Hace unos años escuché en un programa de televisión una información interesante, que la derrota de la Armada Invencible no fue provocada por la flota naval inglesa, sino por la Corriente del Golfo, entonces me enteré que se referían al Golfo de México y que esta corriente marina llega hasta Irlanda, en el Atlántico Norte, donde fue ese triste episodio en agosto de 1588.
Primero pensé que era la fuerza de las aguas cálidas de dicha Corriente lo que había ocasionado los hundimientos de las naves españolas, pero precisamente en esa época lo que había era una Pequeña Edad de Hielo que provocó que se interrumpiera la referida Corriente del Golfo. De hecho, el Canal de la Mancha reflejaba este cambio climático que fue el que propició los oleajes, las marejadas, que se describen en las narraciones de ese entonces.
Los científicos piensan que “La Pequeña Edad de Hielo” se produjo cuando se interrumpió la corriente del Golfo. Se postula que el intenso calor que se desarrolló por cuatro siglos, del 900 hasta el 1300, con temperatura media entre 3º y 7º superior a los de siglos previos, fundió el “hielo ártico”, aportando agua dulce al mar, rebajando la salinidad marina. Como consecuencia, el agua del mar perdió densidad y capacidad de hundirse en el océano, deteniéndose la Corriente del Golfo.
Sin dicha corriente, el clima de la Tierra, fundamentalmente el de Europa, se enfriaría enormemente. El calor ya no se transportaría a la atmósfera del Atlántico norte y los vientos procedentes del mar ya no serían cálidos, sino fríos. Las temperaturas en toda Europa serían gélidas, como en Siberia. [1]
Precisamente, en la narración escrita por el capitán Francisco de Cuéllar en octubre de 1589, uno de los sobrevivientes de la catastrófica expedición de la Armada Imperial española, la Armada Invencible, que la dio a conocer, a fines del siglo XIX, Cesáreo Fernández Duro, miembro de la Real Academia de la Historia, se puede advertir la fuerza tremenda del mar contra las naves españolas y las desgraciadas muertes que provocó. El investigador Rafael M. Girón Pascual comenta que se conoce muy poco de la figura de Francisco de Cuéllar, integrante de la Felicissima Armada y autor de la Carta de uno que fué en la Armada de Ingalaterra y cuenta la jornada, en la que narra “su naufragio en las costas irlandesas y su lastimoso viaje a través de la parte norte de la isla, su llegada a Escocia y posteriormente a Flandes donde redacta la carta”. Algo que conviene resaltar es que el capitán Francisco de Cuéllar sabía latín y eso le ayudó a comunicarse, sobre todo, con algunos religiosos católicos irlandeses durante su periplo de vuelta. Una información muy importante que proporciona este autor es sobre los diversos viajes antes y después de 1588-1589 que realizó el capitán de Cuéllar, es decir, en 1581 estuvo en las jornadas bélicas de Portugal, viajó al Estrecho de Magallanes y Brasil en 1581-1584, y luego, durante los 10 años a partir de 1589 que sirvió al en Flandes a Alejandro Farnesio, duque de Parma, y al archiduque Alberto luchó en varios lugares de Francia y, finalmente, en Italia, en la guerra de Piamonte y Saboya. En 1600 estaba en Nápoles a las órdenes del virrey Lemos. Fue a las islas de Barlovento (las Antillas) y tierra firme por la plata americana en 1601-1602. [3]
Sobre el peligro de los temporales, y conste que no me refiero a la presencia del corsario Francis Drake en la flota inglesa enemiga, ya don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, duodécimo señor y quinto marqués de Sanlúcar de Barrameda, noveno conde de Niebla y séptimo duque de Medina Sidonia, Capitán General de Mar Océano, con 125 barcos y 30,000 hombres de la Armada bajo su mando directo, expresaba en una misiva a Felipe II su resquemor al respecto: “en la costa de Flandes, no haviendo en toda ella puerto ni abrigo ninguno para esas naves, con el primer temporal que les diese, les hecharía a los bancos donde, sin ningún remedio, se avían de perder”. [5]
El capitán Francisco de Cuéllar ha dejado la siguiente descripción de este terrible temporal en su carta del 4 de octubre de 1589 dirigida, al parecer, al rey de España, Felipe II, que escribió desde la villa de Anvers, en Flandes, luego de su desafortunada aventura por Irlanda y Escocia:
Quedéme en su nao [del auditor Martín de Aranda] en la cual fuimos pasando todos grandes peligros de muerte, porque con un temporal que sobrevino, se abrió de suerte que cada hora se anegaba con agua y no la podiamos agotar con las bombas. No teníamos remedio ni socorro alguno, sino era el de Dios, porque el Duque ya no parecía y toda el Armada andaba desbaratada con el temporal, de suerte que unas naves fueron á Alemania, otras dieron en las islas de Olanda y Gelanda, en manos de los enemigos; otras fueron á Setelanda; otras á Escocia, donde se perdieron y quemaron. Más de 20 se perdieron en el reino de Irlanda, con toda la caballería y flor de la Armada.
Como he dicho, la nao en que yo iba era levantisca, á la cual se juntaron otras dos muy grandes para socorrernos si pudiesen, en las cuales venía D. Diego Enríquez, el corcobado, por Maese de Campo, y no pudiendo doblar el Cabo de Clara, en Irlanda, con mal temporal que sobrevino por la proa, fue forzado venir á tierra con estas tres naos, que, como digo, eran grandísimas, y dar fondo más de media legua de la tierra, donde estuvimos cuatro días sin proveer nada, ni aún lo podían hacer, y al quinto vino tan gran temporal en travesía, con mar por el cielo, de suerte que las amarras no pudieron tener ni la velas servir, y fuimos á embestir con todas tres naos en una playa llena de arena bien chica, cercada de grandísimos peñascos de una parte y de otra, cosa jamás vista, porque en espacio de una hora se hicieron todas tres naos pedazos, de las cuales no se escaparon 300 hombres, y se ahogaron más de mil, y entre ellos mucha gente principal, capitanes, caballeros y otros entretenidos. [6]
Estas fueron las palabras sobre el mar embravecido y el naufragio que el capitán de Cuéllar escribió, como ya lo he dicho, en su carta de octubre de 1589 en Flandes. Pero pasando a cosas más gratas, creo que resulta muy interesante conocer la dieta de los irlandeses de la segunda mitad del siglo XVI. El capitán de Cuéllar ofrece sobre esto una corta, pero buena información cuando relata el hambre que pasó y la ayuda que le brindaron estas personas a lo largo de su viaje de regreso.
También narra sobre las hermosas mujeres irlandesas que lo tomaron por gitano y le pidieron que les leyese la mano. Incluso, luego de la defensa del castillo de Manglana (MacClancy), uno de los jefes de clanes de guerreros irlandeses, [8] realizada por de Cuellar y ocho españoles buenos mozos, aquél le llegó a ofrecer casarse con su hermana, pero de Cuéllar no aceptó porque deseaba emprender su viaje de regreso, que finalmente, fue a Flandes.
A continuación citaré varios pasajes de su carta en donde menciona algo sobre las comidas que llegó a tener y sobre la alimentación de los irlandeses que le tocó presenciar.
… vinieron doscientos salvajes, á nosotros á ver lo que haciamos. Dijímosles por señas que metíamos allí aquellos hombres que eran nuestros hermanos porque no se los comiesen los cuervos, y luégo nos apartamos y buscamos que comer por la marina, del vizcocho que la mar echaba fuera, sino cuando se llegan á mí cuatro salvajes á quitarme lo que tenía á cuestas vestido, y dolióse otro y los apartó viendo que me empezaban á tratar mal, y debía ser principal, porque le respetaban.
… se las puso al cuello, haciéndome señal que las queria guardar, diciéndome que era cristiana, y éralo como Mahoma, y enviáronme desde su choza un muchacho con un emplasto hecho de hierbas para que me pusiese en la herida, y manteca y leche y un pedazo de pan de avena que comiese. Curéme y comí, y el muchacho se fué por el camino conmigo amostrándome por donde había de ir…
… Metíme entre la paja bien enterrado, con aviso de que no se hiciese destrozo en ella ni se descompusiese de cómo estaba, y dejando concertado de levantarnos de mañana para nuestro viaje, dormimos sin cenar ni haber comido más que moras y berros, y cuando Dios enhorabuena fué de dia, yo estaba bien despierto con el gran dolor que tenía en las piernas…
… Andando así perdido con harta confusión y trabajo, topé con un camino por do iba un clérigo en hábito seglar, porque así andan los sacerdotes en aquel reino, porque los ingleses no los conozcan, y dolióse de mí y hablóme en latín, preguntándome de qué nacion era y de los naufragios que había pasado. Dios me dió gracia para que yo le pudiera responder á todo lo que me preguntaba, en la mesma lengua latina; satisfízose tanto de mí que me dio á comer de lo que consigo traia, y me encaminó para que fuese á un castillo que estaba de allí seis leguas…
Su propiedad destos salvajes es vivir como brutos en las montañas, que las hay muy ásperas en aquella parte de Irlanda donde nos perdimos. Viven en chozas hechas de pajas; todos son hombres corpulentos y de lindas facciones y miembros; sueltos como corzos; no comen más de una vez al dia, y ésa ha de ser de noche, y lo que ordinariamente comen es manteca con pan de avena; beben leche aceda por no tener otra bebida; no beben agua, siendo la mejor del mundo. Las fiestas comen alguna carne medio cocida, sin pan ni sal, que es su usanza ésta. Vístense como ellos son, con calzas justas y sayos cortos de pelotes muy gruesos; cúbrense con mantas y traen el cabello hasta los ojos. Son grandes caminadores y sufridores de trabajos; tienen continuamente guerra con los ingleses que allí hay de guarnición por la Reina, de los cuales se defienden y no los dejan entrar en sus tierras, que todas son anegadas y empantanadas; se van toda aquella parte más de cuarenta leguas de largo y ancho…
… bien considerado todo esto, nos determinamos decir al salvaje [MacClancy] que le queriamos guardar el castillo y defenderle hasta morir; que hiciese con mucha diligencia meter dentro bastimentos para seis meses y algunas armas, de lo cual se alegro tanto el señor, y de ver nuestro ánimo, que no tardó mucho en proveerlo todo con la voluntad de los principales de su villa, de que fueron contentos todos, y para asegurarse de que no le hariamos falsedad, nos hizo hacer juramento de que no desmamparariamos su castillo ni se daria al enemigo por ningun pacto ni conveniencia, aunque pereciésemos de hambre, ni se abririan las puertas para que entrase dentro ningun irlandes ni español ni otra persona, hasta que el mismo señor tornase á él, como se cumpliria sin duda … [9]
A manera de conclusión podemos reflexionar acerca de lo que Ingram y Shapter nos dicen que “En un país con una historia de alta pobreza, casi cualquier material comestible que pudiera ser usado como comida pudo haberse empleado para hacer pan. La avena es alta en proteína y pudo haber sido hecha un pan nutritivo sin levadura.” [11] Comer pan, beber leche, algo de carne de vez en cuando, quizás de cerdo, es lo que salvó al protagonista de esta historia.
Si alguno de los lectores de nuestra página quiere conocer algo más acerca de este náufrago-viajero español sería bueno que viera los tours que ofrecen en Irlanda para recorrer la ruta que realizó de Cuéllar y disfrutar una Guinness [12] en alguno de los pubs del camino.
[1]http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:g7VeqNylylAJ:cinabrio.over-blog.es/article-corrientes-marinas-y-edad-de-hielo-104466532.html+Corriente+del+golfo+Armada+Invencible&cd=14&hl=es-419&ct=clnk&gl=mx (Consultado el 17 de agosto de 2013).
[2] El País, 18 de septiembre de 2011.
http://elpais.com/diario/2011/09/18/domingo/1316317960_850215.html (Consultado el 17 de agosto de 2013).
[3] Rafael M. Girón Pascual, El capitán Francisco de Cuéllar antes y después de la jornada de Inglaterra» en Antonio Jiménez Estrella y Julián J. Lozano Navarro (eds.) Actas de la XI Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna, Comunicaciones, Vol. II, pp. 1051-1059, Granada, Universidad de Granada, 2012, pp. 1051-1053.
[4] Manuel de la Fuente, Madrid, 31 de julio de 2013, “Francisco de Cuéllar: náufrago de la Felicísima Armada y héroe de España”, http://www.abc.es/cultura/libros/20130607/abci-francisco-cuellar-historia-militar-201306061701.html (Consultado el 18 de agosto de 2013).
[5] El País, 18 de septiembre de 2011.
http://elpais.com/diario/2011/09/18/domingo/1316317960_850215.html (Consultado el 17 de agosto de 2013).
[6] Francisco de Cuéllar, “Carta de uno que fué en la Armada de Ingalaterrra y cuenta la jornada”, Colección Salazar, número. 7, fólio 58, Nº 184, pp. 337-370, en Cesáreo Fernández Duro, La Armada Invencible, Madrid, Real Academia de la Historia, 1885, Tomo II, pp. 341-342.
[7] http://www.youtube.com/watch?v=su0gLd0qaBw (Consultado el 18 de agosto de 2013). Interesante documental que muestra la ruta del capitán de Cuéllar en Irlanda.
[8] Castillo de Tadhg og MacClancy, Lordship de Dartry (Señorío de Dartry).
[9] Francisco de Cuéllar, op. cit., p. 348, p. 350, p. 354, p. 356, p. 358 y pp. 361-362.
[10] La fotografía del pan de soda es del libro de Christine Ingram y Jennie Shapter.
[11] Christine Ingram y Jennie Shapter, The World Encyclopedia of Bread and Bread Making, China, Hermes House, 2002, p. 56. La traducción es mía.
[12] ‘The black stuff…’ es el nombre coloquial que se le da a la Guiness – una bebida producida por primera vez en 1759 por Arthur Guiness. La cerveza Guiness es lo que en España se llama “cerveza negra”. Sin embargo, en inglés no se dice “black beer” sino ‘stout’ y está hecha a base de cebada malteada, lúpulo y agua.
http://vocatic.com/guinness-cerveza-su-historia-elaboracion-y-tradiciones (Consultado el 19 de agosto de 2013).