Reseña del libro mexicano Mujeres construyendo un mundo: las recetas del Convento de Santa Mónica en Puebla, Rosa María Garza Marcué y Cecilia Vázquez Ahumada

El presente texto forma parte de la Colección Cofradía Gastronómica, publicado por la Secretaría de Cultura, INAH y BUAP, México, 2017.

He tenido la oportunidad de leer este estupendo libro del que ahora ofrezco una reseña a los lectores de Historia de la Cocina y la Gastronomía confiando que podré dar a conocer varios de los interesantes aportes que proporciona acerca de las recetas de cocina en un antiguo convento de la ciudad de Puebla en México, particularmente las del siglo XIX y principios del XX.

Las autoras de Mujeres construyendo un mundo: las recetas del Convento de Santa Mónica en Puebla, Rosa María Garza Marcué y Cecilia Vázquez Ahumada, dan a conocer la manera como se acercaron a esta investigación documental y etnográfica de un archivo que permaneció cerca de 60 años sin ser estudiado, el del exconvento de Santa Mónica, convertido en un museo de arte religioso desde 1935.

El libro se divide en tres capítulos, un apéndice, glosario y bibliografía. En el primer capítulo, Distintas dimensiones que hacen de la comida un fenómeno cultural: la identidad, el patrimonio, el género, la historia y las recetas, Garza Marcué y Vázquez Ahumada ofrecen una excelente y profunda información sobre los diversos enfoques antropológicos acerca de la gastronomía y los autores que la abordan como Janet Long Solís o Sidney W. Mintz, quien dice que “La comida genera en las personas sentimientos intensos, emociones; es una actividad vibrantemente cultural”, p. 18.

El segundo capítulo, Etnografía histórica de la vida en un convento, contiene la historia de la fundación del convento de las monjas Agustinas Recoletas de Santa Mónica en el período virreinal, las razones políticas del gobierno mexicano por las cuales se transformó de espacio conventual a museo de arte religioso en la primera mitad del siglo XX, y la manera como se descubrieron y trabajaron los documentos del archivo histórico conventual hallados en la década de 1990 por Rosa María Garza Marcué y Cecilia Vázquez Ahumada “en el Depósito de Bienes Culturales del Centro INAH Puebla centenares de paquetes envueltos en papel de estraza que contenían documentos, reflejos de la vida espiritual y material de las religiosas. […] las autoras asumimos la tarea de clasificar estos documentos y así adentrarnos en la vida de religiosas poblanas. La original clasificación se refirió a impresos y manuscritos. De ambos obtuvimos clasificaciones que dan cuenta de la complejidad de la vida de estas mujeres, siempre interactuantes con la sociedad que las acogía.”, p. 53.

El tercer capítulo, Las recetas de cocina del archivo conventual del Museo de Arte Religioso de Santa Mónica, contiene los recetarios que empleaban las monjas agustinas de Santa Mónica para elaborar los platillos que consumían en el refectorio y en la enfermería, los que daban a las autoridades eclesiásticas o que servían para la venta. Es indispensable señalar que, en el prólogo de esta publicación, Catharine Good Eshelman, especialista en la antropología gastronómica, informa que: “Se reproducen tres recetarios del siglo XIX hallados entre otros muchos documentos contenidos en el archivo del exconvento de Santa Mónica; los recetarios permiten conocer platillos que con mucha probabilidad se prepararon en las cocinas del convento y de ahí llegaron a las mesas de las familias de las monjas, a banquetes y, a fin de cuentas, a la mesa del pueblo. El estudio de los recetarios resalta la fuerte influencia que en el México independiente tienen las tradiciones culinarias europeas, en particular la francesa, la italiana y la anglosajona, además de la española, y se advierte asimismo la importancia de esas tradiciones para la comida poblana de la época en cuanto a los ingredientes, técnicas de preparación, sazón y sabores, así como en la estructura misma de la comida y los platillos.”, p. 14.

El Apéndice contiene el Testimonio oral de sor Imelda del Sagrado Corazón de Jesús (1907-1997), Hermana Agustina Recoleta de Santa Mónica acompañado de fotografías del inmueble. Esta religiosa era una de las monjas exclaustradas del convento de Santa Mónica en 1934 y que tuvo que reubicarse en otro espacio monástico poblano. Ella, en su momento, les dio una visita en el museo y les mostró qué se realizaba en los diversos espacios del mismo cuando en la década de 1930 moraba en ese ahora exconvento.

El Glosario brindado por las autoras de esta publicación es una fuente muy importante para entender a qué se refieren varios de los términos de las recetas recopiladas. En este sentido, es preciso señalar que Rosa María Garza Marcué y Cecilia Vázquez Ahumada afirman que: “Una receta no es sólo la instrucción práctica de la preparación de un platillo con determinados ingredientes y procedimientos. Es un documento que habla de ecosistemas, adaptación al medio, relaciones de intercambio, técnicas de cultivo, uso de combustibles, tipos de habitación, invención y uso de herramientas, formas de cocimiento… es una manifestación de uso del tiempo y relaciones sociales.

[…] Dar a conocer esta pequeña parte del acervo documental de las religiosas agustinas lo consideramos como un aporte para el estudio y análisis de la cocina como patrimonio cultural identitario y, asimismo, como una evidencia de que esta actividad cultural es el resultado de modificaciones, enriquecimientos, mejoras, adopciones o refuncionalizaciones, producto de su circulación, selección social, recreación colectiva y reproducción cultural.” p. 37.

Además de las recetas que hallaron las investigadoras también encontraron “otros documentos impresos relacionados, como los llamados remedios y “secretos” (que era como los editores de libros de cocina nombraban a los consejos para combatir ratones, desmanchar y pintar telas, blanquear y fortalecer los dientes), algunos mensajes edificantes y pensamientos, que rodeaban el proceso de la preparación de alimentos.”, p. 29.

También nos informan que “Los impresos sueltos suman 1,613 documentos distribuidos en 1,209 expedientes, el documento más antiguo está datado en el año de 1633. Es aquí donde descubrimos las hojas sueltas de los libros de cocina.[…] A este patrimonio documental se suma a los libros, pinturas, esculturas, labores de manos, muebles, cazuelas, molinillos, metates, cazos, arroceras, vajillas, sopladores, charolas, medidores, embudos y un sin número de objetos más que tienen bajo resguardo los muros del actual Museo de Arte Religioso de Santa Mónica.”, p. 55.

Antes de pasar a la transcripción de varias de las recetas, es fundamental informar que: “Las religiosas del Convento de Santa Mónica en Puebla elaboran hoy en día rompope, galletas de naranja y los llamados dulces de monja para la venta cotidiana. Es relevante señalar que tienen un ciclo anual de preparación y comercio de comida organizado de la siguiente forma: en Semana Santa venden empanadas de crema dulce; agosto y septiembre, chiles en nogada; en noviembre, un atole de maíz azul con una consistencia gelatinosa, para los altares de Todos Santos y cierran el ciclo en diciembre con la venta de buñuelos.”, p. 56.

Recetas que vienen en los libros y hojas sueltas impresas y manuscritas halladas por las autoras de este libro Mujeres construyendo un mundo: las recetas del Convento de Santa Mónica en Puebla: 

El primer libro es el “Impreso del siglo XIX. Anónimo. Novísimo Arte de Cocina o excelente colección de las mejores recetas para que con el menor costo posible pueda guisarse a la española, francesa, italiana e inglesa, sin omitir alguna de lo hasta aquí publicado para sazonar al estilo de nuestro país [.] dedicado a las señoritas mexicanas. México, Imp. Alejandro Valdés, 1831.”, p. 57.

Sopa de arroz á la valenciana.

Limpio el arroz y lavado, se pone á escurrir para darle color con un poco de azafran molido, y se pone por media hora al sol estendido en un traste. Se freirá en manteca una poca de cebolla, dientes de ajo, jitomates y un par de chilchotes, todo picado: ya frito esto, se echará allí el arroz a que medio sancoche, y se echa el caldo del puchero para que cueza en fuego regular sin que se deshaga ni queme y ya esponjado no se meneará, sino que a fuego manso se le irá echando mas caldo como lo necesite, hasta que cueza y crie costra. La sal al gusto. Que espese; pero lo corriente es servirla sueltecita.”, p. 58.

El segundo recetario es Arte de cocina. Colección de recetas muy escogidas y recomendadas por personas de buen gusto, para hacer guisados y pasteles, &c. & c., año de edición 1850”, p. 24. 

LENGUA DE TERNERA MECHADA.

Machacada la lengua contra una piedra con un palo, y despues de bien lavada, se pone á cocer en agua con sal, se le quita luego el pellejo y se divide en raciones grandes para servir una ó dos en cada plato; se mechan con jamon cocido y se ponen en una cazuela con cebollitas cocidas, rebanas de jamon cocido y de salchicha, chorizos también cocidos y perejil deshojado; se polvorea con clavo, pimienta y canela molidos y orégano, y se echan encima harina dorada en manteca, alcaparras, pasas, almendras, vino generoso, y un poco de caldo en que se coció la lengua hasta que esta quede enteramente sumergida en él, y á dos fuegos se deja espesar el caldillo lo suficiente.”, p. 75.

“REPOSTERÍA.

Indispensables precauciones que deben tomarse en la fabricacion de los dulces. Nunca se deben dejar enfriar en los cazos que se hacen siendo de cobre, porque el cardenillo que despiden es un activo veneno, los dulces enmohecidos no deben servirse porque son dañosos, y lo mismo las conservas.”, p. 87.

GUINDAS EN CONSERVA.

A seis libras de almíbar con punto de flor se le echan seis libras de guindas sin los palitos; así, enteras con sus huesos dan diez ó doce hervores, tapado el perol. Se apartan del fuego, se dejan reposar por largo rato y se vuelven despues á la lumbre hasta que el almíbar haya tomado el punto más fuerte, entonces se guardan en vasos de vidrio ó en ollas de barro vidriadas.”, p. 87. 

“El tercer texto […] que incorporamos lo componen hojas sueltas que no contienen información de la publicación de la que forman parte (año, nombre, número de páginas, etcétera). Por la tipografía en que está compuesto el texto de las hojas inferimos que pertenecen a un libro distinto a los anteriores. Las recetas agrupadas en este “libro” instruyen para la confección de alimentos tales como la Sopa de pan y aceite para vigilia, Gorditas de cuajada con harina de maíz, Capirotada de guajolote, Fritura republicana, Cajeta de camote, leche y chirimoya y Tortillitas de maíz cacahuatzentli con queso.”, p. 27. 

“Recetario deshojado sin título ni fecha”, p. 99. 

TORTILLITAS DE MAIZ CACAHUATZENTLI CON QUESO.

Hecho nixtamal un cuartillo de maiz cacahuatzentli, lo mismo que con el común para atole, y despues de cocido se lava bien hasta que ponga muy blanco; se pone á secar, se muele despues, se cierne por un tamiz, y se echa en una batea ó cazuela muy limpia; se mezcla con doce onzas de mantequilla derretida, una dracma ó algo mas de canela, segun el gusto de cada uno, cinco onzas de queso añejo y cuatro huevos, y se bate mucho la masa, hasta que al amasarse ó batirse quede la cazuela limpia; entonces se añaden dos libras ó mas de azúcar en polvo, y estando bien incorporada, se van haciendo las tortillitas, que se ponen á cocer en un comal caliente, con piedrecitas muy limpias de hormiguero encima, para que no se peguen, y se voltean y levantan.”,p. 112.

Recetas manuscritas

Sopa de clavo

Se azan los xitomates se muelen con clavitos y una rajita de canela se frie y se le desase un huevo cosido tantito ajonjolí su vinagre tantita sal p.aq.e le salga el dulce (este sera al gusto) y esto se sasona tantito y se le echa el pan qe ya estara frito, se pone á dos fuegos lentos p.aq.e este bien sasonada. Te dare un consejo qe la yema no la desagas junta con la clara p.aq.e se pone como atole y ni luse ni paresep.r ser tan dura la clara, yo asi lo ago.”, p. 115.

Para concluir este escrito se añaden algunas fotos del actual museo, información de las autoras sobre el intercambio cultural culinario en México, un fragmento del testimonio de sor Imelda del Sagrado Corazón, y varios de los vocablos del glosario que forma parte de este espléndido libro que he tratado de reseñar para los amables lectores.

“El intercambio cultural culinario, al igual que el social, se formó con elementos de varias culturas, tal y como ya se expresó párrafos arriba. En esta recreación culinaria se mezclaron objetos de cocina como el tlecuil prehispánico (tres piedras y comal) en donde se cuecen diversos alimentos, como las masas de harina y de maíz, se tateman los chiles y se da calor uniforme a los contenidos de las ollas que se colocan en éste; como el molcajete y el metate usados para moler maíz, los chiles y los jitomates. A estos enseres se agregaron paulatinamente instrumentos foráneos como los peroles para los cocidos, el fierro en las parrillas, cucharas, tenazas y espumaderas o el cobre en diversos cazos y moldes y, conforme avanza el periodo colonial, se construirán las nuevas cocinas con poyos y parrillas incorporados, como se puede apreciar en las cocinas de los conventos de Santa Rosa y Santa Mónica, en las que el poyo servía como asiento o como repisa baja. En la foto de la cocina de Santa Mónica que acompaña el texto se observa esta creación arquitectónica.”, pp. 33-34.

“Parte esencial de la cocina son los ingredientes y condimentos: el chile, el jitomate, el maíz, la calabaza, conviven con especias de influencia árabe como el azafrán, los cominos, la pimienta, el clavo, la canela, el cilantro, el jengibre y la nuez moscada; se consume pan de trigo, carnes de res, carnero, cerdo y aves de corral, vino y aceite, nada de lo cual se encontraba en suelo americano, cuya aportación consiste en carnes como el pavo o guajolote, el jabalí o pecarí, el tepezcuintle[1], el venado, los chichicuilotes[2], las aves lacustres, las ardillas, las tuzas, el conejo serrano, entre otros.”, p.33 y p. 36.

“Cocina

––Así estaba, con el fregadero, lo poyitos para poner los trastes sucios. Los trastos que usábamos eran de peltre, lo mismo que las tazas; los vasos eran copas de barro, cada una marcada con las iniciales o el nombre de Santa Mónica, tenían tapas y eran idénticas. Se tomaba atole, se usaban cedazos, como coladeras. La comida era pobre, porque estábamos pobres. Nada más desayunábamos atole de agua y pan, el que ya tenía ocho días de hecho. La carne solamente durante las ferias. Se hacía el chocolate, hasta tenemos la receta, desde moler el cacao… pero no eran las monjitas las que lo hacían, eran personas de fuera, les decían las chocolateras.

Las cazuelas grandes sí se usaban, ahí se guardaban las conservas que se necesitaban para la fabricación de los dulces que vendíamos. Las cazuelas grandes, sí, las “torteras” para hacer el arroz… las chiquitas no, esas son para jugar y nosotros no teníamos tiempo para jugar en la cocina. Los tableros también eran nuestros, era para llevarles la comida a las enfermas. El San Pascual Bailón también era de nosotros.”, testimonio de la Sor Imelda del Sagrado Corazón,Hermana Agustina Recoleta de Santa Mónica, p. 196.

Glosario, p. 203.

“CALABAZA Calabaza o Ayutli, Curcubita pepo.

Familia de las cucurbitáceas. La calabaza es una planta rastrera de hojas grandes y tallos velludos, que se siembra entre los surcos de la milpa. Fue, junto con el maíz, el frijol y el chile, uno de los alimentos básicos del México prehispánico.

Existen muchas variedades de calabaza; sus frutos toman diversas formas, tamaños y colores. Algunos se comen tiernos, otros ya maduros, con la ventaja de que pueden guardarse durante mucho tiempo, sin dañarse.

También se comen las semillas maduras, que simplemente se tuestan en el comal, y que se utilizan para espesar los guisos y para hacer dulces. De la calabaza se aprovechan inclusive las flores, con sus tallos, y las puntas de las guías. Hasta las hojas se aprovechan, pues con ellas se envuelven ciertos alimentos que se cocinan al vapor. Luego todo se come, aún las envolturas.

Las flores de la calabazas llámanlasayoxochquilitl, cómenlas cocidas; con muy amarillas, son espinosas, móndanlas para cocerlas quitándoles el hollejuelo de encima… Fray Bernardino de Sahagún, 1565”. Castelló, op. cit.

Los indios las llaman ayotli… proporcionan nutrición fría y húmeda, buena para la mesa y apropiada para alimentar a los que padecen fiebres y ardor de riñones…

Nacen en los huertos y en lugares húmedos y cultivados. Las flores y los renuevos de estas plantas sirven a los indios como hortalizas, principalmente con jugo de carnes gordas. Nacen al llegar las lluvias, aunque también durante todo el año brotan y sirven de alimento entre los mexicanos. Hernández, op. cit.”, p. 209.

“EPAZOTE Originario de América, el epazote (Dysphaniaambrosioides) es una hierba aromática y medicinal. En náhuatl se le conoce como epazotl. Llegó a la corte española recomendada para eliminar parásitos intestinales, pero los usos culinarios en México son muy variados. https://es.wikipedia.org/wiki/Dysphania_ambrosioides

Véase también: http://conabio.org/ [consultado el 6 de junio del 2015]”, p. 218.

“FRIJOL Frijol, Etl. (Phaseolusvulgaris). Familia de las leguminosas. Las diferentes especies de frijol toman su nombre del color de la semilla, o del lugar que lo produce. Así se les nombra frijoles bayos, negros, blancos, amarillos, garrapatos o serranos, siendo todos más o menos de igual tamaño, a no ser los ayocotes que son más grandes, y deben cocerse con tequezquite para que suavicen. Castelló, op. cit. Dicha planta fue y sigue siendo uno de los pilares de la dieta de las sociedades americanas. Según Rzedowski (1978) los frijoles teparieso escomites (Phaseolusacutifolius) estaban entre los vegetales que cultivaban las culturas mesoamericanas, desde 5,000 años de nuestra era. Gispert, op. cit.”,p. 219.

“GALLINA Ave originaria del sudeste asiático (Gallusgallusdomesticus), donde fue domesticada hace 10,000 años en Tailanda. El antepasado salvaje de lagallina es el gallo rojo del Sudeste Asiático. Se trasladó a China, India y Paquistán. Del continente indio se trasladó a África y de ahí a Europa. La gallina acompañó a los marineros humanos que fueron a Polinesia hace 3,300 años y de ahí saltó a América del Sur, antes de la llegada de Colón.

Las aves de corral han proporcionado proteínas a las personas desde tiempos inmemoriales. Los huevos y la carne de gallinas y pollos son elemento primordial de la alimentación humana. Chaline, op. cit.”, p. 219.

“HONGOS De una larga tradición de consumo a nivel planetario. Los pueblos originarios de México han sido consumidores de hongos desde épocas remotas. Además de alimentos, algunas especies poseen cualidades psicoactivas de importancia para la vida ritual de las comunidades.

https://es.wikipedia.org/wiki/Seta_comestible [consultado el 8 de junio del 2015]

En la Nueva España existen variadas especies de hongos… “los comestibles, de color blanco, que nacen muchos de un solo tallo y brotan generalmente en las peñas, llamados por su color iztacnanacameo sea hongos blancos; los rojos, que llaman tlapalnanacame; los amarillos, llamados chimalnanacame, que son inocuos y sirven de alimento, y finalmente los que, porque suelen embriagar, llaman teihuinti, y que son leonados tirando a pardo, provocan risa inmotivada o producen visiones. Hernández, op. cit.”, p. 222.

JITOMATE Planta mexicana de la familia de las Solanáceas [Lycopersicumesculentum]que producen un fruto globoso comestible, generalmente rojo, de 6 a10 cm de diámetro, y al que se designa con el mismo nombre de la planta.Xic–tómatl. De xictli, ombligo, tómatl, tomate”. Montemayor, op. cit.Xitomatl: el jitomate de color rojo y piel lustrosa, es nativo del norte de Perú, pero se cultivaba en México mucho antes de la Conquista y era, como lo es hoy en día, uno de los frutos básicos para preparar toda clase de guisos y salsas. Castelló, op. cit.”, p. 223.

“PERDIGAR Soasar la perdiz u otra vianda para que se conserve algún tiempo. Preparar la carne en la cazuela con alguna grasa. Casares, op. cit.

Aperdigar, emperdigar y perdigar, y significan en la cocina, disponer las viandas y cualquiera otra cosa á estilo de las perdices, de donde tomó su origen esta voz. Hay dos modos de perdigar: cuando se trata de guisar las diversas sustancias que se perdigan, se echan en agua caliente ó hirviendo, según se ha menester para que se maceren o se quebranten, y después de medio cuarto de hora se sacan y se echan en agua fría. Este modo de perdigar se llama también rehogar, porque las viandas se ahogan dos veces, una en agua hirviendo y la otra en agua fría, aunque ya ésta voz se ha hecho extensiva comúnmente aplicándose hasta á las viandas que se sancochan o medio fríen en cualquiera grasa.

Cuando se trata de asados, se entiende por perdigar poner sobre las brasas la perdiz, ú otra ave ó vianda, antes de asarla para que se conserve por algún tiempo sin dañarse, ó para que adquiera alguna consistencia y pueda sufrir después otras manipulaciones, como el mecharse. También se llama perdigar en sentido menos riguroso, preparar la vianda en una cazuela con grasa, para que esté más sabrosa, lo que nosotros llamamos sancochar. Diccionario de la cocina clásica mexicana y europea de 1873.”, pp. 230-231.

“SAL Sal, Iztal: Cloruro de sodio. La sal marina era un lujo entre los aztecas por eso únicamente la consumían los nobles. Moctezuma la obtenía como tributo de Ocuila, quienes le entregaban cada ochenta días, dos mil cántaros de sal. Todavía ahora la sal es un lujo en muchas de las comunidades indígenas que se encuentran en lugares de difícil acceso, entre los tarahumaras, por ejemplo. En Pinotepa Nacional se cocinan unos curiosos tamales de sal, mezclados con ceniza, para consumo de los viajeros. Castelló, op. cit.”, p. 233.

“TAMAL Para hacer tamales, se prepara el maíz como para el atole pero, después de molido se deja secar. No se le agrega agua, ni se cuela. Se bate con un poco de agua de tequesquite asentada, para que esponje pues sirve de levadura; luego se unta la masa en hojas de maíz y se rellena de salsa enchilada, roja o verde. Se le pueden poner trozos de carne, nopales o rajas de chile poblano. También se hacen tamales de dulce […] Los tamales se envuelven, se doblan y amarran en distintas formas y se cuecen al vapor acomodándolos a queden paraditos, con el doblez hacia abajo, en una olla tamalera que tenga en el fondo un tapestle. Para envolverlos pueden usarse hojas de maíz, secas, que se echan a remojar para que queden flexibles, u hojas de plátano asadas y cortadas en cuadros. Castelló, op. cit.”, p. 234.

“TAPESCLITO Suponemos que se refiere a Tepestle o Tapechtli, término que Castelló op. cit. define como: “rejilla de carrizo, olotes, hojas de maíz o tejamanil, que se coloca al fondo de una olla para convertirla en una vaporera. Sobre ella se ponen los tamales o mixiotes, para que se cuezan”., p. 234.

“TEPEITZCUINTLI También llamado jaleb, como lo nombran en maya, y guardatinajo en Sudamérica. Propiamente tepeitzcuintli significa en náhuatl “perro que viene de las rocas o montes”. Se desconoce por qué se llega a nombrar con el mismo nombre de tepeitzcuintli al roedor y al perro pelón pequeño, siendo dos animales completamente distintos. El tepeitzcuintli es un roedor grande, de hábitos nocturnos, que vive en la región tropical del sureste, cerca de los ríos; se alimenta de frutos y semillas silvestres y a veces visita los sembradíos. Castelló, op. cit.

Tepeitzcuintli, tepescuincle o tepeizcuinte. Pertenece a la familia de los Cunicúlidos, se le conoce también como paca. Es el roedor más grande del trópico mexicano, es terrestre y nocturno; se alimenta de tallos, hojas, semillas y frutos. Su captura es relativamente fácil y su carne muy apreciada. El pelaje es de café claro, el cuerpo robusto y las orejas y la cola cortas. Tepezcuintli. De tépetl, cerro, itzcuintli, perro. Montemayor, op. cit.”, p. 235.

“TOMATE El tomate verde también es llamado “tomate de cáscara, tomatl, miltomate:Physalisixocarpa. Familia de las solanáceas. El tomate se emplea de forma similar al jitomate. El fruto es un baya globosa verde, algo ácida,envuelta en un cáliz transparente que se utiliza como levadura, hirviéndolo con agua de tequezquite”. Castelló, op. cit.

Los frutos acinosos llamados tomatl como aquellos redondos, encerrados en una membrana, son de naturaleza seca, fría y ácidos. “Los más grandes de ellos se llaman xitomame, es decir, tomame con forma de calabaza y rugosos; los más chicos miltomate, es decir, de siembra, porque se acostumbra sembrarlos al mismo tiempo que el tlaollio grano de indio”. Hernández, op. cit.”, p. 236.

“ZAPOTE Reciben el nombre de zapote tanto árboles y frutos pertenecientes a distintas familias de las Zapotáceas. “Estos árboles producen frutos comestibles, dulces y carnosos, y algunos de ellos también producen un jugo lechoso que, coagulado, constituye el chicle. De tzápotl, zapote”. Dentro de la variedad del zapote se encuentra el zapote blanco, el mismo autor nos ilustra en torno a este fruto y su uso en México: “[…] hay seis variedades de zapote blanco, todas pertenecientes a la familia de las Rutáceas y al género Casimiro a [particularmente la C. edulis, C. pubescensy C. pringlei]. De esta planta se obtiene un medicamento que tiene efectos narcóticos, analgésicos y de hipotensión”. Montemayor, op. cit.”, p. 239.

[1] Es la paca, roedor.

[2] Ave común en México de piernas muy altas proporcionalmente a su cuerpo. Gran Diccionario Náhuatl [en línea]. Universidad Nacional Autónoma de México [Ciudad Universitaria, México D.F.]: 2012 [ref del 13 de julio de 2017]. Disponible en la Web http://www.gdn.unam.mx

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