)
Es de destacar que estas restricciones
en el consumo de la carne no impiden cierto grado de flexibilidad en
su aplicación. Si las circunstancias fuerzan al creyente a consumir de
lo prohibido (ej: por hambre o por vivir en otro país), y lo hace sin
conocimiento, sin intención de pecar, sin abusar, "no será
recriminado", porque Dios es indulgente y perdona.
Los
creyentes que ejercen el bien no serán recriminados porque antes hayan
disfrutado de las cosas ilícitas; siempre que se abstengan de ello,
crean y practiquen el bien; perseveren y crean, se abstengan y hagan
caridad; porque Dios estima a los caritativos.
(Sura V, de Almaida o de la
Mesa Servida, 93)
Las leyes de alimentación musulmanas
basadas en el Corán también parecen estar relacionadas, a juicio de
algunos etnólogos, con el establecimiento de un sentido de identidad
social entre los miembros del propio grupo, y al mismo tiempo de
separación y diferenciación con respecto a otros grupos sociales
ajenos. Cuando alguien pertenece a un grupo, tribu o pueblo, invoca
los signos comunes de identidad grupal, para reafirmar su pertenencia
a la comunidad.
Esos signos pueden ser de muchos tipos, y los relacionados con la
dieta tienen su preponderancia. Algunos ejemplos serían el tótem, el
emblema de una familia o un clan, que no se puede comer, los alimentos
vistos como sucios o impuros, las bebidas que deben ser evitadas, los
alimentos sagrados de las ceremonias en que participa el clan, de los
sacrificios y rituales propios de un grupo
exclusivo. Se acentúa así la separación con respecto a otros grupos,
que suelen ser minusvalorados y mencionados en términos peyorativos.
(Los idólatras)
dicen con presunción: 'Tal ganado o tal
cultivo está prohibido, y nadie, excepto quienes nosotros digamos,
puede comerlos'. Y hay animales que está prohibido cabalgar, y ganados
sobre los cuales no invocan el nombre de Dios al ser sacrificados;
(...)
Y dicen también: 'Lo que en las
entrañas de estos animales hay es lícito exclusivamente para nuestros
varones y está prohibido a nuestras mujeres'. Pero si la cría nace
muerta, todos participan de ella. Él les castigará por sus
discriminaciones, porque es prudente y sapientísimo.
(Sura VI, de Al-Anaam o del
Ganado, 138, 139)
En cuanto a los judíos, les prohibimos
los animales de pezuñas partidas; y de los bovinos y los ovinos, les
prohibimos las grasas, salvo las que tienen en el lomo, en las
entrañas o las adheridas a los huesos. Ello, en castigo de su
iniquidad; porque somos justicieros.
(Sura VI, de Al-Anaam o del
Ganado, 146)
4.2. Comparación con las normas
alimentarias en el Antiguo Testamento
Ya hemos ido viendo cómo numerosos párrafos del Corán coinciden con
contenidos de la Biblia, que además es reivindicada por aquél, y cómo
muchos de los dogmas del Islam derivan del judaísmo y del cristianismo
primitivo. Mahoma sabía mucho más de judaísmo que de cristianismo, y
algunas de las restricciones del Corán marcan diferencias entre árabes
y judíos. Varias de las regulaciones dietéticas mahometanas (lo
mortecino, la sangre, el cerdo...) se basan, sin embargo, en la Ley de
Moisés, recopilada en el Pentateuco, que es mucho más prolija y
restrictiva.
A
los israelitas les era permitido todo alimento, excepto los que Israel
había prohibido para sí antes de que la Biblia les fuese revelada.
Diles: '¡Tomad la Biblia y leedla, si sois sinceros!'
(Sura III, de Ali Imran o de la
familia de Imran, 93)
Leamos pues la Biblia, ya que el Corán
nos invita a ello. En el Levítico (7:22), que trata de los ritos de
sacrificio de los israelitas, nos encontramos con la prohibición de
comer sebo y sangre. En Levítico (11), sobre las leyes de
purificación, se hace la distinción entre animales puros e impuros y
se habla del contacto con sus cadáveres.
Habló Yahvé a Moisés, diciendo: 'Habla a los hijos de Israel y diles:
No comeréis sebo de buey, ni de oveja, ni de cabra. El sebo de animal
muerto o destrozado (por fieras) podrá servir para cualquier uso, pero
en modo alguno lo comeréis. (...) Tampoco comeréis sangre, ni de ave,
ni de cuadrúpedo, en ninguno de los lugares en que habitaréis. Todo el
que comiere cualquier clase de sangre, será extirpado de entre su
pueblo.'
(Levítico, 7:22-27)
Habló Yahvé a Moisés y a Aarón y les
dijo: 'Hablad a los hijos de Israel y decidles: Éstos son los animales
que podréis comer, de entre todos los animales que hay en la tierra.
Todo animal biungulado de pezuña hendida que rumia, ése podréis comer.
Pero no comeréis, a pesar de que rumian y tienen pezuña hendida: el
camello, pues aunque rumia, no tiene partida la pezuña; será impuro
para vosotros; ni el conejo, porque rumia, pero no tiene la pezuña
partida; será impuro para vosotros; ni la liebre, porque rumia, pero
no tiene la pezuña partida; será impura para vosotros; ni el cerdo,
pues aunque tiene la pezuña hendida y biungulada, no rumia; será
inmundo para vosotros. De la carne de éstos no comeréis, ni tocaréis
sus cadáveres; serán impuros para vosotros.
De entre todos los animales que
viven en las aguas, podréis comer a cuantos teniendo aletas y escamas
se encuentran en los mares y en los ríos; a éstos podréis comer. Pero
serán cosa abominable para vosotros todos los que carecen de aletas y
escamas, de entre todos los que pululan en las aguas (...).
(Esto excluye las almejas, ostras, gambas,
cangrejos, pulpos, sepias...).
De entre las aves os sean
abominables las siguientes, que no se comerán y os serán detestables:
el águila, el quebrantahuesos, el águila marina, el buitre, el halcón
en todas sus especies, toda clase de cuervos, el avestruz, la lechuza,
la gaviota, el gavilán en todas sus especies, el búho, el somormujo,
el ibis, el cisne, el pelícano, el calamón, la cigüeña, la garza en
sus especies todas, la abubilla y el murciélago.
Todo insecto alado que anda
sobre cuatro patas os será abominable. Pero de todos los insectos
alados que andan sobre cuatro pies, podréis comer aquellos que por
encima de sus pies tienen dos patas para brincar con ellas sobre la
tierra. De ellos, podréis comer éstos: la langosta en sus diversas
especies y toda clase de solam, de hargol y de hagab.
Todo otro insecto alado de cuatro patas os será abominable.
Estos animales os hacen
inmundos. Quien tocare su cadáver quedará impuro hasta la tarde. Quien
alzare alguno de sus cadáveres, lavará sus vestidos y quedará impuro
hasta la tarde.
Asimismo todos los animales que
tienen pezuña, pero no partida en dos uñas, y que rumian, serán
inmundos para vosotros. Todo aquel que los tocare, quedará impuro.
(...)
De entre los animales pequeños
que andan arrastrándose sobre la tierra, os serán inmundos: la
comadreja, el ratón, el lagarto en sus diversas especies, el erizo, el
cocodrilo, el camaleón, la salamandra y el topo. De entre todos los
reptiles, éstos serán inmundos para vosotros. Cualquiera que tocare su
cadáver, quedará impuro hasta la tarde. Y todo objeto sobre el cual
cayere uno de estos cadáveres, quedará inmundo, ya sea un instrumento
de madera, o un vestido, una piel, un saco, en fin, cualquier objeto
que se usa para algo. Será metido en agua y quedará inmundo hasta la
tarde; después será puro. (...)
Todo reptil que anda
arrastrándose sobre la tierra, es cosa abominable; no servirá de
comida. De entre todos los reptiles que se arrastran sobre la tierra,
no comeréis ninguno de los que andan sobre su vientre o sobre cuatro
patas o sobre muchos pies, porque son detestables. (...) no os
contaminéis por medio de ellos. Porque yo soy Yahvé, vuestro Dios
(...)'
Esta es la ley acerca de las
bestias (...); para que hagáis distinción entre lo puro y lo impuro,
entre el animal que puede comerse y el que no puede ser comido.
(Levítico, 11:1-47)
El Deuteronomio (14) aclara un poco la
complicada clasificación taxonómica anterior, al enumerar los
cuadrúpedos cuya carne se puede comer. Amplía también, por otro lado,
el número de las especies volátiles vedadas para el consumo:
No
comeréis cosa abominable alguna. Éstos son los animales que podréis
comer: el buey, la oveja, la cabra, el ciervo, la gacela, el corzo, la
cabra montés, el antílope, el búfalo, la gamuza. Todo animal
biungulado de pezuña hendida y que rumia, eso podréis comer. Pero no
comeréis a pesar de que rumian y tienen la pezuña hendida: el camello,
la liebre y el tejón; (...) tampoco el cerdo, pues aunque tiene la
pezuña hendida, no rumia; sea inmundo para vosotros; no comeréis su
carne ni tocaréis su cadáver. (...)
Podréis comer toda clase de
aves puras, mas he aquí las que no comeréis: el águila, el
quebrantahuesos, el águila marina, el azor, el halcón, el milano en
sus distintas especies; toda especie de cuervo; el avestruz, la
lechuza, la gaviota, el gavilán con sus especies, el búho, el ibis, el
cisne, el pelícano, el buitre, el somormujo, la cigüeña, la garza con
sus especies, la abubilla, el murciélago. Todo insecto alado sea
inmundo para vosotros; no lo comeréis; pero podréis comer todo volátil
puro.
No comeréis carne mortecina;
podrás darla al extranjero que habita dentro de tus puertas y él podrá
comerla, o venderla a un extraño; porque tú eres un pueblo consagrado
a Yahvé, tu Dios. No cocerás el cabrito en la leche de su madre.
(Deuteronomio, 14: 3-21)
Las medidas extraídas del Levítico,
instando a la purificación de personas u objetos que hayan entrado en
contacto con carne muerta, parecen perseguir un claro fin
profiláctico. Son medidas de sanidad o higiene que tendrían incluso
validez hoy en día con la misión preventiva de evitar plagas,
epidemias o contaminaciones. Lo mismo podría decirse de la carne de
puerco. El Corán la considera impura y prohíbe comer de ella, pero en
esto sólo sigue al pie de la letra una normativa mucho más antigua: la
de las leyes mosaicas, que también tenía por abominable la carne de
cerdo, sin dar más explicaciones. ¿Por qué abominable? ¿Por qué
impura? ¿No sería porque era peligrosa? Sabido es que las especies
porcinas se crían mal en países calurosos o desérticos, y son
propensas a contraer y a transmitir enfermedades como la triquinosis.
Es probable que las prohibiciones del Levítico y Deuteronomio no hagan
sino registrar por escrito un tabú alimentario ya asentado entre los
habitantes de estas áridas zonas desde tiempos remotos, incluso que
sean de origen prehistórico.
A raíz del exilio de los judíos de Palestina, tras la conquista
romana, se exacerbaron los rasgos distintivos del pueblo judío
respecto a otras comunidades. Y así, todo alimento permitido que no
hubiera sido sacrificado ritualmente era considerado tan sucio como el
cerdo, o en la fiesta de Pascua se evitaba ingerir cualquier alimento
con levadura. No son sino costumbres post-bíblicas que tomaron fuerza
de ley: la Biblia sólo prescribe comer pan ácimo (sin levadura) en la
Pascua.
4.3. La bebida, la circuncisión, el
velo
Pero volvamos al Islam. La norma alimentaria más drástica que el
Profeta tomó prestada de las leyes de Moisés está relacionada con las
bebidas intoxicantes. Aunque los judíos desaprobaban las bebidas
alcohólicas, a causa de los efectos degradantes o pecaminosos de su
abuso (véanse la embriaguez de Noé, en Génesis 9:21, o la historia de
las hijas de Lot, en 19:30), no las prohibían, y el vino era (y es) un
elemento importante en muchos rituales y fiestas. Afirman los
historiadores que Mahoma, sin embargo, prohibió absolutamente ese tipo
de bebidas entre los suyos. El Corán no parece condenarlo de forma tan
tajante; más bien asocia el alcohol, junto con el juego, a tentaciones
del diablo, y avisa a los humanos de su peligro.
¡Creyentes! Sabed que la bebida, el juego, los ídolos y la
superstición son abonimables maniobras de Satanás. Abstenéos de ellas
para que prosperéis.
Ya que Satanás sólo desea
inculcaros enemistad y rencor, mediante la bebida y el juego, y así
distraeros de la oración y la meditación en Dios (...)
(Sura V, de Almaida o de la
Mesa Servida, 90, 91)
¡Creyentes! No observéis la oración
cuando os encontréis ebrios, para que sepáis lo que estáis diciendo,
ni cuando os halléis sucios --salvo que estéis de viaje--, hasta que
os hayáis aseado (...)
(Sura IV, de Annisá o de las
Mujeres, 43)
Te preguntarán acerca de la bebida y
el juego; respóndeles: 'en ambos radica un grave pecado, aunque
también algún provecho para el hombre; pero su perjuicio es mayor que
su provecho.'
(Sura II, de Albaqara o de la
Vaca, 219)
Como vemos, parece que la prohibición
coránica del alcohol tiene sus matices, y aunque arma de doble filo,
se le reconoce algún beneficio. Llaman también la atención, por otro
lado, las menciones a las vides y al vino, como parte de los bienes
destinados al placer de los bienaventurados en el Paraíso,
"donde corren ríos de aguas puras, ríos
de leche de sabor inalterable, ríos de vino, deliciosos para los
bebedores, y ríos de miel purificada" (XLVII, 15).
Aunque la preceptiva en torno a la carne es cumplida más o menos a
rajatabla en todo el mundo islámico, no puede decirse lo mismo de la
prohibición del alcohol, que hoy depende ampliamente de las leyes
civiles de los distintos países, y de su mayor o menor grado de
permisividad. Y si hay países musulmanes donde el consumo de bebidas
alcohólicas está totalmente proscrito, como pueden ser Arabia Saudí,
la Unión de Emiratos Árabes, el Yemen, Irán o Pakistán, hay otros
muchos --en particular los de la cuenca del Mediterráneo, incluidos
Turquía, Siria y Jordania-- donde es tolerado, y en los que incluso se
fabrican vino, cerveza y otros licores.
La prohibición del alcohol no es privativa de los países islámicos
rigoristas (por ejemplo en la India, en el estado de Gujarat, de
mayoría hindú, tampoco está permitido su consumo). Y no ha sido igual
a lo largo de la historia, ni en los distintos países musulmanes.
Sirva una paradoja como ejemplo: Irán, antaño Persia, hoy bajo un
régimen de ayatolas basado en la rama chií del Islam, fue en el siglo
XI cuna del célebre astrónomo, matemático y poeta Omar Jayyam, que en
sus Robaiyyat canta los placeres de la vida, el amor a las
mujeres, y los goces del vino y de la ebriedad; sorprende comprobar
como en una nación donde hoy rige la ley seca, pero cuyos habitantes
veneran la poesía y visitan en familia las tumbas de sus poetas
clásicos, uno de sus más insignes bardos pudo escribir cuartetos como
éste: "Beberé tanto vino que este olor mío a vino / brotará de la
tierra cuando esté bajo tierra; / si se acerca a mi tumba alguien
medio borracho, / al olor de mi vino se emborrachará a fondo" (Omar
Jayyam, Robaiyyat, 80, atribuido, edición de Sadeq Hedayat).
Cuartetos similares de loor al vino podemos leer de otro sabio: el
fundador del movimiento de los derviches giróvagos de Konya (actual
Turquía) Yalal ud-Din Rumi, escritos en el siglo XIII, y de clara
inspiración mística o sufí. Añadamos como anécdota que en el Egipto
actual (y también en Siria) se comercializa un vino tinto con la marca
'Omar Jayyam', todo un homenaje póstumo al poeta persa, que seguro que
éste no desaprobaría.
En resumidas cuentas, que los tabúes
dietéticos de los musulmanes relacionados con la carne y las bebidas
alcohólicas, que tanto chocan a muchos occidentales, no tienen por lo
general un origen islámico, sino pre-islámico. El mahometanismo,
fundado en el 622 d C, año de la hégira o retirada de Mahoma y sus
seguidores de la Meca a Medina, es una religión relativamente
reciente. Las restricciones alimenticias que impone a sus súbditos son
las que ya estaban arraigadas por la costumbre o por anteriores credos
todavía vivos en la zona donde el Profeta predicó.
Recientes excavaciones efectuadas en enterramientos colectivos
prehistóricos de hasta 8.000 años de antigüedad ubicados en los
Emiratos Árabes Unidos (oasis de El Ain), han permitido comprobar que
la carne de cuadrúpedos formaba parte de la dieta de los habitantes
del neolítico en la Península Arábiga. Siendo los dátiles la base, en
segundo lugar se comía carne de cabras domésticas, camello y pescado,
así como gacelas salvajes cobradas en cacería. Alimentos propios de un
país desértico; nada que no permita el Corán a sus fieles milenios
después.
Cambiando de ámbito, señalaremos otra
costumbre musulmana que asimismo resulta extraña a la cultura
occidental: la de la circuncisión. Al igual que la interdicción del
cerdo, también esta norma es compartida con los pueblos de religión
hebrea, y de hecho la Biblia especifica con detalle su instauración y
procedimientos, en la historia de Abrahán, patriarca común de judíos,
árabes y cristianos:
Dijo
Dios a Abrahán: '(...) Éste es mi pacto que habréis de guardar entre
Mí y vosotros y tu posteridad después de ti: Todo varón entre vosotros
ha de ser circuncidado. Os circuncidaréis la carne de vuestro
prepucio; y esto será en señal del pacto entre Mí y vosotros. A los
ocho días será circuncidado entre vosotros todo varón en el transcurso
de vuestras generaciones, (...) El varón incircunciso, que no se
circuncidare la carne de su prepucio, será exterminado de entre su
pueblo por haber quebrantado mi pacto.' (...)
Tenía Abrahán noventa y nueve
años cuando circuncidó la carne de su prepucio. Ismael, su hijo, era
de trece años cuando fue circuncidado en la carne de su prepucio. En
el mismo día fueron circuncidados Abrahán e Ismael. Y todos los
varones de su casa (...)
(Génesis 17:9-27)
He aquí otra tradición musulmana, de
profundo significado religioso, que no es de origen coránico sino
anterior. Como mínimo sus antecedentes parecen bíblicos, si bien se
sabe que esta práctica tenía una implantación aún mucho más remota, y
la ejercían ritualmente como medida de higiene muchos pueblos de la
antigüedad. Entre ellos, los egipcios de época faraónica, que
retrasaban su ejecución hasta la adolescencia: en las ruinas de
Saqqara, y en concreto en la mastaba de Anjmahor, o Sesi, apodada
'tumba de los médicos', de tiempos de la VI Dinastía (siglos XXIV -
XXIII a C), existe un bien conservado bajorrelieve mostrando una
escena de circuncisión practicada a un muchacho. No hemos hallado, no
obstante, ninguna referencia a este precepto en el Corán, ni mucho
menos nada relativo a la ablación de clítoris, atávica costumbre que
en los países que todavía se practica en la clandestinidad, aunque
sean mayoritariamente musulmanes, proviene de épocas más arcaicas y es
de origen tan remoto como desconocido.
La tendencia a atribuir al Corán preceptos heredados de épocas
preislámicas tiene otro ejemplo en el tan controvertido velo (hijab,
burka y otras modalidades) que supuestamente han de llevar las
mujeres por la calle para cubrir su rostro. Vaya por delante la
constatación de que esta costumbre indumentaria en absoluto es de
obligado cumplimiento (algunos pocos países son excepción), y veamos
qué dice el Corán al respecto:
Di a
los creyentes que sean recatados con sus miradas y preserven su pudor;
(...)
Di también a las creyentes que
sean recatadas con sus miradas y preserven su pudor, y que no revelen
sus encantos naturales más allá de cierto límite; que se cubran el
seno con sus velos y no enseñen sus encantos sino a sus esposos, sus
padres, sus suegros, sus hijos, hijastros, hermanos, sobrinos, a las
mujeres creyentes, a sus esclavas, a sus criados honestos, a los niños
que todavía no distinguen las vergüenzas de las mujeres; y que no
agiten sus piernas para no destapar lo que sus encantos esconden.
(...)
(Sura XXIV, de Annur o de la
Luz, 31)
Y las solteronas en edad crítica, que
ya no esperan el matrimonio, no serán amonestadas por despojarse de
sus vestimentas externas sin mostrar sus encantos. Aunque mejor será
para ellas si evitan hacerlo; porque Dios todo lo ve y todo lo sabe.
(Sura XXIV, de Annur o de la
Luz, 60)
Profeta: di a tus esposas, a tus hijas
y a las mujeres de los creyentes que, cuando salgan de casa, se cubran
con sus túnicas; les conviene, para que se las distinga de las demás y
no sean molestadas; porque Dios es indulgente y misericordioso.
(Sura XXXI, de Al-Ahzab o de
los Conjurados, 55)
Eso es todo. Los pocos textos coránicos
que hablan de la vestimenta, en realidad apelan al pudor, y hacen
recomendaciones tanto a las mujeres como a los varones para preservar
esa virtud. Cuando el Corán fue dictado, ya existía en Oriente Próximo
la costumbre de velarse la cabeza y el rostro por parte de las
mujeres. Un testimonio de ello puede verse en unos relieves del templo
de Bel en el oasis de Palmyra (Siria), que datan de comienzos del
Imperio Romano, y que muestran a tres mujeres que cubren totalmente
sus cabezas con sendas piezas de tela de sinuosos pliegues, no dejando
adivinar sus rostros (ver imagen en la colección de fotoAleph
Las ruinas de Palmyra).
Aseguran los arqueólogos que este tipo de atuendo era signo de
distinción, llevado por las damas de alta alcurnia (quizá para
proteger su tez de los rigores climáticos en aquellos soleados
parajes), mientras que las esclavas, sirvientas y mujeres de las capas
plebeyas de la población andaban por la calle a cara descubierta.
Parece que nos encontrarnos ante otro hábito islámico cuya
procedencia es pre-islámica. Como en el caso de la prohibición del
alcohol, las normas al respecto y al día de hoy varían enormemente de
un país a otro, dependiendo de su régimen político. Sin embargo, en
general las mujeres musulmanas suelen considerar este asunto como
perteneciente al ámbito de su exclusiva esfera privada y familiar, y
rechazan que el Estado se inmiscuya en un tema que atañe a la libertad
individual de cada mujer. Y así ocurre que en países de regímenes
oficialmente laicos, como Turquía (desde las reformas de Atatürk) o
Siria, que han intentado desde sus gobiernos desterrar la costumbre
del velo femenino, se detecta una tendencia a la contra por parte de
algunos sectores femeninos, en el sentido de volver a adoptar el uso
de la prenda. Y exactamente lo contrario sucede en un país como Irán
tras la revolución de Jomeini, regido por líderes espirituales que
hacen una interpretación muy estricta de la sharia, y donde el
uso del hijab (o pañuelo de cabeza) es absolutamente
obligatorio, hasta para las mujeres extranjeras. La mayoría de la
población femenina iraní critica en privado las machaconas campañas
gubernamentales orientadas a tal fin, y se rebela, dentro de los
estrechos márgenes que le son permitidos, contra el velo como
imposición.
Conviene apuntar estas cuestiones cuando en algunos colegios de
países europeos empiezan a darse conflictos con las niñas inmigrantes
escolarizadas por el hecho de portar un pañuelo cubriéndoles el
cabello, y sus gobiernos intervienen dictando leyes 'contra el uso de
símbolos religiosos en la escuela'. El uso del velo es un asunto
privado, de opción individual, y su raíz no es religiosa sino secular,
de origen más antiguo que el Islam.
Se trata de uno de tantos malentendidos basados en el
desconocimiento, o en tópicos que se atribuyen sin ningún fundamento a
las enseñanzas coránicas, o en simples interpretaciones desvirtuadas
del Corán. Como la creencia generalizada de que el arte musulmán no es
figurativo, no muestra imágenes de hombres o animales, porque
supuestamente el Libro lo prohíbe aduciendo que sólo Alá puede crear.
No hemos hallado en el Corán ningún texto que sustente tal
aseveración, y de hecho las propias obras de arte islámico la
desmienten. Si es cierto que esa regla se aplica estrictamente en la
arquitectura religiosa (mezquitas, mausoleos...), no es menos cierto
que no se cumple en el arte civil, como se verifica en los palacios
omeyas del desierto sirio o en la Alhambra de Granada o en el
hammam omeya de Qusayr Amra, en Jordania, donde pueden admirarse
pinturas murales que representan sensuales ninfas de pechos desnudos
saliendo de las aguas. |