Historia de la introducción en Suiza de la sopa de Rumford en 1800

Carlos AzcoytiaSiguiendo con la serie dedicada al hambre en Europa y la expansión por todo el continente de las ideas del conde de Rumford, en especial de la sopa que llevaba su nombre, nos vamos a detener en su llegada a Suiza y los efectos tanto beneficiosos como perjudiciales que produjo y su adaptación a la gastronomía de dicho país.

Pese a la miseria que pasaba el pueblo, con verdaderas hambrunas y un paro galopante, no tuvo desde sus comienzos buena acogida entre los más menesterosos, ya que al igual que el intento de introducir las patatas en la alimentación en Sevilla en 1573  o las sopas de sobre en 1779 para alimentar los ejércitos en Francia pocos años antes, casi crea revueltas populares al considerar, equivocadamente, que dicha sopa era agua sucia y poco sustanciosa y así encontramos lo que se decía en 1801 sobre ella y contra la finalidad con la que estaba siendo distribuida entre la población en los medios impresos: “Se pensó en introducir en los cantones más empobrecidos por la guerra la sopa económica; pero lo impidieron varias circunstancias, no siendo la menor dificultad la que oponía la falsa idea que de ella se tenía de que era clara y de poca sustancia. Los mendigos fueron los que principalmente se reunieron para declamar contra ella, como que su establecimiento les quitaba la vida vaga, licenciosa, ociosa y criminal en que se hallaban”.

suizaPero las autoridades no cejaron en su empeño y gracias a la constancia de la Junta de Caridad de Zurich y San Gall la adoptaron en sus cantones con éxito, distribuyendo dichas sopas entre enero y mayo de dicho año de 1800, hasta que por su mala organización y no llevando en su totalidad a efecto todo el entramado organizativo/social que requería la distribución de alimentos se dejó de repartir, consecuencia de desarrollar la filosofía de Rumfor a medias y sólo tomando la parte caritativa sin incentivar a todos al trabajo comunitario y fomentar la dignidad de las personas, ofreciendo comida por trabajo.

De todas formas, pese al fracaso final, se distribuyeron en Zurich y sus inmediaciones en dicho tiempo 293.885 raciones de a “18 onzas (1), que cada una salía á unos tres cuartos; y en San Gall se repartían mensualmente 24.100 raciones”.

El reparto se hacía de la siguiente forma: Cada familia enviaba a la hora señalada una vasija para recoger las raciones que se la concedían según el número y necesidad de sus individuos, siendo la distribución gratuita, ya que supuestamente la clase a la que se deseaba socorrer carecía de recursos y no tenía trabajo, algo que comprobaremos que no era totalmente cierto.

Entre los fallos en el planteamiento, independientemente de los ya contados, estuvo la premura en implantar dichas cocinas, que no eran de bajo consumo, como las inventadas también por Rumford (ver trabajos relacionados), lo que encarecía notablemente el producto final y que posteriormente justificaban diciendo que “no se cuidó de economizar el combustible, por ser urgente la necesidad y no haber tiempo para construir las hornillas”.

La fórmula de la receta varió al suprimir el vinagre porque se ponía agria con mucha facilidad, algo que no llegaron a solucionar enteramente y que achacaban a las patatas, entonces un alimento para engorde de animales, que cambiaron por arroz, guisantes, pasta y cebada.

Tras todo lo contado en lo referente a las premuras a la hora de dar de comer a los necesitados y una falta mínima de motivación de la población que no fuera más de lo mismo, una caridad mojigata muy de la iglesia en su política de dependencia del pueblo, se decidió a principios de mayo que a finales de dicho mes se cerrarían dichos establecimientos y donde se dieron los siguientes razonamientos que lo justificaban: “Se observó sin embargo un daño muy notable, como consecuencia de la distribución gratuita de la sopa económica, y fue que las gentes del campo se acostumbraban á ella de tal suerte, que se entregaban á la pereza y abandonaban las labores de sus tierras” o el siguiente: “Otro motivo hubo para tomar este partido, y fue que muchos revendedores y verduleras, después de vender fruta y verduras, iban sin vergüenza á tomar la sopa que se hacía solo para los pobres”.

En la ciudad de Neuchatel, hoy es el centro relojero suizo, llegó a convertirse en moneda corriente las tarjetas que se repartían para recoger las raciones de sopa, lo que obligó a poner en las cocinas listas con los nombres y cantidad de raciones que se deberían dar a cada familia, porque siempre existieron ‘enteradillos’ y sinvergüenzas en todas partes.

Pese a lo efímero del experimento, que hizo más daño en la sociedad que el efecto deseado de erradicar la mendicidad, sí se llegó a reconocer que, según observadores externos, “ha sido tan grande el bien que ha producido esta sopa, que prescindiendo de la abolición de la mendicidad, aseguran aquellos naturales, que sin ella hubieran perecido muchos de hambre. Con una ración se mantenía una persona veinte y cuatro horas”.

En España, viendo las ventajas del ahorro de energía que suponían las hornilla de Rumford, el Ministerio de Hacienda mandó la fabricación de ellas en 1801 a la fábrica de rosolis de Madrid y aconsejaba su uso a las fábricas de aguardiente, así como en la vida doméstica, tanto para hacer la colada cómo en las cocinas.

(1)  1 onza=28,349 gramos

 

Bibliografía:

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