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El Corán es la ley de leyes del mundo musulmán, en él se contienen tanto los preceptos morales, religiosos, políticos o sociales en los que sus creyentes sustentan su vida. Entre ellos están las directrices que deben seguirse para una correcta alimentación, incluida la comida permitida y la prohibida y que más obedece a una necesidad puntual histórica y geográfica que racional desde el punto de vista de un occidental. He recorrido el citado Corán y he entresacado aquellos aspectos que creo importantes y los he comparado con interpretaciones que se han hecho en otros momentos de la historia y me he llevado alguna que otra sorpresa. Pero no quiero adelantar acontecimientos y en primer lugar haré un repaso por los mandatos que dicta sobre la dieta. Como todos sabemos la columna vertebral de ésta religión es exactamente el mismo que el que tiene la religión cristiana, las dos parten del Antiguo Testamento para bifurcarse y divorciarse respecto a Jesucristo y Mahoma, donde el primero de ellos es sólo un profeta para los árabes, para los judíos es el hijo de Dios. La primera referencia que se hace a los alimentos lo tenemos en el Sura II – 54, cuando nos habla de Moisés y el maná: “Hicimos que se cerniese una nube sobre vuestras cabezas y os enviamos el maná y las codornices, diciéndoos: Comed manjares deliciosos que nosotros os hemos concedido...”, para seguir en el versículo 58 abundando en el tema de la siguiente forma: “Y entonces vosotros dijisteis: ¡Oh Moisés! No podemos soportar por más tiempo un mismo y único alimento; ruega á tu Señor que haga brotar para nosotros de esos productos de la tierra, legumbres, cohombros, lentejas, ajos y cebollas. Moisés nos respondió: ¿Queréis cambiar lo bueno por lo malo? Pues bien, volved á Egipto y allí hallaréis lo que decís. Y el envilecimiento y la pobreza se expendieron sobre ellos y se atrajeron la cólera de Dios, porque no creían en sus signos y condenaban injustamente á muerte á sus profetas. He aquí cual fue la retribución de su sublevación y de sus violencias”. Es importante en estos momentos ver la sutileza del cambio de traducción e interpretativo con respecto al mismo hecho en la Biblia y que se puede leer en el artículo dedicado a la Alimentación en la Biblia. Más adelante encontramos un hecho sorprendente, los judíos piden a Moisés que descubra a un asesino y veamos que ocurre: “Acordaos del día en que Moisés dijo a su pueblo: Dios os ordena inmolar una vaca; los israelitas exclamaron: ¿Acaso te burlas de nosotros? ¡Presérvame Dios de ser del número de los insensatos! dijo. Suplica á tu Dios que nos explique claramente qué vaca ha de ser esa, respondieron los israelitas. Dios quiere que no sea ni una vaca vieja ni una ternera dijo, sino que sea de edad media. Haced, pues, lo que se os ordena”, nadie me puede negar que esta conversación es surrealista, pero sigamos. En el siguiente versículo, el 64, continua así: “Los israelitas añadieron: Ruega a tu Señor que nos explique claramente cuál debe de ser su color. Dios quiere, les dijo Moisés, que sea de una amarillo muy pronunciado, de un color que alegre la mirada de todo el que la vea”. Y aquí ya empiezo a alucinar a colores porque esto me recuerda las conversaciones de los años sesenta, del siglo pasado, cuando alguien estaba atiborrado de L.S.D., pero no todo termina aquí, en el versículo 66 continúa: “Dios os dice, repuso Moisés, que no sea una vaca cansada por la labranza o el riego de los campos, sino una vaca a la que no se haya acercado macho; que sea sin ninguna tacha. Ahora, dijo el pueblo, tú nos has dicho la verdad. Inmolaron la vaca y, sin embargo, faltó poco para que no lo hubiesen hecho”. Y al final nos quedamos con la intriga de saber quien era el asesino en cuestión pese a que ya en el colmo del paroxismo le dan al muerto un porrazo con un hueso de la susodicha vaca. No es nuestra intención de reírnos de las religiones pero hay cosas que nos dejan con los ojos en blanco. En el mismo Sura, 120 encontramos lo siguiente: “Entonces Abrahán dijo a Dios: Señor, concede la seguridad a esta comarca y el sustento de tus frutos a los que creen en Dios y en el día final. Yo la concederé a los infieles también; pero sólo gozarán de ella un espacio de tiempo limitado; después los empujaré hacia el castigo del fuego. ¡Que horrible camino el suyo!”, pues más malo no se puede ser, el que no cree en Dios que lo quemen previo engaño para cogerlos confiados.
Ahora llegamos a la primera pista de que está prohibido en el Corán, atentos porque son comprensivos: “Os está prohibido comer los animales muertos, la sangre, la carne de cerdo, y todo animal sobre el cual se haya invocado otro nombre distinto del de Dios. El que lo hiciese, movido por la necesidad, y no como rebelde y trasgresor, no será culpable. Dios es indulgente y misericordioso”. Aquí reflexionamos, sin caer en el chiste fácil de que se tenían que comer a los animales vivos, sobre la idea de que un animal muerto podía se por enfermedad, que podía ser contagiosa al ser humano, lo cual es una regla profiláctica, como también lo es el comer sangre o carne de cerdo, imaginamos que la falta de laboratorios hacía imposible saber si un animal tenía una enfermedad o un cerdo triquinosis. Sobre “animal sobre el cual se haya invocado otro nombre distinto del de Dios” se refiere explícitamente a los animales que no han sido degollados bajo la invocación del nombre de Dios .
Seguimos con el Sura II que nos habla del ayuno en los
versículos 180, 181 y 183 que dicen lo siguiente: “El ayuno no durará
más que unos cuantos días. Pero el que está enfermo o de viaje (y que no
haya podido cumplir el ayuno en el tiempo prescrito) ayunará después de un
número igual de días. Los que, pudiendo soportar ayuno, lo rompan, darán a
título de expiación el alimento de un pobre. Todo el que realiza
voluntariamente una obra de devoción obtiene más. Ante todo, es bueno que
observéis el ayuno, si conocéis la ley”.
Como vemos se repite la misma advertencia, no sabemos si es
para los sordos o es que era una advertencia para los listillos tragones
para que no tuvieran la disculpa de decir ‘ese versículo no lo leí o no
lo recuerdo’. Sobre el vino dice lo siguiente: “Te interrogaran sobre el vino y el juego. Diles: Lo mismo en el uno que en el otro hay mal y ventajas para los hombres; pero el mal supera a las ventajas que procuran”. En el Sura IV, 46 respecto al vino dice: “¡Oh creyentes! No oréis cuando estéis ebrios: esperad a que podáis comprender las palabras que pronunciáis”. Es en el Sura V, titulado La Mesa, donde verdaderamente se trata sobre la alimentación, sobre todo en el versículo 4 en el que se nos dice: “Los animales muertos, la sangre, la carne de cerdo, todo lo que ha sido matado bajo la invocación de otro nombre distinto del de Dios; los animales asfixiados, acogotados, muertos de una caída o de alguna cornada; los que han sido mordidos por un animal feroz, a menos que lo hayáis purificado con una sangría; lo que ha sido inmolado en los altares de los ídolos; todo esto os está prohibido. No os lo repartáis consultando las flechas, pues esto es una impiedad hoy. La desesperación espera a los que han renegado de vuestra religión; no los temáis; temedme”. Existen más recomendaciones, pero todas son repeticiones de las expuestas.
En la antigüedad estos preceptos no se respetaban en su totalidad, como cuento en mi libro Historia de la Cocina Occidental, ya que la lejanía y el contacto fronterizo con otras culturas hacían que las interpretaciones fueran otras. Para comprender esto copio parte del apartado dedicado a la aportación de la cocina árabe a España: Las sectas interpretaban el código alimentario de distinta forma. Todos sabemos que el Corán prohíbe la ingesta de carne de cerdo, tomar vino y respetar el ayuno en el mes del Ramadám entre otras cosas, pero en el año 742 los Barwabatas trasladaron el mes de ayuno a otra época del año. Los Gumara en el siglo X admitían comer cerdo, siempre que éste fuera hembra, ya que interpretaban que el mandato coránico sólo hablaba del macho, prohibían la ingesta de pescado no degollado, las cabezas de animales y los huevos y, desde el siglo XI, también permitieron beber vino. Los Tiuyuin permitían beber una especie de arrope muy alcohólico llamado aziz, siempre y cuando no se llegara a la completa ebriedad. Hasta una de las normas ya enunciada de los maliki fue desobedecida o ignorada, la de comer tierra. En Magán (Toledo) se mezclaba con harina y se hacía pan con ella. Los motivos de estos cambios son muy complejos, desde pasar de un modo de vida nómada a un sedentarismo, a la lejanía del centro de las normas y su relajación o las influencias fronterizas con el cristianismo. Nos han llegado citas importantes, como la que se refiere a Ab-Amir Mu Hammad, heredero del general Almanzor que nos dice: “Pese a que estaba dominado por el vino y se ahogaba en los placeres, temía a su Señor y lloraba sus faltas; amaba a los hombres santos, solicitaba sus invocaciones y daba generosa recompensa a quien le guiaba a ellos”. La invasión trajo nuevas costumbres, pero también es cierto que ellos fueron invadidos culturalmente. En España se conserva el único lugar del mundo donde se representan a las figuras humanas, nos referimos a la llamada ‘Casa del Rey Moro’ en Ronda (Málaga) y donde el rey Abomelic, en el siglo XV, dejó plasmada en cerámica bellas imágenes de su vida. Pero no sólo aquí se saltaban los preceptos islámicos, en Persia en los años de vida del gran astrónomo y poeta Omar-al-Khayyan (1.040-1.123) se cantaban las excelencias del vino con poesías como esta: “Una sola copa de vino vale cien corazones y cien religiones; una oferta de vino vale el imperio de la China; fuera del vino, ese rubí, no hay nada en la tierra. Una sola cosa ácida vale lo que mil almas dulces” o en Sevilla el poeta Ben Sahl aproximadamente en los años 1.240 escribía sobre el vino lo siguiente: “Ven a ver de mañana a un antílope y a beber una copa, oh Dios, el vino es la medicina, bebe junto a las rosas y el mirto, junto a la mejilla y el aladar”. |