Juan de Aviñón podía ser un (¿buen?) galeno, pero no era científico—más que nada, porque tal concepto ni siquiera se había inventado por aquel entonces.
Por ello, como invitada de Carlos a comentar los pasajes relacionados con los vegetales, mi intención es arrojar un poco de luz sobre lo que nos dice la ciencia (y la historia de la ciencia y la medicina) respecto a las frutas comentadas por Juan de Aviñón en su libro.
Los números coinciden con los del primer trabajo y que ponemos de forma independiente para no hacer más farragosa la interpretación del primer texto.
Las fuentes generales que me han servido para más de una fruta están listadas al final del artículo; las fuentes específicas relativas a cada vegetal, colocadas al final del espacio dedicado a cada fruto concreto.
Higuera, higo (Ficus carica)
1. El higo es uno de los primeros vegetales domesticados en el Mediterráneo oriental; las últimas noticias nos hablan de hallazgos más de 11.000 años atrás, en el valle del Jordán.
Mi manual de botánica farmacéutica me confirma propiedades laxativas, emolientes y expectorantes, algo que los andalusíes árabes ya reconocían.
2. He aquí un caso curioso de observación medio desencaminada, pero con elementos de verdad en el fondo, y que tiene como culpable a los mecanismos de reproducción sexual de la higuera.
Pues, ¿cómo se reproduce una higuera?
Si es de las nuestras (léase “doméstica”), tendrá reproducción asexual asistida (por nosotros, claro): tras localizar una higuera que diese buen fruto, la clonaremos (es decir, haremos que se reproduzca asexualmente, mediante esquejes, acodados, etc.), y tendremos un ejército de clones produciendo sabrosos higos para alegrarnos el paladar.
Sin embargo, la higuera salvaje nunca dependió de nadie para tener hijillos. O quizás debería decir las higueras e higueros, pues se trata de una especie dioica: posee árboles macho, y árboles hembra, cada uno con sus flores (masculinas en un caso, femeninas en el otro) obedientemente encerradas en una cámara oscura que técnicamente se llama siconio, pero que los amigos apodamos cabrahígo (si es masculino), u higo, si es hembra.
Efectivamente: los higos no son frutos individuales, sino múltiples, cada uno de ellos un racimo cerrado de flores que fueron polinizadas con éxito con el polen llegado de un cabrahígo anónimo, y maduraron para convertirse en la dulce “carne” que nos recomienda Aviñón.
Los cabrahígos, como es lógico, son “malos”—¡porque no son frutos!: son paquetitos de flores macho cuya única función es producir el polen que fecundará a los higos inmaduros que esperan sentados (bueno, sentadas, porque son chicas) en alguna higuera vecina.
Entonces, ¿a qué viene la referencia de Juan de Aviñón a los mosquitos, a quienes culpa de que la maduración de los cabrahígos dé tan malos resultados (sin motivos, aunque se murió sin saber que los había acusado injustamente)? ¿Era una manía contra los mosquitos? ¿Una invención creativa?
Pues sí, y no.
Juan de Aviñón pudo ver algo que pululaba alrededor de los cabrahígos, pero no serían mosquitos, sino avispas. No una avispa cualquiera, ojo: tienen que ser de un género en particular, Blastophaga (mis fuentes apuntan a una especie en concreto: B. psenes). Esta avispa resulta ser la misteriosa celestina que, en condiciones salvajes, solventa el problema de la higuera: teniendo sexos funcionalmente separados, ¿cómo, si no con la ayuda de alguien con alas, hubiese podido llegar el polen de los cabrahígos a los higos femeninos para fecundarlos?
Digamos que se han montado un tinglado bastante efectivo, que consiste en lo siguiente: avispa con ansias maternales selecciona cabrahígo hermoso, y se cuela en su interior usando la puertecilla reservada a tal fin (ostiolo).
A continuación, se descubre que he mentido antes al decir que los cabrahígos sólo contienen flores masculinas, pues también las tienen femeninas. Lo que sucede es que estas pobres nunca llegan a la madurez, porque están destinadas a ser las cunas comestibles de la prole avispil: la avispa-madre pone sus huevos en las flores femeninas, del tamaño adecuado para servir a tal cometido, y una vez depositada su carga, se larga.
Los huevos, sin tenerle en cuenta a la madre el haber sido abandonados, se convierten en larvas, y hallándose rodeados de tejido vegetal sabroso, van comiéndose la cuna que los acogió al nacer. Uno puede imaginarse el festín en el salón-cabrahígo, con decenas (¿cientos?) de larvas comiendo a dos carrillos, hasta que maduran sexualmente—y entonces el festín se convierte en festorro orgiástico: avispas y avispos se lo pasan estupendamente a oscuras, dándose un revolcón… en el polen que las flores masculinas del cabrahígo han reservado para animar la ocasión.
Una vez finalizada la aventura, las chicas son las que se van, dejando a los machos ápteros (sin alas) atrás: se escabullen por el ostiolo, se echan a volar, y si te he visto, no me acuerdo. Los machos se quedan encerraditos en la cámara oscura, que de ser cuna, pasará a ser tumba.
(… con razón “se convertían en pudrimiento” en la digestión según nuestro compañero Juan. Se me quita el hambre sólo con pensarlo).
Las hembras, cargaditas de polen masculino, tropezarán en sus andares (o volares) con algún higo femenino sin fecundar; entrarán por la puerta, y se frotarán con las flores, buscando alguna en la que poder poner sus huevos. Sin embargo, no encontrarán ninguna, porque no son del tamaño adecuado… pero en su búsqueda, las fecundarán con el polen que llevaban encima, permitiendo así su maduración.
Irán volando, volando, en busca de un cabrahígo receptivo, y cuando lo encuentren, vuelta a empezar.
Y así se cierra el ciclo.
Por si todo este discurso ha quitado las ganas a alguien de volver a comer higos, aclararé que en los higos domésticos hay dos grandes grupos: las variedades que requieren ser polinizadas para producir fruto (y por tanto necesitan la ayuda de estas avispillas; son variedades llamadas “de Esmirna”), y aquellas que son partenocárpicas (que, traducido, significa que fructifican ellas solas, sin necesidad de ser polinizadas).
Ha quedado constancia de las labores de caprificación en tiempos pretéritos para conseguir que las variedades de higos de Esmirna diesen buen fruto (véase la mención en autores romanos que se explica en el trabajo sobre la Historia de la higuera y los higos).
Y, aun en el peor de los casos, los únicos higos con larva de regalo son los cabrahígos, no los higos “comunes”. Así que hagamos caso a Juan de Aviñón y, para evitar pudrimientos (y larvas de avispa), yo propondría evitarlas en la mesa…
3. Los higos como remedio contra los venenos es algo que heredamos, como poco, de Plinio el Viejo, quien en su Historia Natural (HN XXIII, 77, 149) nos dice que formaban parte del remedio contra venenos del rey Mitrídates VI de Ponto (muy famoso en su tiempo por ser un genio de las pócimas antivenenos; el nombre utilizado para referirse a estas preparaciones era “mitridato”). Parece que, al igual que la fama del mitridato se mantuvo a lo largo de los siglos, también la fama del higo de Plinio se mantuvo y perpetuó, incluso en la España medieval.
- Kislev, M. E.; Hartmann,A.; Bar-Yosef, O. 2006. Early Domesticated Fig in the Jordan Valley. Science 312, 1372-1374.
- Totelin, L. 2004. Mithradates’ Antidote – A Pharmacological Ghost. Early Science and Medicine 9 (1): 1-19.
- La Historia Natural de Plinio el Viejo, en el original en latín y una traducción en inglés, están libremente accesibles en la web de Perseus (para la versión en inglés, pinchar aquí)
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Vid & uva (Vitis vinifera)
4. La vid es otro de los frutos domesticados en el Mediterráneo oriental, hace más de 6000 años (se baraja una ventana temporal de entre 6000 y 8000 años). Llegó a la península en tiempos históricos, posiblemente debido a la influencia de los fenicios, durante el primer milenio aC.
5. La calabaza a la que se refiere no puede ser la que hoy día llamamos así (Cucurbita sp, p. ej. C. maxima), pues son americanas y aún no habían llegado a tierras peninsulares. Es muy probable que se tratase de la calabaza de peregrino, Lagenaria siceraria. A partir de sus semillas se preparaba un aceite por maceración, de obligada presencia en las boticas castellanas renacentistas.
6. Lo que puedo aclarar de esto es lo siguiente:
El Dioscórides de Salamanca comenta respecto al agraz que “se debe exprimir el zumo antes de la canícula y luego solearlo (…). Por la noche hay que apartarlo del sereno, ya que el rocío impide su condensación.”
De ello entiendo que el zumo serenado sería, en cambio, “el que no ha sido apartado del sereno” (lo que más o menos coincidiría con la definición de la RAE de serenar, “enfriar agua [en nuestro caso sería zumo de agraz] al sereno”).
El ruibarbo (Rheum officinale) era un laxativo exótico imprescindible en las boticas; si interpreto bien, los “miraboianos” serían mirabolanos (o mirobálanos, frutos de Terminalia sp). De éstos en la Corona de Castilla, un siglo más tarde (finales del s. XVI), se conocían al menos cinco géneros: beléricos (Terminalia belerica), citrinos (Terminalia citrina), émblicos (Phyllantes emblica), kabulíes o chebulos (Terminalia chebula) e indos (los kabulíes, pero verdes). Llegaron a la península con el Islam, a través de Egipto; menciones en la literatura lo conectan con dolencias bucales y gastrointestinales, entre otras.
La cañafístula, en cambio, es un laxativo leve (aunque también encuentro referencias sobre sus efectos astringentes… ¿cuestión de dosis?): Cassia fistula.
Del “cotrofe”, no tengo la menor idea de qué pueda ser…
7. Esta distinción entre uvas, agraz, y pasas, es prácticamente idéntica a la realizada en las copias a mí conocidas del De Materia Medica de Dioscórides.
Fuentes específicas
- Miles et al. 2011. Genetic structure and domestication history of the grape. PNAS 108 (9): 3530-3535
(para el resto, consultar fuentes generales)
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Moras (Rubus sp, Morus sp)
8. Las moras son una de esas paradojas lingüístico-botánicas que pueden inducir a confusión, pues bajo el mismo nombre se agrupan vegetales que no están emparentados: la zarzamora (Rubus ulmifolius), y la morera y el moral (Morus alba, Morus nigra). El primero es pariente de las rosas y los almendros; el segundo, de las higueras.
La zarzamora es una especie silvestre, cuyos frutos otoñales se han aprovechado tanto para su consumo crudas, como para la elaboración de mermeladas y dulces. Su importancia económica ha sido mínima en la historia.
En cambio, la morera y el moral han sido especies muy valorada, y cuyas hojas eran en muchas ocasiones mucho más valiosas que sus frutos, por servir de alimento a los gusanos de seda. Dado que la península se convirtió en un importante centro de sericultura con la llegada de los árabes, no debería extrañarnos que la morera (M. alba) también llegase con ellos (en cambio, al parecer el moral, M. nigra, era conocido en el ámbito mediterráneo desde tiempos romanos).
Respecto a las propiedades medicinales que se reconocen hoy día a las moras (de morera / moral), me consta que el jarabe de moras se usa contra inflamaciones de la faringe; las zarzamoras (o, mejor dicho, los jarabes y zumos de zarzamora) se consideran ligeramente astringentes.
Ciruelo (Prunus domestica)
9. El ciruelo pertenece al género Prunus; cuenta entre sus antepasados a varias especies distintas, que han dado origen a ciruelos diferentes: el europeo (P. domestica) es uno de ellos, pero también está el endrino (P. spinosa) o el ciruelo silvestre o el escambrón (P. domestica subsp insititia).
Su efecto astringente es bien conocido al menos desde tiempos de Dioscórides.
El efecto de su goma, bebida con vino, para “la piedra” (los cálculos) es asimismo recomendado por Dioscórides (lo que me hace pensar que Juan de Aviñón lo heredó muy académicamente del De Materia Medica); sin embargo, no he hallado referencias actuales a su utilidad para tal fin.
Se empleaba, efectivamente, para elaborar electuarios varios en las boticas del s. XVI, entre ellos el diaprunis (simple y compuesto) o el diaprunis laxativo (con vino blanco, “bueno para purgar la cólera”).
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Cerezo (Prunus avium)
10. El cerezo “dulce” proviene de las zonas templadas de Asia central; propagado por pájaros (de ahí su nombre específico, avium), en tiempos de los romanos ya se conocían y mantenían al menos nueve variedades distintas de cerezas (al menos, según Plinio el Viejo).
Las principales propiedades medicinales de éstas (hoy día aceptadas) son diuréticas, pero no tanto de su fruto cuanto de los rabitos de éste.
Fuentes específicas
- Burger, P.; Terral, J.-F.; Ruas, M.-P.; Ivorra, S.; Picq, S. 2011. Assessing past agrobiodiversity of Prunus avium L. (Rosaceae): a morphometric approach focussed on the stones from the archaeological site Hôtel-Dieu (16th century, Tours, France). Veget Hist Archaeobot 20:447–458.
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Guindo (Prunus cerasus)
11. La guinda, llamada en inglés sour cherry, es la fruta del guindo, Prunus cerasus. Al parecer, botánicamente es un hijo del cerezo dulce, nacido en las regiones más orientales de Europa.
No me constan muchos usos distintivos del guindo, a parte de los que puedan tener las cerezas dulces (grupo junto al cual suelen incluirse como una “variedad agria”, aunque en realidad se trate de una especie distinta).
Fuentes específicas: ver Cerezo
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Albaricoquero (Prunus armeniaca)
12. El albaricoquero es pariente (como su propio nombre científico indica) de ciruelos, cerezos y guindos, árboles de melocotones y priscos… guardando con éstos últimos una cierta similitud en el aspecto: siempre me ha parecido que el melocotón parece el primo de zumosol del albaricoque. Y, de hecho, en el s. XVI autores como Andrés de Laguna, incluían la “manzana armenia” (mançanas armeniacas) como un tipo de melocotón—lo que no es botánicamente cierto.
Algo de razón llevaba Juan de Aviñón en sus aseveraciones referidas al cuesco (hueso) de albaricoque, pues contiene compuestos cianogénicos que podrían resultar útiles para despachar lombrices incómodas (pero sin exagerar en la dosis, que con la amigdalina no se juega…).
La referencia a su utilidad contra las hemorroides también se encuentra entre los autores árabes (que no en el Dioscórides de Salamanca) pero no parece que la botánica farmacéutica actual corrobore tal uso.
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Melocotonero (Prunus persica)
13. Si los albaricoques venían de Armenia para los romanos, el melocotón, en cambio, provenía de Persia: y de ahí su nombre en latín, malus persica, o manzana persa, que ha quedado inmortalizado en su nombre científico, Prunus persica. Según Laguna, de hecho, el prisco habría conseguido su nombre a partir de la palabra persica, que inicialmente se habría referido a todas las variedades de melocotón, pero terminó designando a las variedades cuya carne no está apegada al cuesco.
Aunque nos consta que en tiempos árabes se conocían variedades glabras (para que nos entendamos, sin pelusilla, como las nectarinas), no parece que Juan de Aviñón recoja esta diferencia como relevante.
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Manzano, pero (Malus domestica)
14. Las manzanas, por particularidades del lenguaje común, son llamadas peros en ciertas zonas de la península, pero no he conseguido averiguar exactamente si la subdivisión trazada por Juan de Aviñón se corresponde con alguna línea taxonómica actualmente reconocida en biología.
15. Los granos de matalahúva que recomienda para “tirar la ventosidad” son granos de anís (Pimpinella anisum), si no me equivoco; tanto el anís como el hinojo (Foeniculum vulgare) se utilizan aún hoy en caso de problemas ligados a la digestión.
El lináloe, o agáloco, en cambio, es la madera impregnada de resinas de varias especies de Timeleáceas, utilizada sobre todo en perfumería y antaño clasificada como especia preciosa (lo que, junto a los aljófares —perlas— y el azúcar recomendados por Juan de Aviñón, nos hace pensar que no era un remedio que las clases trabajadoras pudiesen permitirse…).
Fuentes y recursos específicos
Dos enlaces sobre peros y manzanas en internet (todos se abren en ventanas distintas):
Sobre el agáloco, puede consultarse el siguiente artículo.
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Peral (Pyrus communis)
16. Al igual que el ciruelo, el peral también ha recibido influencias de muchas especies distintas del género Pyrus en función de la región de que se trate (no se encuentran los mismos perales salvajes en China que en la península, como es lógico…).
Uno de estos perales salvajes peninsulares es, precisamente, el piruétano o peruétano, Pyrus bourgaeana, cuyas perillas parecen ser más bien duras y poco apetecibles, por lo que no se consumirían normalmente, salvo en caso de extrema necesidad.
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Granado (Punica granatum)
17. La “manzana con muchos granos”, malum granatum, o manzana fenicia, punicum, ha quedado hoy retratada con el nombre científico de Punica granatum.
Por algún motivo que no alcanzo a entender, Juan de Aviñón le encuentra cuesco a las granadas, algo de lo que carecen todas aquellas con las que me he tropezado hasta ahora…
La variedad safarí que menciona Juan de Aviñón parece corresponderse con la granada safarî o ŷa’farī, introducida desde Oriente en tiempos andalusíes (s. VIII).
Las propiedades medicinales de la granada actualmente consideradas se refieren más a la corteza, que al fruto, que sin embargo goza de una rica mitología en culturas como la semítica o de la Grecia clásica.
Membrillo (Cydonia oblonga)
18. El membrillo es un fruto que ha perdido mucha importancia con el paso del tiempo; la mayoría de fuentes consultadas apuntan a que existen, al menos en la península, dos grandes tipos: las zamboas (C. oblonga var lusitanica), y los membrillos propiamente dichos. No parece que sea su dulzor aquello que las distingue, sino más bien su tamaño.
En las fuentes andalusíes medievales se hace referencia a variedades dulces y agrias, pero no he conseguido aclarar a qué corresponden si aún existen ambas, etc.
19. El aceite de membrillo era, efectivamente, uno de los remedios que se tenían en las boticas del s. XVI.
El fruto se considera aún hoy en día como un eficaz antidiarreico, y la semilla como lenitiva de los sistemas digestivo y respiratorio.
Fuentes específicas
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SOBRE EL CONCEPTO DE FRUTA
20. El concepto de “fruta” proviene del lenguaje común, y se establece de acuerdo con los usos que les damos los humanos.
Los diccionarios nos dicen que es el fruto comestible de ciertos vegetales, sobre todo si tiene mucho agua y es dulce. Sin embargo, esta clasificación es arbitraria—y, de hecho, no todas las lenguas poseen una palabra que tenga el mismo significado (un caso que me viene a la cabeza son las lenguas dravídicas de la India meridional, para quienes, p. ej., el coco y el plátano no pertenecen a la misma categoría lingüística, por muy “frutas” que nos parezcan a los hablantes de lenguas indoeuropeas).
Entonces: la “fruta”, en biología, no existe, no nos sirve. Es un concepto más gastronómico que biológico.
Empleamos, en cambio, el término “fruto”, y bajo tal concepto no cabe duda de que las aceitunas y las bellotas son tan dignas de figurar en esta categoría como puedan serlo los albaricoques o los pepinillos.
(en cambio, curiosamente, ¡ni la piña, ni el higo, ni la fresa son frutos en el sentido botánico de la palabra!)
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Bellotas (Quercus spp)
21. Las bellotas son frutos de árboles del género Quercus, al que pertenecen robles, encinas, alcornoques y coscojos, entre otros.
Dado su contenido en carbohidratos similar al de los cereales, han sido utilizadas como alimento desde la prehistoria, si bien he leído referencias a que deben procesarse antes de consumirse, para evitar indigestiones.
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Castaño (Castanea sativa)
22. El castaño parece haberse empezado a cultivar hacia el 2º mil. aC en el Mediterráneo oriental, si bien en su forma silvestre habría formado parte de la flora septentrional de la península ibérica (entre otras zonas). En fuentes griegas se considera fundamentalmente un árbol de madera, y cuyo fruto se tenía por “difícil” para el estómago.
Los romanos, quienes al parecer extendieron tras los griegos el cultivo y consumo de las castañas (sin convertirse éstas en un fruto especialmente bien visto socialmente), ya las tomaban preparadas en distintos modos (asadas, hervidas, secas). Solían ponerse de manifiesto, sin embargo, más sus propiedades medicinales y no su valor como alimento, considerándose laxativas y reguladoras del aparato digestivo.
23. Al parecer, el uso de harina de castaña para preparar pan no sobrevivió al paso de los siglos, pues las fuentes árabes (Avenzoar, Ibn al-Awwaam) indican que las gentes pobres consumían pan preparado con harina de castañas (y vainas de algarroba secas, bellotas, almendras, etc.) en la Andalucía islámica.
Los autores llaman la atención sobre los efectos adversos de consumir tales panes (obstrucciones biliares, dolores gástricos, debido a su riqueza en almidón: llegaría al 70% en algunos casos). En caso de haberse mantenido la tradición, imagino que Juan de Aviñón habría hecho alguna observación al respecto…
Fuentes específicas
- Conedera, M.; Krebs, P.; Tinner, W.; Pradella, M.; Torriani, D. 2004. The cultivation of Castanea sativa (Mill.) in Europe, from its origin to its diffusion on a continental scale. Veget Hist Archaeobot 13:161–179.
- García Sánchez, E. 1983. La alimentación en la Andalucía islámica. Estudio Histórico y BromatoIógico. I: Cereales y leguminosas. Andalucía Islámica. Textos y estudios, II-III, pp. 139-178.
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Olivo (aceitunas, aceite de oliva; Olea europaea)
24. Lo cierto es que existiría una diferencia entre aceite preparado a partir de olivas verdes, y olivas maduras.
El aceite de olivas verdes, llamado “onfancino” en fuentes farmacéuticas del siglo XVI, era un ingrediente en la preparación de “azeite rrosado onfancino” (onfacino), se consideraba astringente ya desde tiempos andalusíes (aunque las fuentes árabes parecen llamar “onfacino” a otra clase de aceite…).
En cambio, el aceite procedente de aceitunas maduras es un laxante suave reconocido por la botánica farmacéutica actual.
25. Las aceitunas, efectivamente, no pueden comerse directamente del árbol, sino que tienen que someterse a un proceso de salado y aliñado, o adobado, antes de consumirse. Juan de Aviñón recomienda el hinojo (Foeniculum vulgare) para ello, aunque se puedan usar muchas otras. También menciona al orégano (Origanum vulgare), y el limón (Citrus limon), un aliño que, al parecer, heredamos de los árabes (si bien no está bien diferenciado en las fuentes históricas si se trata de limones, o de limas, pues la biología de los cítricos es especialmente complicada, como se verá más adelante…).
26. Al parecer, el aceite de oliva era una grasa ampliamente usada en tiempos andalusíes (algo, imagino yo, normal y necesario, dada la prohibición religiosa de usar manteca de cerdo). En territorios cristianos, quedó unido a la imagen de “grasa para los días de abstinencia”—y, por tanto, unido también a lo que se comía en sustitución de la carne: el pescado.
Paradójicamente, ello parece, por una parte, haber fomentado su consumo (puesto que no había otras alternativas para los días de abstinencia), pero dándole una connotación negativa, y convirtiéndola en grasa poco deseada en las cocinas durante muchos siglos.
Fuentes específicas
- Montanari, M. ‘L’Occidente cristiano’, en Montanari, M. y Sabban, F. (eds). 2006. Storia e geografia dell’alimentazione_1: Risorse, scambi, consumi. UTET: 153-172.
- Pérez Samper, M. A.1998. La alimentación en la España del Siglo de Oro: Domingo Hernández de Maceras, “Libro del Arte de Cocina”. La Val de Onsera.
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Azufaifo (Ziziphus jujuba)
27. Del género Ziziphus, la palabra azufaifo podría referirse tanto al llamado salvaje (Z. lotus) como al cultivado (Z. jujuba), de origen oriental y con frutos comestibles, que ya era conocido y cultivado en tiempos andalusíes.
Asumiré que, al no haber referencias específicas al azufaifo salvaje, Juan de Aviñón está hablando del cultivado, Z. jujuba.
Mis fuentes de botánica farmacéutica indican que los frutos del azufaifo se usan tradicionalmente para problemas orales y de faringe.
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Cidra (Citrus medica)
28. La cidra o cidro es el primer cítrico que llega al Mediterráneo, ya en la antigüedad clásica (Teofrasto parece ser quien, en el s. IV aC, menciona la cidra por primera vez en Occidente). Se consideraba proveniente de Persia (o Media).
Es, al parecer, una de las pocas especies reconocidas por los taxónomos como “verdaderas especies” dentro del género Citrus.
Gozaba de gran popularidad medicinal, pero fue perdiendo progresivamente su importancia con la llegada de otros cítricos a partir de tiempos árabes, como las naranjas amargas, las limas o limones.
29. La corteza de cidra confitada era lo que se conocía como acitrón o diacitrón; cortezas de cidra, al igual que las simientes, figuraban en las boticas del s. XVI.
30. La propiedad del zumo de cidra de quitar manchas del rostro es algo que pasa a considerarse, en el s. XVI, propiedad del zumo de limón (entre éste y la cidra no parece hacerse entonces mucha diferencia). Tanto es así, que en La Celestina aparece el limón como componente de aceites para el rostro.
Fuentes específicas (aunque también han sido útiles para comprobación de otros frutos)
- Pardo de Santayana, M.; García-Villaraco, A.; Rey Bueno, M. y Morales, R. 2011. Naturaleza a través de la botánica y zoología en la literatura renacentista española: La Celestina. Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia 63 (1): 249-292
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Palmera datilera (Phoenix dactylifera)
31. El dátil es fruto de la palmera datilera, de larguísima tradición agrícola y mítica desde tiempos sumerios y babilonios. He hallado referencias a su llegada a la península tanto gracias a los fenicios, como a los árabes, cultura que tenía a la palmera como árbol cósmico por excelencia.
Respecto a la “maldición gitana” datilera, no puedo matizar demasiado respecto a hinchazones y cerrazones varias, pero quedarse sin dientes no me parece una consecuencia descabellada: el dátil es un fruto con elevadísimos niveles de azúcar (hasta el 88% de su peso seco en dátiles maduros), así que abusar de ellos prácticamente equivaldría a caries dental segura.
Fuentes específicas
- Chao, CC. T. y Krueger, R. R. 2007. The Date Palm (Phoenix dactylifera L.): Overview of Biology, Uses, and Cultivation. HortScience 42 (5): 1077-1082.
- Nixon, R. W. 1951. The Date Palm: «Tree of Life» in the Subtropical Deserts. Economic Botany 5 (3): 274-301.
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Almendro (Prunus dulcis)
32. El almendro, Prunus dulcis (si bien su nombre científico varía en función de autores y de años… lo he visto como Prunus amygdalus, Amygdalus communis…), es un árbol cuyos frutos fueron recogidos y consumidos en el Mediterráneo oriental mucho antes de ser domesticado, hacia el 3er mil. aC. Pertenecería al conjunto de especies domesticadas “de segunda generación”, junto con la vid, el olivo y la palmera datilera.
Se cultivan dos variedades principales: de almendras dulces (P. dulcis var dulcis), y amargas (P. dulcis var amara).
Los frutos del ancestro salvaje del almendro son amargos: acogiéndose a la cianogénesis como mecanismo de defensa, contienen amigdalina en cantidades suficientes como para provocar la muerte tras la ingesta de unos cuantos puñados de almendras.
La variedad amarga del almendro contiene aún amigdalina, siendo responsable del sabor característico de dulces como los amaretti italianos (“amarguitos”)—y letal, si se consumen demasiadas de golpe.
Las almendras contienen una proporción notable de lípidos (50%), que permiten la extracción del aceite de almendras, con propiedades emolientes (sin embargo, no estoy segura de si Juan de Aviñón estaba pensando en eso cuando decía que mundificaban los pechos y otras partes de la anatomía… que, por cierto, según el diccionario, mundificar sería “limpiar o purificar una parte enferma del cuerpo”, sobre todo heridas).
No sé si las amargas serían más abrideras, pero sin duda sí mucho más tóxicas; en su justa medida, ¿quizás ello podría justificar la afirmación de Juan de Aviñón respecto a su mayor capacidad “mundificativa”?
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Nuez, nogal (Juglans regia)
32. El nogal es árbol del que no sólo los frutos, sino también la madera ha sido muy apreciada a lo largo de la historia.
Mis fuentes apuntan a que el lugar de domesticación más probable fuese el Cáucaso y regiones septentrionales de Irán.
Se han hallado restos de nueces que se remontan a la Edad del Hierro en Europa; en España, parece que exista una especie autóctona (J. hispanica) anterior a la llegada, como tarde en tiempos romanos, del nogal de Persia (pues así lo llamaban griegos y romanos).
Su uso como antivenenos mezclado con higos y ruda vuelve a ser un guiño a Plinio el Viejo y la supuesta fórmula mitridática heredada de Mitrídates VI de Ponto.
Fuentes específicas
- Aradhya, M. K.; Potter, D; Simon, C. J. ‘Cladistic Biogeography of Juglans (Juglandaceae) Based on Chloroplast DNA Intergenic Spacer Sequences’, en Motley, T. J; Zerega, N; Cross, H. (2006). Darwin’s Harvest. New Approaches to the Origins, Evolution, and Conservation of Crops. Columbia University Press, NY, USA: 143-170.
- Rivera, D.; Obón, C. Ríos, S.; Alcaraz, F. y Verde, A. El nogal rinconero (Juglans hispanica). ¿Una especie, una variedad, un híbrido? Disponible en su versión web en Academia.edu.
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Avellana, avellano (Corylus avellana)
33. El avellano es árbol apreciado al menos desde tiempos neolíticos, mucho antes de proporcionar materia prima para la nocilla de la merienda. Al parecer, desconocemos exactamente cuándo y cómo empezó su cultivo, pero nos consta que los romanos ya lo propagaban.
Una especie hermana y originaria de la zona balcánica, C. maxima, también proporciona avellanas, y es posible que los avellanos conocidos y propagados en Al Andalus fuesen híbridos entre estas dos especies (con alguna otra adicional, ej. C. colurna).
En el Dioscórides de Salamanca aparecen como nueces “malas para el estómago”, pero actualmente la avellana no se lista entre las partes del avellano con propiedades medicinales especialmente dignas de mención.
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Pistacho, alfócigo (Pistacia vera)
34. Los alfócigos (alfóncigos, alfónsigos, alhócigos) son lo que hoy conocemos como pistachos.
Es planta originaria de las regiones centro-asiáticas, y fue introducida en el Mediterráneo no mucho antes del período clásico. Parece haber sido cultivada en Al Andalus, pero su cultivo se perdió tras el período hispano-árabe. Es pariente del lentisco y del terebinto, siendo uno de los “frutales” domesticados que mejor resisten la sequía.
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Piñones, pino piñonero (Pinus pinea)
35. Los piñones europeos se recogen del pino piñonero, especie no domesticada, aunque su cultivo sí parece haber sido favorecido por civilizaciones como la romana en tiempos antiguos. En la península han sido un recurso aprovechado al menos desde tiempos neolíticos.
No me consta que existan distintos tamaños en los piñones de esta especie —o al menos, no de modo tan regular como para justificar la diferenciación entre piñones macho y hembra (sí consta que los piñones del pino de Alepo, P. halepensis, pueden ser comidos, pero no es una especie que se aproveche comúnmente por sus piñones).
El cogombro, con cuyas semillas debería tomarse para obtener tan benéficos efectos, debería ser una cucurbitácea, pero no estoy segura de cuál; hay quien dice “tipo de pepino” (Cucumis sativus), otros que dicen “tipo de melón” (Cucumis melo supsp flexuosum, que debería haber sido incluido en Cucumis melo sin más). En el Dioscórides de Salamanca, son las semillas de pepino las que se aconsejan para obtener efectos diuréticos y tratar afecciones de vejiga (pero no se hace referencia alguna a piñones en la preparación; de éstos se dice que son buenos para la tos, recomendación que recoge Juan de Aviñón… no he hallado indicaciones al respecto en mis apuntes de botánica farmacéutica).
Quizás éstos sean los únicos, entre todos los tratados en esta sección, que no sea botánicamente ni fruto, ni parte de un fruto, puesto que sólo las angiospermas desarrollan tal estructura, mientras que el pino piñonero es una gimnosperma. Sin embargo, son consideraciones que dejaré para otro día…
Fuentes específicas
- Climent Giner, D; Martín Cantarino, C. y Laguna Lumbreras, E. 2013/2014. Etnobotánica infantil comestible: aquellos alimentos silvestres de niños y adolescentes. Mètode 80 – La ciencia de la prensa: Retos y tendencias de la divulgación de la ciencia: 17-25.
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Cítricos (Citrus spp)
36. El caos cítrico de Juan de Aviñón es algo que, tras escarbar un poco sobre las relaciones taxonómicas de estos vegetales, casi me parece comprensible y digno de ser disculpado.
Aunque no nos lo parezca, la división genética entre naranjas, limones y limas, es de todo menos clara, y si el razonamiento del pobre Juan es enmarañado, las relaciones de parentesco e hibridación en cítricos seguro que le ganan…
37. Los cítricos, que denominaré en sentido bastante laxo como especies agrupadas en el género Citrus, son de origen oriental; hibridan con una facilidad pasmosa entre sí—algo que, unido a su facilidad para reproducirse asexualmente a partir de semillas clónicas (apomixis), complica bastante el estudio de sus relaciones familiares.
Al parecer, actualmente las únicas especies verdaderas aceptadas por la mayoría de taxónomos son tres: la cidra (C. medica), la pampelmusa (C. maxima) y el mandarino (C. reticulata; ojo, que no necesariamente todo lo que llamamos comúnmente “mandarina” es, botánicamente, equivalente a C. reticulata). De todas estas, la primera en llegar al Mediterráneo occidental fue la cidra, a la que ya hemos hecho referencia antes.
Los cítricos que llegaron con los árabes fueron el limón (C. limon), la lima ácida (C. aurantiifolia), la pampelmusa, y la naranja amarga (C. aurantium); otras mucho menos conocidas actualmente serían la limeta (C. limetta) y la lima dulce de Palestina (C. limettioides).
En los siglos posteriores, nuevos cítricos se añadieron a la colección occidental gracias a las relaciones comerciales de portugueses e ingleses en Oriente, como el pomelo (C. paradisi), la naranja dulce (C. sinensis) o la mandarina (C. reticulata).
Las diferencias entre ellas son, en algunos casos, lo suficientemente sutiles como para convertir el género Citrus en una pesadilla para quienes quieren clasificarlas “correctamente”.
38. La naranja de Juan de Aviñón, si corresponde al grupo que hoy llamamos “naranjas”, correspondería a la naranja amarga (hoy bastante desplazada por la dulce, introducida posteriormente y cuyo uso es, aún hoy, fundamentalmente medicinal, aromático, y utilizado en todo caso para mermeladas y dulces concretos): Citrus aurantium. Podría ser un híbrido entre pampelmusa (C. maxima) y mandarino. De su corteza puede prepararse, al parecer, una infusión descongestiva.
39. Las limas y los limones, no sin cierto motivo, son malamente distinguidos por Juan de Aviñón, que los relaciona con la cidra; genéticamente las pruebas parecen darle la razón, puesto que C. medica es un supuesto progenitor tanto en los limones como en las distintas especies de limas, limetas, etc. Para terminar de arreglarlo, la lima agria podría ser uno de los progenitores del limón.
Las palabras comunes de poco parecen servirnos para reflejar fielmente el caos genético y taxonómico de Citrus… así que, yo le perdonaría a Juan de Aviñón sus intentos por aclararse entre tanto cítrico parecido (y procuraré hacerme con algún ejemplar de estas limas y limetas extrañas de las que jamás había oído hablar antes de ahora, y que me parecen fascinantes…).
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Fuentes comunes
Referencias a la botánica farmacéutica actualmente reconocida, salidas generalmente de: Maugini, E.; Maleci Bini, L.; Mariotti Lippi, M. 2006. Manuale de Botanica Farmaceutica (VIII Edizione). Piccin Nuova Libraria.
Dioscórides de Salamanca: manuscrito digitalizado, datizado y convertido en portal de internet accesible aquí.
Referencias a las boticas castellanas del s. XVI: Davis, C. y López Terrada, Mª L. 2010. Protomedicato y Farmacia en Castilla a finales del siglo XVI: Edición crítica del Catálogo de las cosas que los boticarios han de tener en sus boticas, de Andrés Zamudio de Alfaro, Protomédico General (1592-1599). Asclepio 62 (2): 579-626.
Referencias al comentario de Andrés Laguna al Dioscórides (De Materia Medica), referidas a la edición de 1638, libremente accesible en Google Books.
Referencias a las fechas de domesticación de la mayoría de frutas mencionadas, en: Zohary, D. y Hopf, M. 2000. Domestication of Plants in the Old World (3rd Edition). Oxford University Press (aunque también he realizado alguna consulta a la edición de 2012).
Referencias a conocimientos botánicos y agronomía andalusí, a partir de: Carabaza Bravo, J. M.; García Sánchez, E.; Hernández Bermejo, J. E.; y Jiménez Ramírez, A. 2004. Árboles y Arbustos en Al-Andalus (Estudios Árabes e Islámicos: Monografías. 8). Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid.
Numerosísimas e interesantes referencias botánicas, etnobotánicas e históricas, en la obra de Rivera Núñez et al. 1998. Las variedades tradicionales de frutales de la cuenca del río Segura. Catálogo Etnobotánico. Cítricos, frutos carnosos y vides. DM (puede descargarse de Academia.edu, cuenta del investigador Alonso Verde).
Los artículos que listan vocabulario botánico en obras de la España moderna han sido muy útiles, como p. ej.:
- Morales, R. 2005. Glosario de alusiones a vegetales en las obras completas de Cervantes. Anales Cervantinos 38: 267-295.
- Ramón–Laca Menéndez de Luarca, L. y Tardío Pato, F. J. 2005. Productos vegetales utilizados en Madrid entre los siglos XIV y XIX. Asclepio 57 (2): 25-44.
El sistema anthos.es (del Real Jardín Botánico de Madrid), que permite acceder a las páginas de la Flora Iberica correspondientes a cada especie localizada, también ofrece un listado de nombres comunes para cada vegetal.
El libro al que acudo para referencias generales sobre vegetales comestibles, de donde p. ej. he obtenido datos relativos a la composición bioquímica de algunos frutos, es: Vaughan, J. G. y Geissler, C. A. 2009. The New Oxford Book of Food Plants (2nd ed.). Oxford University Press.