En el nombre del plátano (2): Avistamientos europeos

ainartEn episodios anteriores… descubrimos la inexplicable confusión nominal que rodea a la palabra <plátano>. Por un lado, designa desde la antigüedad a un árbol de sombra (Platanus sp); por otro, en algún momento del s. XVI, en castellano esta palabra se agarra también a otro vegetal muy distinto: el plátano de comer (Musa, conocido también como banana según qué lengua y dialecto hables).

Hasta aquí, el planteamiento del misterio.

Ahora, adentrémonos en los entresijos históricos de lo que pasaba por las mentes y plumas que escribieron sobre esta megahierba en tiempos remotos…

 *

Si lo pensamos bien, darle nombre a un vegetal novedoso y desconocido es algo que nos ha tocado hacer con frecuencia a lo largo de la historia. En el caso concreto que nos ocupa, veremos que el plátano de comer, Musa, parece haberse prestado a ser comparado-confundido con otros árboles.

Ello no es nada excepcional en el lenguaje común. Las taxonomías (sistemas de clasificación) populares funcionan dividiendo la realidad en categorías, y las entidades nuevas que uno va descubriendo son asignadas a alguna de las categorías preexistentes, en la que nos parezca que encaja mejor.

Así, el maíz (Zea mays) a menudo es llamado “trigo”: en inglés, la palabra corn, que hoy ya suele usarse sólo para el maíz, en su origen designaba al trigo; en italiano viene llamado “trigo turco”, grano turco; blat de moro en catalán (trigo moruno)…

higos-original+addedY qué decir del nopal (Opuntia maxima), que sólo en la península es llamado higo chumbo, higo de tuna, higuera de Indias; figuera de moro; figueira-da-índia; y así, suma y sigue… aunque cualquier parecido entre los cladodios (palas) del nopal, y los troncos de las higueras mediterráneas, sea pura coincidencia (o pura miopía).

Hay ciertos tipos de fruto que sirven, o han servido, como categoría mental maravillosa para ir asimilando a otras frutas.

Quizás el ejemplo más evidente sea la manzana, pues en la antigüedad, todo eran manzanas: los melocotones (“manzana persa”, o Persikà mêla), los albaricoques (mêla armeniaká, “de Armenia”), las granadas (“manzanas púnicas”, fenicias)… pero también las patatas (pomme de terre en francés), los tomates (pomo d’oro, en italiano), o los cítricos (p. ej. el cidro, que era la «manzana medica» —pero para Teofrasto, en cambio, la “manzana de Persia”…—).

Otra gran categoría es, curiosamente, la de los higos. Parece que, si eras comestible, “pelable» con los dedos, y no tenías mucha pepita dentro, te iban a llamar higo.

Y el plátano, como no podía ser manzana, terminó siendo “higo”.

Bueno, en realidad parece que fue incluso manzana en la imaginación de algunos; si nos atenemos a los viajes de John Mandeville (… o, quizás, mejor decir a uno de sus “inspiradores”, Wilhelm von Boldensele*) y su visita por Egipto, si aceptamos que estuviese hablando de plátanos en su obra (1336), los describe como:

*Al parecer, los textos que se publicaron como “viajes” de un solo personaje, Mandeville, fueron un cosido de otros textos, que fueron absorbidos, refritos, y pasados como originales por… alguien, que probablemente ni siquiera se llamase John, ni Mandeville. Eran buenos tiempos para los plagiadores…

Mandeville1-quote1

¡Longe Apples! Manzanas largas. Pues sí, largas son, hay que concedérselo… y sigue:

Mandeville2

En ese inglés medieval maravilloso (ironía, ironía), el texto relata cómo se las llama ‘manzanas del paraíso’, cómo son dulces y de buen sabor, e intuyo también que se pudren en 8 días (por lo que no es práctico llevarlas de viaje a tierras lejanas). Y que en el centro se halla la figura de la Santa Cruz de oure Lord Jesu.

(Justo seguido, en el texto aparece un “Manzano de Adán” («Appulle Tree of Adam”), y también a unas higueras sin hojas, unos misteriosos “higos del Faraón”; por Adán, y por higos, me cuadraría que estuviese siempre hablando del plátano de comer, pero por el texto no lo parece, así que lo dejamos correr.)

infrograph-musa-1Otro, en cambio, llaman a los frutos ‘peras’ (se trataría de Gómez de Santisteban**, en su obra Libro del Infante Don Pedro de Portugal). Vamos evolucionando.

**Otro personaje curioso, este. Curioso, por ser, quizás, ficticio. Sea como fuere, la primera edición a mí conocida es de 1515, en Sevilla.

En un determinado momento, aparecen yuxtapuestas dos palabras empleadas para hablar de nuestra Musa: higuera + banana.

¿Dónde? En los comentarios que Charles de l’Écluse (Clusius, para los amigos) publica sobre la obra de García de Orta, Coloquios dos simples, e drogas he cousas mediçinais da India.

La historia va más o menos así: en 1534, García de Orta (c. 1500-1568), galeno portugués hijo de sefarditas exiliados de España, se embarca en un navío hacia la India. No hacía ni cincuenta años que Vasco da Gama fue el primer navegante europeo que avistó las costas de Malabar, pero los lusos se habían movido deprisa: Goa, ciudad conquistada en 1510, ya sirve como capital de facto para el ‘imperio’ portugués de ultramar. Allí termina ejerciendo su profesión nuestro galeno, y allí publica, en 1563, la obra con el extenso título de: Colóquios dos simples e drogas he cousas medicinais da Índia e assi dalgũas frutas achadas nella onde se tratam algũas cousas tocantes a medicina, pratica, e outras cousas boas pera saber.

Como para acordarte del nombre si alguien te lo recomendaba por la calle…

En fin, se trata de una obra relevante por ser una de las primeras compuestas por alguien que tuvo experiencia directa de la materia medica india, además de incorporar conocimientos y conceptos de otras tradiciones médicas, ej. la musulmana o la hindú.

Sin embargo, ¿cuándo habéis oído que una obra en portugués, publicada en Goa, se convierta en un bercele (bestseller) y circule por el ancho mar de corresponsales europeos, muchos de los cuales no hablan necesariamente portugués?

Ya lo imaginaba. Nunca.

Eso mismo pensó Charles de l’Écluse, médico neerlandés viajero que, antes de convertirse en director del jardín botánico de Leiden, y ser uno de los artífices de la introducción y popularización de los tulipanes en los Países Bajos (sí, los de la tulipomanía misma), se paseó por la península ibérica. Durante año y medio, entre 1564 y 1565, visitó los reinos peninsulares junto con su pupilo, Jakob Fugger*. Y, tras descubrir esta obra de García de Orta, decidió traducirla al latín (… y adaptarla; allá donde la obra original está escrita en forma de diálogo, Clusius se lo pasa por el forro), añadiendo sus propios comentarios.

*Que era hijo de banqueros alemanes… interesado en comerciar con productos venidos de las Indias Occidentales.

El resultado, publicado en Amberes (primera edición en 1567), llevaba por título Aromatum et simplicium aliquot medicamentorum apud indos nascentium historia; en el apartado correspondiente a la musa, Clusius traduce las palabras de García de Orta: Banana-Aromatum

Como vemos, la voz ‘banana’ aparece ligada a “Guinea”.

(Que nadie vaya a buscar en el mapa dónde está Guinea hoy en día, y asuma que esa es la región de la que están hablando; ‘Guinea’, al igual que ‘Etiopía’, o ‘India’, designaba un área geográfica percibida como más o menos similar —para los navegantes portugueses, al menos—, y que grosso modo podríamos traducir como “África occidental negra”. Unos cuantos miles de kilómetros de nada).

Sin embargo, más adelante, Clusius añade comentarios de su propia experiencia: Figuera-banana-Clusius

¿Habéis visto? Figuera Banana. En Lisboa, donde Clusius vio, al parecer, plantas de plátano Musa, llamadas así.

Otra obra que nos presenta a nuestra platanera como higuera es la de Cristóbal Acosta (o Cristovão da Costa, 1515?-1594), también él luso, que pasó por universidades castellanas, y terminó por los mismos lares que García de Orta. A su vuelta a la península, se instaló en Burgos, que fue donde se publicó su obra Tractado de las drogas, y medicinas de las Indias Orientales: con sus plantas debuxadas al biuo por Christoual Acosta . . . En el qual se verifica mucho de lo que escriuio el doctor Garcia de Orta, en 1578.Cristobal Acosta

En ella nos describe el banano como “Higuera de las Indias”, un “hermoso y apazible [sic] Arbol” (… ¿cómo será un árbol desapacible? Mmm…) que no da “más que un solo ramo de higos”.

Higos. Siempre higos.

Aunque el dibujo no está del todo mal…

Higuera de las indias (Acosta)(A quien no esté de acuerdo, le reto a esperar al Tacuinum sanitatis de más abajo… y entonces, hablamos).

infrograph-musa-2

Otra categorización puede establecerse por su similitud con “la”* palmera.

*“La”, porque no hay una sola… pero tampoco será hoy el día en que me meta en este asunto.

Ya lo mencionaba Clusius (fijaos arriba, en la última línea del texto sobre Figuera banana), y García de Orta antes, al hablar de “Matthiolum commentariis”… que son los comentarios del galeno sienés Pier Andrea Mattioli a la obra de Dioscórides, De Materia Medica.

(Para quien no sepa de Dioscórides, fue un médico de origen griego que vivió en el s. I dC, y que escribió el texto más archi-re-que-te-famoso de botánica medicinal occidental, copiado, traducido y comentado y vuelto a comentar durante prácticamente dos mil años).

Pues bien; en la edición más antigua de estos “Matthiolum commentariis” que he logrado consultar (del 1557; no es la primera ni de lejos, pero bueno), Mattioli hace mención a los plátanos bajo el epígrafe “Della corteccia de i frutti della palma” (de la corteza de los frutos de la palmera, Cap. CXXVII).

Mattioli no ha visto un banano con sus propios ojos, sino que recoge las descripciones de “coloro che sono stati in Egitto, & in Cipri, & parimenti in Sicilia” (“aquellos que han estado en Egipto, & en Chipre, & igualmente en Sicilia”). Estos informantes misteriosos, según Mattioli, comparan a los plátanos con distintos frutos: “frutti, grandi, come cocomeretti piccioli, I quali nel maturarsi gialleggiano alquanto” (frutos, grandes, como pepinillos pequeños, que al madurar amarillean), pero que “nella sua consistenza è come di mellone senza nocciolo, & senza seme” (su consistencia es como de melón, sin hueso y sin pepita). Sin embargo, “la scorza loro è come di fichi” (su corteza es como la de los higos), y los mondan con los dedos, igual que se haría con los siconios de Ficus carica.

Ilustraciones de "Musa" en la edición de 1743 del Mattioli.

Ilustraciones de «Musa» en la edición de 1743 del Mattioli.

Entonces.

Manzanas… bueno, pase. Higos. Palmeras.

De acuerdo.

Pero… ¿Platanus sp?

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Yo sigo sin terminar de explicármelo.

Lo curioso es que la palabra <plátano> asociada a Musa asoma desde la costa atlántica americana dominada por Castilla.

De hecho, la única aportación de vocabulario bananístico que el español cede a otras lenguas es plantain, ese término genérico para denominar a los plátanos de cocer (pero que botánicamente quedaría reducido a los genotipos AAB*).

*… si lo de genotipos AAB te suena a campanas celestiales, y te pica la curiosidad, puedes averiguar más sobre el tema aquí.

(E, increíble pero cierto, esta única aportación castellana puede inducir a confusiones en inglés, porque esa misma palabra designaba a una planta bien distinta, Plantago sp, de larga tradición medicinal en occidente… Nada, un desastre de nomenclatura. Parece que español + Musa = líos lingüísticos en cualquier lengua).

En el ámbito mediterráneo y oriental, la mención que más se repite es el vocablo que termina dando nombre al género científico del banano: <musa>. Así lo cuenta, no sólo García de Orta y Acosta, sino Mattioli y “los italianos” antes que ellos.

Musa… ¿de quién, de dónde?

Pues Musa, del árabe. Esta palabra sí entronca con el árabe. Lo cual no es raro, dada la estrecha relación entre las repúblicas italianas medievales, y las tierras de dominación musulmana en el Mediterráneo, donde crecían bananos desde su conquista, como mínimo. En árabe la palabra se escribe موز, mwz (que, para novatill*s como yo, podría leerse como mawz, o como mūz, dado que la escritura árabe normalmente no especifica las vocales. Los hablantes no las necesitan, pero yo… uff).

La palabra se cuela, por ejemplo, en las traducciones al latín de obras árabes conocidas, como el famoso Tacuinum sanitatis de Ibn Buṭlān (también conocido como Abū-l-Hasan, o Albukasem), galeno cristiano que vivió en la Bagdad del s. XI.

Este tratado de higiene, titulado en árabe Taqwim al-sihha, o “Tablas de Salud”, fue traducido al latín, como tarde en la segunda mitad del s. XIII (probablemente en el sur de Italia), y resulta especialmente interesante porque muchas de las copias manuscritas existentes están ilustradas.

El texto original incluía a nuestro plátano de comer Musa… y si los demás vegetales tenían dibujo, no iba a quedarse el pobre sin él, claro que no.

Muse-Musa-Tacuinum

No consigo leer muy bien lo que pone en el manuscrito, pero a Muse, Musa, sí llego.

El hecho de que ninguno de los ilustradores tuviese la menor idea de qué pinta tenía el vegetal nunca fue obstáculo para alguien con buena imaginación. ¿El resultado? Pues…

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Cualquier parecido entre la ilustración y la realidad es pura coincidencia.

Pero sigamos. Musa. Que parece ser el vocablo universal árabe para referirse a esta mega-hierba, desde la India de los tiempos de García de Orta, hasta Al-Ándalus, pasando por las cocinas bagdadíes del s. X.

Las obras andalusíes agronómicas que lo mencionan como mawz son… bueno, varias (desde el Calendario de Ibn ‛Āṣim hasta Ibn Luyūn, pasando por Abū l-Jayr o Ibn al-‛Awwām, también conocido este último como Abú Zacaria Yahya). En el recetario bagdadí de al-Warrāq (s. X), el Kitāb al-Ṭabīḵh (la grafía ḵh se lee como una J), consta una receta de plátanos, mawz.

¿Y en la península de la reconquista & posterior?

Como ya hemos visto sucedía con García de Orta y Cristóbal Acosta, las obras escritas por peninsulares en el s. XVI refiriéndose al plátano* lo llaman Musa, o higuera de Indias, o cosas similares.

*a excepción de Fernández de Oviedo, del que hablé en el artículo anterior, y cuya obra proporciona las primeras referencias escritas a la gran confusión platanil.

Juan Fragoso, escribiendo en 1572 (y citando-plagiando a García de Orta-vía-Clusius sin reconocerlo… ay, ay, muy mal), hace una mención interesante en su Discurso sexto: de un fruto llamado Musa:

“conocese oy [sic] esta planta en Almería, de do se ha embiado [sic] la fruta a algunos señores desta corte, por gran regalo, y con mucha razón, por ser de árbol exquisito y raro”.

Ya lo vemos: estos señores elegantes comían musas, no plátanos.

(Juan Fragoso, para los que no habían oído hablar de él, fue un médico-cirujano renacentista al servicio de la casa real durante el s. XVI. Compañero de aulas de Francisco Hernández y Nicolás Monardes, otras dos figuras notables de la historia natural hispánica de la época, su obra Discursos de las cosas aromáticas, árboles y frutales, y de otras muchas medicinas simples que se traen de la India Oriental, y sirven para uso de medicina, incluye fundamentalmente material ajeno, con escasas aportaciones originales).

En el texto aparece, como era previsible si uno plagia con dedicación exhaustiva, la tercera palabra en discordia que ya había sacado al ruedo de Orta: “(…) [a quien llaman los Guineos] Benanas (…)”.

Malamente hubiese podido saber esto Juan Fragoso, quien no se movió de la península, si no hubiese echado mano de las obras portuguesas de aquel galeno que, como mínimo, había tenido la oportunidad de estar en “Guinea”, y escuchar qué nombre se les daba a los plátanos allí: García de Orta, claro que sí.

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Entonces, parece introducirse un origen africano para el vocablo banana, que entró en el portugués y contagió al resto de lenguas europeas.

¡Viva! ¡Si no nos aclaramos con el plátano, al menos sabemos de dónde sale la banana!

O… ¿quizás no?

(Dun dun duuunn… suena música de final de episodio)

Nos vemos (¡espero!) en la tercera y apasionante entrega de los entresijos lingüístico-botánicos de Musa, próximamente

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Referencias & Bibliografía

La gran mayoría de obras antiguas consultadas son libremente accesibles en Google Books, o en bibliotecas nacionales varias, a saber:

La reimpresión de los viajes de John Mandeville en 1725 consultada, puede verse aquí.

Los Coloquios en portugués de García de Orta, en la edición del 1891-1895 (con comentarios del Conde de Ficalho), pueden consultarse (aunque la herramienta va un poco lenta…) digitalmente gracias a la Universidad de Düsseldorf (lleva directamente a la página del vol. II donde empieza el coloquio relativo al plátano de comer).

O, en su defecto, gracias a la Biblioteca del Real Jardín Botánico de Madrid (lleva directamente al vol. II, donde se halla el coloquio del plátano).

La traducción al latín de Clusius, Aromatum et simplicium aliquot medicamentorum apud indos nascentium historia, en Google Books.

La obra de Cristóbal Acosta, Tractado de las drogas, y medicinas de las Indias Orientales (…),en Google Books.

Los comentarios al Dioscórides de Mattioli, en su edición del 1557, en Google Books.

El manuscrito del Tacuinum sanitatis que figura en el artículo es el de la Bibliothèque National de Francia, consultable en su versión digitalizada aquí.

Había otro a mi alcance, pero no llegué a identificar con seguridad dónde estaba la <musa>… aunque había una ilustración con una parejita que a mí me olía a “efecto afrodisíaco” que algunos le atribuían… (pero la verdad es que no sé si Abu l-Hasan lo incluyó en su obra.)

La obra de Juan Fragoso, Discursos de las cosas aromáticas, árboles y frutales (…), puede consultarse tanto en Google Books, como aquí.

Ahora, a por los artículos y demás fuentes secundarias

Para nuestro luso preferido, García da Orta:

Fontes da Costa, P. 2011. Geographical expansion and the reconfiguration of medical authority: Garcia de Orta’s Colloquies on the Simples and Drugs of India (1563). Studies in History and Philosophy of Science, doi:10.1016/j.shpsa.2011.09.015

Para biografías varias de galenos renacentistas, entre ellos Cristóbal Acosta (pp. 140-143) y Juan Fragoso (p. 144) (aunque también menciona a García de Orta):

López Piñero, J. M. 2007. Medicina e Historia Natural en la sociedad española de los siglos XVI y XVII. Publicacions de la Universitat de València.

Aunque el mismo López Piñero parece haber escrito una biografía de Fragoso libremente accesible en línea.

Del Tacuinum sanitatis y su importancia en la historia de las ilustraciones naturalísimas europeas, supe en

Pächt, O. 1950. Early Italian Nature Studies and the Early Calendar Landscape. Journal of the Warburg and Courtauld Institutes 13 (1/2): 13-47.

Pero también puede leerse tranquilamente un artículo de libre acceso que habla de esta obra:

Janick, J.; Daunay, M. C.; y Paris, H. 2010. Horticulture and Health in the Middle Ages: Images from the Tacuinum Sanitatis. HortScience 45 (11): 1592-1596.

Las obras andalusíes agronómicas en las que se menciona nuestro mawz, así como lo que sobre él se dice, se encuentra en las págs. 49-52 de la obra de Carabaza Bravo, J. M.; García Sánchez, E.; Hernández Bermejo, J. E.; y Jiménez Ramírez, A. 2004. Árboles y Arbustos en Al-Andalus. CSIC, Madrid.

Sobre el Kitāb al-Ṭabīḵh (s. X), el recetario bagdadí de al-Warrāq, tanto las recetas traducidas como una explicación del contexto de la obra (y las varias copias de los manuscritos), etc.:

Nasrallah, N. 2007. Annals of the Caliph’s Kitchens: Ibn Sayyār al-Warrāq’s Tenth-Century Baghdadi Cookbook. Brill: 375.

La referencia a las «peras» plataniles mencionadas en el Libro del Infante don Pedro de Portugal (así como otras informaciones curiosas) la encontré en:

Buarque de Holanda, S. 1987. Visión del paraíso. Motivos edénicos en el Descubrimiento y descubrimiento y Colonización del Brasil. Biblioteca Ayacuch: 297.

Sobre esta obra misteriosa, supe un poquito más echando una ojeada a:

Mejía, C. 1998. El libro del Infante don Pedro de Portugal: estudio crítico y problemas de transmisión. Revista de Filología Románica 15: 215-232

Sobre la etimología de <Guinea>, puede echarse un vistazo a este muy informativo enlace.

 Ilustraciones

Aquí sí hemos echado mano de obras ajenas, sí.

La ilustración del higo chumbo (Opuntia) está sacada de la obra de Basilius Besler, Hortus Eystettensis; la de Ficus carica (higuera), es ilustración de Ehret, preciosa como siempre, de su Plantae selectae (…), que puede consultarse aquí, y las imágenes digitalizadas, en la galería de Flickr reservada a esta obra por la Biodiversity Library.

Podéis hallar los extractos de los libros retratados en los enlaces indicados más arriba.

Los mapas son elaboración de una servidora 🙂

La imagen de Cristovao da Costa, así como la de la “Higuera de las Indias”, están sacadas de su obra (Tractado de…); el enlace donde puede encontrarse está indicado más arriba.

Las ilustraciones de Musa del Mattioli, edición del 1743, están en la pág. 157 de este libro, amablemente digitalizado por Google.

La ilustración del Tacuinum sanitatis, puede verse en la obra cuya localización digital he indicado más arriba.

Yyyy ya está; el resto, si es que algo de resto hay, es de menda lerenda.

Recursos

¿Os ha gustado la ilustración del Tacuinum?

Aquí hay otras, provenientes del manuscrito de Rouen. No tienen plátanos, pero sí granadas, lechugas, cidras…

Y aquí, por cierto, parece haber otra.

3 comentarios en “En el nombre del plátano (2): Avistamientos europeos

  1. Vaya tela con la forma de clasificar los frutos… Es decir, ¿sólo podías escoger ser manzana o higo? Otra cosa que también me descoloca son las ilustraciones de los manuscritos antiguos. ¿De verdad nos sorprende que en un tratado de estas características se inventaran el aspecto de las plantas? Deberíamos estar escarmentados después de ojear cualquier bestiario medieval.

  2. Hola¡¡ me dedico a investigar asuntos de alimentación, y he revisado páginas que conocía encontrando tu estupenda entrada, muy interesante, documentada y con abundantes y acertadas referencias. Muchas gracias¡¡ Sobre el nombre que se les ponía a los alimentos americanos, creo que aparte de su semejanza con otros ya conocidos, influía el «lugar» gastronómico o alimenticio que se les reservaba. Así por ejemplo al maiz en mi tierra (Aragón) le llamaron panizo, un cereal ya conocido, usado como grano de baja calidad; en Valencia dacsa, que era el nombre del sorgo; todo ello indica el poco aprecio que se le tuvo durante siglos.
    Un saludo

    • Hola Elena! Muchas gracias por tu piropo, pero sobre todo muchísimas gracias por tu aportación. Tienes toda la razón, el «estatus» social de los vegetales en cuestión también tenía que ser un punto de semejanza sobre el que poder basar comparaciones.
      Desconocía los nombres populares del maíz en Aragón y Valencia, pero sí que ilustran esta idea de forma muy clara. Tendré que rebuscar en los nombres populares de forma más exhaustiva en futuras ediciones 🙂

      Un saludo!

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