Por casualidad encontré un libro que en su parte final me hizo pasar un momento memorable y de diversión, tan importante en estos días de Navidad que tienden a la melancolía y al recuerdo o intentos fallidos de hacer correcciones en nuestras vidas, fracasados año tras año, cómo puede ser hacer regímenes alimenticios, ser mejores con nuestros semejantes y gilipolleces por el estilo, que a bobos nadie gana en la naturaleza a los seres humanos porque no hace falta llegar a estas fechas para cumplir nuestros deseos y ser mejores.
El libro en cuestión es ‘Aviso de sanidad que trata de todos los géneros de alimentos, y del regimiento de la sanidad, comprobado por los más insignes y graves doctores’, siendo su autor Francisco Núñez de Coria y editado en 1573 en Madrid.
Ya en la página 302 comienza un capítulo, en concreto el VII, que lleva por título ‘De qué cosas se deben guardar los religiosos y varones que quieren guardar la castidad’, todo un compendio que merece un estudio pormenorizado y digno de un relato de risa porque el sexo, siempre dominado por la religiones, fue elemento clave en la vida de todos los humanos, donde se metían en nuestras camas Dios y el Espíritu Santo sin ser invitados a nuestras fiestas carnales por más monógama que fueran nuestras intenciones.
Para qué mentirnos, el sexo es básico en la vida de todos, tanto que sin él estoy seguro que no estaría escribiendo ni tampoco nadie podría leerme por más represión que nos quieran imponer, que ya son bastantes y donde desproporcionan las consecuencias, de modo que, por desgracia, el SIDA, llega a la categoría de castigo casi divino por nuestros pecados a pasar los accidentes de coche a tributo de la modernidad, siendo los primeros muy inferiores a los de tráfico, o, incluso, la polución atmosférica, de modo que al final todos morimos, unos de forma más alegre o satisfechos que otros.
Antes esta castración crónica en la que vive la humanidad es divertido saber que pensaban nuestros antepasados y así llegamos a conocer que no eran tan mojigatos como se piensa, ni tan liberales como debieron ser, que los aparatos genitales tiran más que dos carretas y hasta en las sociedades donde el adulterio está castigado con la pérdida de la vida se cometen y en los más religiosos, tipo judaico, se hacen aberraciones, sólo basta conocer los últimos de los sacerdotes con las pederastias en tiempos recientes y que han marcado a esos pobres niños de por vida.
Pero aquí voy a escribir sobre la parte sana y jocosa, que el sexo cuando se habla de él siempre promueve a la risa, quizá porque en el fondo para todos nosotros el tenerlo o hacerlo es motivo de fiesta, si el que me lee no piensa así creo que debería abandonar esta página escrita por un pecador ateo e ir inmediatamente a aplicarse un flagelo intenso hasta que se le vean los huesos.
Entrando ya en materia y tras leer cosas como esta referentes a las edades de ayuntarse con hembras o formar pareja: “El segundo aviso es de parte de la edad, porque aquellos qué son aptos más que ningunos que fueren mancebos o jóvenes de veinticinco años hasta treinta y cinco, y aún hasta los cuarenta, porque los mozos de veinticinco para abajo son menos aptos para ello, porque aún no han crecido ni embarnecido todo lo que deben, y son diminutos y flacos, ni más ni menos no son bastantes para ello los que son de cuarenta años para arriba, que es la edad de consistencia y mucho menos de la vejez, que es desde cincuenta y cinco años, por lo cual desvarían los viejos en casarse, porque toman mujeres para otros”, frase esta última me hizo soltar una carcajada y que me recordó a algo qué ocurrió en esta España defensora de los valores de occidente y de la Fe católica en la dictadura, en el sexo dictablanda, allá por los años finales de los cincuenta o comienzo de los sesenta, donde un general norteamericano que mandaba en las bases logísticas españolas, con esposa generosa, fue advertido por sus ‘buenos amigos’ de Madrid que ella estaba disfrutando no sólo de la arquitectura civil sino también corporal de algunos de nuestras conciudadanos, entonces estaba asociado ser extrajera y vicio en conjunto, a lo que aquel buen señor contestó: “más vale un bombón para dos que una mierda para uno solo”, a lo que se quedó tan pancho y bastante cortada las relaciones bilaterales en un país al que todos le daban la espalda y donde se tragaban carros y carretas para poder perpetuar el franquismo pese a su religiosidad inquebrantable, de modo que ante el dinero o Dios la elección fue clara, se permitió el bikini y ya en los estertores hasta el topless, que las extranjera dejaban buenos dividendos con el turismo.
Ya casi entrando en materia es interesante saber cuáles y por qué razón eran los alimentos afrodisiacos por aquel entonces y así podemos leer lo siguiente: “Pues luego los que quieren, o desearen guardarse del coito y lujuria, deben de evitar y quitar las causas que la irritan y promueven, pues de otra manera puestas las causas que lo mueven e irritan, de necesidad se ha de seguir efecto.
Las causas principales que irritan la lujuria son. La primera ventosidad, o flatuosidad, la cual causa erección”, así que ya saben bellas damas lectoras, a hombre pedorro no le mires el diente porque es el perfecto amante y no un marrano cómo se creía hasta ahora, y para los lectores el descargar los gases, y para no dar una mala imagen, es mejor decir posteriormente: “es que soy muy sexual, no lo puedo remediar, y del olor ni hagas caso mujer”.
La segunda era la “superfluidad” de la simiente, la cual incita, según contaba, y “fuertemente promueve a ser despedida y lanzada sin detenimiento alguno…” y ahora viene lo mejor cuando decía: ”porque de estas dos causas se manifiesta la tentación y deseo de lujuria, lo cual como lo vea el Demonio, pone en el pensamiento cosas torpes, acrecienta el deseo de las mujeres y otras cosas abominables a los religiosos”, haciendo bueno el dicho de que “el hombre es fuego, la mujer estopa, llega el demonio y sopla” y claro ante estos dos imponderables, los vientos y la simiente, los había que se preguntaban y preguntaban a gritos que “el engendrarse ventosidad y simiente no estaba en sus manos, pues no podemos estorbar a la naturaleza, para que no obre sus efectos”, a lo que contestaba este buen hombre diciendo que se podía refrenar y mitigar con cosas frías puestas por de fuera, que dentro es muy desagradable, siendo didáctico en esto al decir: “especialmente estando en decúbito, o postura hacia arriba, que se dice supino decúbito, y en romance común echarse papo arriba, la blandura y delicadez de la cama, y el calor”.
Tras contar que se deben de dar friegas y después del baño en los lomos con aceite onfacino y de membrillos o rosado, añadiéndole un poco de cera y una vez cuajado lavarlos con zumo de alguna yerba fría, como es la siempreviva, yerba mora, zaragatona, brojo, polígono, verdolaga y una vez untados con la pócima poner encima hojas de ruda o de agnocasto, si aún así se sigue con la erección nada mejor que rendirse a la evidencia, esto es de mi cosecha, y satisfacerse solo ya que la hembra en cuestión estará con otro o en el mejor de los casos en su casa y para una vez que se liga es para ponerse a llorar.
Pero a las gente de campo el deseo le era más gravoso ya que dice: “un hombre del pueblo que siente gran tentación de la carne le mando poner una plancha de plomo sobre los lomos, y se le quitaron las tentaciones de la lujuria”, que este escritor era así de bromista, y además le aconsejó que “se guardara del zumo de la mandrágora y adormideras, y de dormir sobre ellas, y que aprovecha mucho para esta tentación dormir sobre rosas”, con espinas mejor digo yo.
Ya entrando en la alimentación y los deseos carnales me viene a la memoria un requerimiento de un programa muy conocido de Antena 3, que no digo el nombre para no hacerle publicidad, en el que me pedían colaborar en las preguntas, claro está que era sin pagarme, de ahí el vengarme sin decir su nombre, y cómo la guionista me preguntaba que cuales eran los alimentos que se tenían como afrodisiacos y al decirle que todos los que daban gases, la muy pollina se pensó que me estaba riendo de ella, la incultura da trabajo a quien no lo merece, la frase, que espero entre en la historia, no la tengo registrada.
Comienza diciendo que son multiplicativos del esperma las carnes de palominos, de gorriones, de cabritos y sus semejantes, haciendo mención a Avicena ampliando la lista o duplicando nombres y que eran carne de cabrito macho y gordo, la de oveja, los garbanzos, cebollas, los huevos frescos con especias aromáticas, como el jengibre, pimienta, galanga y cosas ventosas, aclarando que Galeno decía que de las medicinas simples, las que provocaban esperma, son cosas que abren y penetran el calor, de manera que no desecaban.
Y continuaba, algunas veces repitiéndose como esos alimentos, así: “de la misma manera provocan a lujuria, las cebollas, las habas, los garbanzos, la hervala que se dice enula, por estas cosas mueven a lujuria, porque multiplican ventosidad. También el anís, el hinojo, las almendras, las avellanas multiplican el esperma, y el vino fuerte y dulce, en el cual está la lujuria, como dice San Pablo y Aristóteles en Los Problemas donde decía ‘Vinus venereos facit’ y así mismo Ovidio en el remedio amoris, ‘vina parant animos veneri’ “ y seguía con otros consejos, esta vez de Avicena que decía, coincidiendo con otros que “las cosas que ayudan al coito, son los manjares calientes y agudos y ventosos, como son los garbanzos, las uvas, las yemas de los huevos, el vino nuevo, el cual tiene propiedad de multiplicar esperma”.
Pues eso es todo por ahora, a disfrutar de la vida que si todos estuviéramos sobrados de sexo aseguro que la vida sería muy distinta y agradable… y vivan los garbanzos!