Historia de la fruta en la Baja Edad Media en Sevilla

Carlos AzcoytiaOtros de los capítulos que considero básicos para saber que se comía en España, en concreto en Sevilla justo antes del descubrimiento de América, es el capítulo XIII del libro ‘Sevilla medicina’ escrito por Juan de Aviñón en 1418 y que debe de leer desde el comienzo de esta serie de trabajos de investigación para tener una idea global y que comienza en La historia de la alimentación en la Baja Edad Media en Sevilla, sin ello podrá tener una idea cercenada del conjunto gastronómico aplicable a todo el territorio nacional.

Las frutas que se comían en la ciudad eran las siguientes: Higos, uvas, agraz, pasas, moras, ciruelas, cerezas, guindas, albaricoques, duraznos, manzanas, peras, granadas, membrillos, bellotas, castañas, aceitunas, azufaifos, cidra, dátiles, almendras, nueces, avellanas, alfócigos, piñones, naranjas, limones y limas, como podemos comprobar las mesas estaban bien surtidas con respecto a los postres y que se tratará individualmente a continuación.

Este estudio de investigación tiene otro en paralelo en donde mi compañera Aina S. Erice hace un estudio pormenorizado del mismo trabajo desde la perspectiva de la biología y la agronomía y que puede leer aquí.

plantas

Sobre los higos Juan de Aviñón comentaba que eran calientes y húmedos en medio del primer grado y que distinguía en ellos tres parte: la corteza, la simiente y la carne, la primera era seca y difícil de moler en el estómago; la simiente era de poco nutrimento, ya que no se digería en la digestión y la asemejaba a la arena o piedras “delgadillas y pequeñuelas”; la carne por el contrario la consideraba de muy provechosa y alimenticia y engordaba; comiéndola en ayunas, con el estómago vacío engendraba buena sangre, limpiaba los pulmones, amansaba la tos, limpiaba los riñones y la vejiga y hacía orinar, pero si en el estómago existían malos humores engendraba mala sangre, ventosidades e hinchazón y para colmo hacía que se engendraran piojos en el cuerpo, algo inaudito. Los higos secos decía no producían tanta hinchazón como frescos y eran más limpios.

En Sevilla entonces, según Aviñón, había las siguientes clases de higos: xaharíes, doñegales, brevales y cotíes.

Tras dicha división decía que los brevales o brevas eran las mejores de todas porque eran fáciles de digerir, especialmente los que no fueran cabrahigados porque estos eran malos y se convertían en pudrimiento en la digestión, ya que habían madurado por fuerza de los mosquitos, lo que los convertían en mala calidad.

Los higos xaharíes eran livianos de digerir y soltaban el vientre, limpiaban los pechos. Los doñegales eran más indigestos y menos laxativos, lo que los hacía salir más tarde del estómago, debiendo tomarlos los coléricos, por el contrario estaban recomendados para los flemáticos. Debían ser comidos como primer plato o en ayunas, apostillando que si un comensal tuviera sed era mejor que tomara agua y no vino en su ingesta.

Los higos secos también deberían ser comidos al comienzo de la comida, lavados con vino blanco, porque de esa forma eran más laxantes y remedio contra los venenos.

Pasa a las uvas, de las cuales dice que eran calientes y húmedas en primer grado, haciendo las mismas distinciones que con los higos, dividiéndola en la piel, el zumo y el grano. La piel era mala de moler en el estómago y el grano estreñía el vientre sin llegar a digerirlo, siendo el zumo el mejor porque ablandaba el vientre y salía pronto del estómago, siendo las uvas tan buenas como los higos.

Hacía referencia a Galieno coincidiendo con él al decir que eran las mejores, los higos y las uvas, de todas las frutas, ya que se podían comer y hartarse de ellas sin daño.

Hacía la distinción de los distintos tipos que existían: las blancas, las prietas y las amarillas. Las blancas eran a su entender de gran nutrimento saliendo del estómago antes que las prietas, soltando la orina y el vientre, especialmente las que se comían con rocío de la mañana y las amarillas estaban entre unas y otras.

Hacía otra distinción, las uvas frescas y las que llamaba colgadas, siendo mejores las colgadas porque hacía la siguiente apreciación: “las colgadas son menos húmidas y más templadas, y non finchan tanto, y conviértense en mejor sangre y más ygual”.

Si antes había dado las distintas clases de uvas en Sevilla después nos dice los distintos tipos, que eran los siguientes: castellanas blancas y prietas, torrenteses, baladí, alvillo, layren, mollar, Jaén, hebén, palomilla, orenes, gallego y tinta.

La castellana era la mejor de todas, seguida de la torrontes, aunque indicaba que la mollar era más laxativa, aunque era mala de moler y engendraba sangre melancólica y espesa. La layren era buena para colgar porque se conservaba mejor.

A continuación dice lo siguiente: “E las uvas de las parras son frías y secas á respecto de las otras, por quanto toman la virtud del invierno; ca según dize Aristótiles en el libro de las Planetes, que en las tierras calientes nascen las cosas calientes y en las frías nascen cosas frías; ca las especias assí como canela y gengibre y pimienta non nace sino en la clima segunda, que es la tierra de los negros, la qual es muy caliente y seca, y el açucar nasce en la quarta clima, que es ygual; y las más de las vezes las yervas frías salen en lugar frío y las húmidas en el húmido, assí como el escudete y las cerrajas y la epatica, que nacen en lugares húmidos, salvo que acaesce que ay algunas que son tan calientes que non pueden nascer sino en lugar frío, assí como el mastuerço y la juncia, que siempre nace á orilla del agua. E por esto dize Abenrruyz que por acídente nacen cosas calientes en lugares frios, así como los piñones, que nascen más en tierra fría, por razón de la espesura de la corteza de aquel fruto, que el frio non puede entrar en la piña y tiene su calentura natural allegada á dentro. Otrosí, ay yervas frías que nascen en lugares calientes por acidente, assí como tamarindios, que son frios y nacen en tierra caliente, por razón que ellos están cubiertos en tierra, en guisa que non les alcance la calentura del sol, porque ya de fuyr la friyura natural por la calentura, en guisa que esté cerrada su frialdad en sí. Y por esta razón mesma acaece en los tiempos del año que en el tiempo del verano nascen yervas calientes y en el invierno frias en lo más; y por acidente acaesce el contrario, assí como nabos y çanahorias en el invierno, porque están cubiertas con la tierra, é las lechugas y las verdolagas y las calabaças en el verano, por acídente de aquella calentura poca que pierden con la frialdad del ayre, por poco que sea”.

Sobre el agraz, uva no madura, decía que era frío en tercer grado y seco en el segundo, hacía trabajar al estómago y el hígado, quitaba la sed y abría el apetito, continuando con lo siguiente que, para no mentir no se a que se refiere: “y algunos dan el çumo del serenado en un cotrofe con açucar blanco para dar algún apetito de comer; y dándolo serenado y con él un adarme de ruybarvo purgará flema salada, y esta purga es tal como la de los miraboíanos dados con cañafistola, que el uno tira ayuso y el otro arriba encima y empuxa ayuso”, confiando que si hay algún lector que sepa qué quiere decir le ruego que me escriba.

Termina con el agraz diciendo que colándolo y puesto al sol, echándole bastante sal, era muy bueno para salsa, pudiendo guardarla durante todo el año.

Siguiendo con las uvas comentaba sobre las pasas que son calientes en el fin del primer grado y húmedos en el comienzo, que por ser enjutas no podía ser húmedas como las uvas, diciendo a continuación que había dos tipos de pasas: las hechas en las viñas y las hechas en casa con lejía. Las primeras eran mejores.

Sobre sus cualidades decía que eran amigas del hígado y se convertían en buena sangre y buen humor, soltaban el vientre y abrían las opilaciones de los pechos y que amansaban la tos.

Esta anotación es importante porque decía que las mejores eran las que se hacían en Aznalcázar, hechas con uvas castellanas, en especial las que no tenían grano. Después comentaba que las pasas de Portugal eran mejores que las de Málaga, terminando con decir que las de Sevilla eran las mejores porque eran más gruesas: “Otrosí, que non son fechas con lexía. Otrosí, que non vienen por la mar ni son mareadas. Y los coléricos deven lavar con vinagre blanco por templar su calentura, ó con agua rosada, y los flemáticos con vino blanco”.

humor2La siguiente fruta son las moras, que a su vez divide en dos tipos, las del árbol del moral y las de zarza; las del moral a su vez las divide en dos: verdes y maduras, esto me recuerda un refrán muy antiguo que dice que “las manchas de mora con otra verde se quitan”. Sobre las verdes decía que eran frías y secas en primer grado, que estreñían y eran buenas al colérico por cuanto no estaban maduras. De las maduras decía que eran calientes y húmedas en primer grado, eran laxativas, hacían correr la orina y quitaban la sed, debiendo ser comidas en ayunas, teniendo el estómago vacío, ya que con el estómago lleno se convertían en mal humor, dañando la cabeza y el estómago. El arrope que se hacían con ellas “es provechoso para los decendimientos que vienen en la garganta de esquinencia, faziendo dello gargarismo. E las moras de garga son malas y engendran fiebres de gran podrimiento”.

La siguiente fruta de la que hablaba era la ciruela, siendo las verdes frías y secas y las maduras frías en primer grado y húmedas en el fin, haciendo la siguiente observación: “Son dexativas y purgan la cólera y resfríanla, mas continuándolas enflaquescen el estómago”. Sobre las mejores indicaban que eran las zaragocíes, por ser, estando bien maduras, las idóneas para la digestión. Las blancas eran malas de digerir y dañaban el estómago, las endrinas astringentes y daban apetito y no estropeaban tanto el estómago al ser ásperas. Las ciruelas pasas eran frías y húmedas por igual, limpiaban la sangre y le daba color; la goma de ellas era buena para la piedra, eso sí, dada con vino blanco y haciendo letuario, que según comentaba era llamada ‘día punís’, siendo muy buenas para purgar la cólera.

La siguiente fruta era la cereza, de la que decía textualmente: “Cerezas son frias y húmidas en primer grado, y ay dellas tres maneras: prietas, y bermejas, y roales. E las roales son como de natura de ciruelas, salvo que se convierten en malos humores si los fallaren en el estómago; las prietas fazen sangre melancólica; ca las bermejas son luengas y duras, y son malas de moler; é las roales son medianeras entre ellas”.

Resulta curioso de ver cómo pasa de algunas de ellas por encima, como es el caso de las cerezas, las guindas y albaricoques, que vienen a continuación, haciendo pensar si ello era consecuencia de no gustarles o de lo poco populares que eran, así que trascribo tal cual lo que opinaba sobre los dos últimos mencionados: “Guindas son frias y secas en primer grado, según paresce por su azedía; amansan la cólera, y tiran la sed, y dan apetito de comer, y son contra el podrimiento. En otras tierras dan á las vezes dellas á los dolientes de fiebres, assí como dan á los dolientes ciruelas çaragocíes.

Alvarcoques son frios en primer grado y húmedos en el segundo, y son convertibles en mal humor y engendran fiebres de podrimiento; y el cuexco es bueno para las lombrizes, y el azeyte dellos es propio para amansar los dolores de las emorróydas del sieso del fondón”, frase esta última que me hace gracia.

Sobre los duraznos o melocotón y los priscos (otro tipo de melocotón) ya se extienda algo más y donde nos dice que eran fríos y húmedos en segundo grado, existiendo tres tipos de ellos, el priscos propiamente dicho, que no tiene la simiente o nuez pegada a la carne, que era ligero de digerir, aunque no de tan buen sabor y los duraznos o melocotones que sí tienen la nuez pegada a la carne y que resfriaban el estómago y eran para los coléricos. El vino era conveniente beberlo tras su ingesta, debiendo tomarse en ayunas, termina diciendo: “Y los duraznos mesados son compuestos de manganas enxeridas con ellos, y por ende son más frios y húmidos que non los otros. La almívar que es fecha de los duraznos dize Avicena que es propia para dar apetito de comer”.

Ahora le toca el turno a las manzanas, de las cuales dice que son frías y húmedas al final del primer grado, advirtiendo que las había de dos clases: manzanas y peros. De las manzanas decía que eran más frías y húmedas con relación a los peros y que estos, los peros, eran malos de digerir, esforzaban el corazón, el estómago y el meollo con su buen olor. Ahora viene la parte interesante, donde se producían los mejores, que era en Aracena y Galaroza (dos pueblos de la sierra de Huelva).

Sobre los pero indicaba que a su vez se dividían en cinco especies: santiagués, manzaniego, neldo y de pepita (le faltaba uno por lo que veo).

Siguiendo con los peros de manzana indicaba que los frutos maduros inclinaban a la sequedad, malos de digerir y dañaban el estómago, dividiendo a los maduros en amargo, dulce, agrio y sin sabor. El amargo era frío y seco, “cerible”, conveniente para el estómago que es caliente y húmedo, esforzaba el estómago, el intestino, el corazón y aliviaba el cuerpo; el dulce era más igual y más virtuoso que los otros; el amargo era frío y seco en primer grado; el que no tenía sabor era frío y húmedo en primero y ventoso y de mala digestión.

Y como este hombre iba al ritmo que más le gustaba seguía diciendo que el zumo de las peras y de las manzanas esforzaba el estómago débil y que salía livianamente, esforzaba el corazón, más la sustancia de él era mala de digerir y que tiraba a tener vómitos.

Interesante es lo que dice a continuación y que trascribo: “Como quier que todas las frutas son malas de podrimientos, las menos malas son éstas; por esto les damos á los dolientes para esforçar, y damos las en quatro maneras: ó crudo al que tiene el estómago caliente, y si non fuere tan caliente darlo hemos con algun grano de matalahúva para tirar la ventosidad; y cozido en agua dulce; y dado con açúcar blanco, ó assado en estopas, ó cozido colgado al baso del agua, ó finchirlo de açúcar con aljófar ó con lináloe y agua rosada; y cocho en el vientre de un pollo, para esforçar el flaco. Y el almíbar y el arrope que se faze déstas es muy bueno para el estómago; y de las mançanas viejas más que non de las verdes, porque es más templado y desecado de la humidad. Y las mejores mançanas son las de Gerena (pueblo al noroeste de Sevilla). Otrosí, quando se comieren mançanas ó peras después de comer, deven ser dadas con matalahúva y con finojo para tirar la ventosidad”.

Pues ya sabemos que el expeler pedos era signo de estar mejorando en una enfermedad o al menos signo una posible recuperación, algo que me recuerda un grafiti en las tapias del cementerio que ponía: “Por aguantarme un ‘peo’ aquí me veo”.

humor3La siguiente fruta, como es natural, era las peras, que eran frías en primer grado y secas en el segundo y que según decía “hacen buen humor en el estómago”, incluso más que las manzanas o los membrillos. Decía que había tres clases: amargas, dulces y agrias, al igual o semejantes a las manzanas, de modo que a su parecer las verdes eran menos frías que las maduras, las secas eran de mejor humor y más convenientes para el estómago y el corazón.

El almíbar era “muy graciosa y muy buena de esforzar”.

Las peras debían ser comidas después de comer para ayudar al estómago y hacer descender la comida, más aquellos que tenían el vientre suelto deberían comerlas antes para estreñir.

De las peras decía que había de varias clases: de Angox, de rey, de monte, como pirúetanos extremeños.

La siguiente fruta que trata son las granadas, de las cuales decía que la dulces eran frías u húmedas en primer grado y que se componían de cuatro elementos: la corteza, carne, zumo y cuesco, continuando así: “y todas son estéticas, pero la dulce es más húmida que la que es agrá, ca el agrá es seca, y son provechosas para amansar la agudeza de la cólera, é da apetito de comer; y la dulce amansa la tosse, y tira el latimiento del coraçon, y amansa la sed; y después de comer es buena la dulce, porque há propriedad de tirar el azedía del estómago, y que se non corrompe la vianda, ni que faga vahos á la cabeca; y la granada agrá es buena de antes de comer, porque escusan que non deciendan humores al estómago, y para dar apetito de comer, y tira la sed y amansa la calentura de la cólera y de las fiebres”.

Termina diciendo los distintos tipos de granadas que existían y que eran safaríes, que tenían la corteza delgada y de grano blanco y sabroso (creo que son las que se comercian ahora) y que las mejores eran de Gelves (pueblo muy cerca de Sevilla y hoy convertido casi en una ciudad dormitorio); otro tipo era la membrilla y la trigaza que era más dura de moler.

La siguiente fruta, ya se puede imaginar cual es, era el membrillo, de los cuales decía que eran fríos en primer grado y secos en el segundo.

Distinguía dos clases, seguramente por su grado de madurez, los dulces y los agrios, que tenían la cualidad de dar apetito y se comían antes de las comidas estreñían y si era después soltaban el vientre, ya que, según decía, apretaban la boca del estómago, lo que hacía que ayudaba o provocaba el vómito pero amansaba los efectos del alcohol y quitaban la sed.

El almíbar de ellos era muy bueno para el estómago y el hígado; haciendo hincapié en que los verdes eran mejores que los amarillos.

Los mejores se criaban en el condado de Niebla y de la Palma del Condado, en la provincia de Huelva, los de Sevilla eran peores al parecer.

Termina diciendo: “é los que son ñudosos y ásperos son frios en primer grado y secos en el tercero; y los que son bien maduros y buenos esfuerçan el estómago y el coraçon, y fazen correr por orina acidentalmente, porque aprietan la boca del estómago, según dicho de Avicena; y los que son verdes pequeños como nuezes son buenos para fazer aceyte para esforçar el estómago, y para restreñir; y el azeyte que se faze de los maduros es más esforzado para el estómago y para el coraçon, mas non estriñen tanto como los verdes”.

Ahora entra en describir otras frutas, que es cierto que lo pueden ser, de eso quiero que opine mi compañera Aina, ya que es la bióloga del Grupo, y que en la mesa moderna se tendrían como semillas o frutos o Dios sabe qué.

La primera de ellas es la bellota en la que poco se entretiene y de las que dice que son frías y secas en segundo grado, que estreñían los intestino y la sangre, que hacían correr la orina, “y dan gran virtud y nudrimento”, terminando por decir que eran malas de digerir, especialmente las ásperas.

Las castañas siguen la lista, de las que dice que son calientes en primer grado y secas en el segundo, eran de gran nutrimento y no estreñían mucho, esforzaban el estómago y los intestinos.

Las castañas asadas, importante de conocer para saber desde cuando se comen de esta forma, decía que estreñían más que las cocidas y las secas “son mas estantes que las verdes”.

Es interesante saber que en Andalucía no se tomaban las castañas a modo de pan, algo que sí ocurría en otras zonas más deprimidas de la península ibérica, como era la zona de León y Extremadura, donde se sigue celebrando fiestas ancestrales como la de Magosto.

humor4Ahora viene algo que puede chocar a un contemporáneo, toma las aceitunas como una fruta y de ellas dice que había de dos clases, las verdes y las maduras; las verdes eran frías y secas en primer grado, esforzaban el estómago y estreñían; el aceite que se sacaba de ellas, importante para saber que el aceite de oliva no era importante en la gastronomía, era a su entender “apretante”, como lo era el llamado aceite rosado, y decía que era conocido como aceite de ampites. El aliño de aceitunas los describe así: “las azeytunas verdes tajadas y remojadas nueve dias en agua y en sal, y después adobadas con finojo, dan apetito de comer y esfuerçan el estómago, señaladamente si son comidas en medio del comer, y esfuerçan el estómago; y en el comienço dan apetito, y á la postre ayudan á cozer la vianda; y echado con ellas limones cortados son más sabrosas y esfuerçan más el estómago; y las azeytunas prietas y bien maduras son calientes en primer grado y templadas entre humedad y sequedad, y dan gran nudrimiento, y sueltan la cámara, y son malas de moler por razón de la ventosidad que tira el cozimiento; pero decienden ayna del estómago, ante que se muelan en él, por razón de la blandeza del azeyte que es en ellas; y por ende, echándoles orégano y finojo y sal tira aquella ventosidad; empero conviértese en el estómago caliente en cólera y en flema y en melancolía”.

Sorprende saber que el preciado aceite, del que todos dan su origen y uso desde la más remota antigüedad, no fue el alimento base de la triada latina en España, ya que si leemos los pocos libros de cocina de la época todo se freía con manteca y que pienso ampliar con otro estudio de la zona de Jaén que tengo casi ultimado y que arrojará mucha luz al tema.

La siguiente fruta que trataba era el azufaifo y de qué tan sólo dice que era caliente en primer grado, emblandecían el pecho y los pulmones y quitaba la tos, espesaba la sangre y que, para terminar, era de poco provecho.

Por el contrario a la siguiente fruta le dedica un gran espacio, lo que nos hace sospechar que el tiempo dedicado a cada elemento iba directamente proporcional a la importancia qué tenía dentro de la alimentación, tanto fuera por ser una planta que se daba localmente o por la necesidad de ella.

Resulta chocante que la planta y su fruto no se consuman ni existan plantaciones en Sevilla en la actualidad, al menos no de forma notable, me refiero, para dejar la intriga, a la cidra. De ella decía que se divide en cuatro partes: corteza, carne, zumo y grano.

Sobre la corteza decía que era caliente en primer grado y seca en el segundo, era mala de digerir aunque esforzaba la boca del estómago y el corazón, ayudaba a la digestión de los otros alimentos, así mismo decía que la corteza daba buen olor a la boca y a las narices, de modo que era un magnífico colutorio; igualmente quitaba o disolvía la ponzoña que producía el esfuerzo del corazón. Sobre la parte carnosa era fría y húmeda en el primer grado y por ello no debía de ser comida en ayunas, en especial aquellos que eran flemáticos y los que tenían fiebres y flema, por el contrario era buena para los coléricos. Para quitarle la frialdad aconsejaba que debía ser comida con miel y letuario, especie de mermelada hecha a base de un cocimiento de la misma carne de la cidra y azúcar, qué según su parecer era facilitar la respiración en épocas de estío, básico para comprender que era específico para Andalucía, más en Sevilla, por las altas temperaturas que se alcanzan.

El zumo de la cidra estaba considerado frío y seco en el segundo grado, reforzaba el estómago, el corazón y el hígado, daba apetito y para colmo “tira la cardiaca y el vómito, é tira las manzillas del rostro y de la carne: cualquier paño que sea manzillado y fregaren con el çumo del tornarlo á su estado primero; y los granos son calientes y secos en primero grado, y tiran la finchazon, y la ventosidad, y las ponçoñas que no le empezcan”.

humor1El siguiente fruto era el dátil, que consideraba caliente y húmedo en segundo grado, engendraba sangre gruesa, eran malos de digerir y hacían orina, pero las personas que abusaban comiendo de ellos les cerraba el caño de la orina, les hinchaba el bazo y el vientre y para colmo se quedaban sin dientes, que esto más parece una maldición gitana. El tegumento que había entre ellos, si se comía, engendraba arenilla y piedra en los riñones y en la vejiga, pero “dan gran govierno y amansan la tosse y la asperura de los pechos y de los basos”.

La almendra era la siguiente fruta que trataba Juan de Aviñon y de la que decía que las dulces eran calientes y húmedas en medio del primer grado, eran malas de digerir, pero eran buenas y servían para el cólico y “mundifican los pechos y los bofes y la bexiga y los riñones”. La leche de almendras era buena para aquellos que tenían fiebre, ya que igualaba la calentura con la frialdad de agua y para tirar ventosidades, importante entonces el poder peer como ya comenté en otra parte de este estudio, las mejores eran las tostadas.

Las verdes mondadas reforzaban las encías y refrescaban el estómago, pero las verdes con corteza eran muy malas de digerir y se convertían en malos humores flemáticos.

Las amargas eran calientes y secas en fin del segundo grado y las consideraba “más abrideras y mundificativas que las dulces”.

Las nueces van a continuación, de las que dice que son calientes en fin del primer grado, que son de mal gobierno y difíciles de digerir, por lo tanto dañosas para el estómago caliente, pero el que era de temperamento frío y húmedo sí le eran provechosas, incluso favorecen el apetito; si se comen con ruda o con higos antes de comer serviría contra los venenos que se dieran en la comida. Si se comen al final ayudan a moler los alimentos por razón de la calentura de ellas, sobre todo a aquellos que tienen el estómago flemático. Terminaba diciendo que las nueces verdes son templadas pero son ventosas y viscosas.

La siguiente fruta de que trata Juan de Aviñón son las avellanas, de las que dice que son calientes y secas en comienzo del primer grado, nutren más que las nueces pero malas de digerir, dan ventosidades y esfuerzan la cabeza y si fueran tostadas abrirían los caños del hígado y, como la anterior, dan ventosidades y “ tiran las ponçoñas”.

Los alfócigos, otro afrodisiaco, y los piñones los trascribo tal cual: “Alfócigos son calientes y secos en medio del segundo grado y de gran nudrimiento, y abren y mundifican los pechos y los pulmones, y esfuerçan el estómago, y ayudan de dar apetito de dormir con muger, y tiran el daño de todas las ponçoñas.

Piñones son calientes y secos en fin del segundo, señaladamente los machos, que las fembras son en comienço del segundo; é la fembra es mayor quel macho, y de mejor y de mayor govierno, y aprovecha para desembargar los pechos y los bofes, y para amansar la tosse; y dándolos con simiente de cogombros tiran el dolor y la quemaçon de los riñones y de la bexiga, y fazen correr la orina, y desfazen la piedra; pero á la tosse caliente y seca daña, por razón que son secos y calientes”.

Finaliza el apartado dedicado a las frutas escribiendo sobre la naranja, el limón y la lima, con un cierre caótico y con disquisiciones referentes a lo masculino y lo femenino que a mí por lo menos me causa risa por lo enmarañado del razonamiento como veremos en su momento.

Me resultó decepcionante el tratamiento que le dio a los cítricos, imaginaba que iba a ser mucho más extenso y complejo su estudio, lo que puede darnos idea de qué entonces frutos que hoy consideramos esenciales para la salud y donde buscamos su importancia en la dieta o su traslado casi como un tesoro a América no dejaban de tener un pasado bastante discreto, tanto en la medicina como en la gastronomía. Algo que también llama la atención es que no especifica distintas variantes de ellos por lo que al ser un producto ‘recientemente’ importado por los árabes bien podría ser que sólo existiera uno de ellas.

Sobre la naranja nos dice que se compone de cuatro partes o “cosas” como él dice: corteza, zumo, carne y grano.

La corteza es caliente y seca en primer grado, esforzaba el corazón y el estómago frío, sobre todo la naranjada hecha con miel, algo a tener presente y donde se deduce que se hacía una especia de almíbar con dichas cortezas o algún tipo de refresco. De la carne decía que era fría y húmeda en primer grado, sin aportar más datos. Sobre el zumo que era frío y seco en segundo grado y para terminar, al referirse a los granos, decía que eran calientes y secos en primer grado.

Sobre sus cualidades decía que la naranja, sin especificar la parte en las que las dividió, atajaban la flema o la adelgazaba, daba apetito de comer y ahora sí hace dos distinciones de ellas, las “sequerosas”, que no tienen mucho zumo y sin ser tan agrias y que eran mejores para comerlas, y las “zumosas” que eran más agrias y que atajaban y adelgazaban los humores.

Sobre los limones escribe: “Limón y lima son de natura de cidra y de naranjas, salvo quel limón es más agudo en sus obras que non las cidras ni las naranjas. Otrosí, el limón es más caliente y más agudo que la lima, y de mejor olor” y aquí comienza un trabalenguas e ideas laberínticas de la que hablaba al comienzo y que trascribo para que no pierda su esencia: “é aquí en Sevilla llamamos al más pequeño limón y á la grande lima, y en Córdova el contrario. Por tres razones dizen assí: esse deve ser llamado en nombre de fembra, que es más pequeño, assí como la muger; mas el limón es más pequeño, siguese que debe ser llamado lima y non limón. Otrosí, deve ser llamado en nombre de fembra, porque es donosa como la muger; mas el pequeño es más donoso que non el que es mayor, por ende el limón deve ser llamado lima. Otrosí, la cosa en que los más acuerdan es más verdadera que non aquella cosa en que acuerdan los menos; mas los moros todos llaman al pequeño lima y al mayor limón: siguese que esta es la verdad.

Y los de Sevilla dicen assí: esse deve ser llamado limón que es más caliente y seco, assí como el ome á respecto de la muger; mas el pequeño es más caliente, siguese que deve ser llamado limón y non lima.

Otrosí, porque es más agudo y más duro, assí como el ome á respecto de la muger, y ésta es la verdadera.

Y el primer argumento que arguye á la menor es falsa, ca las mugeres non son pequeñas, que también ay dellas grandes como pequeñas, assí como los omes. El segundo argumento es la mayor falsa, que bien assí como la fembra es doñegil para el ome, así es el ome doñegil para ella. El tercero argumento digo que la mayor es falsa, ca los moros son más que los christianos, y tienen secta mala y non es por esta verdadera, por ser ellos más que los christianos, y por ende Sevilla tiene la verdad”.

Tras esta parrafada doy por terminada la parte dedicada a las frutas.

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