Este trabajo es para ampliar la historia del tomate, todo un descubrimiento muy importante y que debería haber investigado hace muchos meses, porque tenía los datos suficientes para hacerlo, pero otras investigaciones me lo han prohibido.
Los datos obtenidos pertenecen a un libro publicado en México en 1615 y que a su vez fue copia de otro escrito en latín por el galeno, botánico y ornitólogo Francisco Hernández de Toledo (1514 o 1517-1578) que fue enviado por Felipe II a Nueva España en 1570 para dirigir una expedición científica, nombrándolo Protomédico General de Nuestras Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano.
Embarcó con su hijo y recorrió Centroamérica durante tres años, estando la expedición formada por un geógrafo, pintores y médicos nativos. Hasta su vuelta en 1577 vivió en México estudiando el poder medicinal de las plantas y los animales, editando una gran obra a su vuelta que nuca llegó a ver hecha realidad por dos razones, la primera por su muerte y la segunda porque Felipe II envió los originales a un editor napolitano, Nardi Antonio Ricci, que también murió, lo que retrasó su publicación hasta 1631, sólo la versión abreviada, permaneciendo los originales en la biblioteca del Escorial, desapareciendo estos en el incendio de dicho edificio en el año 1671, toda una obra maldecida por lo que se ve.
Sobre esta versión abreviada trabajó, para traducirla al castellano, Francisco Ximénez monje del convento Santo Domingo de México, natural de la villa de Luna en Aragón (España), cuya obra vio la luz en 1615, pero ya sin los dibujos y con añadidos de la propia cosecha del traductor, por lo que se hace difícil, en algunos capítulos, saber de qué planta o animal habla.
El título de la obra, compuesta por cuatro libros, es muy extenso, como todos los de la época, y que llevó este nombre: ‘Cuatro libros de la naturaleza, y virtudes de las plantas, y animales que están recibidos en el uso de la medicina en la Nueva España, y la Método, y corrección, y preparación, que para administrarlas se requiere con lo que el Doctor Francisco Hernández escribió en lengua latina. Muy útil para todo género de gente que vive en estancias y pueblos, donde no hay médicos ni boticas’. Se imprimió en casa de la viuda de Diego López Dávalos en 1615 y se vendía en la tienda de Diego Garrido, en la esquina de la calle Tacuba, y en la portería de la iglesia de Santo Domingo de la ciudad de México.
Libro este que pasa desapercibido por la mayoría y que es de vital importancia si se quiere conocer los productos alimenticios y medicinales que había en esa parte del mundo casi a la llegada de los españoles.
En lo referente al tomate, lo encontramos en dicho libro porque nos da idea de la cantidad de plantas de esta fruta que existían y también desvela un misterio que siempre me intrigó y me explico: Los italianos adoptaron un tipo de tomate amarillo que se aleja de la idea que tenemos sobre esta fruta, de ahí el nombre que le pusieron de ‘pomo d’oro’, más tarde pomodoro, algo que no encajaba pese al latrocinio histórico que quieren hacer sobre el uso del tomate, un pueblo que debía pensar, en aquella época, que el Nuevo Continente era algo abstracto y difuso pese a que los armadores de barcos de Sevilla eran casi todos de dicho país. Debía haber algo que encajara como un puzle para justificar ese consumo, algo que creo haber descubierto tras la lectura del Libro I, capítulo XXIII, titulado ‘de la llamada cocoztomalt, o tomalt amarillo’, porque en ese lugar se cuenta, para sorpresa de todos, que dicha planta, que se llamaba en México también cocoztic, coccozton, y cocoztli, era de hojas gruesas y amarillas que daba un fruto del tamaño de las cerezas, blancas y de raíz amarilla, sin sabor ni olor y que definía “con la complexión templada, o algo inclinante a la fría y húmeda” y que provocaba la orina, ayudaba a expeler las arenas, limpiando todo el conducto urinario, de modo que tomado por la boca “en algunos de los licores acomodados en la cantidad de media onza, y también mezclando el polvo de la misma raíz con una clara de huevo, o con aceite de almendras dulces, dándole muchas vueltas con un hilo de algodón, metido así por las vías de la orina”.
Hasta aquí poco sacamos en claro, hubo y hay muchas plantas que fuerzan la orina, lo bueno viene cuando nos cuenta que el confesor del rey Felipe II, a la sazón también obispo de Cuenca y después de Córdoba, que padeció una gravísima retención de orina en Nueva España y como un médico indio, no sin cierto misterio porque lo tenía para sí dicho descubrimiento, lo sanó utilizando la raíz de dicha planta con el método indicado anteriormente, pese a que llegó a ponerse en duda si fue así o con la cola de un animal que llamaban tlanquatzin mezclada con otra planta que llamaban chichomecapartli y que al compuesto llamaban ‘purga de cholula’ porque soltaba el vientre,
Sea como fuese ahora tiene explicación la difusión de aquel tomate amarillo, ya que se podía utilizar en la medicina, algo que no escapaba a los médicos italianos que siempre fueron a la zaga de los españoles y los experimentos que hacían con todo lo traído de América, de modo que aquellos tomates, que tanto ponderan como un descubrimiento italiano, sin poder explicar cómo les llegó, no fue un alimento, ni siquiera su fruto pensaron que podía ser comestible en sus comienzos, sino una medicina de la que se tomaba su raíz y que era fácil de plantar, casi como un adorno, para echar mano de ella en caso de necesidad.
Creo que mi descubrimiento, y la teoría del uso del ‘pomodoro’, encaja perfectamente, es coherente, consistente y sobre todo documentado por investigadores de la época, lo que puede dejar a tanto ‘listillo’ al borde de un precipicio, el de su propia incultura, ya que todo hay que investigarlo y razonarlo, no hablar como charlatanes de feria.
Siguiendo con los tomates, en su libro primero, capítulo XI, informa del huitzomatzin o tomate espinoso, también conocido en México con los nombres “huitztomad, y otros neixpopohualoni, que quiere decir cosa que limpia los ojos, es una mata que tiene la raíz gruesa y tuberculosa, de que proceden los troncos espinosos de una vara de largo, y en ellos las hojas semejantes en cierta forma a una vara de largo, y en ellos las hojas semejantes en cierta manera a los que llamamos espinacas, por la parte inferior vellosas y blanquecinas, tiene la flor purpúrea no sin algunos cabellos, de los cuales nace la fruta muy semejante a las cerezas blancas. Nace en tierras frías y húmedas como en Amecameca en lugares llanos, la raíz es amarga aguda, caliente y seca en el tercer grado, su corteza en cantidad de media onza, machacada y dada a beber en agua evacúa por las partes bajas todos los humores, y así es admirable remedio para las fiebres, y para las dificultades de la respiración, y para la hidropesía”.
Termina y termino el presente trabajo hablando sobre otro tipo de tomate que llamaba Xaltomatl o ‘tomate arenosa’ que nos puede dar nuevas pistas en lo referente a su uso en medicina, para sorpresa nuestra no por su fruto sino su raíz.
En primer lugar hay que decir que lo tenía bien clasificado botánicamente, ya que decía que era una ‘peregrina de solano’ (lo son por ejemplo el tabaco, la patata y también la mandrágora) y decía de ella “que tiene las raíces de batata, o gamones, y muchos tallos en las hojas, las cuales son como las del limón, algo menores, la fruta como la del solano hortense. Nace donde quiera, no rehúsa tierra ni temple ninguno, es de naturaleza fría y seca, y de las mismas virtudes, que el solano hortense y así se suele dar su raíz machacada, y desecha en agua, y aunque todavía participa de algún amargor y calor”.
En cuanto al poder medicinal y curativo, esto es importante, decía que su raíz machacada y disuelta en agua, en la proporción de una onza y media, curaba las ventosidades, limpiaba las heces de los intestinos que otros purgantes removieron y que quedaron sin evacuar; quitaba la pesadez de estómago, era bueno para la circulación sanguínea y que había visto como los indios lo utilizaban para combatir las altas fiebres, diciendo a continuación que dicha raíz era un milagroso remedio contra la viruela (causa de la muerte de muchos indígenas) y que se daba molida y dada a beber con un poco de pulque fresco o aguamiel de maguey, lo que hacía que se provocara sudor y que con tres tomas era suficiente para a continuación decirnos “en lugar de agua de lentejas se maja un pedazo de esta raíz, y deshecha en un cantarillo de agua que bebe de ordinario el enfermo, y con sólo este remedio he visto sanar muchísimos niños de este mal. Y no dudo hará el mismo efecto que en los tauardetes, aunque yo suelo aplicar este sudor con raíz de los chayotes provocan bien el sudor, y dase con el pulque, y con un terrón de azúcar, y de lo propio se echan ayudas a menudo”.
Creo que con este descubrimiento sobre las utilidades de las tomateras utilizando sus raíces y no el fruto ayudará a comprender mejor su entrada en Europa, por España claro está, y así saber sobre su expansión, más como medicina que como alimento, algo que hará más comprensible la historia de esta fruta, que los hay que dicen que es una hortaliza.