El presente trabajo está escrito por Miguel Krebs
Antes de entrar en tema es conveniente hacer una breve síntesis sobre el contexto en que se desarrollaron los hechos y conocer a sus protagonistas.
INTRODUCCIÓN
A la Argentina le llevó todo el siglo XIX para consolidarse como país debido a las luchas internas de carácter político-militar. Entre tantos avatares, sobresalieron dos conflictos que tuvieron como protagonista al Ejército Argentino, pero no como institución organizada a la manera de los ejércitos europeos que por aquel entonces llevaban en sus mochilas siglos de experiencia. Uno de ellos de carácter internacional ocurrido en 1865 al estallar la Guerra de la Triple Alianza en la que intervienen Brasil, Uruguay y Argentina contra el Paraguay, y otro de más larga data pero de carácter interno, que nace en el mismo momento que los conquistadores españoles ponen pie en tierras del Río de la Plata para enfrentarse con el indio que no se sometió a los invasores. El regimiento de Granaderos a Caballo creado por Teniente Coronel de caballería don José de San Martin no está contemplado dentro del tema propuesto, por considerarla una fuerza militar cuya actuación se desarrolló fuera de la frontera argentina a excepción del Combate de San Lorenzo.
Si analizamos detenidamente a los protagonistas de este período de la historia argentina, se llega a la conclusión que unos pocos habían elegido una carrera militar. Casi todos los que, por distintas circunstancias debieron tomar las armas, no como simples soldados o milicianos, sino con jerarquías superiores, fueron hombres de negocios, estancieros, comerciantes, abogados e intelectuales que adquirieron experiencia durante los sucesivos enfrentamientos en guerras civiles o en defensa del territorio frente a las agresiones de fuerzas extranjeras. Recién para 1870 bajo la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento se creo el Colegio Militar de la Nación con el objetivo de formar oficiales experimentados con capacidad de mando y consolidar una institución organizada tomando como modelo al ejército prusiano.
EL INDIO
Cuando todavía Argentina era parte del Virreinato del Perú, su defensa militar en las distintas provincias era escasa y mal preparada. Durante las postrimerías del reinado de Felipe V y el comienzo de Fernando VI de España, gobernó Buenos Aires durante 11 años (1745 -1756), José de Andonaegui, que combatió los ataques indígenas a las poblaciones que circundaban la ciudad, creando un cuerpo de caballería bajo el nombre de Blandengues de la Frontera de Buenos Aires. Su objetivo no fue solamente detener el avance de las diferentes tribus, sino que era menester ampliar las fronteras internas con el objetivo de ganar campos de cultivo y pastoreo fundando al mismo tiempo poblaciones y levantando fortines. Los indios emplearon una forma de ataque masivo y violento llamado malón, que dejaba tras sus incursiones, campos arrasados, incendiados, destruyendo propiedades, robando ganado, raptando mujeres y niños, y pasando a cuchillo a la población masculina. Si bien el justificativo de estos malones fue casi siempre por necesidades de subsistencia o por pactos no cumplidos por parte de las autoridades, hubo bandas organizadas de indios cuyo único objetivo era el robo de ganado para ser vendido en Chile. Estos violentos ataques a la población civil fue una de los mayores preocupaciones de todos los gobiernos, pero quien puso punto final a esta modalidad de abigeato y exterminó gran parte de la población indígena, fue el General Julio Argentino Roca en 1884, con la cuestionada Campaña del Desierto.
LOS FORTINES
Desde mediados del siglo XVIII el recurso empleado para contener a los malones, consistió en la construcción de fortines, especie de fuerte rudimentario levantado sobre un terreno elevado y con una superficie variable según su importancia. Estaban protegidos por una empalizada de troncos enterrados verticalmente como única defensa, y en el exterior, por una zanja cuyo ancho y profundidad era asimismo variable. En el interior se levantaban ranchos construidos de adobe y paja para la tropa y oficialidad por separado, arsenal, establo, depósito de alimentos, cocina , enfermería y letrinas, De acuerdo a la importancia del fortín se empleaba una parte del terreno para sembrar alfalfa, cebada y trigo, básicamente las dos primeras para alimentar a la caballada, En otros puntos de la frontera y de acuerdo a su importancia, los soldados construían bajo el mando de sus superiores, casas de propiedad particular para los jefes y para la población urbana, gran parte de ellas con el agregado de un local para comercio, sea panadería, bar, billares, almacén e incluso una escuela. El fortín contaba con una torre de observación o mangrullo, construido con troncos de madera que terminaba en un techo a dos aguas desde el cual el soldado podía observar cualquier movimiento en el horizonte. Este era el hábitat del soldado en ese extenso desierto alejado a cientos de kilómetros de los centros de poder de la incipiente república.
LA GUERRA CONTRA EL PARAGUAY
Luego de dos guerras civiles, cambios de gobiernos, enfrentamientos entre provincias, fractura de la unidad nacional, amenaza de invasión por fuerzas navales extranjeras en medio de una caótica lucha de intereses y rivalidades, asume la presidencia de la nación en 1862, el General Bartolomé Mitre. Paraguay que mantenía un conflicto territorial con el Imperio de Brasil, decide ayudar al presidente uruguayo Bernardo Berro que estaba siendo hostigado por su opositor Venancio Flores con la clara intención de tomar el poder mediante una revolución, que además era apoyado por Brasil y Argentina, debido a la amistad que tenía Mitre con Flores.
Francisco Solano López, presidente paraguayo, pide autorización a Mitre para cruzar la provincia de Corrientes y así entrar al Uruguay en defensa del gobierno con quien mantiene muy buenas relaciones, pero el presidente argentino no lo autoriza, actitud que motiva al presidente paraguayo a declararle la guerra a la Argentina el 13 de abril de 1865, invadiendo la provincia de Corrientes. Sin embargo Bartolomé Mitre oculta esta declaración de guerra para victimizarse y encender la ira patriótica de los jóvenes ante el atropello paraguayo, y conseguir el apoyo de los caudillos del interior del país.
En el marco de este conflicto para el cual el ejército argentino no estaba preparado, aparece el flagelo de la corrupción para que un grupo reducido de comerciantes e inversionistas vinculados al poder, se enriquezca a costa de los que estaban en el frente de batalla peleando por una causa que creían justa.
EL HAMBRE
El soldado argentino a lo largo de esta historia no se libró del hambre. Ya en el frente de batalla por dificultades del terreno, clima, por encontrarse muy distantes las fuerzas de los centros de abastecimientos o como consecuencia de los turbios negociados entre proveedores y el gobierno, no recibieron provisiones adecuadas ni en cantidades suficientes. El médico uruguayo Juan Angel Golfarini, de la Sanidad argentina durante la Guerra de la Triple Alianza decía: “El soldado era alimentado con dos ranchos (1) al día. La dieta se basaba fundamentalmente en productos animales y en menor medida de harinas. Prácticamente no hubo consumo de vegetales y frutas. En ocasiones hubo escasez de alimentos, hubo dificultades en el transporte de los mismos y, hubo sustitución de la dieta habitual por alimentos extraños al soldado».
Sin embargo el resto de las tropas de Brasil y Uruguay, padecieron igualmente la falta de víveres. Lo brasileros se quejaron de la mala comida cantando esta copla: “Osorio daba churrasco y Polidoro, harina; el marques nos sirvió charque y su alteza, sardina.” Manuel Luis Osorio era un militar brasilero condecorado con el título de Barón de Herval por su destacada actuación en Tuyuti, y en 1877 recibió el título de Marqués de Herval. El Brigadier Polidoro Jordao, fue quien reemplazó a Osorio, y “Su alteza” era el príncipe Gastón de d´Eu, yerno del emperador Pedro II, que ante la escasez de rancho fresco, repartió entre sus soldados pescados en lata
El médico argentino Lucio del Castillo decía que “La falta de alimentación llego a tal extremo que los soldados comían pieles de caballos; otros hacían hervir garras de cuero seco. Cuando la disentería empezó a invadirlos estos infelices trataban de curarse amasando cal de las paredes de los edificios con grasa o sebo, usando de esta mezcla como remedio y alimento a la vez”
Efectivamente, la disentería hizo estragos en los ejércitos que poco tiempo más después desembocaron en la epidemia de fiebre amarilla que se extendió hasta Buenos Aires. El doctor Lucio del Castillo, catedrático y médico militar explicaba de esta manera las razones de la aparición de la disentería en el campo de batalla: «Rodeados de aguas infestadas, la mayor parte de ellos (los soldados) pisando un terreno que vertía humedad, circundados por un sin número de animales que se morían por falta de pasto, grandes montones de osamentas de las carneadas, más tarde, después de las primeras batallas, ese mismo estaba sembrado de más de 30.000 cadáveres, una gran parte de ellos insepultos en aquellos puntos que habían sido considerados campo neutral».
LOS NEGOCIADOS
No debe sorprendernos cuando en nuestros días se habla de corrupción en todos los estamentos de la sociedad argentina donde conviven funcionarios del gobierno y empresas privadas, muchas de las cuales están representadas por intermediarios allegados a las más altas esferas de la conducción gubernamental. Y si buceamos en el fondo de nuestra historia, la corrupción viene de la mano de los conquistadores españoles. De tal palo, tal astilla.
Hubo nombres que han perdurado hasta nuestros días; nombres de pueblos, ciudades, calles, parques como una manera de perpetuarse en la historia argentina, pero que la mayoría de la gente ignora sus orígenes y antecedentes. Claro, la historia la escriben los vencedores
José Gregorio Lezama y Juan Cruz Campo hábiles comerciantes y poseedores de inmensas fortunas, obtienen del general Justo José de Urquiza, presidente de la Confederación Argentina, el negocio para la provisión del ejército. El 25 de agosto de 1852 Urquiza por decreto, los nombra proveedores de “vestuario, armamentos, municiones, monturas, calzado y todos los artículos que el Estado necesite para rancho (alimento diario) y provisión del ejército, incluso no solo la marina y guarniciones, de la ciudad, sino también la de los departamentos de campaña, los de las fronteras y el negocio pacífico con los indios”.
En lo que concierne a la provisión de alimentos para el ejército argentino – y también para el enemigo, porque estos mercaderes triangulaban las operaciones con otros países, sobre todo para la provisión de armas – hubo varios proveedores que hicieron buenas migas con el poder. Uno de ellos fue Anacarsis Lanús comerciante agropecuario, hacendado de gran fortuna, ganadero, poseedor de varios campos en la Provincia de Buenos Aires, que asociado con el militar y político Ambrosio Plácido Lezica, formaron en 1856 la sociedad Lanús Hermanos, más tarde proveedores del ejército en la Guerra con Paraguay.
En 1865 vuelve a aparecer el nombre de José Gregorio Lezama junto a Cándido Galván, autorizados por decreto del presidente Bartolomé Mitre, a ser proveedores del Ejército Argentino. Estos caballeros, Lezica, Galván, Lezama y todos los que han hecho fortunas como proveedores del ejército gracias al presidente Bartolomé Mitre, cuando este deja la presidencia, terminan regalándole la casa en la que vivía en calidad de “donación”, ubicada en pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires, donde funcionaba el diario La Nación, hoy propiedad de los Mitre y convertida en museo, bajo estos términos: «Que inspirados por los leales servicios prestados por el señor Brigadier General don Bartolomé Mitre a la libertad del país durante largos años de privaciones, sacrificios y peligros, especialmente mientras ha ejercido la primera magistratura de la República, salvando las más violentas crisis sin comprometer las garantías de la sociedad (…) Que en ejecución de ese propósito compraron con la suma recolectada con ese fin, al doctor don Ángel Medina, la finca que habita el señor Mitre, calle San Martín número ciento cuarenta y cuatro«.
Domingo Faustino Sarmiento que le sucede en la presidencia de la nación dice: “…su casa fue negociada por agentes y obtenida la suscripción de los proveedores que mediante despilfarro de la rentas han ganado millones, como Lezica, Lanús, Galván, que al fin costearon casi en su totalidad. Mitre sabe que con un poco de insistencia con amaños conocidos, con muchos hombres que le deben o la impunidad o la fortuna mal adquirida todo se puede conseguir…” (Citado por Atilio García Mellid en Proceso al liberalismo argentino, cartas del archivo de la familia Sarratea Prats, publicado por el diario El Mercurio de Valparaíso en 1937)
CONTRATO CELEBRADO EN VEINTIOCHO DE FEBRERO DEL PRESENTE AÑO (1866) CON LOS SEÑORES LANÚS HERMANOS PARA LA PROVISIÓN DEL EJÉRCITO DE OPERACIONES EN CAMPAÑA CONTRA EL GOBIERNO DEL PARAGUAY, BAJO LOS SIGUIENTES ARTÍCULOS.
1º: Los Sres. Lanusse Hnos se comprometen a proveer todo el ejército de operaciones a las órdenes del excelentísimo señor presidente de la República (Bme Mitre), en la del Paraguay, en la forma y en la condiciones que enseguida se estipulan:
2º: Las raciones del ejército serán de 3 clases: Carne y cebo como único alimento, o bien rancho compuesto de carne seca o charque, fariña, arroz o porotos, galleta y sal; y yerba, tabaco, papel y jabón.
Observación: Anacarsis Lanús aumentó enormemente su fortuna, y los testimonios de los militares que combatían, coinciden en acusarlo de repetidas maniobras especulativas, y de proveer alimentos y vestimenta de muy inferior calidad a la contratada
3º: Si el racionamiento se hace de carne y cebo solamente, una res será distribuida para cincuenta raciones, entregándose toda la carne y sebo, y siendo los novillos de dos y medio años y de tres las vacas, estando las reses gordas.
4º: Si el racionamiento se hace á rancho, la ración diaria para cada soldado se compondrá de los siguientes artículos – dos y media libras de carne fresca cuando sea posible darla ó en su defecto una y media libra charque dulce, o igual cantidad de carne seca- cuatro onzas de fariña, o cuatro onzas de arroz, o cuatro onzas de porotos – media libra galleta- media onza de sal.
Observación: El antecedente para que un soldado o cualquier civil consumiera 1,132 Kg de carne vacuna diariamente, es uno de los motivos que justifica a este alimento como principal componente en la dieta del argentino actual. No debemos olvidar que la predilección por consumir carne vacuna está relacionada también al ganado cimarrón, aquel que habitaba las pampas sin tener un dueño. (Ver Historia del ganado vacuno y los frigoríficos en la Argentina)
5º: La tercera ración de vicios se compondrá de – una libra de tabaco negro en rama – cuatro libras de yerba paranaguá (2)) o misionera – dos panes jabón amarillo de seis onzas cada uno – un cuadernillo papel de hilo para cigarros.
6º: En caso que la ración sea de carne solamente, la carneada será de cuenta del proveedor como sucede actualmente, y sin responsabilidad por parte del gobierno á los pastoreos y pérdidas que de ellos pueda tener lugar.
7º: Si el racionamiento se hace á rancho los artículos se entregarán en la forma y tiempo que determine el Señor General en Jefe del Ejército.
8º: Las raciones de entretenimiento se entregarán por lo menos cada quince días.
9º: Los artículos de que se componen estas raciones, serán todos de buena calidad y á satisfacción de los Jefes del Ejército.
10º: Los precios de estas raciones serán los siguientes: por la carne y sebo de cada res en el litoral del Río Paraná y del Paraguay hasta Humaitá, o hasta los puntos donde, por los contratantes, se considere posible racionar el ejército con pura carne y de buena clase, diez patacones de a diez y seis en onza: por la ración diaria compuesta de dos y media libras carne fresca, o una y media libra charque dulce, o igual cantidad de carne seca, y cuatro onzas fariña ó cuatro onzas arroz,, ó cuatro onzas porotos, media libra galleta y media onza de sal; dos y medio reales fuertes: por la ración mensual de cuatro libras yerba, una libra tabaco negro en rama, un cuadernillo de papel y dos panes de jabón, trece reales fuertes.
Observación: “Durante la guerra del Paraguay nuestros soldados morían de hambre en las esteros, mientras afortunados proveedores, gentes de altas influencias amasaban millones. Aquellos abusos llegaron a tan escandaloso grado, que un enérgico movimiento de opinión exigió se investigasen las turbias proveedurías. Pero un providencial incendio consumió los archivos de cuentas de la guerra del Paraguay. Las llamas cancelaron toda deuda y borraron los restos de todo delito. El incendio salvó muchos nombres y muchas reputaciones, purificando muchas biografías.” (Diario “La Época”, vocero del partido radical de Hipólito Irigoyen)
11º: Estos precios regirán siempre que el ejército marche costeando los Ríos Paraná y Paraguay, á mayor o menor distancia de ambos, según las necesidades de la guerra lo aconsejen y la facilidad de los caminos lo permitan.
12º:En el caso que una parte o el todo tuviese que operar en el interior del Paraguay, como por ejemplo en Villa Rica, Santa Rosa o Inté, el precio de las raciones que se entreguen á las fuerzas que se internen, será aumentado de un veinte porciento.
13º: Las condiciones de pago serán las siguientes: presentados los recibos que justifiquen las entregas y antes de toda tramitación. El gobierno dará letras de tesorería al término de dos meses por un valor equivalente al setenta y cinco porciento de las raciones entregadas. El veinticinco porciento restante, será entregado después de concluida la tramitación en letras á tres meses de de plazo contados desde la fecha de la presentación de los recibos.
14º: Sucediendo con frecuencia que por omisión involuntaria de los Jefes, los recibos y otros justificativos de las entregas no viene en la forma que exige la contaduría, causando esas omisiones retardos y dificultades que obstan á la tramitación regular, el proveedor no se constituye ni acepta responsabilidad alguna por dichas omisiones, y por consecuencia ellas no afectarán el fiel cumplimiento del contrato, salvo en el caso que resultase fraude o duplicación de la documentación, en cuyo caso se hará responsable a quien corresponda.
15º: Si el proveedor no pudiese entregar las raciones convenidas en este contrato, en la forma, tiempo, y calidad requerida, tendrá derecho el Excmo. Señor General en Jefe del Ejército para comprarlas a particulares por los precios a que pueda obtenerlas, siendo de cuenta del proveedor la diferencia en el mayor precio que por tal causa tenga que abonar el gobierno, y a más pagará una multa de un diez porciento sobre el valor total de las raciones que haya dejado de entregar.
Observación: Pero es tal el descaro en esta relación que el propio General Mitre le escribe desde la frontera al vicepresidente Marcos Paz cuya misión fundamentalmente era la de coordinar las provisiones para ejército: “No hay que alarmarse porque un ejército pase uno o dos días y aun más sin comer. En nuestro sistema de provisión de los ejércitos, esto tiene que suceder., y no hay ejército argentino que no haya estado sujeto a esta contingencia.” (Campañas militares argentinas: Guerra exterior y luchas internas (1865 -1874). Isidoro J. Ruiz Moreno)
16º: Este contrato pasará a regir desde el día que pase el Ejército Argentino al territorio del Paraguay, no pudiendo bajar este plazo de quince días desde que se firme el contrato.
17º: Si el Ejército Argentino no pasa al territorio del Paraguay dentro de quince días contados desde que se firme este contrato, y el señor Lezama no puede continuar proveyendo el Ejército de Corrientes, el Sr. Lanús se compromete á proveer dicho ejército bajo las mismas condiciones impuestas al Sr. Lezama, excepto las reses cuyo precio será de siete y medio patacones.
18º: Este contrato será garantido colectivamente por los señores D. Antonio Plácido Lezica y D. José G Balcarce, y reducido a escritura pública.
Así se verificó con otorgamiento de la correspondiente fianza.
Juan F Gutiérrez
Escribano General de Gobierno
RACIÓN DIARIA DEL SOLDADO
Finalizada la Guerra de la Triple Alianza en 1870, la provisión de alimentos seguía siendo la misma para los soldados de la frontera en 1873. Nunca se tuvo en cuenta que las condiciones climatológicas y geográficas eran diferentes para modificar la alimentación de las tropas. A 3 años de finalizada la guerra contra el Paraguay las cantidades que consumían los soldados fueron las siguientes:
3 Libras carne fresca (no especifica) = 1,360 Kg / 8 onzas galletas = 0,226 Kg / 3 onzas arroz= 0,85 Kg / 1½ libra de sal= 0,14 Kg.
MENSUAL
1 libra tabaco negro en rama = 0, 453 Kg / 5 pliegos papel de hilo / 14 onzas de jabón = 0,396 Kg / 3 libras yerba paranaguá = 1,360 Kg
EXTRAORDINARIA
1 onza de café molido = 0,28 Kg / 2 onzas de azúcar terciada blanca = 0,56 Kg
DIARIAS PARA FAMILIAS
2 libras carne fresca = 0,906 Kg / 1 onza de grasa de vaca = 0,28 Kg / 3 onzas galleta =,85 Kg / ½ onza de sal = 0, 14 Kg
Este rubro podrá llamar la atención, pero ocurre que muchos soldados fueron al frente de guerra acompañados por sus esposas o concubinas. Gracias a ellas, a las cuarteleras y vivanderas, muchos de los soldados desistieron de desertar. Todas pelearon a la par del hombre y recibían su alimento o sufrían las mismas privaciones que ellos, y aun más, porque se encargaban de cuidar a los enfermos, lavar la ropa, cocinar cuando se presentaba la ocasión, y hasta tomar las armas para pelear a la par del soldado. “Y luego las mujeres y los niños, cabalgando sobre montañas de pilchas, al compás de las ollas, de las pavas, de los platos que se golpeaban al traqueteo de la bestia.” Y en otra parte del relato de La Guerra al Malón dice el Comandante Prado “Las mismas mujeres de la tropa -previsoras como las hormigas- iban quedando con las maletas vacías, viéndose obligadas a substituir la yerba por el tomillo y a mezclar, en la chuspa del marido, el tabaco con las hojas de algarrobo.”
RACIÓN DIARIA PARA OFICIALES DE MARINA (1870)
Estas raciones eran para ser suministradas a la dotación de la Isla Martín García, ubicada a 36,8 km de San Isidro en la provincia de Buenos Aires; al Departamento de Marina y sus dependencias, y buques en servicio.
2 libras de carne fresca = 0,906 Kg / 2 reales de verdura (4 reales en 1873) / 1 libra galleta fina= 0,453 Kg / 1 cuarta de vino francés (Burdeos) 0,500 L (1/2 cuarta en 1873) / 1 onza arroz Carolina o Piamonte glace = 0,280 Kg / 1 onza de fideos de Génova = 0,280 Kg / 2 onzas de café en grano = 0,560 Kg / 3 onzas de azúcar refinada = 0,840 Kg (2 onzas en 1873) / ½ onza de grasa fina = 0,140 Kg / ½ onza de sal= 0,140 Kg / 1 onza de aceite= =0,280 Kg / ¼ onza de te negro fino (1873)= 0,070 Kg
RACIÓN DIARIA PARA MARINEROS
2 libras de carne fresca = 0,906 Kg / 2 reales de verdura (4 reales en 1873) / 1 libra galleta buena = 0,453 Kg 2 reales de verdura / 1/8 de cuarta aguardiente de caña de 19º = 0,062 Kg / 1 onza de arroz glace = 0,280 Kg / 1 onza de café en grano = 0,280 Kg / 2 onzas de azúcar blanca = 0,560 Kg / 1 onza tabaco Norte Americano o negro de Brasil = 0,280 Kg / ½ onza jabón amarillo = 0,140 Kg / ½ onza de grasa = =,140 Kg ½ onza de sal 0,140 Kg / 2 rodajas de leña fuerte / 1 onza de porotos del país (1873) = 0,280 Kg / 4 pliegos de papel de hilo por onza de tabaco (1873)
RACIÓN MENSUAL
2 frascos de vinagre para cada 25 hombres (4 frascos en 1873) / 1 roba velas de molde (sebo) para cada repartición (2 arrobas en 1873) / 1 arroba de aceite para quemar igual destino (2 arrobas en 1873)
LOGÍSTICA
En otro contrato firmado el 1º de marzo de 1870 para la provisión de abasto a distintos departamentos de frontera, se especifica entre las obligaciones del proveedor “que tendrá la obligación de entregar las reses para el consumo de las fuerzas de frontera en el lugar que se hallen situadas u operando tanto fuera como dentro de las líneas de frontera. La tropa de reses tendrán que estar compuestas en una proporción de mitad novillo de menos de 2 ½ años y mitad vaca de tres años, de carne gorda en verano y buena carne en invierno, de manera que puedan alcanzar para 50 raciones cada res, a razón de 6 libras diarias de carne por plaza”.
Igualmente es multado el proveedor que no entregue en tiempo y forma el ganado y el artículo 5º de este contrato específica taxativamente “que las tropas de ganado serán conducidas por el proveedor con peones de su servicio a los distintos puntos donde estén situadas las fuerzas, y de ninguna manera se hará conducción por soldados. Pero cuando por falta absoluta de peones hubiese necesidad de hacerlo por soldados del ejército, entonces el proveedor sufrirá un descuento proporcionado a los servicios que estos hayan desempeñado”.
Todo el sistema de provisión estaba tercerizado, con lo cual no había ninguna garantía que llegara a destino porque eran civiles los encargados de transportar la mercadería teniendo muchas veces, que incursionar en terrenos peligrosos sin ningún tipo de entrenamiento ni estrategia. Animémonos y vayan.
Pero el proveedor tenía un beneficio extra no menos importante cuando llegaba a destino ya que los cueros provenientes de las carneadas pasaban a ser de su propiedad, y si el ejército necesitaba cueros, debía pagárselo a él. El resto de la res era propiedad del estado.
PROVISIÓN A VARIAS TRIBUS DE INDIOS
Cuando en 1832 Juan Manuel de Rosas dejó la gobernación de Buenos Aires, se abocó a organizar un ejército con otras provincias para combatir las incursiones de los malones y hacerlos retroceder con la intención de ocupar sus tierras en beneficio de los terratenientes que la solventaron económicamente con la excusa de incorporar más territorio para efectivizar la soberanía provincial. Debido a que el gobierno no podía comprometerse a tomar un crédito en el exterior para financiar esta campaña, Rosas, sus familiares y amigos, donaron hacienda vacuna y caballar, además de dinero, para emprender la primera campaña al desierto.
En su primer mandato como gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas ya había iniciado una dura campaña contra los indios que no se subordinaran a las autoridades nacionales. Así son considerados “amigos” los indios que se someten a la obediencia de los criollos; aquellos que no aceptan y siguen con los malones, son perseguidos, apresados o muertos. Los indios “amigos” recibían como contrapartida alimentos y “vicios”, como llamaban los soldados al tabaco, alcohol y yerba, en forma trimestral.
Así por ejemplo en 1866, cuando hacía un año que había estallado la guerra de la Triple Alianza, las tribus de los caciques Cafulcurá, Catriel, Millacura, Cachul, Coliqueo y Raniqueo se les proveyó trimestralmente 4500 libras (2038 Kg) de yerba paranaguá; 2560 libras (1153 Kg) de azúcar de Pernambuco; 2195 libras ( 994 Kg) de tabaco negro en rama; 2095 cuadernillos de papel de hilo; 330 frascos de aguardiente; 96 frascos de vino Carlón; 375 botellas de ginebra;150 botellas vino Burdeos regular; 40 fanegas (2200Kg) de maíz; 2855 yeguas al corte o igual número y clase de hacienda vacuna.
En 1873, tres años después de terminada la guerra con el Paraguay, las cifras de provisión para las distintas tribus, a la que se le agregó la del cacique Baigorrita y Mariano Rosas, sufrió muy poco aumento. Hay que agregar que en el informe de ese mismo año se sumaron 15 tribus más, con entregas de provisiones- en la mayoría – de forma anual o semestral y en pocas cantidades. Pero los proveedores y el propio estado, no llegaron a cumplir con dichas entregas, motivo que sirvió de excusa a los caciques para continuar con los malones, saqueando y arrasando pueblos enteros.
LA CAMPAÑA DEL DESIERTO
Durante los años que duró la Guerra de la Triple Alianza, las autoridades argentinas no estuvieron en condiciones de ocuparse demasiado del problema del indio dado que todo su esfuerzo estaba puesto en la guerra contra el Paraguay. Sin embargo en 1867 el Congreso Nacional dicta una ley por la cual autoriza a extender sus fronteras hacia el sur, es decir, a la zona patagónica.
El diario La Prensa del 16 de mayo de 1872 expresaba que las pérdidas generales provocadas por las incursiones indias entre 1820 y 1870 alcanzaban a 11.000.000 de vacunos, 2.000.000 de caballos e igual número de ovejas; personas muertas o cautivas 50.000; propiedades destruidas 3.000, y valor del total de daños ascendía a $20.000.000. A pesar de las negociaciones de los distintos gobiernos con los caciques de las tribus, los malones volvían a actuar justificando el incumplimiento de los acuerdos a que se había llegado para proveerles de alimentos, respetar sus propiedades e integrarlos a la sociedad dominante.
Cuando en 1877 fallece el Dr. Adolfo Alsina, Ministro de Guerra del presidente Nicolás Avellaneda, asume en su reemplazo de General Julio Argentino Roca que propone darle un corte definitivo al problema del indio en forma expeditiva, atacando en el corazón de las comunidades indígenas para expulsarlos o aniquilarlos, estrategia opuesta a la de Alsina que trató de implementar sistemas de defensa contra el ataque de los malones construyendo una zanja de 600 km de largo de la que solo se llegó a concretar 374 km.
LA VIDA EN LOS FORTINES
El periodista, jurista y escritor Estanislao Zeballos escribe para La Prensa un artículo titulado Dinastía de los Piedra: “La alimentación comenzó por ser mala, y se agoto al fin, interviniendo en ellas las bestias inútiles, los perros y las alimañas de los campos. Los caballos mismos, especie de táctica peculiar del Desierto, sucumbían por centenares a la tremenda fatiga, al clima, a la diferencia de pastos, y sobre todo al encierro constante a que los forzaba la asechanza perseverante del salvaje. Los campos ardían en todas las direcciones, y detrás de las llamaradas aparecían agigantadas y como monstruos vengadores las figuras de los indios vigilantes…En otro lugar, en la laguna de Epecuén, el beber sus aguas causó una disentería tan tremenda, que hasta este recurso debió prohibirse. Para agravar más la situación, no teníamos leña ni se conseguía guano de caballo o vaca.” (Recuerdos argentinos: Callvucurá y la dinastía de los Piedra. Estanislao Zeballos)
En medio de la pampa, donde solo se escucha susurrar del viento entre los pastos, un fortín custodia la línea de frontera entre Lavalle y Trenque Lauquen. “Al aproximarme vi salir de unos ranchos, que más parecían cueva de zorro que vivienda humana, a cuatro o cinco milicos desgreñados, vestidos de chiripá todos ellos; con alpargatas unos: con botas de potro los demás; con el pelo largo, las barbas crecidas, la miseria en todo el cuerpo y la bravura en sus ojos. El comandante del puesto -el teniente Arturo Turdera -, un distinguido oficial y un cumplido caballero, estaba allí, en medio de su tropa, como ella harapiento, como ella destruido y agobiado por aquella vida de hambre, de fatigas y de peligros. Hacía ocho meses que se encontraba destacado y durante ese tiempo no había recibido una libra de carne ni una onza de galleta. El comisario les había pagado dos meses de sueldo, a cuenta de treinta y siete que les debían; ¡pero de qué les valía la plata sin tener dónde gastarla!”.
Esta es la descripción que hace el Comandante Manuel Prado, militar y periodista, de un fortín en 1877 en su libro La guerra al malón, réplica que se expande a lo largo y ancho de aquel desierto interminable. Lo curioso es que en los informes dados al Congreso Nacional por los distintos jefes de las guarniciones y por el propio Ministro de Guerra, nada de esto se menciona. Los informes están plagados de elogios a los jefes superiores y a la tropa; de las construcciones dentro de los fortines o fuertes; de los encuentros con partidas de indios donde siempre el ejército sale victorioso, rescata ciento de cabezas de ganado robado, y de las finanzas prolijamente controladas. Pero del hambre y la zozobra, ni pío.
Pero la realidad es casi siempre otra. En medio de esa soledad, oteando a cada momento desde el mangrullo el horizonte infinito a la espera que una densa polvareda anuncie el paso de un malón arreando ganado hacia la frontera con Chile para venderlo, las horas discurren esperando que algún día lleguen los proveedores en sus carretas, al menos para comprar a precios abusivos algo de tabaco y ginebra.
Tampoco podían contar con carne para churrasquear porque las reses vacunas no podían trasladarse debido a la imposibilidad de custodiarlas ante el acecho de los indios y por que solo el proveedor podía transportarlas. “En el campamento, la tropa comía yeguas y en los fortines los pocos avestruces que podían bolear los milicos en los mancarrones extenuados y flacos. En el fortín, no había en aquel momento, ni con qué dar de comer a un mosquito. El día anterior se había boleado una gama y encontrado dos piches (7). (…)Teníamos que conformarnos con lo único disponible: té pampa y… buena voluntad.” (Guerra al malón).
El té pampa (Satureja darwini), es una infusión de carácter digestivo, combate el dolor de estómago, úlceras. Es un antiinflamatorio, antiespasmódico y antibacteriano.
En alguna oportunidad los soldados que hacían las descubiertas(3) tenían la posibilidad de bolear algunos avestruces para carnearlos y asar, sobre un fuego improvisado, alones y picana, los dos cortes más sabrosos del animal.
Jefes y oficiales se quejaban de los proveedores. El Coronel Conrado Villegas, famoso por comandar el 3 de caballería, conocido como los blancos de Villegas, por el color de sus caballos, acota que la carne entregada no se podía comer y el hambre de la tropa fue motivo de deserción. El General Roca que era enemigo del sistema de proveeduría, por deficiente y oneroso, sin embargo apoyó a sus dos hermanos Ataliva y Alejandro para que hicieran negocios con el sistema de proveeduría. El historiador Felix Luna en su libro Yo Roca hace hablar al General en primera persona, y en un momento confiesa: “… como consuelo la compañía de Alejandro, que andaba en funciones de mercachifle ambulante, vendiendo a las tropas diversos efectos que le mandaba Ataliva desde Buenos Aires. Por supuesto ellos no se llenaron la bolsa con el dinero de los soldados, como lo lograron Don Gregorio Lezama y Anacarsis Lanús, que eran proveedores oficiales de víveres, uniformes y enseres diversos, pero algunos pesos hicieron.”
En fin, seguramente nunca cesarán los elogios y las críticas a los que llevaron adelante la guerra del la Triple Alianza o la controvertida Campaña del Desierto, pero aquella Orden General dada por el Coronel Nicolás Levalle en 1876, deja bien a las claras la lógica militar de que el fin justifica los medios. “¡Camaradas de la División Sur! ¡No tenemos yerba, ni tabaco, ni pan, ni ropa, ni recursos, ni esperanzas de recibirlos. Estamos en la última miseria, pero tenemos deberes que cumplir!
(1) Rancho: Ración de alimento
(2) Paranagué: Yerba brasilera de menor calidad que la paraguaya
(3) Descubierta: Sistema de vigilancia y reconociendo en las zonas próximas a los fortines
BIBLIOGRAFÍA:
Memoria presentada por el Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina al Congreso Nacional. 1866
Memoria presentada por el Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina al Congreso Nacional. 1870
Memoria del Ministerio de Guerra y Marina de la República Argentina presentada al Congreso Nacional en 1873
Partes oficiales y documentos relativos a la Guerra del Paraguay
El fracaso argentino: sus raíces históricas en la ideología oligárquica Escrito por José Gabriel Vazeilles
Historia 16
www.lagazeta.com.ar/emprestitoalparaguay.htm
Campañas militares argentinas: Guerra exterior y luchas internas (1865-1874) Isidoro J. Ruiz Moreno
Andes: antropología e historia, Números 17-18. CEPIHA, Centro Promocional de las Investigaciones en Historia y Antropología, Facultad de Humanidades, Univ. Nac. de Salta, 2006
Recuerdos argentinos: Callvucurá y la dinastía de los Piedra. Estanislao Zeballos
É uma história praticamente desconhecida no Brasil creio na própria Argentina.Muito interessante !
Los artículos históricos sobre las campañas sobre el desierto (que en algunos lugares estaba poblado) son siempre bienvenidos. La cuestión es desde dónde partimos para analizar por ejemplo el período de Alsina y Roca. Si estamos enrolados en una corriente apologética, nos apoyaremos en lo positivo que fue el avance de la civilización cristiana sobre los infieles de la pampa y patagonia. Pero si partimos desde una posición hipercrítica hablaremos de matanzas y genocidio del pueblo indígena. Como siempre, la posición real, es la del medio, ver desde la honestidad intelectual los efectos terribles que producían los malones (invasiones) indios sobre los poblados huincas, los combates con bravura entre fuerzas indígenas y soldados de los fortines con sus oficiales al frente. Y luego del final de la conquista de desierto, lo que sucedió con las familias indígenas en los cañaverales tucumanos, en la Isla de Martín García, el reparto de chinas en la principales familias de Buenos Aires y otras cuestiones atinentes. ¿Cuántos combates tuvo el ejército en la campaña de 1879? ¿O el desgaste de la guerra de fronteras la habían llevado a cabo los soldados de fuertes y fortines? Temas para profundizar. Para ello, dentro de una vasta literatura histórica, sugiero empezar con «La Guerra al Malón» del Comandante Prado y luego seguir profundizando con algunas partes de «Una excursión a los indios ranqueles» de Lucio V. Mansilla. Hasta pronto.
Lic. Pedro García Posse UNLP